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De contribuyente a tributario

María Dolores Arias
04 de diciembre, 2018

La semana pasada se aprobó el “presupuesto de despilfarro y malgasto público” para el siguiente año. En las “cuentas alegres” de los congresistas,  el malgasto será por más de Q87.7 mil millones, los cuales serán financiados con impuestos actuales pagados en 2019 por poco más de Q64 mil millones y con deuda, es decir, impuestos a futuro.

Analizar el proceso de aprobación del presupuesto es un ejercicio interesante que deberíamos en algún momento prestarle atención, ya que a final de cuentas somos nosotros los tributarios quienes lo financiamos.

Lo irónico de esta situación es, primero, que negocian con nuestro futuro al empeñar nuestra riqueza; segundo, que con nuestro presente, riqueza actual, se financia dicha negociación.

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Esto me lleva a reflexionar en qué momento pasamos de ser contribuyentes a tributarios. Un contribuyente paga impuestos para poder pertenecer y mantener una asociación que proteja sus derechos individuales. Es decir, hay un servicio que recibe a cambio de sus impuestos.  Servicios como el de seguridad que protegen su vida, su propiedad y libertad; o el de juzgados que castigan a aquellos que atentan contra su vida, su propiedad o su libertad; juzgados que funcionan de forma expedita en la impartición de justicia; fiscales que trabajan en busca de la verdad en la persecución penal.

Para un contribuyente el cálculo de impuestos es algo muy sencillo, ya que las reglas son pocas, claras y fáciles de aplicar. Además el pago de los impuestos es tan sencillo que desde su móvil podría realizarlo. Un contribuyente está protegido por una República que através de la Constitución está resguardado de los abusos del poder de los políticos de turno en el gobierno.

Sin embargo, un tributario es aquél que pertenece a una sociedad donde su obligación es producir riqueza para entregarle una parte al gobierno. No tiene garantizado el respeto a sus derechos individuales ya que sus impuestos sirven, en su mayoría, para financiar el mal gasto, despilfarro y robo;  por consiguiente los pocos servicios que puede recibir a cambio de sus impuestos son deficientes y en muchos casos inexistentes o “fantasmas”.

El gobierno que se instituyó para proteger sus derechos individuales los ataca con leyes perversas. La legislación es tal que facilita la extorsión de los burócratas al tributario. Los juzgados están saturados y en algunos casos permeados por el sistema corrupto que impera.

El cálculo de los impuestos para el tributario es peor que una pesadilla, la “legislorrea” fiscal es tan absurda que siempre se tiene la incertidumbre de haber cumplido con los “criterios de ventanilla”; eso sí, se avanza en facilitar el pago del mismo ya que están ávidos de la riqueza del tributario.

Muchos tributarios se han tragado el “lenguaje atolitario” que deben pagar impuestos porque sí, sin una causa justa. Pero lo peor o más trágico de esto es que no se atreven a cuestionar porque les “enseñaron” que el castigo es la cárcel.

Pasar de contribuyente a tributario no es muy difícil, sólo basta inculcar la mentalidad de súbdito, anular la mentalidad de mandante y emplear la violencia legalizada en una multitud de leyes que obliguen a todos, de acuerdo o no, a financiar ese sistema.

Ahora bien ¿qué se necesita para pasar de tributario a esclavo? Se lo contaré en el siguiente artículo.

@Md30

Facebook.com/Mda30

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

De contribuyente a tributario

María Dolores Arias
04 de diciembre, 2018

La semana pasada se aprobó el “presupuesto de despilfarro y malgasto público” para el siguiente año. En las “cuentas alegres” de los congresistas,  el malgasto será por más de Q87.7 mil millones, los cuales serán financiados con impuestos actuales pagados en 2019 por poco más de Q64 mil millones y con deuda, es decir, impuestos a futuro.

Analizar el proceso de aprobación del presupuesto es un ejercicio interesante que deberíamos en algún momento prestarle atención, ya que a final de cuentas somos nosotros los tributarios quienes lo financiamos.

Lo irónico de esta situación es, primero, que negocian con nuestro futuro al empeñar nuestra riqueza; segundo, que con nuestro presente, riqueza actual, se financia dicha negociación.

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Esto me lleva a reflexionar en qué momento pasamos de ser contribuyentes a tributarios. Un contribuyente paga impuestos para poder pertenecer y mantener una asociación que proteja sus derechos individuales. Es decir, hay un servicio que recibe a cambio de sus impuestos.  Servicios como el de seguridad que protegen su vida, su propiedad y libertad; o el de juzgados que castigan a aquellos que atentan contra su vida, su propiedad o su libertad; juzgados que funcionan de forma expedita en la impartición de justicia; fiscales que trabajan en busca de la verdad en la persecución penal.

Para un contribuyente el cálculo de impuestos es algo muy sencillo, ya que las reglas son pocas, claras y fáciles de aplicar. Además el pago de los impuestos es tan sencillo que desde su móvil podría realizarlo. Un contribuyente está protegido por una República que através de la Constitución está resguardado de los abusos del poder de los políticos de turno en el gobierno.

Sin embargo, un tributario es aquél que pertenece a una sociedad donde su obligación es producir riqueza para entregarle una parte al gobierno. No tiene garantizado el respeto a sus derechos individuales ya que sus impuestos sirven, en su mayoría, para financiar el mal gasto, despilfarro y robo;  por consiguiente los pocos servicios que puede recibir a cambio de sus impuestos son deficientes y en muchos casos inexistentes o “fantasmas”.

El gobierno que se instituyó para proteger sus derechos individuales los ataca con leyes perversas. La legislación es tal que facilita la extorsión de los burócratas al tributario. Los juzgados están saturados y en algunos casos permeados por el sistema corrupto que impera.

El cálculo de los impuestos para el tributario es peor que una pesadilla, la “legislorrea” fiscal es tan absurda que siempre se tiene la incertidumbre de haber cumplido con los “criterios de ventanilla”; eso sí, se avanza en facilitar el pago del mismo ya que están ávidos de la riqueza del tributario.

Muchos tributarios se han tragado el “lenguaje atolitario” que deben pagar impuestos porque sí, sin una causa justa. Pero lo peor o más trágico de esto es que no se atreven a cuestionar porque les “enseñaron” que el castigo es la cárcel.

Pasar de contribuyente a tributario no es muy difícil, sólo basta inculcar la mentalidad de súbdito, anular la mentalidad de mandante y emplear la violencia legalizada en una multitud de leyes que obliguen a todos, de acuerdo o no, a financiar ese sistema.

Ahora bien ¿qué se necesita para pasar de tributario a esclavo? Se lo contaré en el siguiente artículo.

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República es ajena a la opinión expresada en este artículo