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Hija: no seas feminista, sé emprendedora.

Roberto Carlos Recinos-Abularach
10 de marzo, 2021

En la misma semana, fui testigo de dos eventos que trascendieron, a propósito del Día Internacional de la Mujer.  Con mi ojo izquierdo vi a grupos de mujeres desequilibradas y sin oficio salir a las calles de varias ciudades del mundo a bramar incoherencias, romperlo todo a su paso y apuntar el dedito del juicio a ese animal mitológico que, como el Pie Grande, muchas lo nombran, pero éste nunca se deja ver: el patriarcado.  

Mientras tanto, con mi ojo derecho -el más hábil de mis ojos, vale decir- observé con gran admiración cómo 3 mujeres que vienen del maltrato y la violencia optaban por iniciar su cafetería propia para afrontar sus problemas de economía y sociedad, sin pretextos, sin fantasmas, sin abstracciones grandilocuentes. Ellas lo ven claro: tienen necesidad y por ello se disponen a aprovechar cualquier oportunidad que se les presente para emprender. 

Podríamos decir, pues, que nos encontramos hoy ante una encrucijada épica: promover y desarrollar el modelo feminista, edificado sobre una cultura de victimización y dependencia o hacerlo así con un modelo de empoderamiento personal y familiar basado en una cultura emprededora, creadora e innovadora.

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¿Por dónde caminar? 

Feminsimo es disonancia 

Los mantras de la mente feminista están abarrotados de contradicciones imposibles de reconciliar. Es absurdo pensar que se puede combatir la violencia contra la mujer con violencia indiscriminada contra todo el mundo. O que el empoderamiento personal se obtiene a través de una retórica de victimización permanente. O que para obtener la igualdad política necesitan cuotas obligatorias, otorgadas por un Estado paternalista desde arriba, a pesar de ser iguales a los hombres en capacidades naturales. O que la mejor manera de descosificar sexualmente a la mujer es sacándose las tetas o meando en el espacio público. O, la peor de todas, que para edificar una sociedad más justa y humana se debe promover, invariablemente, el libertinaje sexoabortista.

¡Cuantos desvaríos en una sola cabeza!

Si observamos fríamente, pareciera que la militancia feminista no desea que el llamado machismo termine nunca, pues se quedaría sin pasatiempo y sin identidad política. Reaccionan, pues, con odio y desinformación para mantener vivo el espéctro que les da propósito. Poco les importa nutrir conflictos artificialmente y nada les importan sus consecuencias transversales, aunque sea en detrimento de otras mujeres o niñas – como se ha visto una y otra vez.

Y ojo, que la mayoría de las mujeres se desmarcan del feminismo. Por algo será. De hecho, después de cada marcha feminista hay menos feministas, menos empatía, menos justicia, menos amor en el mundo.  Qué raro, ¿no?

Pero nos queda una esperanza: lo que las feministas quitan al mundo, las emprendedoras pueden devolver con creces.

Emprendimiento es coherencia

La mujer emprendedora identifica oportunidades donde otras solo ven problemas. Propone donde otras solo saben quejarse. Construye donde otras lo queman todo. Una mujer emprendedora avanza soluciones, articula, desatasca, habilita y, sobre todo, crea valor para sí, su familia y su entorno.  Es más, una emprendedora vive el emprendimiento como modelo de vida, no como mera estrategia de negocios. Como Rosa, María y Luisa, quienes identificaron un chance para cambiar su estátus y saltaron sobre él sin pedirle favores a nadie, sin necesidad de hacer teatro, lanzar pataletas o gritar tonterías. 

Las emprendedoras son adultas libres y responsables. 

Es gracias a ellas -y otras como ellas- que haremos de Guatemala, como he escuchado decir al Ministro de Economía, “un país emprendedor, innovador, productor y exportador”.

Y, ojo, que ya vamos en esa ruta. Y todos ustedes, invitadísimos.

Y es que, como he dicho en algún sitio, todos los problemas de convivencia y sociedad tienen una base socioeconómica, aunque éstos tengan, a su vez, raices espirtuales o psicológicas.

No deambulen más, amigas. Las mujeres en busca de sentido de propósito pueden encontrar uno aquí: trascender el feminismo desde el paradigma emprendedor y darles a sus hijas una mejor opción para vivir intensamente su feminidad.

Hija: no seas feminista, sé emprendedora.

Roberto Carlos Recinos-Abularach
10 de marzo, 2021

En la misma semana, fui testigo de dos eventos que trascendieron, a propósito del Día Internacional de la Mujer.  Con mi ojo izquierdo vi a grupos de mujeres desequilibradas y sin oficio salir a las calles de varias ciudades del mundo a bramar incoherencias, romperlo todo a su paso y apuntar el dedito del juicio a ese animal mitológico que, como el Pie Grande, muchas lo nombran, pero éste nunca se deja ver: el patriarcado.  

Mientras tanto, con mi ojo derecho -el más hábil de mis ojos, vale decir- observé con gran admiración cómo 3 mujeres que vienen del maltrato y la violencia optaban por iniciar su cafetería propia para afrontar sus problemas de economía y sociedad, sin pretextos, sin fantasmas, sin abstracciones grandilocuentes. Ellas lo ven claro: tienen necesidad y por ello se disponen a aprovechar cualquier oportunidad que se les presente para emprender. 

Podríamos decir, pues, que nos encontramos hoy ante una encrucijada épica: promover y desarrollar el modelo feminista, edificado sobre una cultura de victimización y dependencia o hacerlo así con un modelo de empoderamiento personal y familiar basado en una cultura emprededora, creadora e innovadora.

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Feminsimo es disonancia 

Los mantras de la mente feminista están abarrotados de contradicciones imposibles de reconciliar. Es absurdo pensar que se puede combatir la violencia contra la mujer con violencia indiscriminada contra todo el mundo. O que el empoderamiento personal se obtiene a través de una retórica de victimización permanente. O que para obtener la igualdad política necesitan cuotas obligatorias, otorgadas por un Estado paternalista desde arriba, a pesar de ser iguales a los hombres en capacidades naturales. O que la mejor manera de descosificar sexualmente a la mujer es sacándose las tetas o meando en el espacio público. O, la peor de todas, que para edificar una sociedad más justa y humana se debe promover, invariablemente, el libertinaje sexoabortista.

¡Cuantos desvaríos en una sola cabeza!

Si observamos fríamente, pareciera que la militancia feminista no desea que el llamado machismo termine nunca, pues se quedaría sin pasatiempo y sin identidad política. Reaccionan, pues, con odio y desinformación para mantener vivo el espéctro que les da propósito. Poco les importa nutrir conflictos artificialmente y nada les importan sus consecuencias transversales, aunque sea en detrimento de otras mujeres o niñas – como se ha visto una y otra vez.

Y ojo, que la mayoría de las mujeres se desmarcan del feminismo. Por algo será. De hecho, después de cada marcha feminista hay menos feministas, menos empatía, menos justicia, menos amor en el mundo.  Qué raro, ¿no?

Pero nos queda una esperanza: lo que las feministas quitan al mundo, las emprendedoras pueden devolver con creces.

Emprendimiento es coherencia

La mujer emprendedora identifica oportunidades donde otras solo ven problemas. Propone donde otras solo saben quejarse. Construye donde otras lo queman todo. Una mujer emprendedora avanza soluciones, articula, desatasca, habilita y, sobre todo, crea valor para sí, su familia y su entorno.  Es más, una emprendedora vive el emprendimiento como modelo de vida, no como mera estrategia de negocios. Como Rosa, María y Luisa, quienes identificaron un chance para cambiar su estátus y saltaron sobre él sin pedirle favores a nadie, sin necesidad de hacer teatro, lanzar pataletas o gritar tonterías. 

Las emprendedoras son adultas libres y responsables. 

Es gracias a ellas -y otras como ellas- que haremos de Guatemala, como he escuchado decir al Ministro de Economía, “un país emprendedor, innovador, productor y exportador”.

Y, ojo, que ya vamos en esa ruta. Y todos ustedes, invitadísimos.

Y es que, como he dicho en algún sitio, todos los problemas de convivencia y sociedad tienen una base socioeconómica, aunque éstos tengan, a su vez, raices espirtuales o psicológicas.

No deambulen más, amigas. Las mujeres en busca de sentido de propósito pueden encontrar uno aquí: trascender el feminismo desde el paradigma emprendedor y darles a sus hijas una mejor opción para vivir intensamente su feminidad.