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Chile versus Chile

Daniel Silva
09 de diciembre, 2019

Por Daniel Silva

Como chileno, me resulta doloroso, angustiante y estresante seguir los acontecimientos a la distancia acerca de la crisis que está viviendo mi país de origen.

No me quiero extender en las causas que originaron esta situación de caos, sino en las consecuencias que, desde mi punto de vista, sufrirá Chile al corto, mediano y largo plazo en caso de continuar esta dinámica de anarquía.

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Hasta el pasado 18 de octubre, Chile era un ejemplo a seguir en Latinoamérica, con claro liderazgo en todos los indicadores internacionales de desarrollo.

¿En qué momento se nos ocurrió tratar de “borrar con el codo” todo lo logrado desde el retorno a la democracia?

¿En qué instante se confundieron las legítimas movilizaciones sociales con los destrozos, la violencia, el lumpen, la destrucción, los saqueos e incendios?

Se me revuelve el estómago (la guata) cuando escucho a chilenos decir que no desean volver a la #normalidad o cuando sostienen, sin siquiera sonrojarse, que “Chile no está parado”.

No solo se trata del servicio del metro de Santiago funcionando a medias: es el cierre o quiebra de PYMES, despidos masivos en empresas y organizaciones, el desplome del comercio y el dólar a 800 pesos en niveles nunca vistos. Estamos ante una dramática contracción de la economía y varios expertos anuncian la llegada de una recesión. 

No hay modelo económico perfecto. Han pasado 30 años en democracia y la clase política chilena ha sido incapaz de hacer los ajustes necesarios y atender las demandas de una población que exige sueldos decentes, acceso a salud, educación y jubilaciones dignas. 

Preocuparme del futuro de mi país no significa que sea indolente con las demandas sociales -las que considero justas- y que no me importen los abusos cometidos por las fuerzas policiales. Si la justicia comprueba que han violado los derechos humanos, espero que caiga todo el peso de la ley a los responsables.

De la misma manera, todos los delincuentes que, cobardemente, han utilizado como excusa el movimiento social para destruir infraestructura privada y pública, deben responder por sus actos ante la justicia, sin medias tintas ni procesos abreviados.

Pero seguir con este nivel de radicalización solo nos llevará a seguir en picada libre. Todos y cada uno de los chilenos, especialmente autoridades, políticos de todos los colores y liderazgos de opinión, debemos ceder posiciones y, en un acto de grandeza, construir acuerdos y consensos en el marco de la ley y la institucionalidad para pacificar nuestro país.

Como sostenía el escritor y periodista británico Gilbert Keith Chesterton, “para corromper a un individuo basta con enseñarle a llamar ‘derechos’ a sus anhelos personales y ‘abusos’ a los derechos de los demás”.

Chile versus Chile

Daniel Silva
09 de diciembre, 2019

Por Daniel Silva

Como chileno, me resulta doloroso, angustiante y estresante seguir los acontecimientos a la distancia acerca de la crisis que está viviendo mi país de origen.

No me quiero extender en las causas que originaron esta situación de caos, sino en las consecuencias que, desde mi punto de vista, sufrirá Chile al corto, mediano y largo plazo en caso de continuar esta dinámica de anarquía.

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Hasta el pasado 18 de octubre, Chile era un ejemplo a seguir en Latinoamérica, con claro liderazgo en todos los indicadores internacionales de desarrollo.

¿En qué momento se nos ocurrió tratar de “borrar con el codo” todo lo logrado desde el retorno a la democracia?

¿En qué instante se confundieron las legítimas movilizaciones sociales con los destrozos, la violencia, el lumpen, la destrucción, los saqueos e incendios?

Se me revuelve el estómago (la guata) cuando escucho a chilenos decir que no desean volver a la #normalidad o cuando sostienen, sin siquiera sonrojarse, que “Chile no está parado”.

No solo se trata del servicio del metro de Santiago funcionando a medias: es el cierre o quiebra de PYMES, despidos masivos en empresas y organizaciones, el desplome del comercio y el dólar a 800 pesos en niveles nunca vistos. Estamos ante una dramática contracción de la economía y varios expertos anuncian la llegada de una recesión. 

No hay modelo económico perfecto. Han pasado 30 años en democracia y la clase política chilena ha sido incapaz de hacer los ajustes necesarios y atender las demandas de una población que exige sueldos decentes, acceso a salud, educación y jubilaciones dignas. 

Preocuparme del futuro de mi país no significa que sea indolente con las demandas sociales -las que considero justas- y que no me importen los abusos cometidos por las fuerzas policiales. Si la justicia comprueba que han violado los derechos humanos, espero que caiga todo el peso de la ley a los responsables.

De la misma manera, todos los delincuentes que, cobardemente, han utilizado como excusa el movimiento social para destruir infraestructura privada y pública, deben responder por sus actos ante la justicia, sin medias tintas ni procesos abreviados.

Pero seguir con este nivel de radicalización solo nos llevará a seguir en picada libre. Todos y cada uno de los chilenos, especialmente autoridades, políticos de todos los colores y liderazgos de opinión, debemos ceder posiciones y, en un acto de grandeza, construir acuerdos y consensos en el marco de la ley y la institucionalidad para pacificar nuestro país.

Como sostenía el escritor y periodista británico Gilbert Keith Chesterton, “para corromper a un individuo basta con enseñarle a llamar ‘derechos’ a sus anhelos personales y ‘abusos’ a los derechos de los demás”.