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Todólogos

Juan Diego Godoy
04 de mayo, 2020

Hemos fracasado y la expansión de la crisis sanitaria, económica y social que está provocando la pandemia por la Covid-19 sólo ha sido la guinda del pastel. La fe en la humanidad común —en nosotros — puede declararse perdida. Así que, con semejante escenario apocalíptico pisándonos los talones, no veo otra solución más que los gobiernos, médicos, científicos y economistas acudan a las redes sociales —sobre todo a Twitter— para encontrar allí a aquella especie superior al Homo Sapiens que por respeto no ha querido quitarnos el protagonismo que por siglos hemos tenido en los libros de historia. Ha llegado el momento de llamar a los Todólogos para que se hagan cargo de nuestro desastre. 

Ahí, refugiados entre tuits de 250 caracteres, encarcelados en un post Facebook o recluidos en un video de tres minutos en Instagram TV, están los grandes expertos; aquellos que curiosamente nacieron sabiendo todo lo que hay que saber para superar una pandemia sin precedentes. Son los Todólogos.  Con ’T’ mayúscula. Tienen licenciaturas, másters y doctorados en política, comunicación, sociología, periodismo, teología, filosofía y además son pilares de la ética y la moral. Sus títulos no provienen de ninguna universidad o casa de estudios —salvo excepciones— porque no necesitan que alguien más valide sus conocimientos. Ellos lo saben todo porque, o lo han estudiado en la masiva biblioteca global a la que llamamos Internet, o han nacido con ese conocimiento.  

Quién sabe, quizás al fin hemos encontrado al Übermensch(superhombre). Es una lástima que Nietzsche no esté vivo para verlo alzarse con fuerza y resplandor entre nosotros, esa masa de ignorantes estorbosos que no hace nada bueno y que es incapaz de resolver una pandemia mundial en un abrir y cerrar de ojos. 

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Los superhombres del 2020 pueden, sin duda, arreglar el mundo con un puñetero click desde el sofá. Lo que sucede es que las cosas no las harán de gratis. Es entendible, todo tiene un precio. Ellos son nuestros salvadores y un poquito de gratitud y humildad de nuestra parte no caería mal. Nosotros, tan tontos e insensibles, no hemos sido capaces de ponernos de rodillas y pedir —siempre “por favor”— que nos compartan esa fórmula matemática para acabar con todos los problemas de la humanidad de una vez por todas. Ellos deberían ser los ministros de sanidad, las presidentas, congresistas, empresarias a la cabeza de las grandes industrias y los científicos conduciendo equipos de investigación. Basta ya con nuestra terquedad de ocupar puestos que no podemos desempeñar con la perfección que sí alcanzarían los Todólogos, a quienes injustamente hemos relegado a observar cómo el mundo se va a la mierda desde sus salas de estar. 

Yo no ocupo ningún puesto importante en la pirámide mundial. Soy un simple Sapiens. No he sido elegido para ser un superhombre, un Todólogo, porque eso de las matemáticas me produce dolores de cabeza, la química me aturde y para la economía y las finanzas nunca he sido un campeón. Sé que como yo hay muchos, somos mayoría. Por eso escribo estas líneas para que nos unamos, algo así como los obreros de Marx, y roguemos juntos, como quien le reza piadosamente a una cruz, a un muro o a un Buda, para que los Übermensch escuchen nuestras plegarias y nos ayuden a curar al mundo de todos los males.

¡Todólogos de todos los países, uníos!

Todólogos

Juan Diego Godoy
04 de mayo, 2020

Hemos fracasado y la expansión de la crisis sanitaria, económica y social que está provocando la pandemia por la Covid-19 sólo ha sido la guinda del pastel. La fe en la humanidad común —en nosotros — puede declararse perdida. Así que, con semejante escenario apocalíptico pisándonos los talones, no veo otra solución más que los gobiernos, médicos, científicos y economistas acudan a las redes sociales —sobre todo a Twitter— para encontrar allí a aquella especie superior al Homo Sapiens que por respeto no ha querido quitarnos el protagonismo que por siglos hemos tenido en los libros de historia. Ha llegado el momento de llamar a los Todólogos para que se hagan cargo de nuestro desastre. 

Ahí, refugiados entre tuits de 250 caracteres, encarcelados en un post Facebook o recluidos en un video de tres minutos en Instagram TV, están los grandes expertos; aquellos que curiosamente nacieron sabiendo todo lo que hay que saber para superar una pandemia sin precedentes. Son los Todólogos.  Con ’T’ mayúscula. Tienen licenciaturas, másters y doctorados en política, comunicación, sociología, periodismo, teología, filosofía y además son pilares de la ética y la moral. Sus títulos no provienen de ninguna universidad o casa de estudios —salvo excepciones— porque no necesitan que alguien más valide sus conocimientos. Ellos lo saben todo porque, o lo han estudiado en la masiva biblioteca global a la que llamamos Internet, o han nacido con ese conocimiento.  

Quién sabe, quizás al fin hemos encontrado al Übermensch(superhombre). Es una lástima que Nietzsche no esté vivo para verlo alzarse con fuerza y resplandor entre nosotros, esa masa de ignorantes estorbosos que no hace nada bueno y que es incapaz de resolver una pandemia mundial en un abrir y cerrar de ojos. 

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Los superhombres del 2020 pueden, sin duda, arreglar el mundo con un puñetero click desde el sofá. Lo que sucede es que las cosas no las harán de gratis. Es entendible, todo tiene un precio. Ellos son nuestros salvadores y un poquito de gratitud y humildad de nuestra parte no caería mal. Nosotros, tan tontos e insensibles, no hemos sido capaces de ponernos de rodillas y pedir —siempre “por favor”— que nos compartan esa fórmula matemática para acabar con todos los problemas de la humanidad de una vez por todas. Ellos deberían ser los ministros de sanidad, las presidentas, congresistas, empresarias a la cabeza de las grandes industrias y los científicos conduciendo equipos de investigación. Basta ya con nuestra terquedad de ocupar puestos que no podemos desempeñar con la perfección que sí alcanzarían los Todólogos, a quienes injustamente hemos relegado a observar cómo el mundo se va a la mierda desde sus salas de estar. 

Yo no ocupo ningún puesto importante en la pirámide mundial. Soy un simple Sapiens. No he sido elegido para ser un superhombre, un Todólogo, porque eso de las matemáticas me produce dolores de cabeza, la química me aturde y para la economía y las finanzas nunca he sido un campeón. Sé que como yo hay muchos, somos mayoría. Por eso escribo estas líneas para que nos unamos, algo así como los obreros de Marx, y roguemos juntos, como quien le reza piadosamente a una cruz, a un muro o a un Buda, para que los Übermensch escuchen nuestras plegarias y nos ayuden a curar al mundo de todos los males.

¡Todólogos de todos los países, uníos!