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El algoritmo de Bukele

Fernando García Molina
24 de marzo, 2021

La forma tradicional de proselitismo político ha cambiado, en deterioro de la democracia. Hoy, predominan procedimientos (algoritmos) electoreros donde lo importante es la propaganda y no el candidato. Las campañas son dirigidas por expertos internacionales cuyos honorarios son elevados. Ellos conocen lo hecho en otros países, lo que funciona y lo que ha fracasado. Saben cómo piensan los electores y cómo manipularlos. Así, en mucho, la contienda no es entre partidos y candidatos sino entre asesores que permanecen ocultos al público.

A mediados del siglo pasado, los candidatos emulaban la arenga de Hitler o Mussolini. Agitaban las manos a la altura de la cabeza, ofrecían afirmaciones temerarias, gritaban, hacían uso de expresión facial, y se desplazaban sobre escenarios y tarimas, con movimientos estudiados … Al verlos hoy, uno no puede sino identificar un teatro ridículo.

Después llegó la época del soborno político que inició con regalos: gorras, camisetas y gorgoritos que muy pronto se ampliaron a pelotas y luego láminas y otros materiales de construcción. Más tarde, a los regalos se unió el poder de canciones pegajosas. En los últimos diez años algunos rifaron motos o caballos finos.

Así, con regalos cada vez más costosos, los candidatos fueron progresivamente menos relevantes. Prevaleció la ausencia de sustento en los discursos. Con muchos candidatos (más de 20), nada se puede esperar de los debates.

Al principio, los electores contribuyeron, en dinero o en especie, a cubrir el costo de las campañas. Después fueron grandes organizaciones internacionales como el PS o la DC, más tarde predominó el financiamiento de los empresarios y recientemente los narcotraficantes. En su turno cada uno recuperaba su inversión con creces.

Lo que hoy conocemos como democracia, no es sino una forma de atraco por parte de un grupo de políticos hacia toda la nación. El fenómeno se repite en muchos países, incluso en aquellos que antes fundaron la democracia representativa.

En El Salvador un candidato utilizó un algoritmo diferente.

Quizá no fue un plan preconcebido. Tal vez las circunstancias se fueron presentando y una secuencia de muchas pequeñas decisiones afortunadas condujo al resultado, utilizando medios no sólo diferentes sino también lícitos. De manera muy simple, el algoritmo consiste en seleccionar una población pequeña, abandonada, pero con potencial de desarrollo, mejor si cercana a la Capital. Quien busca llegar a presidente, primero debe postularse para alcalde de esa población. Su preparación, conocimiento, contactos y demás condiciones deberán darle ventaja sobre los candidatos locales.

Como alcalde, debe desarrollar una gestión muy exitosa. Deberá obtener apoyo del gobierno, visitar universidades y ciudades del extranjero pidiendo colaborar con su población. Las universidades con el diseño de infraestructura y las ciudades proporcionando el equipo que desechen (semáforos, ambulancias, patrullas, motocicletas, computadoras, estatuas, mobiliario…).

También debe conseguir que empresas nacionales (bancos, farmacias, supermercados, gasolineras, cafeterías, talleres especializados, hostales… a instalarse allí. Debe favorecer la creación de empleo y buscar algún desarrollo turístico (un colegio de enseñanza de español, por ejemplo).

Al final de su gestión habrá convertido aquel pueblo perdido en la historia, en una ciudad importante, moderna, eficiente y con buenos servicios. Debe dar a conocer tal éxito a todo el país. El siguiente paso será postularse como candidato en una ciudad grande, preferiblemente la capital. La competencia será ardua pero el aspirante tendrá, con su ejecución reciente, una tarjeta de presentación superior a la de otros candidatos.

No podrá innovar en la ciudad grande tanto como sí lo hizo en la pequeña. Aquí debe escoger una amplia serie de proyectos, bajo la condición de cumplir con todos y cada uno de ellos. Su éxito en los futuros comicios presidenciales dependerá de la credibilidad que pueda generar.

En El Salvador, un hombre de 30 años, de nombre Nayib Bukele siguió ese algoritmo. El 11 de marzo de 2012, con 50.68% de la votación, se convirtió en alcalde de Nuevo Cuscatlán, una ciudad de diez mil habitantes, situada a 9.7 km de la capital. Viajó a varios países en busca de ayuda para sus obras. Consiguió apoyo gubernamental. Tuvo éxito, mucho éxito. Transformó la ciudad y el municipio entero.

Diseñó el alumbrado, puso semáforos, hizo centros de recreación y deporte, mejoró el servicio de agua, hizo jardines, estableció escuelas y centros de salud, creó un programa de becas de estudio, mejoró las calles, asfaltó, adoquinó, consiguió mejoras en las carreteras de acceso… Usted posiblemente supo de él y ese éxito ejemplar entonces. El mensaje es: Se puede transformar una población, se puede transformar una ciudad… se puede transformar un país.

Tres años después (período municipal en El Salvador), el 1 de marzo de 2015, con el 56.8% de los votos obtenidos tras una disputada elección Bukele se convirtió en Alcalde de San Salvador, el segundo cargo político de mayor importancia en ese país, después de la Presidencia de la República. Otros cinco candidatos obtuvieron el 43.2% de votos… entre todos.

Como alcalde (1 mayo 2015 a 30 abril 2018) mejoró la seguridad ciudadana, puso bajo control a las peligrosas maras, se redujeron las extorsiones y disminuyeron los asesinatos. Un estudio de USAID-PNUD muestra que en ese período la delincuencia bajó de 87 a 67 puntos. Los homicidios por cada cien mil habitantes también se redujeron, de 103 a 54.6.

Construyó el Mercado Cuscatlán (con visión de centro comercial) que se precia de ser el mejor en Centroamérica. A este y otros mercados trasladó a los vendedores callejeros. Hizo la primera biblioteca municipal de esa ciudad con 6 mil volúmenes, computadoras, telescopios e internet (90 Gb). Desarrolló un programa que llamó “una obra por día” el cual cumplió en buena medida.

Cambió la iluminación de las calles de la ciudad utilizando tecnología LED. Reconstruyó el centro histórico de San Salvador. Remodeló los parques de la ciudad, utilizando cableado subterráneo. Creó una orqueta sinfónica de 300 niños y una escuela de danza.

Durante su gestión municipal, Bukele mantuvo una disputa pública con Medardo González Trejo, secretario general del FMLN, partido que lo había postulado a sus dos cargos ediles. Aunque había asuntos personales, el trasfondo era ideológico. Su visión empresarial tanto personal como familiar reñía con los principios de un partido proveniente de la guerrilla, asentado sobre el Partido Comunista Salvadoreño. El 10 de octubre de 2017 el FMLN expulsó de su organización partidaria a Nayib Bukele.

A fines de julio de 2018 Bukele compitió en la elección primaria para ser candidato presidencial por el partido GANA, misma que ganó con 91.14% de votos.

En las elecciones generales celebradas el 3 de febrero de 2019 Bukele ganó la elección con 53.10% de votos.

El algoritmo había funcionado.

El algoritmo de Bukele

Fernando García Molina
24 de marzo, 2021

La forma tradicional de proselitismo político ha cambiado, en deterioro de la democracia. Hoy, predominan procedimientos (algoritmos) electoreros donde lo importante es la propaganda y no el candidato. Las campañas son dirigidas por expertos internacionales cuyos honorarios son elevados. Ellos conocen lo hecho en otros países, lo que funciona y lo que ha fracasado. Saben cómo piensan los electores y cómo manipularlos. Así, en mucho, la contienda no es entre partidos y candidatos sino entre asesores que permanecen ocultos al público.

A mediados del siglo pasado, los candidatos emulaban la arenga de Hitler o Mussolini. Agitaban las manos a la altura de la cabeza, ofrecían afirmaciones temerarias, gritaban, hacían uso de expresión facial, y se desplazaban sobre escenarios y tarimas, con movimientos estudiados … Al verlos hoy, uno no puede sino identificar un teatro ridículo.

Después llegó la época del soborno político que inició con regalos: gorras, camisetas y gorgoritos que muy pronto se ampliaron a pelotas y luego láminas y otros materiales de construcción. Más tarde, a los regalos se unió el poder de canciones pegajosas. En los últimos diez años algunos rifaron motos o caballos finos.

Así, con regalos cada vez más costosos, los candidatos fueron progresivamente menos relevantes. Prevaleció la ausencia de sustento en los discursos. Con muchos candidatos (más de 20), nada se puede esperar de los debates.

Al principio, los electores contribuyeron, en dinero o en especie, a cubrir el costo de las campañas. Después fueron grandes organizaciones internacionales como el PS o la DC, más tarde predominó el financiamiento de los empresarios y recientemente los narcotraficantes. En su turno cada uno recuperaba su inversión con creces.

Lo que hoy conocemos como democracia, no es sino una forma de atraco por parte de un grupo de políticos hacia toda la nación. El fenómeno se repite en muchos países, incluso en aquellos que antes fundaron la democracia representativa.

En El Salvador un candidato utilizó un algoritmo diferente.

Quizá no fue un plan preconcebido. Tal vez las circunstancias se fueron presentando y una secuencia de muchas pequeñas decisiones afortunadas condujo al resultado, utilizando medios no sólo diferentes sino también lícitos. De manera muy simple, el algoritmo consiste en seleccionar una población pequeña, abandonada, pero con potencial de desarrollo, mejor si cercana a la Capital. Quien busca llegar a presidente, primero debe postularse para alcalde de esa población. Su preparación, conocimiento, contactos y demás condiciones deberán darle ventaja sobre los candidatos locales.

Como alcalde, debe desarrollar una gestión muy exitosa. Deberá obtener apoyo del gobierno, visitar universidades y ciudades del extranjero pidiendo colaborar con su población. Las universidades con el diseño de infraestructura y las ciudades proporcionando el equipo que desechen (semáforos, ambulancias, patrullas, motocicletas, computadoras, estatuas, mobiliario…).

También debe conseguir que empresas nacionales (bancos, farmacias, supermercados, gasolineras, cafeterías, talleres especializados, hostales… a instalarse allí. Debe favorecer la creación de empleo y buscar algún desarrollo turístico (un colegio de enseñanza de español, por ejemplo).

Al final de su gestión habrá convertido aquel pueblo perdido en la historia, en una ciudad importante, moderna, eficiente y con buenos servicios. Debe dar a conocer tal éxito a todo el país. El siguiente paso será postularse como candidato en una ciudad grande, preferiblemente la capital. La competencia será ardua pero el aspirante tendrá, con su ejecución reciente, una tarjeta de presentación superior a la de otros candidatos.

No podrá innovar en la ciudad grande tanto como sí lo hizo en la pequeña. Aquí debe escoger una amplia serie de proyectos, bajo la condición de cumplir con todos y cada uno de ellos. Su éxito en los futuros comicios presidenciales dependerá de la credibilidad que pueda generar.

En El Salvador, un hombre de 30 años, de nombre Nayib Bukele siguió ese algoritmo. El 11 de marzo de 2012, con 50.68% de la votación, se convirtió en alcalde de Nuevo Cuscatlán, una ciudad de diez mil habitantes, situada a 9.7 km de la capital. Viajó a varios países en busca de ayuda para sus obras. Consiguió apoyo gubernamental. Tuvo éxito, mucho éxito. Transformó la ciudad y el municipio entero.

Diseñó el alumbrado, puso semáforos, hizo centros de recreación y deporte, mejoró el servicio de agua, hizo jardines, estableció escuelas y centros de salud, creó un programa de becas de estudio, mejoró las calles, asfaltó, adoquinó, consiguió mejoras en las carreteras de acceso… Usted posiblemente supo de él y ese éxito ejemplar entonces. El mensaje es: Se puede transformar una población, se puede transformar una ciudad… se puede transformar un país.

Tres años después (período municipal en El Salvador), el 1 de marzo de 2015, con el 56.8% de los votos obtenidos tras una disputada elección Bukele se convirtió en Alcalde de San Salvador, el segundo cargo político de mayor importancia en ese país, después de la Presidencia de la República. Otros cinco candidatos obtuvieron el 43.2% de votos… entre todos.

Como alcalde (1 mayo 2015 a 30 abril 2018) mejoró la seguridad ciudadana, puso bajo control a las peligrosas maras, se redujeron las extorsiones y disminuyeron los asesinatos. Un estudio de USAID-PNUD muestra que en ese período la delincuencia bajó de 87 a 67 puntos. Los homicidios por cada cien mil habitantes también se redujeron, de 103 a 54.6.

Construyó el Mercado Cuscatlán (con visión de centro comercial) que se precia de ser el mejor en Centroamérica. A este y otros mercados trasladó a los vendedores callejeros. Hizo la primera biblioteca municipal de esa ciudad con 6 mil volúmenes, computadoras, telescopios e internet (90 Gb). Desarrolló un programa que llamó “una obra por día” el cual cumplió en buena medida.

Cambió la iluminación de las calles de la ciudad utilizando tecnología LED. Reconstruyó el centro histórico de San Salvador. Remodeló los parques de la ciudad, utilizando cableado subterráneo. Creó una orqueta sinfónica de 300 niños y una escuela de danza.

Durante su gestión municipal, Bukele mantuvo una disputa pública con Medardo González Trejo, secretario general del FMLN, partido que lo había postulado a sus dos cargos ediles. Aunque había asuntos personales, el trasfondo era ideológico. Su visión empresarial tanto personal como familiar reñía con los principios de un partido proveniente de la guerrilla, asentado sobre el Partido Comunista Salvadoreño. El 10 de octubre de 2017 el FMLN expulsó de su organización partidaria a Nayib Bukele.

A fines de julio de 2018 Bukele compitió en la elección primaria para ser candidato presidencial por el partido GANA, misma que ganó con 91.14% de votos.

En las elecciones generales celebradas el 3 de febrero de 2019 Bukele ganó la elección con 53.10% de votos.

El algoritmo había funcionado.