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Mezclar el buen fiambre con la penosa realidad

Juan Diego Godoy
30 de octubre, 2019

Hay quienes dicen que lo que no decepciona jamás debería mezclarse con aquello que nos defrauda constantemente. En este caso, no mezclar el fiambre con un país como el nuestro. Pero como la vida no es ni blanca ni negra, ni buena ni mala, sino es gris y es como es, entre el delicioso caldillo del fiambre, su exquisita combinación de embutidos y quesos y esa perfecta selección de vegetales, caben los tropiezos gubernamentales, la indiferencia ciudadana y las miserias olvidadas.

Vamos a ello.

Los responsables de los fracasos de este país – cuyo listado y análisis merece otra columna – no solo son algunos de los actuales gobernantes. También somos nosotros, por votarlos y por cerrar los ojos ante realidades que no solo exigen una actuación urgente del Estado, sino de la sociedad civil. En nuestra penosa realidad, reina la miseria. Hoy en Guatemala el 59.3% de la población vive en pobreza*. Con la pobreza viene la desnutrición crónica, otra realidad que, como epidemia, está destruyendo generaciones de guatemaltecos y que nos ha condenado a décadas de retraso. Nuestro país tiene el mayor índice de desnutrición crónica del continente y el quinto a nivel mundial porque 1 de cada 2 guatemaltecos sufre de desnutrición crónica infantil**. Y ya que hablamos de nuestra olvidada niñez, hemos de mencionar los abusos sexuales contra niños y adolescentes, un problema cuyas bases se encuentran en una cultura deplorable y machista en la que muchas veces son los propios familiares (padres, tíos, abuelos, primos incluso hermanos) quienes abusan de las menores y que hacen de esto un círculo vicioso ante la falta de denuncia de la víctima por la poca cobertura de justicia en el interior del país y la escasez (o nulidad) en las penas contra los victimarios. De la mano de este tema están los embarazos en niñas, un hecho lamentable pero real. Solo en el 2018 se reportaron 1 mil 475 embarazos en niñas desde los 10 a los 14 años***. Reitero: en niñas. 

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¿Y esperamos que este Estado improvisado lo solucione todo ante una ciudadanía de brazos cruzados que solo observa y se indigna? Por eso nosotros también somos parte del problema. 

El ejecutivo podrá ser inútil y pavonearse con proyectos que se derrumban (literalmente). El legislativo podrá robarse el escenario con interpelaciones hipócritas que condenan todo lo que aquellos curules jamás han hecho por el país. El judicial podrá ser un juego politizado sin noción de justicia. Pero la ciudadanía no puede ser sorda, muda, ciega y torpe como para dejar hacer y dejar pasar, volver a elegir y volver a callar. Todo esto cabe en una de las tradiciones más sabrosas de Guatemala, porque nuestro país es eso, una de cal y una de arena, un buen fiambre y una realidad dolosa.

Creo firmemente que nuestro país no es miserable. Lo que tenemos son malos líderes conduciendo un país rico pero dividido, empobrecido, olvidado y humillado. Lo que tenemos son muchos paisanos indiferentes, cangrejos, que esperan que otros les solucionen todo. El fiambre se repite todos los años, pero nuestras desgracias no deberían. Si bien estamos a punto de concluir con un periodo que nos ha servido como espejo de nuestra ingenuidad, no puedo asegurarnos que vayamos a entrar a una época dorada en 2020, porque seguimos sin aplicar las lecciones aprendidas.

Pero regresando a la primera línea de esta columna, he de confesarlo: el fiambre perfecto tampoco existe, porque en las imperfecciones humanas se prueban los mejores sabores. De las crisis surgen las soluciones; a realidad penosa, buen fiambre. 


#TendamosPuentes 

@JDGodoy95


_____
Datos
* según la última Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (2014)
** según la iniciativa Nútreme y la Encuesta Nacional de Salud Materno Infantil (2014-2015)

*** según la Fundación Sobrevivientes, World Vision y el Ministerio Público recopilados por Prensa Libre en junio de 2019.


Mezclar el buen fiambre con la penosa realidad

Juan Diego Godoy
30 de octubre, 2019

Hay quienes dicen que lo que no decepciona jamás debería mezclarse con aquello que nos defrauda constantemente. En este caso, no mezclar el fiambre con un país como el nuestro. Pero como la vida no es ni blanca ni negra, ni buena ni mala, sino es gris y es como es, entre el delicioso caldillo del fiambre, su exquisita combinación de embutidos y quesos y esa perfecta selección de vegetales, caben los tropiezos gubernamentales, la indiferencia ciudadana y las miserias olvidadas.

Vamos a ello.

Los responsables de los fracasos de este país – cuyo listado y análisis merece otra columna – no solo son algunos de los actuales gobernantes. También somos nosotros, por votarlos y por cerrar los ojos ante realidades que no solo exigen una actuación urgente del Estado, sino de la sociedad civil. En nuestra penosa realidad, reina la miseria. Hoy en Guatemala el 59.3% de la población vive en pobreza*. Con la pobreza viene la desnutrición crónica, otra realidad que, como epidemia, está destruyendo generaciones de guatemaltecos y que nos ha condenado a décadas de retraso. Nuestro país tiene el mayor índice de desnutrición crónica del continente y el quinto a nivel mundial porque 1 de cada 2 guatemaltecos sufre de desnutrición crónica infantil**. Y ya que hablamos de nuestra olvidada niñez, hemos de mencionar los abusos sexuales contra niños y adolescentes, un problema cuyas bases se encuentran en una cultura deplorable y machista en la que muchas veces son los propios familiares (padres, tíos, abuelos, primos incluso hermanos) quienes abusan de las menores y que hacen de esto un círculo vicioso ante la falta de denuncia de la víctima por la poca cobertura de justicia en el interior del país y la escasez (o nulidad) en las penas contra los victimarios. De la mano de este tema están los embarazos en niñas, un hecho lamentable pero real. Solo en el 2018 se reportaron 1 mil 475 embarazos en niñas desde los 10 a los 14 años***. Reitero: en niñas. 

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El ejecutivo podrá ser inútil y pavonearse con proyectos que se derrumban (literalmente). El legislativo podrá robarse el escenario con interpelaciones hipócritas que condenan todo lo que aquellos curules jamás han hecho por el país. El judicial podrá ser un juego politizado sin noción de justicia. Pero la ciudadanía no puede ser sorda, muda, ciega y torpe como para dejar hacer y dejar pasar, volver a elegir y volver a callar. Todo esto cabe en una de las tradiciones más sabrosas de Guatemala, porque nuestro país es eso, una de cal y una de arena, un buen fiambre y una realidad dolosa.

Creo firmemente que nuestro país no es miserable. Lo que tenemos son malos líderes conduciendo un país rico pero dividido, empobrecido, olvidado y humillado. Lo que tenemos son muchos paisanos indiferentes, cangrejos, que esperan que otros les solucionen todo. El fiambre se repite todos los años, pero nuestras desgracias no deberían. Si bien estamos a punto de concluir con un periodo que nos ha servido como espejo de nuestra ingenuidad, no puedo asegurarnos que vayamos a entrar a una época dorada en 2020, porque seguimos sin aplicar las lecciones aprendidas.

Pero regresando a la primera línea de esta columna, he de confesarlo: el fiambre perfecto tampoco existe, porque en las imperfecciones humanas se prueban los mejores sabores. De las crisis surgen las soluciones; a realidad penosa, buen fiambre. 


#TendamosPuentes 

@JDGodoy95


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Datos
* según la última Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (2014)
** según la iniciativa Nútreme y la Encuesta Nacional de Salud Materno Infantil (2014-2015)

*** según la Fundación Sobrevivientes, World Vision y el Ministerio Público recopilados por Prensa Libre en junio de 2019.