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Compinchado: “cóbrame menos porque te conozco”

Juan Diego Godoy
12 de agosto, 2020

A mi generación la caracteriza la capacidad y valentía de emprender. Últimamente, el país ha sido testigo de cómo los jóvenes buscamos reinventarnos, facilitar procesos y explotar nuestras habilidades mediante la creación de nuevos modelos de negocios adaptados a las plataformas actuales. Sin embargo, con el esfuerzo que implica empezar desde cero en un país en el que las oportunidades escasean y se cotizan muy caro, existe un modus operandi tóxico que no hemos erradicado: la cultura del “cóbrame menos por el servicio que das porque soy tu (insertar aquí algún parentesco o grado de afinidad —amigo, familiar, pareja, conocido). Es la cultura del “compinchado”. 

Vamos a ello. 

Si el “compadrazgo” es el acuerdo entre dos o más personas para favorecerse mutuamente, por lo general causando daño a una tercera, el “compinchado” sucede cuando una persona engaña a otra para que le facilite un servicio sin tener que pagar por éste —o al menos pagar lo que realmente vale aquel servicio— por el simple hecho de ser “cercanos” o “conocidos”. 

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En otras palabras, es cuando tu amigo tiene un taller de reparación de autos y tú le pides que te arregle el tuyo pero “con un descuento” porque es tu amigo. O cuando tu primo tiene un restaurante y tú le pides que te cobre menos por el menú porque, claro, es tu familiar. Incluso cuando tu pareja es diseñadora y tú le pides que te haga, gratis porque es tu esposa, el logotipo de tu nueva empresa. Superficialmente no parece algo tan malo y podría interpretarse como “un favor”, pero en realidad es una falta de respeto al servicio que presta aquella persona. Es como decirle “lo que haces no vale lo mismo cuando se lo haces a un conocido”. 

¿Un mecánico repara distinto el auto de su tío que el auto de un cliente desconocido? Si la respuesta es sí, entonces el mecánico tiene un problema de ética laboral. Si la respuesta es no, entonces, ¿por qué habría de cobrarle menos a su tío y más al cliente común? 

Es preciso diferenciar entre un descuento argumentado que, libremente, ha decidido otorgar el emprendedor al cliente por diversas razones y que, como buen empresario, sabe que puede permitírselo porque no le afecta financieramente o porque sigue una estrategia de captura de clientes, por ejemplo. Ese es otro tema y escapa de la práctica del “compinchado” y, por ende, de la crítica de esta columna. 

Pagar por el verdadero valor de las cosas también es una forma de llevar a cabo la virtud de la honestidad, una manera de vivir en una sociedad que no facilite la corrupción. En el “compinchado” siempre pierde el emprendedor, aunque a simple vista este crea que lo que está haciendo es un acto de caridad y una forma de afianzar la relación con aquella persona. 

El país que queremos también se construye erradicando esos comportamientos que se sustentan en una falsa concepción de la generosidad y que perjudican a los trabajadores y emprendedores. No al “compinchado”. Sí al precio justo y al buen servicio. 

@jdgodoyes

Compinchado: “cóbrame menos porque te conozco”

Juan Diego Godoy
12 de agosto, 2020

A mi generación la caracteriza la capacidad y valentía de emprender. Últimamente, el país ha sido testigo de cómo los jóvenes buscamos reinventarnos, facilitar procesos y explotar nuestras habilidades mediante la creación de nuevos modelos de negocios adaptados a las plataformas actuales. Sin embargo, con el esfuerzo que implica empezar desde cero en un país en el que las oportunidades escasean y se cotizan muy caro, existe un modus operandi tóxico que no hemos erradicado: la cultura del “cóbrame menos por el servicio que das porque soy tu (insertar aquí algún parentesco o grado de afinidad —amigo, familiar, pareja, conocido). Es la cultura del “compinchado”. 

Vamos a ello. 

Si el “compadrazgo” es el acuerdo entre dos o más personas para favorecerse mutuamente, por lo general causando daño a una tercera, el “compinchado” sucede cuando una persona engaña a otra para que le facilite un servicio sin tener que pagar por éste —o al menos pagar lo que realmente vale aquel servicio— por el simple hecho de ser “cercanos” o “conocidos”. 

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En otras palabras, es cuando tu amigo tiene un taller de reparación de autos y tú le pides que te arregle el tuyo pero “con un descuento” porque es tu amigo. O cuando tu primo tiene un restaurante y tú le pides que te cobre menos por el menú porque, claro, es tu familiar. Incluso cuando tu pareja es diseñadora y tú le pides que te haga, gratis porque es tu esposa, el logotipo de tu nueva empresa. Superficialmente no parece algo tan malo y podría interpretarse como “un favor”, pero en realidad es una falta de respeto al servicio que presta aquella persona. Es como decirle “lo que haces no vale lo mismo cuando se lo haces a un conocido”. 

¿Un mecánico repara distinto el auto de su tío que el auto de un cliente desconocido? Si la respuesta es sí, entonces el mecánico tiene un problema de ética laboral. Si la respuesta es no, entonces, ¿por qué habría de cobrarle menos a su tío y más al cliente común? 

Es preciso diferenciar entre un descuento argumentado que, libremente, ha decidido otorgar el emprendedor al cliente por diversas razones y que, como buen empresario, sabe que puede permitírselo porque no le afecta financieramente o porque sigue una estrategia de captura de clientes, por ejemplo. Ese es otro tema y escapa de la práctica del “compinchado” y, por ende, de la crítica de esta columna. 

Pagar por el verdadero valor de las cosas también es una forma de llevar a cabo la virtud de la honestidad, una manera de vivir en una sociedad que no facilite la corrupción. En el “compinchado” siempre pierde el emprendedor, aunque a simple vista este crea que lo que está haciendo es un acto de caridad y una forma de afianzar la relación con aquella persona. 

El país que queremos también se construye erradicando esos comportamientos que se sustentan en una falsa concepción de la generosidad y que perjudican a los trabajadores y emprendedores. No al “compinchado”. Sí al precio justo y al buen servicio. 

@jdgodoyes