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¿Y ahora qué?

Carolina Castellanos
22 de septiembre, 2017

Estas últimas semanas han sido un torbellino de problemas, críticas, quejas, todas con validez pues después de ese extremo abuso que cometieron los diputados al aprobar las reformas reduciendo penas y quitándose “el clavo” de encima por financiamiento electoral, por urgencia nacional.  Si esas propuestas hubieran seguido su curso normal de presentarlas al pleno, luego trasladarlas a las comisiones respectivas para dictamen, para luego ser conocidas por el pleno para votación, no hubieran sido aprobadas nunca.  Creo que no hubieran ni logrado salir de las comisiones respectivas.

Esta acción, sumada con la serie de errores desafortunados cometidos por el Presidente, generaron un intenso deseo de manifestar.  El hartazgo que todos tenemos es más que obvio.  Yo no apoyé el paro, y sí respeté el derecho de manifestar, siempre y cuando no se bloquearan las libertades de locomoción y comercialización de todos.  Estas restricciones fueron mínimas, lo que me alegró mucho.  También me alegró que todo fue muy pacífico.

¿Se vivió una fiesta cívica como en 2015? No lo creo.  Había familias, estudiantes y muchas personas que legítimamente estaban protestando por tanta corrupción.  Pero también hubo más de 50 buses con los tradicionales acarreados por CODECA.  Como escribió alguien en un tuit: “el chiste se cuenta solo”, pues esta banda de delincuentes estaba exigiendo justicia y fin a la impunidad.  ¿Qué tal?

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Después de tanto tumulto, redes atoradas de mensajes, quejas, insultos, desacreditaciones y también un montón de memes muy simpáticos, ¿qué hacemos?  Una propuesta es tomar las consignas comunes que surgieron en todo esto: cambios a la ley electoral y de partidos políticos, conocida como LEPP, y a la de servicio civil.  Claro, la petición más fuerte y que “motivó” las marchas es el fin a la corrupción.

Hay que aprovechar el momento pues hemos sido muchos quienes hemos hablado de esto y no se ha logrado, pues no se contaba con el apoyo de tantos.  Las reformas a la LEPP que se hicieron a inicios de este período de gobierno son una burla a todos.  Lamentablemente, la ley debe ir en contra de los intereses espurios de los diputados, y son ellos mismos quienes deben aprobarla.  Esto hace que sea una tarea titánica, que solo puede ser vencida si este ímpetu que generó las manifestaciones del miércoles se mantiene y se incrementa.

Han surgido varias propuestas. Yo me uno, principalmente, a la del voto uninominal.  Esto significa que cada uno de nosotros vota por personas que conocemos.  Esto va de la mano de quitarle el monopolio a los partidos políticos para que postulen candidatos.  Comités cívicos lo pueden hacer, especialmente a nivel departamental (sub distritos).  Allí se aumenta la probabilidad que los votantes conozcan a los candidatos propuestos.  Otra propuesta fundamental es la eliminación del listado nacional.  Esa lista es la que está más llena de “amigos” a quienes hay que pagarles favores.  O sea, ya llevan la corrupción bajo el brazo.

Reducir la corrupción no se logra gritando en el parque, aunque reconozco la valentía de quienes lo hicieron legítimamente.  El derecho de protesta es válido, por las diferentes vías y formas que haya, siempre que haya respeto a las libertades de otros.

Reducir la corrupción se logra cambiando sistemas, no personas.  Por ejemplo, modificar radicalmente la ley de compras y contrataciones.  Entiendo que ya está en discusión, pero seguramente será revolverla un poco solamente.  Es eso conocido como “pasa mucho para que todo siga igual”.

Reducir la corrupción también implica reducir la burocracia.  Mientras más trámites haya que hacer, más oportunidades de corromper el proceso para acelerar los permisos, licencias, lo que sea.

También es urgente cambiar la ley de servicio civil, pues la corrupción empieza cuando se contrata a personas incompetentes para los cargos, o que no tienen la experiencia necesaria.  O sea, “a los cuates”.  Es imprescindible generar la carrera de administración pública para que haya nombramientos y ascensos de acuerdo a capacidad y experiencia, y no a compadrazgo.

Hay muchas más propuestas y muchas más leyes que modificar, sin necesidad de reformar la Constitución.  Se puede lograr, si nos unimos en estos temas comunes.  Las redes sociales han probado ser medios excelentes para proponer e incidir.  Lo invito a que lo haga y genere tendencia para que esos mensajes lleguen a los que toman las decisiones.

Es importante construir país discutiendo con argumentos, no con insultos, proponiendo e incidiendo, con honestidad y legitimidad.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

¿Y ahora qué?

Carolina Castellanos
22 de septiembre, 2017

Estas últimas semanas han sido un torbellino de problemas, críticas, quejas, todas con validez pues después de ese extremo abuso que cometieron los diputados al aprobar las reformas reduciendo penas y quitándose “el clavo” de encima por financiamiento electoral, por urgencia nacional.  Si esas propuestas hubieran seguido su curso normal de presentarlas al pleno, luego trasladarlas a las comisiones respectivas para dictamen, para luego ser conocidas por el pleno para votación, no hubieran sido aprobadas nunca.  Creo que no hubieran ni logrado salir de las comisiones respectivas.

Esta acción, sumada con la serie de errores desafortunados cometidos por el Presidente, generaron un intenso deseo de manifestar.  El hartazgo que todos tenemos es más que obvio.  Yo no apoyé el paro, y sí respeté el derecho de manifestar, siempre y cuando no se bloquearan las libertades de locomoción y comercialización de todos.  Estas restricciones fueron mínimas, lo que me alegró mucho.  También me alegró que todo fue muy pacífico.

¿Se vivió una fiesta cívica como en 2015? No lo creo.  Había familias, estudiantes y muchas personas que legítimamente estaban protestando por tanta corrupción.  Pero también hubo más de 50 buses con los tradicionales acarreados por CODECA.  Como escribió alguien en un tuit: “el chiste se cuenta solo”, pues esta banda de delincuentes estaba exigiendo justicia y fin a la impunidad.  ¿Qué tal?

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Después de tanto tumulto, redes atoradas de mensajes, quejas, insultos, desacreditaciones y también un montón de memes muy simpáticos, ¿qué hacemos?  Una propuesta es tomar las consignas comunes que surgieron en todo esto: cambios a la ley electoral y de partidos políticos, conocida como LEPP, y a la de servicio civil.  Claro, la petición más fuerte y que “motivó” las marchas es el fin a la corrupción.

Hay que aprovechar el momento pues hemos sido muchos quienes hemos hablado de esto y no se ha logrado, pues no se contaba con el apoyo de tantos.  Las reformas a la LEPP que se hicieron a inicios de este período de gobierno son una burla a todos.  Lamentablemente, la ley debe ir en contra de los intereses espurios de los diputados, y son ellos mismos quienes deben aprobarla.  Esto hace que sea una tarea titánica, que solo puede ser vencida si este ímpetu que generó las manifestaciones del miércoles se mantiene y se incrementa.

Han surgido varias propuestas. Yo me uno, principalmente, a la del voto uninominal.  Esto significa que cada uno de nosotros vota por personas que conocemos.  Esto va de la mano de quitarle el monopolio a los partidos políticos para que postulen candidatos.  Comités cívicos lo pueden hacer, especialmente a nivel departamental (sub distritos).  Allí se aumenta la probabilidad que los votantes conozcan a los candidatos propuestos.  Otra propuesta fundamental es la eliminación del listado nacional.  Esa lista es la que está más llena de “amigos” a quienes hay que pagarles favores.  O sea, ya llevan la corrupción bajo el brazo.

Reducir la corrupción no se logra gritando en el parque, aunque reconozco la valentía de quienes lo hicieron legítimamente.  El derecho de protesta es válido, por las diferentes vías y formas que haya, siempre que haya respeto a las libertades de otros.

Reducir la corrupción se logra cambiando sistemas, no personas.  Por ejemplo, modificar radicalmente la ley de compras y contrataciones.  Entiendo que ya está en discusión, pero seguramente será revolverla un poco solamente.  Es eso conocido como “pasa mucho para que todo siga igual”.

Reducir la corrupción también implica reducir la burocracia.  Mientras más trámites haya que hacer, más oportunidades de corromper el proceso para acelerar los permisos, licencias, lo que sea.

También es urgente cambiar la ley de servicio civil, pues la corrupción empieza cuando se contrata a personas incompetentes para los cargos, o que no tienen la experiencia necesaria.  O sea, “a los cuates”.  Es imprescindible generar la carrera de administración pública para que haya nombramientos y ascensos de acuerdo a capacidad y experiencia, y no a compadrazgo.

Hay muchas más propuestas y muchas más leyes que modificar, sin necesidad de reformar la Constitución.  Se puede lograr, si nos unimos en estos temas comunes.  Las redes sociales han probado ser medios excelentes para proponer e incidir.  Lo invito a que lo haga y genere tendencia para que esos mensajes lleguen a los que toman las decisiones.

Es importante construir país discutiendo con argumentos, no con insultos, proponiendo e incidiendo, con honestidad y legitimidad.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo