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Coronavirus para un mejor periodismo

Juan Diego Godoy
18 de marzo, 2020

Si todas las crisis traen oportunidades, que la ciudadanía responsable y activa pueda redescubrir el buen periodismo es una de ellas. La crisis actual por el COVID-19 (Coronavirus) puede contribuir a este cambio de mentalidad en la sociedad y a la redefinición de lo que es y no es un medio de comunicación útil para todo aquel que quiere conocer la verdad, formarse un criterio ante la actualidad y poder emitir una opinión que sume. Así, la pandemia del virus está muy conectada a la pandemia del mal periodismo. ¿Cómo? 

Vamos a ello. 

Ya no es noticia que el periodismo de papel y de televisión enfrentan una crisis por el auge de las redes sociales, los medios digitales y las plataformas de streaming. Por ejemplo, un estudio del Pew Research Center sobre el declive del periodismo en papel en Estados Unidos entre 1984 y 2018 comprueba que las caídas son catastróficas: de 63.3 millones de ejemplares circulando entre semana en 1984 a 28.5 millones en 2018. Hay, claro, mucho más estudios que comprueban el cambio en el consumo de periodismo, pero esos le competen a otra columna. 

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Que se compra menos papel está comprobado. Que se ve menos televisión es un hecho. Pero que cada vez se consumen más noticias e información también es cierto. Por ende, la “crisis” no es del periodismo como tal, sino del formato y del tipo de periodismo que ahora se vende, o regala. Y he ahí el meollo del asunto. 

La tecnología permitió una sobre oferta de “periodismo” en línea. Esto sería una buena noticia si la mayoría de las opciones nativas en web hubiesen sido propuestas periodísticas reales y no industrias de bulo, clickbite, morbo y desinformación, como actualmente sucede en el infinito ciberespacio. Uno de los mejores ejemplos de cómo la propagación de medios falsos que, ondeando con bandera de libertad de expresión, han contribuido a difundir contenido que resta, es la pandemia del Coronavirus. Gracias a la pandemia hemos caído en cuenta de los pésimos efectos de la existencia de estos medios y redes de difusión de información no contrastada ni oficial: el caos y el pánico creados que lejos de contribuir con el combate a la pandemia, facilitan su propagación. Si, el mal periodismo – o la ausencia de buen periodismo – también se cobra vidas humanas y sistemas económicos. 

La crisis humanitaria y económica que dejará el Coronavirus pondrá al mundo a temblar. Pero más allá de los efectos negativos, el paquete de medidas positivas que quedará después de la pandemia está encabezado por una conversación que como sociedad tenemos que tener: el papel de las plataformas digitales y la importancia de los medios de comunicación profesionales en las nuevas sociedades de la segunda década del siglo XXI. Una pandemia global como ésta ha servido de termómetro para identificar a qué medios podemos tomar en serio y a quiénes no. Cuáles son los que están capacitados para informarnos de manera saludable y segura. Quiénes son los que no sacrifican la calidad por la inmediatez y las mejores herramientas pensando en el lector primero. La pandemia también nos ayuda a identificar quiénes son los periodistas a los que realmente les apasiona informar de la mano de la verdad, conscientes de su condición humana, y quiénes solo son altavoces del pánico e imanes de atención. Quiénes son periodistas y quiénes influenciadores. 

Es también una oportunidad para que volvamos a plantear la necesidad de pagar por el buen periodismo. Unirnos a ese movimiento global que, impulsado por los principales medios 

de comunicación del mundo, está pidiendo a sus lectores que paguen por el periodismo de calidad; ese que hace apenas unas décadas era remunerado por una gran comunidad de lectores preocupados por la salud de sus democracias, la transparencia de sus instituciones y el progreso de su gente. Cambió la forma -de papel al digital, de la televisión al streaming- pero no la necesidad de consumir noticias verídicas y contrastadas, útiles y formativas. El Coronavirus acabará con la “credibilidad” de los medios de fachada para revelar la inmunidad del buen periodismo; aquel que ha sobrevivido guerras mundiales, golpes económicos, éxodos, ataques terroristas y caídas de ideologías y sistemas de opresión. Es nuestro deber poner sobre la mesa, en tiempos post-pandemia, la necesidad vital de poder contar con buenos profesionales de la comunicación para vivir en un mundo mejor.

Coronavirus para un mejor periodismo

Juan Diego Godoy
18 de marzo, 2020

Si todas las crisis traen oportunidades, que la ciudadanía responsable y activa pueda redescubrir el buen periodismo es una de ellas. La crisis actual por el COVID-19 (Coronavirus) puede contribuir a este cambio de mentalidad en la sociedad y a la redefinición de lo que es y no es un medio de comunicación útil para todo aquel que quiere conocer la verdad, formarse un criterio ante la actualidad y poder emitir una opinión que sume. Así, la pandemia del virus está muy conectada a la pandemia del mal periodismo. ¿Cómo? 

Vamos a ello. 

Ya no es noticia que el periodismo de papel y de televisión enfrentan una crisis por el auge de las redes sociales, los medios digitales y las plataformas de streaming. Por ejemplo, un estudio del Pew Research Center sobre el declive del periodismo en papel en Estados Unidos entre 1984 y 2018 comprueba que las caídas son catastróficas: de 63.3 millones de ejemplares circulando entre semana en 1984 a 28.5 millones en 2018. Hay, claro, mucho más estudios que comprueban el cambio en el consumo de periodismo, pero esos le competen a otra columna. 

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Que se compra menos papel está comprobado. Que se ve menos televisión es un hecho. Pero que cada vez se consumen más noticias e información también es cierto. Por ende, la “crisis” no es del periodismo como tal, sino del formato y del tipo de periodismo que ahora se vende, o regala. Y he ahí el meollo del asunto. 

La tecnología permitió una sobre oferta de “periodismo” en línea. Esto sería una buena noticia si la mayoría de las opciones nativas en web hubiesen sido propuestas periodísticas reales y no industrias de bulo, clickbite, morbo y desinformación, como actualmente sucede en el infinito ciberespacio. Uno de los mejores ejemplos de cómo la propagación de medios falsos que, ondeando con bandera de libertad de expresión, han contribuido a difundir contenido que resta, es la pandemia del Coronavirus. Gracias a la pandemia hemos caído en cuenta de los pésimos efectos de la existencia de estos medios y redes de difusión de información no contrastada ni oficial: el caos y el pánico creados que lejos de contribuir con el combate a la pandemia, facilitan su propagación. Si, el mal periodismo – o la ausencia de buen periodismo – también se cobra vidas humanas y sistemas económicos. 

La crisis humanitaria y económica que dejará el Coronavirus pondrá al mundo a temblar. Pero más allá de los efectos negativos, el paquete de medidas positivas que quedará después de la pandemia está encabezado por una conversación que como sociedad tenemos que tener: el papel de las plataformas digitales y la importancia de los medios de comunicación profesionales en las nuevas sociedades de la segunda década del siglo XXI. Una pandemia global como ésta ha servido de termómetro para identificar a qué medios podemos tomar en serio y a quiénes no. Cuáles son los que están capacitados para informarnos de manera saludable y segura. Quiénes son los que no sacrifican la calidad por la inmediatez y las mejores herramientas pensando en el lector primero. La pandemia también nos ayuda a identificar quiénes son los periodistas a los que realmente les apasiona informar de la mano de la verdad, conscientes de su condición humana, y quiénes solo son altavoces del pánico e imanes de atención. Quiénes son periodistas y quiénes influenciadores. 

Es también una oportunidad para que volvamos a plantear la necesidad de pagar por el buen periodismo. Unirnos a ese movimiento global que, impulsado por los principales medios 

de comunicación del mundo, está pidiendo a sus lectores que paguen por el periodismo de calidad; ese que hace apenas unas décadas era remunerado por una gran comunidad de lectores preocupados por la salud de sus democracias, la transparencia de sus instituciones y el progreso de su gente. Cambió la forma -de papel al digital, de la televisión al streaming- pero no la necesidad de consumir noticias verídicas y contrastadas, útiles y formativas. El Coronavirus acabará con la “credibilidad” de los medios de fachada para revelar la inmunidad del buen periodismo; aquel que ha sobrevivido guerras mundiales, golpes económicos, éxodos, ataques terroristas y caídas de ideologías y sistemas de opresión. Es nuestro deber poner sobre la mesa, en tiempos post-pandemia, la necesidad vital de poder contar con buenos profesionales de la comunicación para vivir en un mundo mejor.