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Mi carta para el vicepresidente Mike Pence

José Carlos Ortega
30 de junio, 2018

Entonces, señor vicepresidente Pence, si de veras quieren que progresmos no sigan “ayudándonos” como hasta ahora lo han hecho, intentando para nosotros lo que no hicieron ustedes.

Sin ninguna duda tengo, como una gran mayoría de los guatemaltecos, una gran admiración por los Estados Unidos de América. Los resultados de desarrollo de la mayor potencia o la súper potencia del mundo son indudables e indiscutibles. Con pocas excepciones, que atribuyen a un saqueo o el haber esquilmado a otros países de sus recursos y riquezas, muchos pueden evidenciar que ese desarrollo está fundamentado básicamente en el sistema de gobierno que posee, el cual desde el principio estuvo – y está – basado en la federación, la institucionalidad de la república y la democracia representativa. Los Estados Unidos de América desde un inicio formularon un sistema de justicia basado en la protección de las personas, de la vida, la libertad y la propiedad, es decir, establecieron un Estado de Derecho que limitara el poder de los gobernantes y que mantuviera la responsabilidad de las personas, por encima del gobierno.

Dentro del sistema federativo, que obliga a la descentralización y a una novedosa forma de representación compuesta por una cámara alta, heredada de la Cámara de los Lores británica, llamada Senado, pero con representación igualitaria y democrática por cada uno de los Estados que la componen; y una cámara (baja) de representantes que representa proporcionalmente a la población, pero con una votación nominal directa por distritos (pequeños y cercanos) a la población. Herencia de la lucha por las libertades inglesa y de la Revolución Gloriosa, el sistema de tres poderes, que limita el poder de los gobernantes en las funciones y capacidades de decisión (de intromisión en las libertades individuales), gasto, discrecionalidad, etc. además, se limita el poder de los gobernantes por la forma en que son electos, algunos cada seis años (senadores) y renovándose en tercios, congresistas que se deben elegir todos cada dos años, presidente y vicepresidente electos por cuatro años por un sistema de colegios electorales (parecido al sistema que utiliza la Universidad de San Carlos – USAC) electos cada cuatro años y que recibió enmiendas (anteriormente el vicepresidente electo era electo el candidato a presidente con la segunda votación y la otra enmienda que limitó la reelección directa a un único periodo de cuatro años más).Por el contrario, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia son electos de forma vitalicia, uno por uno, con una designación del Presidente y confirmación en el Senado (así como los ministros del Ejecutivo). Toda una diferenciación que disminuye privilegios, incentivos perversos, poder discrecional de los funcionarios y limita el poder de cada funcionario.

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La Constitución de los Estados Unidos de América es una constitución imperfecta, pero con el espíritu correcto, que se fue perfeccionando para corregir los errores que no había tomado en cuenta o que eran equivocaciones significativas. La discusión y promulgación de la Constitución tuvo como espíritu rechazar la tiranía, mantener la libertad, proteger a las personas del poder, cuidar la propiedad de los abusos del gobierno.

Y entonces, a todo ese proceso que permitió el desarrollo de los Estados Unidos de América, y que no estuvo involucrado en cuestiones globales hasta un siglo después y materializado en la I Guerra Mundial, no solo lo admiro, sino lo envidio para mi país. Un país que por medio de su sistema constitutivo permitió – por sus libertades y protección a la propiedad – el desarrollo personal, el crecimiento de inversiones, el desarrollo empresarial, las innovaciones, y ser el atractivo para las migraciones de Europa, Asia y por supuesto, Latino América.

Durante varias décadas, y con la amenaza nazi primero, y luego la comunista, los Estados Unidos de América influyó de una forma importante en varios países del mundo colocando gobiernos dictatoriales – con excusa de estabilidad y no permitir la expansión del comunismo. Posteriormente intentaron a través de una política de derechos humanos y democratización que los problemas de estos países se desarrollaran y ya no dependieran de la seguridad directa de los Estados Unidos de América. Más adelante había que privatizar las empresas públicas y se expandieron sus empresas en el mundo. Un paso más y había que globalizar la economía, que en teoría crearía grandes mercados y nos daría a los países en desarrollo o de economías emergentes la posibilidad de comercio y aprovechar sus mercados, generando desarrollo y disminución de la migración ilegal. La más reciente es la lucha antiterrorista – incluyendo el narcotráfico -, junto con la lucha contra la corrupción de funcionarios y de la empresarialidad para fortalecer los procesos de justicia.

El mensaje contradictorio de tolerancia cero a la migración, de revisión de los acuerdos comerciales, una amistad con amenazas y condiciones no va a resolver los graves problemas de nuestro país. Está claro que ellos consideran la migración de nuestros connacionales como una amenaza,sobre todo por la posibilidad de mercancías ilegales y de ingreso de personas terroristas o materiales que amenacen su seguridad. Ahora bien, cuando el vicepresidente Pence nos conmina a respetar sus fronteras tal y como ellos respetan nuestras fronteras y soberanía me remueve grandemente el enojo de que los grandes valores sobre los que se fundó ese país no son los mismos sobre los que se quiere convivir y propiciar para nosotros, pues no puede ser más falaz. Claro, los Estados Unidos no colonizó a través de gobiernos directos, pero siempre ha intervenido en nuestros poderes.

Entonces, señor vicepresidente Pence, si de veras quieren que progresemos no sigan “ayudándonos” como hasta ahora lo han hecho, intentando para nosotros lo que no hicieron ustedes. No nos impongan agendas antidemocráticas y antirrepublicanas, no nos impongan agendas de intervención ni de poderes supranacionales que no permitan el fortalecimiento de nuestras instituciones que abusan y disminuyen nuestra república. Ayúdennos a fortalecer la justicia, pero mantengámosla independiente, garantizando los derechos de defensa y debido proceso, tecnificando el proceso probatorio de acusación, y seamos amigos: no queremos sentirnos como mujer abusada que vuelve al marido en una relación de maltrato, codependencia y amenazas. Fortalezcamos las libertades, fortalezcamos el derecho a la propiedad, la justicia y el Estado de Derecho.Que nuestra democracia y justicia nos haga iguales ante ella, que no intente igualarnos con privilegios que lo único que hacen es diferenciarnos cada día más… Tengamos comercio más libre y que el acceso al mercado más importante del mundo nos permita crecer y evitar el éxodo de guatemaltecos. Al final, que podamos fundar las instituciones con el mismo espíritu que fundaron a los Estados Unidos de América los padres fundadores.

Escríbame y coménteme en Twitter: @josekrlosLa

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Mi carta para el vicepresidente Mike Pence

José Carlos Ortega
30 de junio, 2018

Entonces, señor vicepresidente Pence, si de veras quieren que progresmos no sigan “ayudándonos” como hasta ahora lo han hecho, intentando para nosotros lo que no hicieron ustedes.

Sin ninguna duda tengo, como una gran mayoría de los guatemaltecos, una gran admiración por los Estados Unidos de América. Los resultados de desarrollo de la mayor potencia o la súper potencia del mundo son indudables e indiscutibles. Con pocas excepciones, que atribuyen a un saqueo o el haber esquilmado a otros países de sus recursos y riquezas, muchos pueden evidenciar que ese desarrollo está fundamentado básicamente en el sistema de gobierno que posee, el cual desde el principio estuvo – y está – basado en la federación, la institucionalidad de la república y la democracia representativa. Los Estados Unidos de América desde un inicio formularon un sistema de justicia basado en la protección de las personas, de la vida, la libertad y la propiedad, es decir, establecieron un Estado de Derecho que limitara el poder de los gobernantes y que mantuviera la responsabilidad de las personas, por encima del gobierno.

Dentro del sistema federativo, que obliga a la descentralización y a una novedosa forma de representación compuesta por una cámara alta, heredada de la Cámara de los Lores británica, llamada Senado, pero con representación igualitaria y democrática por cada uno de los Estados que la componen; y una cámara (baja) de representantes que representa proporcionalmente a la población, pero con una votación nominal directa por distritos (pequeños y cercanos) a la población. Herencia de la lucha por las libertades inglesa y de la Revolución Gloriosa, el sistema de tres poderes, que limita el poder de los gobernantes en las funciones y capacidades de decisión (de intromisión en las libertades individuales), gasto, discrecionalidad, etc. además, se limita el poder de los gobernantes por la forma en que son electos, algunos cada seis años (senadores) y renovándose en tercios, congresistas que se deben elegir todos cada dos años, presidente y vicepresidente electos por cuatro años por un sistema de colegios electorales (parecido al sistema que utiliza la Universidad de San Carlos – USAC) electos cada cuatro años y que recibió enmiendas (anteriormente el vicepresidente electo era electo el candidato a presidente con la segunda votación y la otra enmienda que limitó la reelección directa a un único periodo de cuatro años más).Por el contrario, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia son electos de forma vitalicia, uno por uno, con una designación del Presidente y confirmación en el Senado (así como los ministros del Ejecutivo). Toda una diferenciación que disminuye privilegios, incentivos perversos, poder discrecional de los funcionarios y limita el poder de cada funcionario.

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La Constitución de los Estados Unidos de América es una constitución imperfecta, pero con el espíritu correcto, que se fue perfeccionando para corregir los errores que no había tomado en cuenta o que eran equivocaciones significativas. La discusión y promulgación de la Constitución tuvo como espíritu rechazar la tiranía, mantener la libertad, proteger a las personas del poder, cuidar la propiedad de los abusos del gobierno.

Y entonces, a todo ese proceso que permitió el desarrollo de los Estados Unidos de América, y que no estuvo involucrado en cuestiones globales hasta un siglo después y materializado en la I Guerra Mundial, no solo lo admiro, sino lo envidio para mi país. Un país que por medio de su sistema constitutivo permitió – por sus libertades y protección a la propiedad – el desarrollo personal, el crecimiento de inversiones, el desarrollo empresarial, las innovaciones, y ser el atractivo para las migraciones de Europa, Asia y por supuesto, Latino América.

Durante varias décadas, y con la amenaza nazi primero, y luego la comunista, los Estados Unidos de América influyó de una forma importante en varios países del mundo colocando gobiernos dictatoriales – con excusa de estabilidad y no permitir la expansión del comunismo. Posteriormente intentaron a través de una política de derechos humanos y democratización que los problemas de estos países se desarrollaran y ya no dependieran de la seguridad directa de los Estados Unidos de América. Más adelante había que privatizar las empresas públicas y se expandieron sus empresas en el mundo. Un paso más y había que globalizar la economía, que en teoría crearía grandes mercados y nos daría a los países en desarrollo o de economías emergentes la posibilidad de comercio y aprovechar sus mercados, generando desarrollo y disminución de la migración ilegal. La más reciente es la lucha antiterrorista – incluyendo el narcotráfico -, junto con la lucha contra la corrupción de funcionarios y de la empresarialidad para fortalecer los procesos de justicia.

El mensaje contradictorio de tolerancia cero a la migración, de revisión de los acuerdos comerciales, una amistad con amenazas y condiciones no va a resolver los graves problemas de nuestro país. Está claro que ellos consideran la migración de nuestros connacionales como una amenaza,sobre todo por la posibilidad de mercancías ilegales y de ingreso de personas terroristas o materiales que amenacen su seguridad. Ahora bien, cuando el vicepresidente Pence nos conmina a respetar sus fronteras tal y como ellos respetan nuestras fronteras y soberanía me remueve grandemente el enojo de que los grandes valores sobre los que se fundó ese país no son los mismos sobre los que se quiere convivir y propiciar para nosotros, pues no puede ser más falaz. Claro, los Estados Unidos no colonizó a través de gobiernos directos, pero siempre ha intervenido en nuestros poderes.

Entonces, señor vicepresidente Pence, si de veras quieren que progresemos no sigan “ayudándonos” como hasta ahora lo han hecho, intentando para nosotros lo que no hicieron ustedes. No nos impongan agendas antidemocráticas y antirrepublicanas, no nos impongan agendas de intervención ni de poderes supranacionales que no permitan el fortalecimiento de nuestras instituciones que abusan y disminuyen nuestra república. Ayúdennos a fortalecer la justicia, pero mantengámosla independiente, garantizando los derechos de defensa y debido proceso, tecnificando el proceso probatorio de acusación, y seamos amigos: no queremos sentirnos como mujer abusada que vuelve al marido en una relación de maltrato, codependencia y amenazas. Fortalezcamos las libertades, fortalezcamos el derecho a la propiedad, la justicia y el Estado de Derecho.Que nuestra democracia y justicia nos haga iguales ante ella, que no intente igualarnos con privilegios que lo único que hacen es diferenciarnos cada día más… Tengamos comercio más libre y que el acceso al mercado más importante del mundo nos permita crecer y evitar el éxodo de guatemaltecos. Al final, que podamos fundar las instituciones con el mismo espíritu que fundaron a los Estados Unidos de América los padres fundadores.

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