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Honestidad intelectual

Redacción
18 de marzo, 2021

En la diversidad de ideas está la riqueza humana. Y para explotar esa riqueza, es necesario que  esas ideas sean comunicadas para ser juzgadas y digeridas por otras mentes. Ahora bien, ¿es  posible este intercambio de ideas entre dos polos opuestos sin caer en los vicios de la imposición  de las mismas? No solo es posible, sino necesario. Y urgente.  

Vamos a ello. 

Querer que todos tengan el mismo pensamiento, es imposible e ingenuo, de la misma manera  que callar las opiniones propias y desaprovechar los espacios para plantearlas también es una  forma de autocensura poco estratégica y patética. En la arena del debate y del diálogo —en la  que figuramos como gladiadores— hemos de comprender que quienes nos medimos frente  a frente lo hacemos con el único fin de tender puentes con las personas que piensan  distinto, para poder encontrar puntos en común sobre los cuáles partir y establecer vínculos  sólidos para que otras personas puedan cruzarlos.  

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En la multiplicidad de posturas no solamente encontramos riqueza cultural, política, ideológica,  religiosa y económica, también encontramos el camino que nos puede aproximar a la Verdad.  Hace unos días conversé sobre este tema con Agustín Laje, escritor y politólogo argentino. Traigo a colación su  respuesta —independientemente de lo que piense usted en torno a esta figura— porque  considero que, vista desde un plano racional, es muy acertada.  

¿Cómo tendemos estos puentes? ¿Qué bases tiene que haber para que no colapsen?  Coincidimos en que construir “puentes de ideas” consiste en plantear una hipótesis, refutarla,  dejar que otros la refuten y luego replantearla. Así se construyen los mejores diálogos, bajo un  formato parecido al que sigue el Método Científico. Pero existen algunos vicios durante estos  planteamientos, como por ejemplo, plantear una hipótesis sin permitir refutaciones y prohibir que  resuenen opiniones contrarias a la hipótesis planteada, violando el debido proceso del Método  Científico.  

Cuando un gladiador que rechaza el Método Científico llega a la arena del debate de ideas, lo  mejor es evitar esa confrontación. La razón es simple: no se disputa un partido de fútbol con  alguien que pretende jugarlo pero bajo las reglas del basquetbol. Las batallas se eligen, y en este  caso, deben elegirse cuando sepamos que ambas partes buscan edificar puentes, no cavar  zanjas. En la conversación que tuvimos, Laje le puso un nombre a este comportamiento, y me  pareció bastante acertado: honestidad intelectual.  

La honestidad intelectual es ese requisito básico que ambas partes —ambos gladiadores— se  comprometen a respetar, pues han llegado a la arena para buscar que el conocimiento  avance en favor de la Verdad y en favor del bien común. Por ello, cuando la honestidad  intelectual falta en el diálogo, sobran motivaciones perversas en el debate de ideas, tales como  incentivos materialistas o partidistas que suelen trabajar a base de extorsión, abuso de poder,  corrupción y manipulación.  

La próxima vez que usted participe en un intercambio de ideas, asegúrese que existe entre  ambas parte ese requisito común llamado “honestidad intelectual”, que es infraestructura y  tierra firme para crear el puente. De lo contrario, no pierda su tiempo. No construya su puente  sobre arena movediza.  

@jdgodoyes

Honestidad intelectual

Redacción
18 de marzo, 2021

En la diversidad de ideas está la riqueza humana. Y para explotar esa riqueza, es necesario que  esas ideas sean comunicadas para ser juzgadas y digeridas por otras mentes. Ahora bien, ¿es  posible este intercambio de ideas entre dos polos opuestos sin caer en los vicios de la imposición  de las mismas? No solo es posible, sino necesario. Y urgente.  

Vamos a ello. 

Querer que todos tengan el mismo pensamiento, es imposible e ingenuo, de la misma manera  que callar las opiniones propias y desaprovechar los espacios para plantearlas también es una  forma de autocensura poco estratégica y patética. En la arena del debate y del diálogo —en la  que figuramos como gladiadores— hemos de comprender que quienes nos medimos frente  a frente lo hacemos con el único fin de tender puentes con las personas que piensan  distinto, para poder encontrar puntos en común sobre los cuáles partir y establecer vínculos  sólidos para que otras personas puedan cruzarlos.  

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En la multiplicidad de posturas no solamente encontramos riqueza cultural, política, ideológica,  religiosa y económica, también encontramos el camino que nos puede aproximar a la Verdad.  Hace unos días conversé sobre este tema con Agustín Laje, escritor y politólogo argentino. Traigo a colación su  respuesta —independientemente de lo que piense usted en torno a esta figura— porque  considero que, vista desde un plano racional, es muy acertada.  

¿Cómo tendemos estos puentes? ¿Qué bases tiene que haber para que no colapsen?  Coincidimos en que construir “puentes de ideas” consiste en plantear una hipótesis, refutarla,  dejar que otros la refuten y luego replantearla. Así se construyen los mejores diálogos, bajo un  formato parecido al que sigue el Método Científico. Pero existen algunos vicios durante estos  planteamientos, como por ejemplo, plantear una hipótesis sin permitir refutaciones y prohibir que  resuenen opiniones contrarias a la hipótesis planteada, violando el debido proceso del Método  Científico.  

Cuando un gladiador que rechaza el Método Científico llega a la arena del debate de ideas, lo  mejor es evitar esa confrontación. La razón es simple: no se disputa un partido de fútbol con  alguien que pretende jugarlo pero bajo las reglas del basquetbol. Las batallas se eligen, y en este  caso, deben elegirse cuando sepamos que ambas partes buscan edificar puentes, no cavar  zanjas. En la conversación que tuvimos, Laje le puso un nombre a este comportamiento, y me  pareció bastante acertado: honestidad intelectual.  

La honestidad intelectual es ese requisito básico que ambas partes —ambos gladiadores— se  comprometen a respetar, pues han llegado a la arena para buscar que el conocimiento  avance en favor de la Verdad y en favor del bien común. Por ello, cuando la honestidad  intelectual falta en el diálogo, sobran motivaciones perversas en el debate de ideas, tales como  incentivos materialistas o partidistas que suelen trabajar a base de extorsión, abuso de poder,  corrupción y manipulación.  

La próxima vez que usted participe en un intercambio de ideas, asegúrese que existe entre  ambas parte ese requisito común llamado “honestidad intelectual”, que es infraestructura y  tierra firme para crear el puente. De lo contrario, no pierda su tiempo. No construya su puente  sobre arena movediza.  

@jdgodoyes