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Feminismo(s)

María Renée Estrada
18 de noviembre, 2018

En la vida todo cambia, nada es estático. Lo que es estático generalmente se estanca, se pudre y apesta. Nuestras vidas tampoco son estáticas, ni nuestras ideas, planteamientos o posturas. Y el tema del feminismo cabe también dentro de este planteamiento. ¿Hay un solo feminismo? ¿Es estático? ¿Pueden ser feministas únicamente las personas con ciertas ideas? Evidentemente no, sobre todo si hacemos un recorrido histórico de este movimiento.

El “feminismo de la primera ola” surgió en los siglos XVIII y XIX. Las mujeres de aquella época, valientes y revolucionarias, buscaban la igualdad ante los hombres particularmente alrededor de temas como derechos cívicos, políticos y económicos. Aquí destacan claramente las “sufragistas”; Olimpe de Gouges y Mary Wollstonecraft fueron mujeres que lucharon incansablemente por el derecho a ejercer el voto por parte de las mujeres. Esta primera ola también es conocida como el “feminismo de la igualdad”.

Durante el siglo XIX, la izquierda radical quiso adentrarse en el campo del feminismo. Para Marx y Engels, la familia es la primera célula social en la que se produce una clase de explotación: la que supuestamente se da inexorablemente entre el hombre y la mujer.  Por esta razón, consideran que “la mujer es el proletariado de la familia burguesa” y se plantean llevar a cabo la “liberación femenina” según los postulados marxistas. De aquí surge la idea que propone que “El Estado acudirá en ayuda de la familia, sustituyéndola. La sociedad se hará cargo de todas las obligaciones que antes recaían sobre los padres”. Este intento fallido tuvo una fuerte crítica feminista, la cual exponía que la sociedad comunista (o de izquierda radical) no lograba evitar ciertos roles que siguieron siendo considerados como propios de lo femenino, así como el poco o nulo cambio en los índices de participación política, condiciones laborales, índices de prostitución y violencia contra la mujer.

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Durante el siglo XX surge el “feminismo de la segunda ola”. Este feminismo, también conocido como el “feminismo de la diferencia” o “feminismo radical”, buscaba actuar en el plano de la cultura contra el “régimen patriarcal propio de la sociedad capitalista”. Aquí surgen figuras históricas como Simone de Beauvoir y Shulamith Firestone, e ideas como el planteamiento del “género”, para referirse a lo femenino en cuanto a construcción social, y el “derecho al aborto”.

Años más tarde, en los años 90, como parte de la transformación del “feminismo de la segunda ola”, los postulados relacionados al feminismo incorporan nuevas ideas, como el “derecho a no definirse” o “género fluido” (una teoría impulsada por Judith Butler); También surgen los “estudios de género” y la lucha se torna principalmente frente al “discurso patriarcal y heteronormativo”; Uno de sus grandes campos de batalla es el lenguaje (todxs).

Todos estos sucesos confirman mi idea inicial, en la vida todo cambia. Todo tiene la capacidad de cambiar y de no quedarse en el mismo lugar siempre. La lucha inicial del feminismo, el feminismo de las sufragistas, tenía como fin principal buscar la consideración de igualdad de dignidad entre hombres y mujeres. Hubo otros que quisieron ir más allá de estos postulados y pusieron en marcha la segunda ola; Otros tantos, poco satisfechos con los resultados o ideas de la segunda ola, como Judith Butler, decidieron mostrarle al mundo sus ideas esencialmente -y extremadamente- foucaltianas. Y heme aquí, a mí, replanteándome qué es ser feminista y cómo se puede transformar el feminismo (como lo conocemos hoy en día en Guatemala), en algo que tenga como base una auténtica perspectiva humanista sobre la persona y su papel en la sociedad.

El feminismo no es uno, y tampoco es de alguien o de algunos. El feminismo, en lo más esencial de su origen tenía un fin que ya no es el que se promueve hoy en día. Incluso, realmente no sé si me interesa llamarme a mí o a mis ideas, “feministas”. De lo que si estoy segura es que, muchas de las ideas promovidas hoy en día bajo la etiqueta de “feminismo”, me quedan debiendo bastante. Las mujeres, los hombres y la sociedad en general, merecemos más que eso.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Feminismo(s)

María Renée Estrada
18 de noviembre, 2018

En la vida todo cambia, nada es estático. Lo que es estático generalmente se estanca, se pudre y apesta. Nuestras vidas tampoco son estáticas, ni nuestras ideas, planteamientos o posturas. Y el tema del feminismo cabe también dentro de este planteamiento. ¿Hay un solo feminismo? ¿Es estático? ¿Pueden ser feministas únicamente las personas con ciertas ideas? Evidentemente no, sobre todo si hacemos un recorrido histórico de este movimiento.

El “feminismo de la primera ola” surgió en los siglos XVIII y XIX. Las mujeres de aquella época, valientes y revolucionarias, buscaban la igualdad ante los hombres particularmente alrededor de temas como derechos cívicos, políticos y económicos. Aquí destacan claramente las “sufragistas”; Olimpe de Gouges y Mary Wollstonecraft fueron mujeres que lucharon incansablemente por el derecho a ejercer el voto por parte de las mujeres. Esta primera ola también es conocida como el “feminismo de la igualdad”.

Durante el siglo XIX, la izquierda radical quiso adentrarse en el campo del feminismo. Para Marx y Engels, la familia es la primera célula social en la que se produce una clase de explotación: la que supuestamente se da inexorablemente entre el hombre y la mujer.  Por esta razón, consideran que “la mujer es el proletariado de la familia burguesa” y se plantean llevar a cabo la “liberación femenina” según los postulados marxistas. De aquí surge la idea que propone que “El Estado acudirá en ayuda de la familia, sustituyéndola. La sociedad se hará cargo de todas las obligaciones que antes recaían sobre los padres”. Este intento fallido tuvo una fuerte crítica feminista, la cual exponía que la sociedad comunista (o de izquierda radical) no lograba evitar ciertos roles que siguieron siendo considerados como propios de lo femenino, así como el poco o nulo cambio en los índices de participación política, condiciones laborales, índices de prostitución y violencia contra la mujer.

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Durante el siglo XX surge el “feminismo de la segunda ola”. Este feminismo, también conocido como el “feminismo de la diferencia” o “feminismo radical”, buscaba actuar en el plano de la cultura contra el “régimen patriarcal propio de la sociedad capitalista”. Aquí surgen figuras históricas como Simone de Beauvoir y Shulamith Firestone, e ideas como el planteamiento del “género”, para referirse a lo femenino en cuanto a construcción social, y el “derecho al aborto”.

Años más tarde, en los años 90, como parte de la transformación del “feminismo de la segunda ola”, los postulados relacionados al feminismo incorporan nuevas ideas, como el “derecho a no definirse” o “género fluido” (una teoría impulsada por Judith Butler); También surgen los “estudios de género” y la lucha se torna principalmente frente al “discurso patriarcal y heteronormativo”; Uno de sus grandes campos de batalla es el lenguaje (todxs).

Todos estos sucesos confirman mi idea inicial, en la vida todo cambia. Todo tiene la capacidad de cambiar y de no quedarse en el mismo lugar siempre. La lucha inicial del feminismo, el feminismo de las sufragistas, tenía como fin principal buscar la consideración de igualdad de dignidad entre hombres y mujeres. Hubo otros que quisieron ir más allá de estos postulados y pusieron en marcha la segunda ola; Otros tantos, poco satisfechos con los resultados o ideas de la segunda ola, como Judith Butler, decidieron mostrarle al mundo sus ideas esencialmente -y extremadamente- foucaltianas. Y heme aquí, a mí, replanteándome qué es ser feminista y cómo se puede transformar el feminismo (como lo conocemos hoy en día en Guatemala), en algo que tenga como base una auténtica perspectiva humanista sobre la persona y su papel en la sociedad.

El feminismo no es uno, y tampoco es de alguien o de algunos. El feminismo, en lo más esencial de su origen tenía un fin que ya no es el que se promueve hoy en día. Incluso, realmente no sé si me interesa llamarme a mí o a mis ideas, “feministas”. De lo que si estoy segura es que, muchas de las ideas promovidas hoy en día bajo la etiqueta de “feminismo”, me quedan debiendo bastante. Las mujeres, los hombres y la sociedad en general, merecemos más que eso.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo