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El peor presidente

Luis Enrique Pérez
05 de noviembre, 2021

Un reciente reporte de la empresa de investigación estadística Cid Gallup muestra que el Señor Presidente de Guatemala es, entre los presidentes de Centroamérica, el menos aprobado por los ciudadanos. 

Empero, no es necesaria una comparación con los otros presidentes centroamericanos: la proporción de ciudadanos que no lo aprueban es suficiente para declararlo pésimo Presidente de la República. Lo reprueba 73% de los ciudadanos. Hasta el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, es menos reprobado: 67%. Y la reprobación de Nayib Bukele, presidente de El Salvador, ha de humillar al Señor Presidente: lo reprueba solo 6% de los ciudadanos. 

Presumo que la proporción de 73% de ciudadanos que reprueba al Señor Presidente incluye a ciudadanos que no meramente lo reprueban sino que lo repudian o lo detestan, o juzgan que es una maldición nacional precisamente cuando la embestida coronaviral demandaba que fuera una bendición nacional. 

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También presumo que la proporción de 27% que lo aprueba incluye a ciudadanos que se benefician del gobierno del Señor Presidente, entre ellos viejos y nuevos trabajadores del Estado, y sus familiares y amigos; o los parásitos del tesoro público; o lo familiares y amigos de los ministros, viceministros y directores generales.

Guatemala ha sido más victima de la ineptitud y negligencia del Señor Presidente, que del coronavirus mismo. Y es Guatemala uno de los países cuyo gobierno peor ha actuado para prevenir, combatir o curar la enfermedad que provoca el coronavirus. Precisamente el Lowy Institute, o Instituto Lowy, con sede en Sydney, Australia, en marzo del presente año adjudicó a Guatemala, en un orden de países desde el mejor hasta el peor administrador de la crisis provocada por el coronavirus,  la posición 91 entre 116 países.

La embestida coronaviral no ha sido peor, no por las decisiones, los actos o las obras del Señor Presidente. No ha sido peor por el trabajo heroico, laborioso, sacrificado y riesgoso de médicos y paramédicos de los hospitales públicos, y de los directores de esos hospitales. Ese trabajo es merecedor de cientos de condecoraciones, y ha podido parcialmente compensar la ineptitud y la negligencia del Señor Presidente, y sus efectos inmediatos: carencia de insumos, torpe proceso de adquisición de vacunas, hacinamiento hospitalario de contagiados, y caótico servicio de vacunación.

Agrégase a la negligencia y la ineptitud del Señor Presidente, la presunción de que ha aprovechado la embestida coronaviral para enriquecerse ilícitamente. Y, por supuesto, no es suficiente acusarlo de cometer actos de tal enriquecimiento. Hay que demostrar que los ha cometido. Empero, no está prohibido conjeturar que los ha cometido si hay indicios que imponen esa conjetura. Y los hay. Un ejemplo es la confusa y hasta oculta celebración de contratos para adquirir vacunas. Y creo que hay mil indicios de corruptibilidad, y ninguno de honradez, del Señor Presidente.

Me apresuro a declarar que no disfruto de la cuantiosa improbación de la que es sujeto el Señor Presidente. Tampoco disfruto de reiterar su ineptitud y su negligencia, y su absurda actuación en la crisis viral que sufre nuestro país. Sucede lo opuesto. Nunca hubiera querido que aquel que fue electo porque no parecía ser la peor opción presidencial, ahora sea reprobado, repudiado y detestado, o sea declarado maldición nacional. No hubiera querido que fuera un licencioso inepto y un vicioso negligente que ha multiplicado el daño que podía causar el coronavirus; ni hubiera querido que se presumiera que ha aprovechado la catástrofe coronaviral para enriquecerse ilícitamente. No lo hubiera querido; pero los hechos exigen reconocer, con dolorosa objetividad, lo que ha ocurrido y lo que ocurre durante el gobierno del Señor Presidente.

Post scriptum. De ninguna manera mi opinión sobre el Señor Presidente insinúa que apruebo las acciones de quienes quieren derribarlo para instituir un gobierno socialista. Tal gobierno sería incuantificablemente peor que el gobierno del Señor Presidente. Consoladoramente, la catástrofe viral, aun incrementada por el Señor Presidente, es mejor que el socialismo.

El peor presidente

Luis Enrique Pérez
05 de noviembre, 2021

Un reciente reporte de la empresa de investigación estadística Cid Gallup muestra que el Señor Presidente de Guatemala es, entre los presidentes de Centroamérica, el menos aprobado por los ciudadanos. 

Empero, no es necesaria una comparación con los otros presidentes centroamericanos: la proporción de ciudadanos que no lo aprueban es suficiente para declararlo pésimo Presidente de la República. Lo reprueba 73% de los ciudadanos. Hasta el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, es menos reprobado: 67%. Y la reprobación de Nayib Bukele, presidente de El Salvador, ha de humillar al Señor Presidente: lo reprueba solo 6% de los ciudadanos. 

Presumo que la proporción de 73% de ciudadanos que reprueba al Señor Presidente incluye a ciudadanos que no meramente lo reprueban sino que lo repudian o lo detestan, o juzgan que es una maldición nacional precisamente cuando la embestida coronaviral demandaba que fuera una bendición nacional. 

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También presumo que la proporción de 27% que lo aprueba incluye a ciudadanos que se benefician del gobierno del Señor Presidente, entre ellos viejos y nuevos trabajadores del Estado, y sus familiares y amigos; o los parásitos del tesoro público; o lo familiares y amigos de los ministros, viceministros y directores generales.

Guatemala ha sido más victima de la ineptitud y negligencia del Señor Presidente, que del coronavirus mismo. Y es Guatemala uno de los países cuyo gobierno peor ha actuado para prevenir, combatir o curar la enfermedad que provoca el coronavirus. Precisamente el Lowy Institute, o Instituto Lowy, con sede en Sydney, Australia, en marzo del presente año adjudicó a Guatemala, en un orden de países desde el mejor hasta el peor administrador de la crisis provocada por el coronavirus,  la posición 91 entre 116 países.

La embestida coronaviral no ha sido peor, no por las decisiones, los actos o las obras del Señor Presidente. No ha sido peor por el trabajo heroico, laborioso, sacrificado y riesgoso de médicos y paramédicos de los hospitales públicos, y de los directores de esos hospitales. Ese trabajo es merecedor de cientos de condecoraciones, y ha podido parcialmente compensar la ineptitud y la negligencia del Señor Presidente, y sus efectos inmediatos: carencia de insumos, torpe proceso de adquisición de vacunas, hacinamiento hospitalario de contagiados, y caótico servicio de vacunación.

Agrégase a la negligencia y la ineptitud del Señor Presidente, la presunción de que ha aprovechado la embestida coronaviral para enriquecerse ilícitamente. Y, por supuesto, no es suficiente acusarlo de cometer actos de tal enriquecimiento. Hay que demostrar que los ha cometido. Empero, no está prohibido conjeturar que los ha cometido si hay indicios que imponen esa conjetura. Y los hay. Un ejemplo es la confusa y hasta oculta celebración de contratos para adquirir vacunas. Y creo que hay mil indicios de corruptibilidad, y ninguno de honradez, del Señor Presidente.

Me apresuro a declarar que no disfruto de la cuantiosa improbación de la que es sujeto el Señor Presidente. Tampoco disfruto de reiterar su ineptitud y su negligencia, y su absurda actuación en la crisis viral que sufre nuestro país. Sucede lo opuesto. Nunca hubiera querido que aquel que fue electo porque no parecía ser la peor opción presidencial, ahora sea reprobado, repudiado y detestado, o sea declarado maldición nacional. No hubiera querido que fuera un licencioso inepto y un vicioso negligente que ha multiplicado el daño que podía causar el coronavirus; ni hubiera querido que se presumiera que ha aprovechado la catástrofe coronaviral para enriquecerse ilícitamente. No lo hubiera querido; pero los hechos exigen reconocer, con dolorosa objetividad, lo que ha ocurrido y lo que ocurre durante el gobierno del Señor Presidente.

Post scriptum. De ninguna manera mi opinión sobre el Señor Presidente insinúa que apruebo las acciones de quienes quieren derribarlo para instituir un gobierno socialista. Tal gobierno sería incuantificablemente peor que el gobierno del Señor Presidente. Consoladoramente, la catástrofe viral, aun incrementada por el Señor Presidente, es mejor que el socialismo.