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¿Qué es capitalismo?

Warren Orbaugh
02 de noviembre, 2020

Tal pareciera ser que el anhelo de casi todo desdichado es salir de la condición de pobreza en que se encuentra. También parece ser que aquel ciudadano bondadoso que siente empatía con éste, quisiera ayudarle a salir de tan penosa condición. Entonces la pregunta lógica que viene a la mente es ¿cómo? 

Este bondadoso personaje apresura algunas propuestas: “hay que educarlo gratuitamente, hay que darle tierras, hay que darle vivienda, hay que darle alimento, hay que darle…, hay que darle…” Entonces la pregunta lógica que viene a la mente es ¿quién? ¿Quién costeará lo que quiere este ciudadano bondadoso dar al infortunado?

Si el bondadoso costea él mismo sus dádivas, entonces su caridad es encomiable. Pero si pretende forzar a otro a costear los regalos que pretende dar, entonces tenemos un problema. Para ayudar a uno tendrá que atentar contra el derecho de propiedad y de libertad del otro. Si pretende justificar su agresión argumentando una injusta distribución de la riqueza,  tenemos a un socialista. Entonces la pregunta lógica que viene a la mente es ¿cómo puede ser bueno qué para ser benévolo con el desventurado, se sea malévolo con el laborioso?

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El socialista, bondadoso para uno, malévolo para el otro, parece no percatarse de lo que la experiencia diaria atestigua, que bajó regímenes que se acercan al capitalismo, los salarios y el nivel de vida de los trabajadores aumentan ininterrumpidamente, y las divisiones tradicionales entre los diversos estratos de la población se desmoronan, permitiendo a los trabajadores disfrutar de cosas hoy, que los reyes de antaño no habían tenido a su alcance. Entonces la pregunta lógica que viene a la mente es ¿por qué se opone al capitalismo como una solución para eliminar la pobreza, en la que no hay que violentar el derecho de nadie?

Este mismo socialista se opone a la inversión privada, nacional y sobre todo extranjera, en proyectos que ayudarían al desarrollo de comunidades pobres de Guatemala.  Se opone a la minería mostrando su diente de oro, a la construcción de hidroeléctricas a la vez que clama por energía eléctrica más barata, reniega de la telefonía privada mandando mensajes por su iPhone- el que le toma cinco minutos comprar en cualquiera de una gran diversidad de lugares-, alabando los dorados tiempos en que el Estado era el dueño de la única empresa de teléfonos, y que concedía teléfono a pocos después de una espera de varios años. Su oposición la ejerce por medio de supuestas “pacíficas” violaciones de los derechos de los demás ciudadanos: les impide llegar a su destino, a su trabajo, al hospital; los secuestra por varios días; les roba sus pertenencias – armas, dinamita, camiones, etc.; les asesina. Y pretende justificar su agresión argumentando que el sistema capitalista es inhumano y responsable de la destrucción, devastación y exclusión de la vida digna, especialmente de las mujeres y de los pueblos originarios de América. Supone que la pobreza de los necesitados se debe a la burguesía explotadora. Entonces dos pregunta lógicas vienen a la mente: ¿es esto cierto? Y ¿qué es el capitalismo?

El concepto de vida digna no tiene ninguna precisión. No existe ni un medio mínimo común de subsistencia aplicable a todo humano. La pobreza es la condición natural del humano. El hombre primitivo se adaptaba a una vida más de animal que de persona, y sobrevivía en condiciones que resultarían insoportables para los melindrosos humanos de hoy, acostumbrados a los beneficios del capitalismo. Lo cierto es que cada quien define como desea que sea su vida y para lograr crearla necesita de riqueza. Es un grave error creer que la naturaleza, la madre tierra, derrama sobre la humanidad un inagotable cuerno de la abundancia. La riqueza es artificial, debe ser creada por el hombre.  Y para crearla, los hombres se ingeniaron la cooperación social, o lo que es lo mismo, la división del trabajo, que permite una enorme productividad, una tremenda creación de riqueza, a la vez que la aparición de relaciones pacíficas y amistosas entre ellos. Se ingeniaron la cooperación social como una mejor alternativa que la lucha entre ellos por los escasos recursos naturales.  En una economía de mercado o capitalismo puro, que es la forma de actuar bajo el signo de la división del trabajo, los hombres cooperan entre sí, porque en el proceso para buscar satisfacer sus propios intereses deben satisfacer los del otro.  En el intercambio mercantil, que es libre y voluntario, ambas partes salen ganando. Si ambas partes no consideraran la operación como ventajosa para cada uno en las condiciones concurrentes, no la harían. La institución fundamental de la economía de mercado es la propiedad privada de los medios de producción. En su ausencia, el mercado se desvanece. 

La afirmación de que las ganancias se obtienen a expensas de los demás sólo es válida respecto al robo o el saqueo. El comerciante o el empresario, quien sólo sirviendo a los demás se sirve a sí mismo, no posee ningún poder coactivo para obligar a los demás a actuar como a él se le antoje. Más bien, por el contrario, como lo que lo mueve es el afán de lucro, tiene que producir para el consumo de los demás, ya que el beneficio sólo lo cosecha quien ofrece a la gente aquello que ésta con mayor urgencia precisa. 

Nada hay más humanitario, civilizador y benevolente que el sistema de mercado o capitalismo. En ésta el individuo es libre para actuar dentro de la órbita de la propiedad privada y del mercado. Sus elecciones son finales. Para sus conciudadanos sus acciones son datos que ellos deben considerar en sus propias actuaciones. La coordinación de las acciones autónomas de todos los individuos se logra por las operaciones del mercado. La sociedad no le dicta a persona alguna que hacer o que no hacer. No es necesario forzar la cooperación. La cooperación premia a las partes, las relaciones son gana-gana. El ajuste de los requerimientos del esfuerzo productivo de la sociedad y la búsqueda de satisfacer los intereses individuales no entran en conflicto pues son parte del mismo mecanismo. Estas relaciones entre individuos son pacíficas y respetuosas – no interesa a quienes intercambian que religión profese, que color de piel tenga, o cual sea el sexo de la otra parte. Más allá del ámbito de la propiedad privada y del mercado, sólo está el ámbito de la compulsión y coerción.

 El trabajo es un factor de producción que el trabajador vende al precio que el mercado en cada caso le permite. No es la bondad o maldad del empresario la que determina la cuantía de su salario, sino el precio que el consumidor en el mercado está dispuesto a pagar por el producto que éste contribuye a producir. Y él, como persona, es trabajador y consumidor. Y es en su calidad de consumidor que determina que cosas han de producirse y a qué precio. Y para mejorar el precio de su trabajo lo que se necesita es más productividad y más empresas que demanden lo que él pueda ofrecer. Entonces la pregunta lógica que viene a la mente es ¿cómo se crean más empresas?

El secreto no está en la educación, como creen muchos, sino en el capital. Hay gente muy educada en países del tercer mundo y sin embargo siguen en la pobreza. Lo que se necesita para aumentar la producción de bienes y servicios es capital para fábricas, hidroeléctricas, etc. Y, sobre todo, la posibilidad de emprender libremente para crear nuevos negocios. Pero para que esto sea posible, es condición apodíctica el respeto al derecho de propiedad y la eliminación de trabas burocráticas que entorpecen la creación de riqueza, pues el tiempo es dinero. El capital va a donde existe el respeto a la propiedad privada y donde se honra los contratos y la palabra empeñada. 

El capitalismo es el sistema social que reconoce que cada persona es un fin en sí misma, no una cosa que se usa para los fines de otros. Por eso el capitalismo es el único sistema social que reconoce y protege los derechos individuales, para que cada quien busque su propia felicidad como mejor la entienda.

¿Qué es capitalismo?

Warren Orbaugh
02 de noviembre, 2020

Tal pareciera ser que el anhelo de casi todo desdichado es salir de la condición de pobreza en que se encuentra. También parece ser que aquel ciudadano bondadoso que siente empatía con éste, quisiera ayudarle a salir de tan penosa condición. Entonces la pregunta lógica que viene a la mente es ¿cómo? 

Este bondadoso personaje apresura algunas propuestas: “hay que educarlo gratuitamente, hay que darle tierras, hay que darle vivienda, hay que darle alimento, hay que darle…, hay que darle…” Entonces la pregunta lógica que viene a la mente es ¿quién? ¿Quién costeará lo que quiere este ciudadano bondadoso dar al infortunado?

Si el bondadoso costea él mismo sus dádivas, entonces su caridad es encomiable. Pero si pretende forzar a otro a costear los regalos que pretende dar, entonces tenemos un problema. Para ayudar a uno tendrá que atentar contra el derecho de propiedad y de libertad del otro. Si pretende justificar su agresión argumentando una injusta distribución de la riqueza,  tenemos a un socialista. Entonces la pregunta lógica que viene a la mente es ¿cómo puede ser bueno qué para ser benévolo con el desventurado, se sea malévolo con el laborioso?

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El socialista, bondadoso para uno, malévolo para el otro, parece no percatarse de lo que la experiencia diaria atestigua, que bajó regímenes que se acercan al capitalismo, los salarios y el nivel de vida de los trabajadores aumentan ininterrumpidamente, y las divisiones tradicionales entre los diversos estratos de la población se desmoronan, permitiendo a los trabajadores disfrutar de cosas hoy, que los reyes de antaño no habían tenido a su alcance. Entonces la pregunta lógica que viene a la mente es ¿por qué se opone al capitalismo como una solución para eliminar la pobreza, en la que no hay que violentar el derecho de nadie?

Este mismo socialista se opone a la inversión privada, nacional y sobre todo extranjera, en proyectos que ayudarían al desarrollo de comunidades pobres de Guatemala.  Se opone a la minería mostrando su diente de oro, a la construcción de hidroeléctricas a la vez que clama por energía eléctrica más barata, reniega de la telefonía privada mandando mensajes por su iPhone- el que le toma cinco minutos comprar en cualquiera de una gran diversidad de lugares-, alabando los dorados tiempos en que el Estado era el dueño de la única empresa de teléfonos, y que concedía teléfono a pocos después de una espera de varios años. Su oposición la ejerce por medio de supuestas “pacíficas” violaciones de los derechos de los demás ciudadanos: les impide llegar a su destino, a su trabajo, al hospital; los secuestra por varios días; les roba sus pertenencias – armas, dinamita, camiones, etc.; les asesina. Y pretende justificar su agresión argumentando que el sistema capitalista es inhumano y responsable de la destrucción, devastación y exclusión de la vida digna, especialmente de las mujeres y de los pueblos originarios de América. Supone que la pobreza de los necesitados se debe a la burguesía explotadora. Entonces dos pregunta lógicas vienen a la mente: ¿es esto cierto? Y ¿qué es el capitalismo?

El concepto de vida digna no tiene ninguna precisión. No existe ni un medio mínimo común de subsistencia aplicable a todo humano. La pobreza es la condición natural del humano. El hombre primitivo se adaptaba a una vida más de animal que de persona, y sobrevivía en condiciones que resultarían insoportables para los melindrosos humanos de hoy, acostumbrados a los beneficios del capitalismo. Lo cierto es que cada quien define como desea que sea su vida y para lograr crearla necesita de riqueza. Es un grave error creer que la naturaleza, la madre tierra, derrama sobre la humanidad un inagotable cuerno de la abundancia. La riqueza es artificial, debe ser creada por el hombre.  Y para crearla, los hombres se ingeniaron la cooperación social, o lo que es lo mismo, la división del trabajo, que permite una enorme productividad, una tremenda creación de riqueza, a la vez que la aparición de relaciones pacíficas y amistosas entre ellos. Se ingeniaron la cooperación social como una mejor alternativa que la lucha entre ellos por los escasos recursos naturales.  En una economía de mercado o capitalismo puro, que es la forma de actuar bajo el signo de la división del trabajo, los hombres cooperan entre sí, porque en el proceso para buscar satisfacer sus propios intereses deben satisfacer los del otro.  En el intercambio mercantil, que es libre y voluntario, ambas partes salen ganando. Si ambas partes no consideraran la operación como ventajosa para cada uno en las condiciones concurrentes, no la harían. La institución fundamental de la economía de mercado es la propiedad privada de los medios de producción. En su ausencia, el mercado se desvanece. 

La afirmación de que las ganancias se obtienen a expensas de los demás sólo es válida respecto al robo o el saqueo. El comerciante o el empresario, quien sólo sirviendo a los demás se sirve a sí mismo, no posee ningún poder coactivo para obligar a los demás a actuar como a él se le antoje. Más bien, por el contrario, como lo que lo mueve es el afán de lucro, tiene que producir para el consumo de los demás, ya que el beneficio sólo lo cosecha quien ofrece a la gente aquello que ésta con mayor urgencia precisa. 

Nada hay más humanitario, civilizador y benevolente que el sistema de mercado o capitalismo. En ésta el individuo es libre para actuar dentro de la órbita de la propiedad privada y del mercado. Sus elecciones son finales. Para sus conciudadanos sus acciones son datos que ellos deben considerar en sus propias actuaciones. La coordinación de las acciones autónomas de todos los individuos se logra por las operaciones del mercado. La sociedad no le dicta a persona alguna que hacer o que no hacer. No es necesario forzar la cooperación. La cooperación premia a las partes, las relaciones son gana-gana. El ajuste de los requerimientos del esfuerzo productivo de la sociedad y la búsqueda de satisfacer los intereses individuales no entran en conflicto pues son parte del mismo mecanismo. Estas relaciones entre individuos son pacíficas y respetuosas – no interesa a quienes intercambian que religión profese, que color de piel tenga, o cual sea el sexo de la otra parte. Más allá del ámbito de la propiedad privada y del mercado, sólo está el ámbito de la compulsión y coerción.

 El trabajo es un factor de producción que el trabajador vende al precio que el mercado en cada caso le permite. No es la bondad o maldad del empresario la que determina la cuantía de su salario, sino el precio que el consumidor en el mercado está dispuesto a pagar por el producto que éste contribuye a producir. Y él, como persona, es trabajador y consumidor. Y es en su calidad de consumidor que determina que cosas han de producirse y a qué precio. Y para mejorar el precio de su trabajo lo que se necesita es más productividad y más empresas que demanden lo que él pueda ofrecer. Entonces la pregunta lógica que viene a la mente es ¿cómo se crean más empresas?

El secreto no está en la educación, como creen muchos, sino en el capital. Hay gente muy educada en países del tercer mundo y sin embargo siguen en la pobreza. Lo que se necesita para aumentar la producción de bienes y servicios es capital para fábricas, hidroeléctricas, etc. Y, sobre todo, la posibilidad de emprender libremente para crear nuevos negocios. Pero para que esto sea posible, es condición apodíctica el respeto al derecho de propiedad y la eliminación de trabas burocráticas que entorpecen la creación de riqueza, pues el tiempo es dinero. El capital va a donde existe el respeto a la propiedad privada y donde se honra los contratos y la palabra empeñada. 

El capitalismo es el sistema social que reconoce que cada persona es un fin en sí misma, no una cosa que se usa para los fines de otros. Por eso el capitalismo es el único sistema social que reconoce y protege los derechos individuales, para que cada quien busque su propia felicidad como mejor la entienda.