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La batalla de los Grammy y el ejemplo de España

Carlos Alberto Montaner
29 de noviembre, 2021

El régimen cubano lo convierte todo en una ridícula batalla. Como es incapaz de mirarse en el espejo, pues le temen a la imagen de octogenarios vencidos por la vida, asumen una visión heroica de sí mismos. Ahora mismo ha transformado la entrega de los “Grammy Latinos” del 2021 en una lucha épica contra Yotuel, Maykel Osorbo, a quien mantienen en la cárcel, Descemer Bueno, Yadam González, El Funky, Gente de Zona y Beatriz Luengo. ¿Por qué? Por ser los autores o los intérpretes de Patria y Vida (“Chancleta Records”), y porque los organizadores, con toda justicia, eligieron a esa canción como la mejor, la más destacada del año. Simultáneamente, recibieron el Premio a la “Mejor canción urbana” del 2021.

Ni siquiera fueron los únicos cubanos que obtuvieron un Grammy. Gloria Estefan y la Orquesta Aragón también fueron merecedores de uno. Gloria Estefan resultó premiada por el “Mejor Álbum Tropical del año” con Brazil305, mientras la Orquesta Aragón, fundada en 1939, 20 años antes de que surgiera la Revolución Cubana, recibió el premio al “Mejor Álbum Tropical  Tradicional” por su Cha-Cha-Cha: Homenaje a lo tradicional. La noticia sorprendió a los miembros de la orquesta, según relató Rafael Lay, su actual director e hijo de uno de los fundadores, aunque la calidad del sonido se logró en Los Ángeles por las gestiones de Isaac Delgado y Alain Pérez, dos excelentes y carismáticos intérpretes.

Observen la secuencia de los hechos. Primero fue el choque con el Movimiento San Isidro. Un grupo de jóvenes artistas muy pobres, separados del poder político, se presentaron de buena fe en el Ministerio de Cultura a hablar con el Ministro. No se les concedió esa gracia. Meses más tarde ocurrieron las protestas cívicas del 11 de julio. Miles de personas se levantaron en todo el país. No hay que ser un lince para vincular ambos sucesos. Por último, el 15 de noviembre tomó el relevo la asociación cívica “Archipiélago”, provisionalmente dirigida por Yunior García Aguilera, quien acabara exiliado en España, y a quien se debe una magnífica explicación de estos fenómenos pronunciada en la rueda de prensa.       

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El hecho de que el premio a la “Canción del año” haya sido concedida a Patria y Vida, debería haberle revelado a la dirigencia revolucionaria que tiene un mensaje que huele a naftalina. Es muy viejo. Hace 20 o 30 años hubieran premiado una canción en torno del lema Patria o Muerte, y se lo hubiera otorgado un chaval que vestía una camiseta del Che, pero hoy es impensable que algo así ocurra. ¡El primero de enero comenzará el año 63 de esa revolución y de ese régimen! Por supuesto, pueden permanecer en el sillón de mando, pero ¿hasta cuándo? El general Francisco Franco murió en la cama (aunque “sólo” llevaba 40 años en la jefatura), como Fidel, y como presumiblemente sucederá con Raúl, pero lo que no evitarán es que las jóvenes generaciones modifiquen totalmente el rumbo político del país. Así ha sido siempre en la historia del planeta.

Franco había supervisado cuidadosamente la educación de su sucesor en el Poder Ejecutivo –el rey- para garantizar que no habría sorpresas. Incluso, en el Parlamento –que es esa época se llamaba “las Cortes”- existían unos aguerridos parlamentarios que integraban “los 40 de Ayete”. Así se llamaba por el palacete en que solían reunirse, muy cerca de San Sebastián, en el “país vasco”, lugar de residencia de Franco en los veranos. Era el grupo de franquistas que, supuestamente, resistiría cualquier intento de cambio. Sólo que al frente de “los 40 de Ayete” estaba, nada más y nada menos, que Adolfo Suárez, el hombre que junto al rey, encabezó la transición una vez que Franco murió.

Ni el rey Juan Carlos ni Adolfo Suárez fueron traidores a Franco. O, si lo fueron, debieron optar una de dos lealtades conflictivas: la que le debían al viejo Caudillo que los había encumbrado personalmente, o la que les debían a las nuevas generaciones que no habían participado activamente en la guerra civil, como era el caso de ellos mismos. Tanto Juan Carlos de Borbón, como Adolfo Suárez eran producto de la Segunda Guerra mundial, o, si se quiere, de la Guerra Fría que entonces se libraba. Ellos eligieron dirigir a sus compatriotas a la modernidad y extraerlos de la primera parte del siglo XX a la que los había arrastrado el Generalísimo de España.

No sé cómo se puede obviar el ejemplo de España, pese a que, desde el punto de vista económico, los últimos 15 años del franquismo fueron espléndidos. Cuba tiene una oportunidad dorada de corregir el rumbo equivocado emprendido en 1959. Todo lo que tiene que hacer es rectificar, consultar a la sociedad, e ir, como señalaba Oswaldo Payá, “de la ley a la ley”. De lo contrario el país puede sucumbir a otra etapa de innecesaria violencia. 

La batalla de los Grammy y el ejemplo de España

Carlos Alberto Montaner
29 de noviembre, 2021

El régimen cubano lo convierte todo en una ridícula batalla. Como es incapaz de mirarse en el espejo, pues le temen a la imagen de octogenarios vencidos por la vida, asumen una visión heroica de sí mismos. Ahora mismo ha transformado la entrega de los “Grammy Latinos” del 2021 en una lucha épica contra Yotuel, Maykel Osorbo, a quien mantienen en la cárcel, Descemer Bueno, Yadam González, El Funky, Gente de Zona y Beatriz Luengo. ¿Por qué? Por ser los autores o los intérpretes de Patria y Vida (“Chancleta Records”), y porque los organizadores, con toda justicia, eligieron a esa canción como la mejor, la más destacada del año. Simultáneamente, recibieron el Premio a la “Mejor canción urbana” del 2021.

Ni siquiera fueron los únicos cubanos que obtuvieron un Grammy. Gloria Estefan y la Orquesta Aragón también fueron merecedores de uno. Gloria Estefan resultó premiada por el “Mejor Álbum Tropical del año” con Brazil305, mientras la Orquesta Aragón, fundada en 1939, 20 años antes de que surgiera la Revolución Cubana, recibió el premio al “Mejor Álbum Tropical  Tradicional” por su Cha-Cha-Cha: Homenaje a lo tradicional. La noticia sorprendió a los miembros de la orquesta, según relató Rafael Lay, su actual director e hijo de uno de los fundadores, aunque la calidad del sonido se logró en Los Ángeles por las gestiones de Isaac Delgado y Alain Pérez, dos excelentes y carismáticos intérpretes.

Observen la secuencia de los hechos. Primero fue el choque con el Movimiento San Isidro. Un grupo de jóvenes artistas muy pobres, separados del poder político, se presentaron de buena fe en el Ministerio de Cultura a hablar con el Ministro. No se les concedió esa gracia. Meses más tarde ocurrieron las protestas cívicas del 11 de julio. Miles de personas se levantaron en todo el país. No hay que ser un lince para vincular ambos sucesos. Por último, el 15 de noviembre tomó el relevo la asociación cívica “Archipiélago”, provisionalmente dirigida por Yunior García Aguilera, quien acabara exiliado en España, y a quien se debe una magnífica explicación de estos fenómenos pronunciada en la rueda de prensa.       

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El hecho de que el premio a la “Canción del año” haya sido concedida a Patria y Vida, debería haberle revelado a la dirigencia revolucionaria que tiene un mensaje que huele a naftalina. Es muy viejo. Hace 20 o 30 años hubieran premiado una canción en torno del lema Patria o Muerte, y se lo hubiera otorgado un chaval que vestía una camiseta del Che, pero hoy es impensable que algo así ocurra. ¡El primero de enero comenzará el año 63 de esa revolución y de ese régimen! Por supuesto, pueden permanecer en el sillón de mando, pero ¿hasta cuándo? El general Francisco Franco murió en la cama (aunque “sólo” llevaba 40 años en la jefatura), como Fidel, y como presumiblemente sucederá con Raúl, pero lo que no evitarán es que las jóvenes generaciones modifiquen totalmente el rumbo político del país. Así ha sido siempre en la historia del planeta.

Franco había supervisado cuidadosamente la educación de su sucesor en el Poder Ejecutivo –el rey- para garantizar que no habría sorpresas. Incluso, en el Parlamento –que es esa época se llamaba “las Cortes”- existían unos aguerridos parlamentarios que integraban “los 40 de Ayete”. Así se llamaba por el palacete en que solían reunirse, muy cerca de San Sebastián, en el “país vasco”, lugar de residencia de Franco en los veranos. Era el grupo de franquistas que, supuestamente, resistiría cualquier intento de cambio. Sólo que al frente de “los 40 de Ayete” estaba, nada más y nada menos, que Adolfo Suárez, el hombre que junto al rey, encabezó la transición una vez que Franco murió.

Ni el rey Juan Carlos ni Adolfo Suárez fueron traidores a Franco. O, si lo fueron, debieron optar una de dos lealtades conflictivas: la que le debían al viejo Caudillo que los había encumbrado personalmente, o la que les debían a las nuevas generaciones que no habían participado activamente en la guerra civil, como era el caso de ellos mismos. Tanto Juan Carlos de Borbón, como Adolfo Suárez eran producto de la Segunda Guerra mundial, o, si se quiere, de la Guerra Fría que entonces se libraba. Ellos eligieron dirigir a sus compatriotas a la modernidad y extraerlos de la primera parte del siglo XX a la que los había arrastrado el Generalísimo de España.

No sé cómo se puede obviar el ejemplo de España, pese a que, desde el punto de vista económico, los últimos 15 años del franquismo fueron espléndidos. Cuba tiene una oportunidad dorada de corregir el rumbo equivocado emprendido en 1959. Todo lo que tiene que hacer es rectificar, consultar a la sociedad, e ir, como señalaba Oswaldo Payá, “de la ley a la ley”. De lo contrario el país puede sucumbir a otra etapa de innecesaria violencia.