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Cancelando gente

Carolina Castellanos
29 de octubre, 2021

“La tiranía triunfa si las buenas personas no hacen nada.”

Prager U

Hace unos pocos años surgió la “cultura de la cancelación”. Ésta es una “innovación cultural” que designa a un cierto fenómeno extendido de retirar el apoyo, ya sea moral, financiero, digital e incluso social, a aquellas personas u organizaciones que se consideran inadmisibles, ello como consecuencia de determinados comentarios o acciones, independiente de la veracidad o falsedad de éstos, o porque esas personas o instituciones transgreden ciertas expectativas que sobre ellas había. Se ha definido como «un llamado a boicotear a alguien que ha compartido una opinión cuestionable o impopular en las redes sociales. (Wikipedia)

Esta es una forma de callar, ignorar, demeritar o desprestigiar a alguien que dijo o hizo algo reprochable. La siguiente pregunta es ¿de acuerdo a quién? La respuesta casi obvia es ¡de acuerdo a los “progres”, “chairos”, “socialistas” o como usted quiera llamarlos!

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Una persona influyente en algún círculo social “progresista” decide que usted o yo no debemos existir públicamente simplemente por no estar de acuerdo con lo que expresamos o con la forma en que actuamos. Utilizando su influencia, se convierte en un duro juez que decide castigar al emisor de tal “ofensa” desprestigiándolo, acusándolo de cualquier cosa, armando una historia que fabrica uniendo comentarios y hechos aislados pero que los une con el afán de iniciar una trama peliculesca.

Las redes sociales se han convertido en el escenario perfecto para divulgr cualquier cosa que suene “medio bien” o “algo interesante” pues la persona u organización objetivo es conocida en ese medio. Los efectos son reales al punto que logran su objetivo: cancelar públicamente a la persona u organización atacadas.

Sin embargo, estas mentes maléficas tienen éxito gracias a una característica de muchísimos navegantes en las redes sociales: la réplica o reenvío de tal historia con una inmediatez excepcional. No se detienen a cuestionar, investigar o tan siquiera dudar de su veracidad. Sin estas réplicas, esos “influencers” no tendrían éxito.

Un reciente artículo publicado en CADEP.UFM.EDU decía que “el progreso de la civilización se produjo cuando el pensamiento único dio lugar a la confrontación de ideas, las cuales fueron expuestas al proceso de ensayo y error, que permitió ver cuál de ellas seguía en pie y cuál era reemplazada”. Sin embargo, al ver lo que sucede con esta cultura de la cancelación me pregunto si realmente nuestra civilización, o simplemente nuestro país, ciudad, colonia o “la cuadra” donde vivimos, está avanzando. 

Nuestro país está demasiado polarizado y está siendo atacado constantemente por fuerzas internas y extranjeras, exacerbando la cultura de la cancelación. Nos han llevado a su territorio de destrucción y odio. En esta batalla sin cuartel, nos hemos convertido en instrumentos de de la manipulación. Ahora somos jueces implacables. La libertad de expresión se volvió libertinaje pues se perdió la responsabilidad que debe haber al emitir un juicio, una acusación o simplemente una opinión o un punto de vista. 

¿Realmente creemos que la opinión de alguien “conocido” en el  medio es válida, sin siquiera detenerse un microsegundo antes de presionar la tecla de “reenvío”? ¿Nos estamos convirtiendo en verdugos? ¿En jueces?

La realidad es que sí. La gran mayoría de nosotros hemos caído en esta práctica de “justicia social” para combatir aquello que no gustó, por medio de la acción colectiva. ¿Queremos o podemos poner un alto? Definitivamente, sí podemos, no de forma colectiva sino individual. De pronto la próxima vez que presionemos la tecla “reenviar”, nos detenemos un momento a pensar si realmente queremos el puesto de justicieros de la época de la inquisición: implacables, agresivos y sin compasión alguna. A lo mejor decidimos convertirnos en agentes de diálogo promoviendo una discusión libre y constructiva.

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Carolina Castellanos
29 de octubre, 2021

“La tiranía triunfa si las buenas personas no hacen nada.”

Prager U

Hace unos pocos años surgió la “cultura de la cancelación”. Ésta es una “innovación cultural” que designa a un cierto fenómeno extendido de retirar el apoyo, ya sea moral, financiero, digital e incluso social, a aquellas personas u organizaciones que se consideran inadmisibles, ello como consecuencia de determinados comentarios o acciones, independiente de la veracidad o falsedad de éstos, o porque esas personas o instituciones transgreden ciertas expectativas que sobre ellas había. Se ha definido como «un llamado a boicotear a alguien que ha compartido una opinión cuestionable o impopular en las redes sociales. (Wikipedia)

Esta es una forma de callar, ignorar, demeritar o desprestigiar a alguien que dijo o hizo algo reprochable. La siguiente pregunta es ¿de acuerdo a quién? La respuesta casi obvia es ¡de acuerdo a los “progres”, “chairos”, “socialistas” o como usted quiera llamarlos!

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Una persona influyente en algún círculo social “progresista” decide que usted o yo no debemos existir públicamente simplemente por no estar de acuerdo con lo que expresamos o con la forma en que actuamos. Utilizando su influencia, se convierte en un duro juez que decide castigar al emisor de tal “ofensa” desprestigiándolo, acusándolo de cualquier cosa, armando una historia que fabrica uniendo comentarios y hechos aislados pero que los une con el afán de iniciar una trama peliculesca.

Las redes sociales se han convertido en el escenario perfecto para divulgr cualquier cosa que suene “medio bien” o “algo interesante” pues la persona u organización objetivo es conocida en ese medio. Los efectos son reales al punto que logran su objetivo: cancelar públicamente a la persona u organización atacadas.

Sin embargo, estas mentes maléficas tienen éxito gracias a una característica de muchísimos navegantes en las redes sociales: la réplica o reenvío de tal historia con una inmediatez excepcional. No se detienen a cuestionar, investigar o tan siquiera dudar de su veracidad. Sin estas réplicas, esos “influencers” no tendrían éxito.

Un reciente artículo publicado en CADEP.UFM.EDU decía que “el progreso de la civilización se produjo cuando el pensamiento único dio lugar a la confrontación de ideas, las cuales fueron expuestas al proceso de ensayo y error, que permitió ver cuál de ellas seguía en pie y cuál era reemplazada”. Sin embargo, al ver lo que sucede con esta cultura de la cancelación me pregunto si realmente nuestra civilización, o simplemente nuestro país, ciudad, colonia o “la cuadra” donde vivimos, está avanzando. 

Nuestro país está demasiado polarizado y está siendo atacado constantemente por fuerzas internas y extranjeras, exacerbando la cultura de la cancelación. Nos han llevado a su territorio de destrucción y odio. En esta batalla sin cuartel, nos hemos convertido en instrumentos de de la manipulación. Ahora somos jueces implacables. La libertad de expresión se volvió libertinaje pues se perdió la responsabilidad que debe haber al emitir un juicio, una acusación o simplemente una opinión o un punto de vista. 

¿Realmente creemos que la opinión de alguien “conocido” en el  medio es válida, sin siquiera detenerse un microsegundo antes de presionar la tecla de “reenvío”? ¿Nos estamos convirtiendo en verdugos? ¿En jueces?

La realidad es que sí. La gran mayoría de nosotros hemos caído en esta práctica de “justicia social” para combatir aquello que no gustó, por medio de la acción colectiva. ¿Queremos o podemos poner un alto? Definitivamente, sí podemos, no de forma colectiva sino individual. De pronto la próxima vez que presionemos la tecla “reenviar”, nos detenemos un momento a pensar si realmente queremos el puesto de justicieros de la época de la inquisición: implacables, agresivos y sin compasión alguna. A lo mejor decidimos convertirnos en agentes de diálogo promoviendo una discusión libre y constructiva.