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La integración de fiestas en la Navidad

Warren Orbaugh
27 de diciembre, 2019

La Navidad (nacimiento, de Nativitas en latín) es una fiesta pagana que antecede en varios siglos el surgimiento del Cristianismo. Distintos pueblos celebraban el nacimiento del sol, durante el solsticio de invierno cuando se iniciaba un nuevo ciclo, simbolizado en Mitra (en Persia), Apolo-Helios y Saturno (en Roma), Donnar y Wotan (en Germania). 

Los romanos celebraban las Saturnalias que iniciaban el 17 de diciembre y duraban hasta el 24 de diciembre, terminando el 25 de diciembre con la fiesta del Natalis Solis Invicti o Nacimiento del Sol Invicto, asociada al nacimiento de Apolo.  A ese día lo llamaron los romanos bruma. Iniciaba con un sacrificio en el Templo de Saturno en el Foro Romano, y un banquete público. Se acostumbraba intercambiar obsequios, usualmente de cerámica, llamados sigillaria, y a  los niños les regalaban juguetes. La celebración era una demostración de benevolencia y alegría entre romanos, con un carácter parecido al del carnaval.  

Saturno es, en la mitología romana, el dios de la agricultura, que había reinado en el mundo durante la Era Dorada, cuando los humanos inocentemente gozaban de los frutos de la tierra sin labor alguna. Las fiestas de la Saturnalia pretendían reflejar las condiciones de esa era mítica.

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Los pueblos germanos celebraban la festividad del solsticio de invierno denominada Yule, que empezaba el 22 de diciembre y terminaba el 2 de enero. Celebraban la luz y el nacimiento en los oscuros días de invierno, el sol naciente, la lluvia y la fertilidad. Se regocijaban cuando había pasado lo peor del invierno y podían vislumbrar días más largos con más horas de luz solar. Veneraban al dios Donar en alemán, Dunor en inglés antiguo, Thunar en sajón antiguo, Thuner en frigio antiguo, Thor en noruego, todos nombres derivados del proto germano thunraz que significa “trueno”. Este dios, popularizado por las películas de Marvel, era asociado con el trueno, los rayos, las tempestades, los robles, la fuerza, la agricultura, la fertilidad, los acebos y era considerado el protector de la humanidad.  Aparece como un barbudo pelirrojo muy corpulento, blandiendo su martillo mágico Mjölnir, usando su cinturón Megingjöro, que duplica su fuerza, viajando en su carruaje tirado por dos cabros: Tanngrisnir y Tanngnjóstr (Afiladientes y Rechinadientes). 

El Teutoburger Wald (Bosque Teutoburg) en Alemania era dedicado a Thor, y en especial el encino, árbol siempre verde. En su honor, durante esas fiestas, adornaban con candelas que representaban el sol y manzanas el Árbol Yule, un abeto de hoja perenne, que representaba al Yggdrasil o árbol de la vida, costumbre que se convirtió en el árbol de Navidad cuando fue absorbida por el Cristianismo. También adornaban con acebos, cuyos frutos son rojos, estableciendo los colores tradicionales de las fiestas, y con muérdago, considerado como símbolo de alegría y paz. En reconocimiento del retorno del sol, padres e hijos traían a casa grandes troncos que quemaban hasta que se extinguieran, lo que podía tomar hasta doce días. Este tronco que  quemaban durante toda la noche, se conoce como el tronco Yule, hoy conocido como el tronco de Navidad, que pretendía renovar la vida y poder del sol.

El final de diciembre era perfecto para celebrar en la mayoría de áreas europeas. En esa época del año se mataba una buena parte del ganado para no tener que alimentarlo durante el invierno. Para muchos esta era la única temporada en que tenían una oferta de carne fresca. Además, finalmente  la mayoría del vino y cerveza hecha durante el año estaba fermentada y lista para ser bebida. Bettina Sejbjerg Sommer, de la University de Copenhagen, afirma que la fiesta se caracterizaba por la abundancia de comida y cerveza simbolizando la creación de abundancia para el año venidero. Por eso, dice, beber y comer en exceso –aún hasta la glotonería– era la característica central más evidente de la celebración, hasta el punto de ser un deber sagrado, por lo que rehusarse a comer era inaceptable. 

También era costumbre cantar villancicos, canciones paganas de celebración, alegría y danza durante el festival de solsticio de invierno y beber ponche, en anglo sajón antiguo, “waes hael”, que significa ‘buena salud’. También esta costumbre fue asimilada por el Cristianismo.

El Cabro Yule era de singular importancia en estas festividades. Los cabros Tanngrisnir y Tanngjóstr, que jalaban la carroza de Thor por los cielos, también proveían de comida al dios y a sus amigos. No en forma de leche sino que con su carne. Durante sus travesías, Thor, al anochecer mataba a sus cabros con su martillo mágico Mjölnir y separaba cuidadosamente la carne de los huesos, los que envolvía en la piel de los animales. Procedía a cocinar la carne y a comerla. Al día siguiente con su martillo las revivía y continuaba con su viaje. El Cabro Yole era un símbolo de provisión, abundancia y suministro de lo necesario para vivir. Durante las festividades se suponía que por la noche, duendes con trineos llenos de obsequios, jalados por cabros, dejaban regalos a los niños que dormían. Después se les unió Thor, que el Cristianismo adoptó en su versión de Sata Claus o San Nicolás y los cabros pasaron a ser renos. Esta leyenda llevó a la tradición de adornar con cabros Yole de paja, tradición aún viva en los países escandinavos. Sus tamaños varían desde diminutos hasta el gigantesco Cabro Yole en Gävle.

En su afán de cristianizar a los paganos, los Papas Católicos incorporaron estas tradiciones a la celebración Cristiana que hoy conocemos como Navidad. Pero el aspecto más importante que perdura de estas, es la alegría de vivir y la buena voluntad y deseos de paz que se manifiestaban en esas fechas.

El aspecto encantador de la Navidad, dijo Ayn Rand, es el hecho que expresa buena voluntad entre los hombres de una manera alegre, contenta y liberal. Uno dice “feliz Navidad” y no “llora y arrepiéntete.” Y esta buena voluntad se expresa en forma material, terrenal, dando regalos a los amigos y seres queridos, o mandándoles mensajes de cariño y buenos deseos. 

Feliz Navidad.


La integración de fiestas en la Navidad

Warren Orbaugh
27 de diciembre, 2019

La Navidad (nacimiento, de Nativitas en latín) es una fiesta pagana que antecede en varios siglos el surgimiento del Cristianismo. Distintos pueblos celebraban el nacimiento del sol, durante el solsticio de invierno cuando se iniciaba un nuevo ciclo, simbolizado en Mitra (en Persia), Apolo-Helios y Saturno (en Roma), Donnar y Wotan (en Germania). 

Los romanos celebraban las Saturnalias que iniciaban el 17 de diciembre y duraban hasta el 24 de diciembre, terminando el 25 de diciembre con la fiesta del Natalis Solis Invicti o Nacimiento del Sol Invicto, asociada al nacimiento de Apolo.  A ese día lo llamaron los romanos bruma. Iniciaba con un sacrificio en el Templo de Saturno en el Foro Romano, y un banquete público. Se acostumbraba intercambiar obsequios, usualmente de cerámica, llamados sigillaria, y a  los niños les regalaban juguetes. La celebración era una demostración de benevolencia y alegría entre romanos, con un carácter parecido al del carnaval.  

Saturno es, en la mitología romana, el dios de la agricultura, que había reinado en el mundo durante la Era Dorada, cuando los humanos inocentemente gozaban de los frutos de la tierra sin labor alguna. Las fiestas de la Saturnalia pretendían reflejar las condiciones de esa era mítica.

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Los pueblos germanos celebraban la festividad del solsticio de invierno denominada Yule, que empezaba el 22 de diciembre y terminaba el 2 de enero. Celebraban la luz y el nacimiento en los oscuros días de invierno, el sol naciente, la lluvia y la fertilidad. Se regocijaban cuando había pasado lo peor del invierno y podían vislumbrar días más largos con más horas de luz solar. Veneraban al dios Donar en alemán, Dunor en inglés antiguo, Thunar en sajón antiguo, Thuner en frigio antiguo, Thor en noruego, todos nombres derivados del proto germano thunraz que significa “trueno”. Este dios, popularizado por las películas de Marvel, era asociado con el trueno, los rayos, las tempestades, los robles, la fuerza, la agricultura, la fertilidad, los acebos y era considerado el protector de la humanidad.  Aparece como un barbudo pelirrojo muy corpulento, blandiendo su martillo mágico Mjölnir, usando su cinturón Megingjöro, que duplica su fuerza, viajando en su carruaje tirado por dos cabros: Tanngrisnir y Tanngnjóstr (Afiladientes y Rechinadientes). 

El Teutoburger Wald (Bosque Teutoburg) en Alemania era dedicado a Thor, y en especial el encino, árbol siempre verde. En su honor, durante esas fiestas, adornaban con candelas que representaban el sol y manzanas el Árbol Yule, un abeto de hoja perenne, que representaba al Yggdrasil o árbol de la vida, costumbre que se convirtió en el árbol de Navidad cuando fue absorbida por el Cristianismo. También adornaban con acebos, cuyos frutos son rojos, estableciendo los colores tradicionales de las fiestas, y con muérdago, considerado como símbolo de alegría y paz. En reconocimiento del retorno del sol, padres e hijos traían a casa grandes troncos que quemaban hasta que se extinguieran, lo que podía tomar hasta doce días. Este tronco que  quemaban durante toda la noche, se conoce como el tronco Yule, hoy conocido como el tronco de Navidad, que pretendía renovar la vida y poder del sol.

El final de diciembre era perfecto para celebrar en la mayoría de áreas europeas. En esa época del año se mataba una buena parte del ganado para no tener que alimentarlo durante el invierno. Para muchos esta era la única temporada en que tenían una oferta de carne fresca. Además, finalmente  la mayoría del vino y cerveza hecha durante el año estaba fermentada y lista para ser bebida. Bettina Sejbjerg Sommer, de la University de Copenhagen, afirma que la fiesta se caracterizaba por la abundancia de comida y cerveza simbolizando la creación de abundancia para el año venidero. Por eso, dice, beber y comer en exceso –aún hasta la glotonería– era la característica central más evidente de la celebración, hasta el punto de ser un deber sagrado, por lo que rehusarse a comer era inaceptable. 

También era costumbre cantar villancicos, canciones paganas de celebración, alegría y danza durante el festival de solsticio de invierno y beber ponche, en anglo sajón antiguo, “waes hael”, que significa ‘buena salud’. También esta costumbre fue asimilada por el Cristianismo.

El Cabro Yule era de singular importancia en estas festividades. Los cabros Tanngrisnir y Tanngjóstr, que jalaban la carroza de Thor por los cielos, también proveían de comida al dios y a sus amigos. No en forma de leche sino que con su carne. Durante sus travesías, Thor, al anochecer mataba a sus cabros con su martillo mágico Mjölnir y separaba cuidadosamente la carne de los huesos, los que envolvía en la piel de los animales. Procedía a cocinar la carne y a comerla. Al día siguiente con su martillo las revivía y continuaba con su viaje. El Cabro Yole era un símbolo de provisión, abundancia y suministro de lo necesario para vivir. Durante las festividades se suponía que por la noche, duendes con trineos llenos de obsequios, jalados por cabros, dejaban regalos a los niños que dormían. Después se les unió Thor, que el Cristianismo adoptó en su versión de Sata Claus o San Nicolás y los cabros pasaron a ser renos. Esta leyenda llevó a la tradición de adornar con cabros Yole de paja, tradición aún viva en los países escandinavos. Sus tamaños varían desde diminutos hasta el gigantesco Cabro Yole en Gävle.

En su afán de cristianizar a los paganos, los Papas Católicos incorporaron estas tradiciones a la celebración Cristiana que hoy conocemos como Navidad. Pero el aspecto más importante que perdura de estas, es la alegría de vivir y la buena voluntad y deseos de paz que se manifiestaban en esas fechas.

El aspecto encantador de la Navidad, dijo Ayn Rand, es el hecho que expresa buena voluntad entre los hombres de una manera alegre, contenta y liberal. Uno dice “feliz Navidad” y no “llora y arrepiéntete.” Y esta buena voluntad se expresa en forma material, terrenal, dando regalos a los amigos y seres queridos, o mandándoles mensajes de cariño y buenos deseos. 

Feliz Navidad.