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No pudieron meterse con la vida y la familia guatemalteca

Juan Diego Godoy
03 de septiembre, 2018

Ni las condiciones climáticas, la agenda política, los mensajes de individuos pro-muerte y simpatizantes de ideologías destinadas al fracaso, estrategias viles en redes sociales o los fallidos intentos de algunos medios de comunicación que dicen ser independientes pero que responden a ciertas agendas sombrías (como la de George Soros y su imperio millonario), pudieron contra la vida y la familia. El 02 de septiembre, Guatemala dejó claro que hay principios sólidos y derechos que jamás podrán ignorarse o violarse por el capricho de minorías con intenciones desviadas de la naturaleza humana.

La Plaza de la Constitución suele llenarse cuando miles de guatemaltecos comparten un mismo fin, una petición, una sola verdad. Y eso es lo que pasó durante la Gran Marcha por la Vida y la Familia, convocada por Transformemos Guate y apoyada por cientos de asociaciones a favor de la persona y la verdad, iglesias de distintas religiones y ciudadanos comprometidos con el futuro del país. Las cifras exactas todavía no han sido divulgadas (se habla de 150 mil personas) aunque claramente las que arrojan algunos medios patéticos no son ciertas. No fuimos “varios”, “muchos”, “algunos”, ni “decenas”. La Plaza estaba llena y retumbó cuando cantamos el himno nacional; la canción de todos, la canción del país. ¡Fuimos miles!
Esta marcha sirvió para comprobarle a Guatemala y al mundo varias cosas. La primera es evidente: que éste es un país que no está dispuesto a legalizar el asesinato de las personas en el vientre materno, ni a destruir la familia con propuestas que carecen de fundamento lógico y biológico y que se basan en emociones, modas y agendas sesgadas provenientes de países que han fracasado en preservar los derechos fundamentales. Segundo, que “el pueblo unido jamás será vencido” y que la Plaza vuelve a significar un latido de esperanza para un país que no carece de problemas, pero que al menos cuenta con una mayoría que no ha caído en la propaganda barata y el chantaje emocional de individuos, movimientos y ONGs sin valores. Tercero, que defender la vida y proteger a la familia no necesariamente responde a intereses religiosos o políticos, sino que va más allá por tratarse de un derecho fundamental que está inmerso en los corazones de todas las personas (aunque algunos, libremente, decidan negarlo) y que adquiere así ese carácter natural y universal; nos corresponde a todos, por todos y para todos.

A los organizadores, colaboradores y participantes de la Gran Marcha por la Vida y la Familia, ¡gracias por defender la base de la sociedad y el principio de todo! Hicimos historia y ahora vamos con más fuerza, esperanza, fe y convicción para enfrentarnos a cuanta ola de desinformación e intereses perversos obstruyan nuestro camino. ¡Marchamos hoy y marcharemos cuantas veces sea necesario! Ganaremos ésta y más batallas sin armas, con diálogo, amor, sentido común, ciencia y libertad. Los chapines defendemos las dos vidas y nos sumamos, imparables, a la ola celeste latinoamericana.

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República es ajena a la opinión expresada en este artículo

No pudieron meterse con la vida y la familia guatemalteca

Juan Diego Godoy
03 de septiembre, 2018

Ni las condiciones climáticas, la agenda política, los mensajes de individuos pro-muerte y simpatizantes de ideologías destinadas al fracaso, estrategias viles en redes sociales o los fallidos intentos de algunos medios de comunicación que dicen ser independientes pero que responden a ciertas agendas sombrías (como la de George Soros y su imperio millonario), pudieron contra la vida y la familia. El 02 de septiembre, Guatemala dejó claro que hay principios sólidos y derechos que jamás podrán ignorarse o violarse por el capricho de minorías con intenciones desviadas de la naturaleza humana.

La Plaza de la Constitución suele llenarse cuando miles de guatemaltecos comparten un mismo fin, una petición, una sola verdad. Y eso es lo que pasó durante la Gran Marcha por la Vida y la Familia, convocada por Transformemos Guate y apoyada por cientos de asociaciones a favor de la persona y la verdad, iglesias de distintas religiones y ciudadanos comprometidos con el futuro del país. Las cifras exactas todavía no han sido divulgadas (se habla de 150 mil personas) aunque claramente las que arrojan algunos medios patéticos no son ciertas. No fuimos “varios”, “muchos”, “algunos”, ni “decenas”. La Plaza estaba llena y retumbó cuando cantamos el himno nacional; la canción de todos, la canción del país. ¡Fuimos miles!
Esta marcha sirvió para comprobarle a Guatemala y al mundo varias cosas. La primera es evidente: que éste es un país que no está dispuesto a legalizar el asesinato de las personas en el vientre materno, ni a destruir la familia con propuestas que carecen de fundamento lógico y biológico y que se basan en emociones, modas y agendas sesgadas provenientes de países que han fracasado en preservar los derechos fundamentales. Segundo, que “el pueblo unido jamás será vencido” y que la Plaza vuelve a significar un latido de esperanza para un país que no carece de problemas, pero que al menos cuenta con una mayoría que no ha caído en la propaganda barata y el chantaje emocional de individuos, movimientos y ONGs sin valores. Tercero, que defender la vida y proteger a la familia no necesariamente responde a intereses religiosos o políticos, sino que va más allá por tratarse de un derecho fundamental que está inmerso en los corazones de todas las personas (aunque algunos, libremente, decidan negarlo) y que adquiere así ese carácter natural y universal; nos corresponde a todos, por todos y para todos.

A los organizadores, colaboradores y participantes de la Gran Marcha por la Vida y la Familia, ¡gracias por defender la base de la sociedad y el principio de todo! Hicimos historia y ahora vamos con más fuerza, esperanza, fe y convicción para enfrentarnos a cuanta ola de desinformación e intereses perversos obstruyan nuestro camino. ¡Marchamos hoy y marcharemos cuantas veces sea necesario! Ganaremos ésta y más batallas sin armas, con diálogo, amor, sentido común, ciencia y libertad. Los chapines defendemos las dos vidas y nos sumamos, imparables, a la ola celeste latinoamericana.

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