Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

El método literario de Ayn Rand, Parte Final

Warren Orbaugh
04 de diciembre, 2018

Examinemos ahora la selección de contenido. El contenido es aquel aspecto de un pasaje dado, sea una descripción, narrativa o diálogo, que un escritor elige comunicar y que implica la consideración de que incluir y que omitir. Rand lo describe así:

“Por ejemplo, cuando un escritor describe a una bella mujer, su elección estilística de “contenido” va a determinar si menciona (o enfatiza) su cara o cuerpo o manera de moverse o expresión facial, etc.; si los detalles que incluye son esenciales y significativos o accidentales e irrelevantes; si los presenta en términos de hechos o evaluaciones; etc. Su “elección de palabras” va a transmitir las implicaciones emocionales o connotaciones, su sesgo valorativo, del contenido particular que ha elegido comunicar. (Él va a conseguir un efecto distinto si describe a una mujer como “fina” o “delgada” o “esbelta” o “larguirucha” etc.)”

[Ayn Rand. The Romantic Manifesto. Signet, New York, 94].

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Lo que determina que incluir y que omitir en la novela es el sentido de vida del escritor, que establece la naturaleza de su respuesta emocional y la esencia de su carácter. Como expliqué en el primer artículo de esta serie, el ‘sentido de vida’ es un equivalente pre-conceptual de una metafísica, de una visión del mundo, un ‘Weltanschaung’, una apreciación emocional, subconscientemente integrada del hombre y la existencia. Es una visión de la vida y de lo que las cosas significan para uno. Es el producto de una sensación u opinión general que desarrollamos sobre la realidad y la vida a partir de las elecciones y juicios que vamos formando a lo largo de nuestra vida. El sentido de vida es automático, intenso y personal, porque es sobre nuestros valores más profundos, sobre lo que nos importa de la vida misma.

El estilo de un artista es producto de su propio funcionamiento epistémico, y por implicación, una proyección de su visión sobre la consciencia humana, de si esta es eficaz o por el contrario, impotente, y de cuál es su método y nivel apropiado de funcionamiento. El estilo de Rand es una mezcla de razón, con total claridad conceptual, y emoción pasional, producto de valoraciones objetivas, a diferencia de otros autores que tienen un caos de abstracciones flotantes y emociones desvinculadas de la realidad. Lo que constituye el meollo de su estilo es la claridad de los pensamientos que expresa, más el tipo de pensamientos que elige expresar. Logra comunicar su línea de pensamiento o serie de hechos tan claramente como es posible, diciendo mucho con pocas palabras, comunicando cinco o más significados en una oración. Allan Greenspan le dijo en una ocasión a Rand que ella hacía con palabras lo que Rachmaninoff hacía con música. Las composiciones de Rachmaninoff son complejas combinaciones de muchos elementos que exigen de uno concentración total para oírlos todos al mismo tiempo. Rand hace lo mismo con palabras. Cuando escribe algo, lo hace acompañada de toda una orquestación. Enfatiza los eventos claves de su historia por medio de la dramatización, que enseña algo como si estuviera pasando frente a los ojos del lector. Sus diálogos, ocurren sólo en las escenas dramatizadas. Cuando explica algo, cuando le presenta al lector conocimiento que necesita para entender una escena, lo hace por medio de una dramatización retrospectiva, como la historia de la infancia de Dagny y Francisco. Como la relación entre ellos se basa en algo que pasó en su infancia, Rand le da al lector la información sobre esto antes de que conozca a Francisco como personaje. Con pocas excepciones, siempre describe a sus personajes cuando aparecen por primera vez para que el lector perciba la escena como si estuviera allí. Una de las excepciones la encontramos en “La Rebelión de Atlas”, cuando Wesley Mouch aparece por primera vez, Rand sólo escribe unas pocas líneas insípidas. La siguiente vez en que lo menciona es cuando es el dictador económico del país, y aprovecha el hecho de que si el lector lo recuerda, se acuerda de una especie de no entidad, un don nadie, que es como pretende describirlo.

También en “La Rebelión de Atlas” prepara la descripción de James Taggart con la escena donde Eddie Willers ha estado pensando en el roble de su niñez, el cual le hacía sentir seguro, era su mayor símbolo de fuerza, y su sorpresa al descubrir que ya sólo era un cascarón, habiendo perdido su robustez. Cuando llega al gran edificio de Taggart Transcontinental, Rand describe que Willers siente lo mismo sobre este edificio que lo que siente por el roble, esa sensación de seguridad. Y luego entra al corazón mismo del edificio, a la oficina de James Taggart, el presidente de la compañía:

“James Taggart estaba sentado a su escritorio. Parecía un hombre acercándose a los cincuenta, quien había pasado de la adolescencia a la madurez, sin la etapa intermedia de la juventud. Tenía una boca pequeña, petulante, y pelo ralo pegado a una frente calva. Su postura tenía un lánguido, desgarbado descuido, como en desafío de su alto y delgado cuerpo, un cuerpo con la elegancia deseada para la pose confiada de un aristócrata, pero devenida en la torpeza de un patán. La carne de su cara era pálida y fofa. Sus ojos eran pálidos y sombríos, con una mirada que se desplazaba lentamente, nunca deteniéndose realmente, deslizándose de y por encima de cosas en un resentimiento sin límites hacia la existencia. Se veía obstinado y agotado. Tenía treinta y nueve años de edad.”

[Ayn Rand. Atlas Shrugged. Signet, New York, 14].

Rand le ha hecho ver al lector que Eddie Willers tiene inclinación a contar con la fortaleza aun cuando esta ya  no está, y que piensa en el edificio de Taggart Transcontinental como un fuerte roble. Y con la descripción de James, un neurótico y vicioso hombre a cargo de una gran organización, le muestra, por analogía, a Eddie y al lector, el polvo gris en el corazón de “este roble”.

El propósito del uso de metáforas o comparaciones por Rand, es epistemológico. El principio que opera aquí es el de abstracción. La descripción de un objeto en términos concretos hace difícil comunicar una impresión sensual, pues uno cuenta todo sobre el objeto, pero no lo muestra. Al incluir otro objeto con los mismos atributos, Rand hace que los dos juntos den una imagen sensual clara, pues aísla los atributos al hacer que el lector forme una abstracción. Por ejemplo, cuando ella describe: “La nieve era blanca como el azúcar”, en lugar de decir sólo “La nieve era blanca”, la visualización del lector de la blancura de la nieve y la blancura del azúcar hace que la ‘blancura’ resalte en su mente como si la hubiera visto.

El uso de paradojas por Rand, cumple la misma función epistemológica de las comparaciones, pues al presentar escenas que aparentemente envuelven una contradicción, resalta en la mente del lector lo que ella describe, dándole un carácter sensual.

Con su estilo, Ayn Rand nos presenta un nuevo sentido de vida, un mundo donde se exalta a héroes, a hombres de excepcional carácter moral y habilidad intelectual; donde se trata con respeto y simpatía, a individuos de concienzuda honestidad y habilidad promedio, con un mayor y profundo respeto y simpatía que en cualquier otras novelas. Un sentido de vida donde se condena a aquellos que exigen lo que no se han ganado, ya sea material o espiritualmente, que pretenden tratar a otros hombres como bestias de sacrificio, que pretenden tener el derecho de mandar a otros por medio de la fuerza bruta. Destaca en su obra literaria su implacable sentido de justicia, su lealtad para aquellos que no son malos sino buenos, su preocupación por los que son moralmente inocentes y su desprecio por los moralmente culpables.

Rand describió como parte de su sentido de vida, su visión del hombre, que se dramatiza en “El Manantial”, y sintetiza como “veneración al hombre”. Este sentido de vida, expresado como la proyección poética de una experiencia emocional, que comunica la exaltación interna de la autoestima, que encontró en la cita de Nietzsche: “El espíritu noble tiene reverencia por sí mismo”, (Friedrich Nietzsche, Más allá del Bien y del Mal.) la desarrolla en el pasaje paradójico de “El Manantial”, donde un cliente, que le encomienda a Roark construir un “Templo del Espíritu Humano”, lo demanda por considerar que el templo entregado era sacrílego. El testimonio de Dominique durante el juicio expresa esa visión de Rand:

“«Howard Roark construyó un templo al espíritu humano. El vio al hombre como fuerte, orgulloso, limpio, sabio y audaz. El vio al hombre como un ser heroico. Y construyó un templo a eso. Un templo es un lugar donde el hombre debe experimentar la exaltación. Él pensó que la exaltación proviene de saberse irreprensible, de ver la verdad y conseguirla, de vivir de acuerdo a sus más altas posibilidades, de no conocer vergüenza alguna ni tener causa para avergonzarse, de ser capaz de estar desnudo a plena luz del sol. Él pensó que la exaltación significa alegría y que la alegría es el derecho innato del hombre. Él pensó que un lugar construido como un escenario para el hombre es un lugar sagrado.»”

[Ayn Rand. The Fountainhead. Signet, New York, 355].

Esta visión es el legado de Ayn Rand.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

El método literario de Ayn Rand, Parte Final

Warren Orbaugh
04 de diciembre, 2018

Examinemos ahora la selección de contenido. El contenido es aquel aspecto de un pasaje dado, sea una descripción, narrativa o diálogo, que un escritor elige comunicar y que implica la consideración de que incluir y que omitir. Rand lo describe así:

“Por ejemplo, cuando un escritor describe a una bella mujer, su elección estilística de “contenido” va a determinar si menciona (o enfatiza) su cara o cuerpo o manera de moverse o expresión facial, etc.; si los detalles que incluye son esenciales y significativos o accidentales e irrelevantes; si los presenta en términos de hechos o evaluaciones; etc. Su “elección de palabras” va a transmitir las implicaciones emocionales o connotaciones, su sesgo valorativo, del contenido particular que ha elegido comunicar. (Él va a conseguir un efecto distinto si describe a una mujer como “fina” o “delgada” o “esbelta” o “larguirucha” etc.)”

[Ayn Rand. The Romantic Manifesto. Signet, New York, 94].

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Lo que determina que incluir y que omitir en la novela es el sentido de vida del escritor, que establece la naturaleza de su respuesta emocional y la esencia de su carácter. Como expliqué en el primer artículo de esta serie, el ‘sentido de vida’ es un equivalente pre-conceptual de una metafísica, de una visión del mundo, un ‘Weltanschaung’, una apreciación emocional, subconscientemente integrada del hombre y la existencia. Es una visión de la vida y de lo que las cosas significan para uno. Es el producto de una sensación u opinión general que desarrollamos sobre la realidad y la vida a partir de las elecciones y juicios que vamos formando a lo largo de nuestra vida. El sentido de vida es automático, intenso y personal, porque es sobre nuestros valores más profundos, sobre lo que nos importa de la vida misma.

El estilo de un artista es producto de su propio funcionamiento epistémico, y por implicación, una proyección de su visión sobre la consciencia humana, de si esta es eficaz o por el contrario, impotente, y de cuál es su método y nivel apropiado de funcionamiento. El estilo de Rand es una mezcla de razón, con total claridad conceptual, y emoción pasional, producto de valoraciones objetivas, a diferencia de otros autores que tienen un caos de abstracciones flotantes y emociones desvinculadas de la realidad. Lo que constituye el meollo de su estilo es la claridad de los pensamientos que expresa, más el tipo de pensamientos que elige expresar. Logra comunicar su línea de pensamiento o serie de hechos tan claramente como es posible, diciendo mucho con pocas palabras, comunicando cinco o más significados en una oración. Allan Greenspan le dijo en una ocasión a Rand que ella hacía con palabras lo que Rachmaninoff hacía con música. Las composiciones de Rachmaninoff son complejas combinaciones de muchos elementos que exigen de uno concentración total para oírlos todos al mismo tiempo. Rand hace lo mismo con palabras. Cuando escribe algo, lo hace acompañada de toda una orquestación. Enfatiza los eventos claves de su historia por medio de la dramatización, que enseña algo como si estuviera pasando frente a los ojos del lector. Sus diálogos, ocurren sólo en las escenas dramatizadas. Cuando explica algo, cuando le presenta al lector conocimiento que necesita para entender una escena, lo hace por medio de una dramatización retrospectiva, como la historia de la infancia de Dagny y Francisco. Como la relación entre ellos se basa en algo que pasó en su infancia, Rand le da al lector la información sobre esto antes de que conozca a Francisco como personaje. Con pocas excepciones, siempre describe a sus personajes cuando aparecen por primera vez para que el lector perciba la escena como si estuviera allí. Una de las excepciones la encontramos en “La Rebelión de Atlas”, cuando Wesley Mouch aparece por primera vez, Rand sólo escribe unas pocas líneas insípidas. La siguiente vez en que lo menciona es cuando es el dictador económico del país, y aprovecha el hecho de que si el lector lo recuerda, se acuerda de una especie de no entidad, un don nadie, que es como pretende describirlo.

También en “La Rebelión de Atlas” prepara la descripción de James Taggart con la escena donde Eddie Willers ha estado pensando en el roble de su niñez, el cual le hacía sentir seguro, era su mayor símbolo de fuerza, y su sorpresa al descubrir que ya sólo era un cascarón, habiendo perdido su robustez. Cuando llega al gran edificio de Taggart Transcontinental, Rand describe que Willers siente lo mismo sobre este edificio que lo que siente por el roble, esa sensación de seguridad. Y luego entra al corazón mismo del edificio, a la oficina de James Taggart, el presidente de la compañía:

“James Taggart estaba sentado a su escritorio. Parecía un hombre acercándose a los cincuenta, quien había pasado de la adolescencia a la madurez, sin la etapa intermedia de la juventud. Tenía una boca pequeña, petulante, y pelo ralo pegado a una frente calva. Su postura tenía un lánguido, desgarbado descuido, como en desafío de su alto y delgado cuerpo, un cuerpo con la elegancia deseada para la pose confiada de un aristócrata, pero devenida en la torpeza de un patán. La carne de su cara era pálida y fofa. Sus ojos eran pálidos y sombríos, con una mirada que se desplazaba lentamente, nunca deteniéndose realmente, deslizándose de y por encima de cosas en un resentimiento sin límites hacia la existencia. Se veía obstinado y agotado. Tenía treinta y nueve años de edad.”

[Ayn Rand. Atlas Shrugged. Signet, New York, 14].

Rand le ha hecho ver al lector que Eddie Willers tiene inclinación a contar con la fortaleza aun cuando esta ya  no está, y que piensa en el edificio de Taggart Transcontinental como un fuerte roble. Y con la descripción de James, un neurótico y vicioso hombre a cargo de una gran organización, le muestra, por analogía, a Eddie y al lector, el polvo gris en el corazón de “este roble”.

El propósito del uso de metáforas o comparaciones por Rand, es epistemológico. El principio que opera aquí es el de abstracción. La descripción de un objeto en términos concretos hace difícil comunicar una impresión sensual, pues uno cuenta todo sobre el objeto, pero no lo muestra. Al incluir otro objeto con los mismos atributos, Rand hace que los dos juntos den una imagen sensual clara, pues aísla los atributos al hacer que el lector forme una abstracción. Por ejemplo, cuando ella describe: “La nieve era blanca como el azúcar”, en lugar de decir sólo “La nieve era blanca”, la visualización del lector de la blancura de la nieve y la blancura del azúcar hace que la ‘blancura’ resalte en su mente como si la hubiera visto.

El uso de paradojas por Rand, cumple la misma función epistemológica de las comparaciones, pues al presentar escenas que aparentemente envuelven una contradicción, resalta en la mente del lector lo que ella describe, dándole un carácter sensual.

Con su estilo, Ayn Rand nos presenta un nuevo sentido de vida, un mundo donde se exalta a héroes, a hombres de excepcional carácter moral y habilidad intelectual; donde se trata con respeto y simpatía, a individuos de concienzuda honestidad y habilidad promedio, con un mayor y profundo respeto y simpatía que en cualquier otras novelas. Un sentido de vida donde se condena a aquellos que exigen lo que no se han ganado, ya sea material o espiritualmente, que pretenden tratar a otros hombres como bestias de sacrificio, que pretenden tener el derecho de mandar a otros por medio de la fuerza bruta. Destaca en su obra literaria su implacable sentido de justicia, su lealtad para aquellos que no son malos sino buenos, su preocupación por los que son moralmente inocentes y su desprecio por los moralmente culpables.

Rand describió como parte de su sentido de vida, su visión del hombre, que se dramatiza en “El Manantial”, y sintetiza como “veneración al hombre”. Este sentido de vida, expresado como la proyección poética de una experiencia emocional, que comunica la exaltación interna de la autoestima, que encontró en la cita de Nietzsche: “El espíritu noble tiene reverencia por sí mismo”, (Friedrich Nietzsche, Más allá del Bien y del Mal.) la desarrolla en el pasaje paradójico de “El Manantial”, donde un cliente, que le encomienda a Roark construir un “Templo del Espíritu Humano”, lo demanda por considerar que el templo entregado era sacrílego. El testimonio de Dominique durante el juicio expresa esa visión de Rand:

“«Howard Roark construyó un templo al espíritu humano. El vio al hombre como fuerte, orgulloso, limpio, sabio y audaz. El vio al hombre como un ser heroico. Y construyó un templo a eso. Un templo es un lugar donde el hombre debe experimentar la exaltación. Él pensó que la exaltación proviene de saberse irreprensible, de ver la verdad y conseguirla, de vivir de acuerdo a sus más altas posibilidades, de no conocer vergüenza alguna ni tener causa para avergonzarse, de ser capaz de estar desnudo a plena luz del sol. Él pensó que la exaltación significa alegría y que la alegría es el derecho innato del hombre. Él pensó que un lugar construido como un escenario para el hombre es un lugar sagrado.»”

[Ayn Rand. The Fountainhead. Signet, New York, 355].

Esta visión es el legado de Ayn Rand.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo