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El líder educativo

Diana Brown
25 de septiembre, 2018

“Hoy no sólo se valora el saber qué, sino que el saber cómo, por qué y para qué y el quid de la de la enseñanza y el aprendizaje no es transmitir lo que uno sabe, sino posibilitar que el otro aprenda.”

Ruiz. 2013

El eje del proceso educativo es el docente; el docente planifica, establece las rutas del aprendizaje, conoce a sus alumnos, sus bondades y sus retos, y basado en ellos, se asegura que esa ruta que eligió es la mejor para afianzar la aprehensión del aprendizaje.

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La labor de cada docente forma parte de la visión de la institución educativa, indistintamente si es pública, privada o por cooperativo, siendo éstas las modalidades del sistema educativo guatemalteco. Esa visión, y su desarrollo metodológico, curricular, de valores, comunitario es responsabilidad del director de la misma, figura de autoridad, idealmente flexible y a la vez puntual y disciplinado, aunque pudieran parecer contradictorios los términos. Un currículo exige su cumplimiento, y las necesidades de los participantes son individuales, se ha allí la flexibilidad en su implementación. Las cualidades profesionales establecidas en el Decreto Legislativo 1485 especifica que el director debe ser un profesional que cuenta con títulos académicos, aunque fuesen cantidades de cursos aprobados, y experiencia en el campo. Lo que no se especifica es la capacidad de liderazgo, un talento intangible y nato.

Un docente de vocación no necesita de materiales didácticos. Son un inmenso apoyo, pueden enriquecer el proceso del aprendizaje, pero lo imprescindible es la vocación del docente, su creatividad e innovación, talento que asegura ese aprendizaje por la interacción con el alumno. Como ejemplo reciente, el docente Kenyano guiando a sus alumnos en el aprendizaje del uso de la computadora, dibujando el teclado con yesos multicolor a que se pudiera visualizar lo que no se tiene en frente.

Esta viva vocación la debe apoyar el director, en apoyo a su incuestionable liderazgo. Si se investiga qué es el liderazgo, esa cualidad que une a un equipo de trabajo, esa cualidad que inspira, esa cualidad que insta a seguir aún en momentos de fuerte retos, se encuentra una infinita cantidad de descripciones y relaciones; autocrático, burocrático, carismático, participativo, Laissez faire, orientado a las personas, natural, orientado a la tarea, transaccional y transformacional. Habría que formar una combinación ideal de las bondades de cada estilo para cumplir con las exigencias de la labor educativa, y el director de vocación lo logra, por la misma vocación y entrega a su alumnado.

La figura multidimensional del director debe responder a las necesidades del siglo veintiuno. Si se ha comentado sobre las destrezas que deben adquirir los alumnos para poder participar en el mundo del futuro, el ejercicio de un pensamiento crítico, trabajar colaborativamente, fuera de las estructuras rígidas, con creatividad e innovación, consciente de su impacto global, sin olvidar la necesidad de una curiosidad intelectual continua, promovida por una constante investigación y desarrollo,  si estas mismas cualidades tienen que ser aprehendidas por los estudiantes, los docentes y el director tienen que vivirlos, pues como dice el dicho, se predica con el ejemplo.

“Hoy no sólo se valora el saber qué, sino que el saber cómo, por qué y para qué y el quid de la de la enseñanza y el aprendizaje no es transmitir lo que uno sabe, sino posibilitar que el otro aprenda.” Ruiz. 2013.  Y si esta labor la cumple el docente, el director con más identificación, como a continuación el maestro Ruiz comenta, siempre en el ambiente del docente, es un aprendizaje situado, que preserva y transmite el pasado para contribuir a construir el presente y el futuro.

Esta construcción se desarrolla en distintos niveles, iniciando con la persona, luego los pares y como conclusión lógica la comunidad cerrada y luego en el ambiente escolar, la Comunidad Educativa.

El director debe inspirar a sus colaboradores en forma permanente; provocar una continua innovación individual que se reflejará en la gestión escolar, dentro de la estructura curricular y sobre todo, en la forma de vivir el conocimiento, reconociendo la complejidad de la transmisión y la absorción.

Si se cuestiona la dignificación del docente, y el reconocimiento de su rol indiscutible en el proceso educativo, es más que necesario reconocerle al director su esencial participación en el proceso, no por ser el autoritario, por ser el transformacional, verdadero líder que inspira, apoya, e insta a los docentes a entregarse a su vocación que será evidente en el perfeccionamiento del alumnado.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

El líder educativo

Diana Brown
25 de septiembre, 2018

“Hoy no sólo se valora el saber qué, sino que el saber cómo, por qué y para qué y el quid de la de la enseñanza y el aprendizaje no es transmitir lo que uno sabe, sino posibilitar que el otro aprenda.”

Ruiz. 2013

El eje del proceso educativo es el docente; el docente planifica, establece las rutas del aprendizaje, conoce a sus alumnos, sus bondades y sus retos, y basado en ellos, se asegura que esa ruta que eligió es la mejor para afianzar la aprehensión del aprendizaje.

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La labor de cada docente forma parte de la visión de la institución educativa, indistintamente si es pública, privada o por cooperativo, siendo éstas las modalidades del sistema educativo guatemalteco. Esa visión, y su desarrollo metodológico, curricular, de valores, comunitario es responsabilidad del director de la misma, figura de autoridad, idealmente flexible y a la vez puntual y disciplinado, aunque pudieran parecer contradictorios los términos. Un currículo exige su cumplimiento, y las necesidades de los participantes son individuales, se ha allí la flexibilidad en su implementación. Las cualidades profesionales establecidas en el Decreto Legislativo 1485 especifica que el director debe ser un profesional que cuenta con títulos académicos, aunque fuesen cantidades de cursos aprobados, y experiencia en el campo. Lo que no se especifica es la capacidad de liderazgo, un talento intangible y nato.

Un docente de vocación no necesita de materiales didácticos. Son un inmenso apoyo, pueden enriquecer el proceso del aprendizaje, pero lo imprescindible es la vocación del docente, su creatividad e innovación, talento que asegura ese aprendizaje por la interacción con el alumno. Como ejemplo reciente, el docente Kenyano guiando a sus alumnos en el aprendizaje del uso de la computadora, dibujando el teclado con yesos multicolor a que se pudiera visualizar lo que no se tiene en frente.

Esta viva vocación la debe apoyar el director, en apoyo a su incuestionable liderazgo. Si se investiga qué es el liderazgo, esa cualidad que une a un equipo de trabajo, esa cualidad que inspira, esa cualidad que insta a seguir aún en momentos de fuerte retos, se encuentra una infinita cantidad de descripciones y relaciones; autocrático, burocrático, carismático, participativo, Laissez faire, orientado a las personas, natural, orientado a la tarea, transaccional y transformacional. Habría que formar una combinación ideal de las bondades de cada estilo para cumplir con las exigencias de la labor educativa, y el director de vocación lo logra, por la misma vocación y entrega a su alumnado.

La figura multidimensional del director debe responder a las necesidades del siglo veintiuno. Si se ha comentado sobre las destrezas que deben adquirir los alumnos para poder participar en el mundo del futuro, el ejercicio de un pensamiento crítico, trabajar colaborativamente, fuera de las estructuras rígidas, con creatividad e innovación, consciente de su impacto global, sin olvidar la necesidad de una curiosidad intelectual continua, promovida por una constante investigación y desarrollo,  si estas mismas cualidades tienen que ser aprehendidas por los estudiantes, los docentes y el director tienen que vivirlos, pues como dice el dicho, se predica con el ejemplo.

“Hoy no sólo se valora el saber qué, sino que el saber cómo, por qué y para qué y el quid de la de la enseñanza y el aprendizaje no es transmitir lo que uno sabe, sino posibilitar que el otro aprenda.” Ruiz. 2013.  Y si esta labor la cumple el docente, el director con más identificación, como a continuación el maestro Ruiz comenta, siempre en el ambiente del docente, es un aprendizaje situado, que preserva y transmite el pasado para contribuir a construir el presente y el futuro.

Esta construcción se desarrolla en distintos niveles, iniciando con la persona, luego los pares y como conclusión lógica la comunidad cerrada y luego en el ambiente escolar, la Comunidad Educativa.

El director debe inspirar a sus colaboradores en forma permanente; provocar una continua innovación individual que se reflejará en la gestión escolar, dentro de la estructura curricular y sobre todo, en la forma de vivir el conocimiento, reconociendo la complejidad de la transmisión y la absorción.

Si se cuestiona la dignificación del docente, y el reconocimiento de su rol indiscutible en el proceso educativo, es más que necesario reconocerle al director su esencial participación en el proceso, no por ser el autoritario, por ser el transformacional, verdadero líder que inspira, apoya, e insta a los docentes a entregarse a su vocación que será evidente en el perfeccionamiento del alumnado.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo