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Huyendo del igualitarismo

Jose Azel
16 de febrero, 2021

Cuando se analiza el éxodo de personas de regímenes comunistas como Cuba es práctica común describir su escape como una huída de la opresión o una búsqueda de libertad. Esas definiciones son evocativas, pero para profundizar nuestra comprensión de las raíces de estas migraciones es útil considerarlas también como un escape del igualitarismo. Escapar del igualitarismo es una descripción que contribuye intelectualmente a nuestra discusión política actual sobre la desigualdad.  

Las ideologías colectivistas se basan en la idea de que la vida de un individuo no le pertenece a él sino a la sociedad de la que forma parte. El individuo no es reconocido como alguien que tiene derechos, por lo que debe renunciar a sus valores para el “bienestar mayor” del grupo. El pensamiento comunista identifica al colectivo como la unidad central de las preocupaciones morales. Desde el punto de vista colectivista la persona no tiene más derechos que los que la sociedad le permite disfrutar.

En contraste, el liberalismo clásico sostiene que cada individuo es moralmente un fin en sí mismo y tiene el derecho moral de actuar de acuerdo a su propio juicio, libre de coacción gubernamental. De esta forma, el individualismo ha impulsado la más inspiradora explosión de creación de riqueza y reducción de pobreza que el mundo haya conocido. 

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A pesar de su incomparable record reduciendo pobreza, el individualismo, que es esencialmente nuestra búsqueda de la libertad personal, ha sido castigado por los pensadores colectivistas como una filosofía egoísta que debe reemplazarse por el igualitarismo impuesto por el Estado. Pero es precisamente de ese igualitarismo forzado que buscan escapar aquellos que huyen de las sociedades comunistas. La libertad es individual, no colectiva.

Los cubanos que huyen de la isla trágica ya han experimentado las devastadoras consecuencias morales y económicas de las políticas colectivistas que buscan crear una sociedad igualitarista, un experimento fallido que buscaba crear un “hombre nuevo” que sería colectivista en actitud y dispuesto al sacrificio por el bien común. Ese experimento resultó en una sociedad disfuncional en bancarrota económica, caracterizada por enormes sistemas represivos de control social y un gobierno con ilimitado poder sobre sus ciudadanos. 

Para ser claro: el igualitarismo del que huyen millones de personas es el igualitarismo en logros económicos impuesto por la clase dirigente. No es la igualdad de oportunidades que es antípoda al igualitarismo.   Rechazan un igualitarismo que, en cierto sentido, apuntala los llamados a una redistribución del ingreso en Estados Unidos. Quienes proponen la redistribución del ingreso yerran al no reconocer que cuando se confisca la riqueza de una persona se viola directamente su libertad.

Por definición, en una sociedad libre en todo momento el 20% de su población estará en el segmento más bajo de ingresos (los pobres), y otro 20% estará en el más elevado (los ricos). Pero en una economía de libre mercado en expansión el ingreso se incrementa para ambos segmentos. Sí, los ricos serán más ricos, pero también los pobres prosperarán.

En un sistema de libre mercado la población de ambos segmentos mencionados cambia constantemente. Estudios de distribución de ingresos en sociedades de libre mercado revelan un notable grado de movilidad de ingresos, con individuos subiendo y bajando en las escalas de distribución de ingresos. Es decir, los segmentos estarán siempre llenos, pero no siempre con las mismas personas. Las sociedades de libre mercado ofrecen la oportunidad de escapar del igualitarismo impuesto por el colectivismo.

Así, uno de los atractivos de las sociedades libres es que se caracterizan por lo que los sociólogos califican como “circulación de élites”, donde nadie está impedido de entrar en las filas de la élite económica. Las élites económicas en las sociedades de mercado están siempre abiertas a nuevos miembros, mientras las élites en otras sociedades tienden a permanecer estáticas basadas en predominio militar, pertenencia a grupos o conexiones familiares.

En sociedades de mercado abundan ejemplos de individuos que abandonaron países donde los mercados eran severamente restringidos u obstaculizados por los políticamente conectados, y en una generación triunfaron y se incorporaron al segmento superior. En Miami sobresale el ejemplo cubano.

Mientras en Estados Unidos nos aventuramos en esfuerzos para redistribuir la riqueza, vale la pena comprender por qué las personas huyen del igualitarismo que estaríamos tratando de establecer. El cientista social José Benegas define la esclavitud como el 100% de expropiación del trabajo de un individuo. Esa definición nos recuerda que apropiarse coercitivamente de cualquier porción del ingreso de una persona constituye esclavitud parcial.

El Dr. José Azel es Investigador Senior en el Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami, y autor del libro Mañana in Cuba.

Huyendo del igualitarismo

Jose Azel
16 de febrero, 2021

Cuando se analiza el éxodo de personas de regímenes comunistas como Cuba es práctica común describir su escape como una huída de la opresión o una búsqueda de libertad. Esas definiciones son evocativas, pero para profundizar nuestra comprensión de las raíces de estas migraciones es útil considerarlas también como un escape del igualitarismo. Escapar del igualitarismo es una descripción que contribuye intelectualmente a nuestra discusión política actual sobre la desigualdad.  

Las ideologías colectivistas se basan en la idea de que la vida de un individuo no le pertenece a él sino a la sociedad de la que forma parte. El individuo no es reconocido como alguien que tiene derechos, por lo que debe renunciar a sus valores para el “bienestar mayor” del grupo. El pensamiento comunista identifica al colectivo como la unidad central de las preocupaciones morales. Desde el punto de vista colectivista la persona no tiene más derechos que los que la sociedad le permite disfrutar.

En contraste, el liberalismo clásico sostiene que cada individuo es moralmente un fin en sí mismo y tiene el derecho moral de actuar de acuerdo a su propio juicio, libre de coacción gubernamental. De esta forma, el individualismo ha impulsado la más inspiradora explosión de creación de riqueza y reducción de pobreza que el mundo haya conocido. 

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A pesar de su incomparable record reduciendo pobreza, el individualismo, que es esencialmente nuestra búsqueda de la libertad personal, ha sido castigado por los pensadores colectivistas como una filosofía egoísta que debe reemplazarse por el igualitarismo impuesto por el Estado. Pero es precisamente de ese igualitarismo forzado que buscan escapar aquellos que huyen de las sociedades comunistas. La libertad es individual, no colectiva.

Los cubanos que huyen de la isla trágica ya han experimentado las devastadoras consecuencias morales y económicas de las políticas colectivistas que buscan crear una sociedad igualitarista, un experimento fallido que buscaba crear un “hombre nuevo” que sería colectivista en actitud y dispuesto al sacrificio por el bien común. Ese experimento resultó en una sociedad disfuncional en bancarrota económica, caracterizada por enormes sistemas represivos de control social y un gobierno con ilimitado poder sobre sus ciudadanos. 

Para ser claro: el igualitarismo del que huyen millones de personas es el igualitarismo en logros económicos impuesto por la clase dirigente. No es la igualdad de oportunidades que es antípoda al igualitarismo.   Rechazan un igualitarismo que, en cierto sentido, apuntala los llamados a una redistribución del ingreso en Estados Unidos. Quienes proponen la redistribución del ingreso yerran al no reconocer que cuando se confisca la riqueza de una persona se viola directamente su libertad.

Por definición, en una sociedad libre en todo momento el 20% de su población estará en el segmento más bajo de ingresos (los pobres), y otro 20% estará en el más elevado (los ricos). Pero en una economía de libre mercado en expansión el ingreso se incrementa para ambos segmentos. Sí, los ricos serán más ricos, pero también los pobres prosperarán.

En un sistema de libre mercado la población de ambos segmentos mencionados cambia constantemente. Estudios de distribución de ingresos en sociedades de libre mercado revelan un notable grado de movilidad de ingresos, con individuos subiendo y bajando en las escalas de distribución de ingresos. Es decir, los segmentos estarán siempre llenos, pero no siempre con las mismas personas. Las sociedades de libre mercado ofrecen la oportunidad de escapar del igualitarismo impuesto por el colectivismo.

Así, uno de los atractivos de las sociedades libres es que se caracterizan por lo que los sociólogos califican como “circulación de élites”, donde nadie está impedido de entrar en las filas de la élite económica. Las élites económicas en las sociedades de mercado están siempre abiertas a nuevos miembros, mientras las élites en otras sociedades tienden a permanecer estáticas basadas en predominio militar, pertenencia a grupos o conexiones familiares.

En sociedades de mercado abundan ejemplos de individuos que abandonaron países donde los mercados eran severamente restringidos u obstaculizados por los políticamente conectados, y en una generación triunfaron y se incorporaron al segmento superior. En Miami sobresale el ejemplo cubano.

Mientras en Estados Unidos nos aventuramos en esfuerzos para redistribuir la riqueza, vale la pena comprender por qué las personas huyen del igualitarismo que estaríamos tratando de establecer. El cientista social José Benegas define la esclavitud como el 100% de expropiación del trabajo de un individuo. Esa definición nos recuerda que apropiarse coercitivamente de cualquier porción del ingreso de una persona constituye esclavitud parcial.

El Dr. José Azel es Investigador Senior en el Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami, y autor del libro Mañana in Cuba.