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Redacción
02 de diciembre, 2018

2019 es un año electoral. Los guatemaltecos, divididos como siempre, han tomado sus trincheras, han elucubrado sus decisiones y han desechado de antemano a quienes no competirán. Los gobernantes tras bambalinas usarán todo su poder, todo su juicio para llevar a cabo sus decisiones políticas a su libre antojo y voluntad. Conservar a Guatemala en el escenario mundial implica habilidad y reconocimiento del soplar de los vientos. Requiere saber de las necesidades del actuar sectorial y el compromiso de cada quién con sus carteles de hegemonía de en la democracia de arbitrio del país.

La participación ciudadana como elector está condicionada por el influjo de guatemaltecos que dedican su fuerza, vigor y energía para mediatizar al Tribunal Supremo Electoral y la cadena de condicionamientos constitucionales que no siguen la lógica de la legalidad o de justicia, sino la lógica de la necesidad inductiva de los acontecimientos internacionales.

Han destruido de antemano las posibilidades del Partido Liberal Progresista fundado en 1994. Partidos como Todos, (los verdes); Convergencia, (inicialmente Movimiento Reformador y Convergencia); no creen posibilidad política como lo afirma María Eugenia Mijangos al referirse al Tribunal Supremo Electoral como “filtro y moldeador de la clase política” y afirma que “no deben ser complacientes ni facilitadores y a veces poco precavidos”. Lamentablemente María Eugenia Mijangos olvida que la nación nunca ha sido una realidad guatemalteca y que Estado es un término restringido que implica plutocracia, oligarquía demeritando la oclocracia, la cual es instrumental y fácilmente mediatizada de cara a las elecciones 2019 a través, como ella argumenta del ejercicio cívico de 2015 que en realidad fue un gobierno elegido tras las cortinas del velo de la ignorancia.

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Mayté es una esperanza política. Encarna en su formación la formación evangélica y su comprensión; el cabildeo castrense y su amalgama con el poder económico transformándose en una expresión sociológica de la no intervención de totalitarismos extremos aunque dejándolos expresarse inocuamente en la creación de Enrique Peralta Azurdia y su ley de libre expresión del pensamiento. Conoce de cerca la política americana y el servicio de la misma a Baco, Pluto, Hybris, disfrazando perfectamente a cada quien como las Tres Horas cuyos incultos ciudadanos jamás avizoran ni de rebote.

Guatemala elegirá y el partido debe ser inscrito. Sus detractores ejercer una digna y justa reyerta. Se debe conducir a Guatemala por ese país de adversarios en el cual el poderoso se mide con el poderoso y cuya fuerza radica en su temeridad.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

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02 de diciembre, 2018

2019 es un año electoral. Los guatemaltecos, divididos como siempre, han tomado sus trincheras, han elucubrado sus decisiones y han desechado de antemano a quienes no competirán. Los gobernantes tras bambalinas usarán todo su poder, todo su juicio para llevar a cabo sus decisiones políticas a su libre antojo y voluntad. Conservar a Guatemala en el escenario mundial implica habilidad y reconocimiento del soplar de los vientos. Requiere saber de las necesidades del actuar sectorial y el compromiso de cada quién con sus carteles de hegemonía de en la democracia de arbitrio del país.

La participación ciudadana como elector está condicionada por el influjo de guatemaltecos que dedican su fuerza, vigor y energía para mediatizar al Tribunal Supremo Electoral y la cadena de condicionamientos constitucionales que no siguen la lógica de la legalidad o de justicia, sino la lógica de la necesidad inductiva de los acontecimientos internacionales.

Han destruido de antemano las posibilidades del Partido Liberal Progresista fundado en 1994. Partidos como Todos, (los verdes); Convergencia, (inicialmente Movimiento Reformador y Convergencia); no creen posibilidad política como lo afirma María Eugenia Mijangos al referirse al Tribunal Supremo Electoral como “filtro y moldeador de la clase política” y afirma que “no deben ser complacientes ni facilitadores y a veces poco precavidos”. Lamentablemente María Eugenia Mijangos olvida que la nación nunca ha sido una realidad guatemalteca y que Estado es un término restringido que implica plutocracia, oligarquía demeritando la oclocracia, la cual es instrumental y fácilmente mediatizada de cara a las elecciones 2019 a través, como ella argumenta del ejercicio cívico de 2015 que en realidad fue un gobierno elegido tras las cortinas del velo de la ignorancia.

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Mayté es una esperanza política. Encarna en su formación la formación evangélica y su comprensión; el cabildeo castrense y su amalgama con el poder económico transformándose en una expresión sociológica de la no intervención de totalitarismos extremos aunque dejándolos expresarse inocuamente en la creación de Enrique Peralta Azurdia y su ley de libre expresión del pensamiento. Conoce de cerca la política americana y el servicio de la misma a Baco, Pluto, Hybris, disfrazando perfectamente a cada quien como las Tres Horas cuyos incultos ciudadanos jamás avizoran ni de rebote.

Guatemala elegirá y el partido debe ser inscrito. Sus detractores ejercer una digna y justa reyerta. Se debe conducir a Guatemala por ese país de adversarios en el cual el poderoso se mide con el poderoso y cuya fuerza radica en su temeridad.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo