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Lo siento “patriotas”, pero yo no amo a mi país

Juan Diego Godoy
13 de septiembre, 2019

Hace algunos años inicié aquel camino que algunos guatemaltecos hemos llevado a cabo con la cabeza en alto y la mente abierta: un proceso de reflexión que usualmente termina asfixiando las ideas románticas que nos inculcaron en la infancia sobre lo que significa amar a la patria. Advierto que las siguientes líneas pueden herir a los corazones más blandos, a veces propiedad de aquellos falsos amantes de la patria. 

Es hora de dejar la hipocresía.

Quizás yo era uno de ellos. Vivía “enamorado” de mi país y solo hablaba maravillas de este. Como típico chapín, ocultaba los problemas para mencionarlos en otra conversación que nunca llegaba, y decidía invertir toda mi labia en las bellezas que el marketing había decidido enaltecer del “país de la eterna primavera”. La típica pregunta del extranjero “¿Cómo es Guatemala?” era respondida por mi ensayada respuesta que se dedicaba a alabar los recursos naturales mal cuidados y aquellas joyas históricas abandonadas que “abundan” en esta tierra. La Sierra de los Cuchumatenes, el Lago de Atitlán, Semuc Champey, alguno de los 33 volcanes y la clásica postal de la Antigua Guatemala, la isla de Flores y las ruinas de la cuna de la civilización Maya en el misterioso Petén. Todo un paquete vendible de un paraíso perfectamente hipócrita. He de reconocer que ese discurso era perfecto para el europeo aventurero o el americano ignorante, y que sigue funcionando y es lo que todos los paisanos hacen; obviamente, nadie habla mal de su rancho, menos cuando éste necesita del turista para generar ingresos que constantemente se ven saboteados por la inestabilidad política, la falta de certeza jurídica, la tóxica dependencia en las remesas y la constante conflictividad social que impide el desarrollo industrial de la cabeza de Centroamérica. 

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Si bien ese discurso es parte del problema, el meollo del asunto va más allá de la palabrería. El problema es cuando nosotros -guatemaltecos- comenzamos a creer que nuestro país se reduce solo a ese conglomerado de “postales turísticas”. El problema es que decimos que nos enamoramos de Guatemala cuando en realidad solo vivimos embobados con un pequeño porcentaje y ni siquiera nos hemos atrevido a ver la otra cara de una nación tercermundista retrata a medias por la prensa y las redes sociales. El problema es cuando no nos importa todo lo demás porque pretendemos que nuestra burbuja es lo suficientemente fuerte para no explotar y exponernos a la miseria sobre la que volamos -como cisnes sobre el fango, cantarían. El problema es cuando decimos que amamos aquello que ni siquiera conocemos, solo porque nacimos aquí y porque se nos ha prohibido criticar el discurso bonito, el marketing detrás de una campaña ciega sordo y muda. El problema es que nos negamos a ver la realidad porque es más romántico que al pensar en Guate reproduzcamos en nuestra cabeza sus hermosos volcanes y no las miserables aldeas que viven -o vivían- a sus faldas. El problema es que son pocos los se atreven a ponerle un alto al discurso romántico y serán pocos los que lo leerán y escucharán, porque “cuidado y nos tocan el corazón” con lo ofendidos que somos los guatemaltecos. 

La verdad es esta: Guatemala no es el mejor país del mundo y está lejos de serlo. Estamos llamados -y yo diría obligados- a conocer sus rincones y a informarnos sobre sus necesidades urgentes para poder brindarle soluciones y no “conveniencias coyunturales”. Hemos de hablar con la verdad y quitarnos la venda del romance patrio para poder comenzar a unir un país roto; uno en el que todavía no caben todos los guatemaltecos con todas sus ideas. 
Si amar Guatemala se reduce a pasear por esos lugares de postal mientras ignoramos todo lo demás sin hacer nada al respecto; si amar a Guatemala es escoger la ignorancia en vez de enfrentar nuestros problemas de frente, si amar a Guatemala es vivir de la división y el eterno conflicto social, entonces ese no es amor sino descaro, no es amor, sino conveniencia. Si esto es amar, lo siento “patriotas”, pero yo no amo a mi país.

Lo siento “patriotas”, pero yo no amo a mi país

Juan Diego Godoy
13 de septiembre, 2019

Hace algunos años inicié aquel camino que algunos guatemaltecos hemos llevado a cabo con la cabeza en alto y la mente abierta: un proceso de reflexión que usualmente termina asfixiando las ideas románticas que nos inculcaron en la infancia sobre lo que significa amar a la patria. Advierto que las siguientes líneas pueden herir a los corazones más blandos, a veces propiedad de aquellos falsos amantes de la patria. 

Es hora de dejar la hipocresía.

Quizás yo era uno de ellos. Vivía “enamorado” de mi país y solo hablaba maravillas de este. Como típico chapín, ocultaba los problemas para mencionarlos en otra conversación que nunca llegaba, y decidía invertir toda mi labia en las bellezas que el marketing había decidido enaltecer del “país de la eterna primavera”. La típica pregunta del extranjero “¿Cómo es Guatemala?” era respondida por mi ensayada respuesta que se dedicaba a alabar los recursos naturales mal cuidados y aquellas joyas históricas abandonadas que “abundan” en esta tierra. La Sierra de los Cuchumatenes, el Lago de Atitlán, Semuc Champey, alguno de los 33 volcanes y la clásica postal de la Antigua Guatemala, la isla de Flores y las ruinas de la cuna de la civilización Maya en el misterioso Petén. Todo un paquete vendible de un paraíso perfectamente hipócrita. He de reconocer que ese discurso era perfecto para el europeo aventurero o el americano ignorante, y que sigue funcionando y es lo que todos los paisanos hacen; obviamente, nadie habla mal de su rancho, menos cuando éste necesita del turista para generar ingresos que constantemente se ven saboteados por la inestabilidad política, la falta de certeza jurídica, la tóxica dependencia en las remesas y la constante conflictividad social que impide el desarrollo industrial de la cabeza de Centroamérica. 

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Si bien ese discurso es parte del problema, el meollo del asunto va más allá de la palabrería. El problema es cuando nosotros -guatemaltecos- comenzamos a creer que nuestro país se reduce solo a ese conglomerado de “postales turísticas”. El problema es que decimos que nos enamoramos de Guatemala cuando en realidad solo vivimos embobados con un pequeño porcentaje y ni siquiera nos hemos atrevido a ver la otra cara de una nación tercermundista retrata a medias por la prensa y las redes sociales. El problema es cuando no nos importa todo lo demás porque pretendemos que nuestra burbuja es lo suficientemente fuerte para no explotar y exponernos a la miseria sobre la que volamos -como cisnes sobre el fango, cantarían. El problema es cuando decimos que amamos aquello que ni siquiera conocemos, solo porque nacimos aquí y porque se nos ha prohibido criticar el discurso bonito, el marketing detrás de una campaña ciega sordo y muda. El problema es que nos negamos a ver la realidad porque es más romántico que al pensar en Guate reproduzcamos en nuestra cabeza sus hermosos volcanes y no las miserables aldeas que viven -o vivían- a sus faldas. El problema es que son pocos los se atreven a ponerle un alto al discurso romántico y serán pocos los que lo leerán y escucharán, porque “cuidado y nos tocan el corazón” con lo ofendidos que somos los guatemaltecos. 

La verdad es esta: Guatemala no es el mejor país del mundo y está lejos de serlo. Estamos llamados -y yo diría obligados- a conocer sus rincones y a informarnos sobre sus necesidades urgentes para poder brindarle soluciones y no “conveniencias coyunturales”. Hemos de hablar con la verdad y quitarnos la venda del romance patrio para poder comenzar a unir un país roto; uno en el que todavía no caben todos los guatemaltecos con todas sus ideas. 
Si amar Guatemala se reduce a pasear por esos lugares de postal mientras ignoramos todo lo demás sin hacer nada al respecto; si amar a Guatemala es escoger la ignorancia en vez de enfrentar nuestros problemas de frente, si amar a Guatemala es vivir de la división y el eterno conflicto social, entonces ese no es amor sino descaro, no es amor, sino conveniencia. Si esto es amar, lo siento “patriotas”, pero yo no amo a mi país.