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Decir que se hará la guerra y no saber cuánto duele aún

Redacción República
02 de septiembre, 2017

Guatemala es ese gran momento incómodo del cuál todos quieren salir. Aquí pasan las cosas más ilógicas y descaradas. Y como si no pudiera ser mas vergonzoso, estas cosas suceden en modo público y nuestros gobernantes son los protagonistas. Todos están tratando de salvarse y en medio del intento, propician que el resto se hunda. Cuesta asumir una postura firme e inamovible dentro de las tensiones políticas que se están viviendo. A mi me pasó, confié en muchas figuras políticas que al final fallaron. A veces llegué a creer que x o y personaje era bueno y justo como se lo imaginan, fui decepcionada todas las veces.

Esta semana escuché la frase: “Yo firmé la paz, pero también puedo hacer la guerra”, de la boca de un funcionario que también me decepcionó. Claramente Arzú no estaba pensando cuando habló, no tuvo consciencia de los miles de kilómetros que sus palabras pudieron recorrer a través de los medios de comunicación. Y no reconsideró, por ejemplo, que hay personas que aún le temen a ésta palabra, que aún piensan en la guerra que se vivió hace años en Guatemala. No sabe, o no le gusta saber, que todavía hay quienes esperan que sus recuerdos cobren vida y regresen a los desaparecidos. Y no entiende tampoco que hay quienes todavía lloran por ese tiempo. Me parece una frase que no se dijo, sino se escupió de un lugar muy oscuro, en donde no queda un recuerdo digno de aquellos 45,000 guatemaltecos que no se encontraron después de la guerra.

Esta semana tuve el privilegio de conocer a Don Pedro, un octogenario que junto a su esposa aún tienen el deseo de encontrar a Gaspar, su hijo desaparecido, o mejor dicho el hijo que la guerra les quitó. Don Pedro y doña Petrona visitaron la capital porque guardan la esperanza de encontrar a su hijo en algún lugar de esta metrópoli. Aquí sueñan que está, nuestra ciudad representa a lo único que pueden aferrarse. Para conocer su historia vean el documental que Colectivo de Cine en la Calle realizó para ayudarlos en su búsqueda: https://vimeo.com/226346177 Ellos son solo un ejemplo de 45,000 familias que viven en la misma situación.

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Dejando de lado la coyuntura política, porque suficientes columnas de opinión han salido ya y escritor por personas mas expertas por cierto, quiero recordar el tema de los desaparecidos, de las personas que aún sienten ausencias que parece que nunca van acabar. Existen todavía muchísimas personas deseando encontrar respuestas y si no estamos dispuestos a recordar nuestro pasado para honrarlo, irremediablemente estaremos condenados a repetirlo. No se puede simplemente afirmar: Yo firmé la paz, pero también puedo hacer la guerra, cuando aún duele tanto recordar.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Decir que se hará la guerra y no saber cuánto duele aún

Redacción República
02 de septiembre, 2017

Guatemala es ese gran momento incómodo del cuál todos quieren salir. Aquí pasan las cosas más ilógicas y descaradas. Y como si no pudiera ser mas vergonzoso, estas cosas suceden en modo público y nuestros gobernantes son los protagonistas. Todos están tratando de salvarse y en medio del intento, propician que el resto se hunda. Cuesta asumir una postura firme e inamovible dentro de las tensiones políticas que se están viviendo. A mi me pasó, confié en muchas figuras políticas que al final fallaron. A veces llegué a creer que x o y personaje era bueno y justo como se lo imaginan, fui decepcionada todas las veces.

Esta semana escuché la frase: “Yo firmé la paz, pero también puedo hacer la guerra”, de la boca de un funcionario que también me decepcionó. Claramente Arzú no estaba pensando cuando habló, no tuvo consciencia de los miles de kilómetros que sus palabras pudieron recorrer a través de los medios de comunicación. Y no reconsideró, por ejemplo, que hay personas que aún le temen a ésta palabra, que aún piensan en la guerra que se vivió hace años en Guatemala. No sabe, o no le gusta saber, que todavía hay quienes esperan que sus recuerdos cobren vida y regresen a los desaparecidos. Y no entiende tampoco que hay quienes todavía lloran por ese tiempo. Me parece una frase que no se dijo, sino se escupió de un lugar muy oscuro, en donde no queda un recuerdo digno de aquellos 45,000 guatemaltecos que no se encontraron después de la guerra.

Esta semana tuve el privilegio de conocer a Don Pedro, un octogenario que junto a su esposa aún tienen el deseo de encontrar a Gaspar, su hijo desaparecido, o mejor dicho el hijo que la guerra les quitó. Don Pedro y doña Petrona visitaron la capital porque guardan la esperanza de encontrar a su hijo en algún lugar de esta metrópoli. Aquí sueñan que está, nuestra ciudad representa a lo único que pueden aferrarse. Para conocer su historia vean el documental que Colectivo de Cine en la Calle realizó para ayudarlos en su búsqueda: https://vimeo.com/226346177 Ellos son solo un ejemplo de 45,000 familias que viven en la misma situación.

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Dejando de lado la coyuntura política, porque suficientes columnas de opinión han salido ya y escritor por personas mas expertas por cierto, quiero recordar el tema de los desaparecidos, de las personas que aún sienten ausencias que parece que nunca van acabar. Existen todavía muchísimas personas deseando encontrar respuestas y si no estamos dispuestos a recordar nuestro pasado para honrarlo, irremediablemente estaremos condenados a repetirlo. No se puede simplemente afirmar: Yo firmé la paz, pero también puedo hacer la guerra, cuando aún duele tanto recordar.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo