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El superhombre y el arte

Warren Orbaugh
05 de abril, 2021

En mi entrega anterior describí ese concepto de ‘evolución moral’ (y no de evolución natural darwiniana) de Friedrich Nietzsche que en su libro Así habló Zarathustra denominó el Superhombre (Übermensch). El Superhombre es el hombre que supera su humanidad vulgar sometida a la moral del rebaño, convirtiéndose en un librepensador, un humano noble que se sabe inocente y por tanto rechaza el pecado original, que crea sus propios valores morales, que no cree en mundos ultraterrenos y por tanto ama la vida y todo lo terreno, ama al sentido de la tierra, lo corporal, la razón, la fuerza, el placer. Es el que se establece un propósito que le sirve de guía ordenador para su estructura jerárquica valorativa, cuya voluntad de poder le lleva a superarse y salvar cuanto obstáculo se le atraviese. El Superhombre de Nietzsche es el concepto del más alto desarrollo e integración posible, de poder intelectual, fuerza de carácter y voluntad, independencia, pasión, gusto y físico. Pero ¿Cómo visualizarlo? En su etapa madura, Nietzsche nos lo muestra en su libro El Crepúsculo de los Ídolos, donde describe a Johann Wolfgang von Goethe como el mejor ejemplo del Superhombre:

« Goethe concebía un hombre fuerte, de cultura elevada, diestro en todas las actividades del cuerpo, con un perfecto dominio de sí mismo; un hombre dotado de auto respeto que se atreviera a concederse todo el ámbito y toda la riqueza de la naturaleza, que fuera suficientemente fuerte para esa libertad; un hombre tolerante, no por debilidad, sino por fortaleza, porque supiera utilizar en beneficio propio incluso aquello que haría perecer a una naturaleza mediocre; un hombre para el que no hubiera nada prohibido, a excepción de la debilidad, ya se le dé a ésta el nombre de vicio o de virtud.»

[Friedrich Nietzsche. Götzen-Dämmerung. Nikol Classics, Berlin, 74].

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También indiqué que sus ideas influenciaron a artistas y arquitectos. Y es que Nietzsche les hace un llamado directo para que lo ayuden a crear al Superhombre, para que se liberen, destruyan los valores antiguos y creen nuevos:

«Compañeros para su andar busca el creador, y no cadáveres, ni tampoco rebaños y creyentes. Colaboradores busca el creador, que escriban nuevos valores en nuevas tablas… Compañeros en la creación busca Zarathustra, compañeros para cosechar y para celebrar las fiestas. ¿Qué podría hacer con rebaños, y pastores, y cadáveres?… No debo ser pastor ni sepulturero. No quiero volver a hablar al pueblo: por última vez he hablado a un muerto… A los creadores, a los cosechadores, a los que celebran fiestas quiero unirme; quiero mostrarles el nuevo arco iris y los escalones que conducen al Superhombre… Creo que he visualizado algunas de las características en el espíritu del Superhombre; tal vez cualquiera que lo descifre deba perecer; sin embargo, quien lo haya visto debe ayudar a hacerlo a él posible… Valorar es crear. ¡Oídlo, creadores! El valorar mismo es el tesoro y la gema de todas las cosas valoradas. Sólo en cuanto se valora, existe valor. Si no se valorase, la nuez de la existencia estaría vacía. ¡Oídlo, creadores! Cambio de los valores, cambio de los creadores. Siempre aniquila el que ha de ser creador… ¿Eres una fuerza nueva y un nuevo derecho? ¿Un primer movimiento? ¿Una rueda que gira por sí misma? ¿Eres capaz de obligar a las estrellas a girar alrededor de ti?… ¿Te llamas libre? Me interesa tu idea dominante, no que has escapado de determinado yugo. ¿Eres uno de esos que tienen derecho a escapar de un yugo? Más de uno repudió su único valor al repudiar su servidumbre. ¿Libre de qué? ¡Qué le importa eso a Zarathustra! Tus ojos han de pregonar con gallardía: ¿libre para qué?»

[Friedrich Nietzsche. Also sprach Zarathustra. (Deutschland: Goldmann)]

Y los urge a aceptarse a sí mismos, a valorarse sin máscaras, sin velos, a valorar su propio ser cual cuerpo terrenal. Destruye, para eso, los antiguos juicios de valor metafísicos y los sustituye con nuevos. Entiende que la acción humana es conducta deliberada para alcanzar determinado fin y, por tanto, el percibir y conocer de la razón no es un fin en sí mismo sino un medio para satisfacer al cuerpo, es decir, al propio ser:

«Hermanos míos, escuchadme a mí, oíd la voz del cuerpo sano que es una voz más sincera y pura. Más sincero y puro es el lenguaje del cuerpo sano, limpio, el cuerpo perfecto y cuadrado es el que habla con máxima lealtad y con máxima pureza. ¡Y habla del sentido de la tierra! Yo soy cuerpo, nada más que cuerpo, y el alma no es sino el nombre de algo propio del cuerpo. El cuerpo es una gran razón, una enorme multiplicidad dotada de un sentido propio… Tu pusilánime razón, hermano mío, es también un instrumento de tu cuerpo… Lo que percibe el sentido y conoce el espíritu, nunca tiene su fin en sí mismo… Los sentidos y el espíritu son instrumentos y juguetes. Detrás de ellos está el propio ser. El propio ser mira también con los ojos de los sentidos y escucha también con los oídos del espíritu. El propio ser siempre inquiere y escucha: compara, domina, conquista y destruye. Controla, y también controla al ego. Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano, está un poderoso amo, un sabio ignoto que se llama el propio ser. Mora en tu cuerpo. Es tu cuerpo. Más razón hay en tu cuerpo que en tus pensamientos más sabios. ¡Y quién sabe para qué tu cuerpo necesita precisamente de tu más profunda sabiduría!… Dice el propio ser al ego: “¡Siente aquí dolor!” Y entonces el ego sufre y trata de buscar una manera de poner término a su sufrimiento. Y precisamente para tal fin debe pensar. Dice el propio ser al ego: “¡Siente aquí placer!” Y entonces el ego se alegra, reflexiona sobre como seguir gozando a menudo y precisamente para tal fin debe pensar.»

[Friedrich Nietzsche. Also sprach Zarathustra. (Deutschland: Goldmann)]

Al llamado de Nietzsche atendieron jóvenes intelectuales alemanes, quienes crearon movimientos como el ‘Wandervogel’ (pájaro excursionista) en 1896 –un movimiento de excursionistas para liberarse de las restricciones de la sociedad victoriana y volver a la naturaleza enfatizando la libertad, la responsabilidad y superación personal, la integridad, y el espíritu de aventura

«Amo la libertad, y me gusta al aire libre que orea la tierra fresca: prefiero dormir sobre pieles de buey que sobre las dignidades y respetabilidad de los doctos… Soy un viajero, un escalador de montañas – dijo Zarathustra a su corazón – No me gustan las llanuras, y no puedo estarme quieto mucho tiempo.» 

El ‘Wandervogel’ fue idea de un estudiante de la escuela de gramática de Berlín: Hermann Hoffmann. La naturaleza debía, según Hoffmann, experimentarse en vivo, sentir el calor abrasador del sol, el latigazo de la tormenta de lluvia y de nieve. Viajar cómodamente protegido en un vagón de tren a través de la tormenta o de un día soleado no era un sustituto para la experiencia de marchar en campo abierto, mochila al hombro, y la incertidumbre del posible confort de un albergue en la noche. Un pajar era siempre preferible a una buena cama, aire puro a la nicotina, y agua al alcohol. Para ser libre uno debía romper con las convenciones existentes, redescubrir la belleza física del paisaje y, naturalmente, del cuerpo humano, rompiendo así el tabú establecido por la moral victoriana.

Heinrich Pudor, doctor en filosofía y practicante de higiene social en Dresde – estudió fisiología, psicología, filosofía, e historia del arte en la Universidad de Leipzig – basado en Nietzsche y el ‘Naturheilbewegung’ (Movimiento de sanación natural), publicó en 1893 el libro Nackende Menschen. Jauchzen de zukunft. (Gente desnuda. Regocíjate en el futuro). En éste describe las virtudes de la helioterapia, sistema de sanación por medio la exposición del cuerpo desnudo a la luz solar y el aire fresco, justificando la confianza de los alemanes en la importancia de estar en buena forma física y en volver a la naturaleza. Aquí acuñó Pudor el término ‘Nacktkultur’ (cultura nudista) que dio origen al movimiento nudista alemán llamado también ‘Freikörperkultur’ (movimiento o cultura del cuerpo libre), iniciado por Richard Ungewitter, un joven intelectual que escribió Die Nacktheit (La desnudez) ilustrado con fotos de su recién fundada sociedad nudista para buscar un desarrollo mental, moral y corporal más sano. Otro joven alemán, Paul Zimmermann, con asistencia financiera de su padre compró una gran extensión de tierra al norte de Hamburgo, donde estableció el primer parque nudista: ‘Frielichtpark’ (Parque de luz libre).

Estos movimientos partían de un discurso filosófico considerable que adscribía un significado metafísico profundo al cuerpo humano. En su libro Körpersinn (Sentido o significado del cuerpo) de 1927, Wolfgang Graesser dio una articulada explicación de esta preocupación de construir una metafísica del cuerpo:

«La oscura, caótica cara de la tecnocracia occidental ha condenado al cuerpo, lo ha marcado con el infierno y el pecado. Pero en el lado iluminado, el cuerpo se encuentra de nuevo claramente descubierto. Expuesto y desnudo es nuestro pensamiento. Ahora comprendemos el cuerpo, ni enjaulado, ni con veladas insinuaciones. La piel radiantemente bronceada refleja la luz del sol olímpico con la misma y pura sobriedad de los brillantes pistones de máquinas claramente formadas.»

Y Martin Heidegger contribuyó a las teorías de la metafísica del cuerpo cuando en su libro de 1927, Sein und Zeit (Ser y tiempo), relacionó simultáneamente el concepto ‘desvelar’ a la construcción de la verdad y al de manifestación del ser en sí mismo. La ‘Nacktkultur’ que se presentó consistentemente como un signo de modernidad y un aspecto del modernismo en lugar de una reacción a ambos, declaraba la desnudez como signo de salud, fuerza y belleza, como afirmación de una nueva sana moral, implicando que la gente que carecía de estas tres cualidades no ‘desvelaba’ su desnudez al mundo. «¡Existen sobrados motivos para temer la desnudez! ¡Sí, si fueseis dioses podríais avergonzaros de vuestros ropajes!» Dijo Nietzsche. 

La liberación que ofrecía la ‘Nacktkultur’ dependía, no solo del nudismo, sol y aire libre, sino de una disciplina propia en el entrenamiento gimnástico y sana nutrición. El humano ideal aparecía solo y desnudo, como la imagen última de individualidad y auto disciplina, no vulnerable en su desnudez, pero tampoco cercano a través de ésta al hombre vulgar. «La belleza no es un mero accidente», dijo Nietzsche, «una mera disciplina de los sentidos y de los pensamientos sólo conduce a casi nada. Allí reside el gran error de la enseñanza alemana, que es enteramente ilusoria. Uno debe primero disciplinar el cuerpo … Es importante para el destino de las naciones y de la humanidad, el que uno deba empezar la cultura a partir del punto correcto – no del alma, como fue la fatal superstición de sacerdotes y medio sacerdotes, sino que del cuerpo.»

Y los artistas abrazaron este concepto creando un nuevo arte, una nueva danza, un nuevo teatro, un nuevo cine, una nueva pintura, una nueva escultura, y una nueva arquitectura: el expresionismo.

Continuará.

El superhombre y el arte

Warren Orbaugh
05 de abril, 2021

En mi entrega anterior describí ese concepto de ‘evolución moral’ (y no de evolución natural darwiniana) de Friedrich Nietzsche que en su libro Así habló Zarathustra denominó el Superhombre (Übermensch). El Superhombre es el hombre que supera su humanidad vulgar sometida a la moral del rebaño, convirtiéndose en un librepensador, un humano noble que se sabe inocente y por tanto rechaza el pecado original, que crea sus propios valores morales, que no cree en mundos ultraterrenos y por tanto ama la vida y todo lo terreno, ama al sentido de la tierra, lo corporal, la razón, la fuerza, el placer. Es el que se establece un propósito que le sirve de guía ordenador para su estructura jerárquica valorativa, cuya voluntad de poder le lleva a superarse y salvar cuanto obstáculo se le atraviese. El Superhombre de Nietzsche es el concepto del más alto desarrollo e integración posible, de poder intelectual, fuerza de carácter y voluntad, independencia, pasión, gusto y físico. Pero ¿Cómo visualizarlo? En su etapa madura, Nietzsche nos lo muestra en su libro El Crepúsculo de los Ídolos, donde describe a Johann Wolfgang von Goethe como el mejor ejemplo del Superhombre:

« Goethe concebía un hombre fuerte, de cultura elevada, diestro en todas las actividades del cuerpo, con un perfecto dominio de sí mismo; un hombre dotado de auto respeto que se atreviera a concederse todo el ámbito y toda la riqueza de la naturaleza, que fuera suficientemente fuerte para esa libertad; un hombre tolerante, no por debilidad, sino por fortaleza, porque supiera utilizar en beneficio propio incluso aquello que haría perecer a una naturaleza mediocre; un hombre para el que no hubiera nada prohibido, a excepción de la debilidad, ya se le dé a ésta el nombre de vicio o de virtud.»

[Friedrich Nietzsche. Götzen-Dämmerung. Nikol Classics, Berlin, 74].

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También indiqué que sus ideas influenciaron a artistas y arquitectos. Y es que Nietzsche les hace un llamado directo para que lo ayuden a crear al Superhombre, para que se liberen, destruyan los valores antiguos y creen nuevos:

«Compañeros para su andar busca el creador, y no cadáveres, ni tampoco rebaños y creyentes. Colaboradores busca el creador, que escriban nuevos valores en nuevas tablas… Compañeros en la creación busca Zarathustra, compañeros para cosechar y para celebrar las fiestas. ¿Qué podría hacer con rebaños, y pastores, y cadáveres?… No debo ser pastor ni sepulturero. No quiero volver a hablar al pueblo: por última vez he hablado a un muerto… A los creadores, a los cosechadores, a los que celebran fiestas quiero unirme; quiero mostrarles el nuevo arco iris y los escalones que conducen al Superhombre… Creo que he visualizado algunas de las características en el espíritu del Superhombre; tal vez cualquiera que lo descifre deba perecer; sin embargo, quien lo haya visto debe ayudar a hacerlo a él posible… Valorar es crear. ¡Oídlo, creadores! El valorar mismo es el tesoro y la gema de todas las cosas valoradas. Sólo en cuanto se valora, existe valor. Si no se valorase, la nuez de la existencia estaría vacía. ¡Oídlo, creadores! Cambio de los valores, cambio de los creadores. Siempre aniquila el que ha de ser creador… ¿Eres una fuerza nueva y un nuevo derecho? ¿Un primer movimiento? ¿Una rueda que gira por sí misma? ¿Eres capaz de obligar a las estrellas a girar alrededor de ti?… ¿Te llamas libre? Me interesa tu idea dominante, no que has escapado de determinado yugo. ¿Eres uno de esos que tienen derecho a escapar de un yugo? Más de uno repudió su único valor al repudiar su servidumbre. ¿Libre de qué? ¡Qué le importa eso a Zarathustra! Tus ojos han de pregonar con gallardía: ¿libre para qué?»

[Friedrich Nietzsche. Also sprach Zarathustra. (Deutschland: Goldmann)]

Y los urge a aceptarse a sí mismos, a valorarse sin máscaras, sin velos, a valorar su propio ser cual cuerpo terrenal. Destruye, para eso, los antiguos juicios de valor metafísicos y los sustituye con nuevos. Entiende que la acción humana es conducta deliberada para alcanzar determinado fin y, por tanto, el percibir y conocer de la razón no es un fin en sí mismo sino un medio para satisfacer al cuerpo, es decir, al propio ser:

«Hermanos míos, escuchadme a mí, oíd la voz del cuerpo sano que es una voz más sincera y pura. Más sincero y puro es el lenguaje del cuerpo sano, limpio, el cuerpo perfecto y cuadrado es el que habla con máxima lealtad y con máxima pureza. ¡Y habla del sentido de la tierra! Yo soy cuerpo, nada más que cuerpo, y el alma no es sino el nombre de algo propio del cuerpo. El cuerpo es una gran razón, una enorme multiplicidad dotada de un sentido propio… Tu pusilánime razón, hermano mío, es también un instrumento de tu cuerpo… Lo que percibe el sentido y conoce el espíritu, nunca tiene su fin en sí mismo… Los sentidos y el espíritu son instrumentos y juguetes. Detrás de ellos está el propio ser. El propio ser mira también con los ojos de los sentidos y escucha también con los oídos del espíritu. El propio ser siempre inquiere y escucha: compara, domina, conquista y destruye. Controla, y también controla al ego. Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano, está un poderoso amo, un sabio ignoto que se llama el propio ser. Mora en tu cuerpo. Es tu cuerpo. Más razón hay en tu cuerpo que en tus pensamientos más sabios. ¡Y quién sabe para qué tu cuerpo necesita precisamente de tu más profunda sabiduría!… Dice el propio ser al ego: “¡Siente aquí dolor!” Y entonces el ego sufre y trata de buscar una manera de poner término a su sufrimiento. Y precisamente para tal fin debe pensar. Dice el propio ser al ego: “¡Siente aquí placer!” Y entonces el ego se alegra, reflexiona sobre como seguir gozando a menudo y precisamente para tal fin debe pensar.»

[Friedrich Nietzsche. Also sprach Zarathustra. (Deutschland: Goldmann)]

Al llamado de Nietzsche atendieron jóvenes intelectuales alemanes, quienes crearon movimientos como el ‘Wandervogel’ (pájaro excursionista) en 1896 –un movimiento de excursionistas para liberarse de las restricciones de la sociedad victoriana y volver a la naturaleza enfatizando la libertad, la responsabilidad y superación personal, la integridad, y el espíritu de aventura

«Amo la libertad, y me gusta al aire libre que orea la tierra fresca: prefiero dormir sobre pieles de buey que sobre las dignidades y respetabilidad de los doctos… Soy un viajero, un escalador de montañas – dijo Zarathustra a su corazón – No me gustan las llanuras, y no puedo estarme quieto mucho tiempo.» 

El ‘Wandervogel’ fue idea de un estudiante de la escuela de gramática de Berlín: Hermann Hoffmann. La naturaleza debía, según Hoffmann, experimentarse en vivo, sentir el calor abrasador del sol, el latigazo de la tormenta de lluvia y de nieve. Viajar cómodamente protegido en un vagón de tren a través de la tormenta o de un día soleado no era un sustituto para la experiencia de marchar en campo abierto, mochila al hombro, y la incertidumbre del posible confort de un albergue en la noche. Un pajar era siempre preferible a una buena cama, aire puro a la nicotina, y agua al alcohol. Para ser libre uno debía romper con las convenciones existentes, redescubrir la belleza física del paisaje y, naturalmente, del cuerpo humano, rompiendo así el tabú establecido por la moral victoriana.

Heinrich Pudor, doctor en filosofía y practicante de higiene social en Dresde – estudió fisiología, psicología, filosofía, e historia del arte en la Universidad de Leipzig – basado en Nietzsche y el ‘Naturheilbewegung’ (Movimiento de sanación natural), publicó en 1893 el libro Nackende Menschen. Jauchzen de zukunft. (Gente desnuda. Regocíjate en el futuro). En éste describe las virtudes de la helioterapia, sistema de sanación por medio la exposición del cuerpo desnudo a la luz solar y el aire fresco, justificando la confianza de los alemanes en la importancia de estar en buena forma física y en volver a la naturaleza. Aquí acuñó Pudor el término ‘Nacktkultur’ (cultura nudista) que dio origen al movimiento nudista alemán llamado también ‘Freikörperkultur’ (movimiento o cultura del cuerpo libre), iniciado por Richard Ungewitter, un joven intelectual que escribió Die Nacktheit (La desnudez) ilustrado con fotos de su recién fundada sociedad nudista para buscar un desarrollo mental, moral y corporal más sano. Otro joven alemán, Paul Zimmermann, con asistencia financiera de su padre compró una gran extensión de tierra al norte de Hamburgo, donde estableció el primer parque nudista: ‘Frielichtpark’ (Parque de luz libre).

Estos movimientos partían de un discurso filosófico considerable que adscribía un significado metafísico profundo al cuerpo humano. En su libro Körpersinn (Sentido o significado del cuerpo) de 1927, Wolfgang Graesser dio una articulada explicación de esta preocupación de construir una metafísica del cuerpo:

«La oscura, caótica cara de la tecnocracia occidental ha condenado al cuerpo, lo ha marcado con el infierno y el pecado. Pero en el lado iluminado, el cuerpo se encuentra de nuevo claramente descubierto. Expuesto y desnudo es nuestro pensamiento. Ahora comprendemos el cuerpo, ni enjaulado, ni con veladas insinuaciones. La piel radiantemente bronceada refleja la luz del sol olímpico con la misma y pura sobriedad de los brillantes pistones de máquinas claramente formadas.»

Y Martin Heidegger contribuyó a las teorías de la metafísica del cuerpo cuando en su libro de 1927, Sein und Zeit (Ser y tiempo), relacionó simultáneamente el concepto ‘desvelar’ a la construcción de la verdad y al de manifestación del ser en sí mismo. La ‘Nacktkultur’ que se presentó consistentemente como un signo de modernidad y un aspecto del modernismo en lugar de una reacción a ambos, declaraba la desnudez como signo de salud, fuerza y belleza, como afirmación de una nueva sana moral, implicando que la gente que carecía de estas tres cualidades no ‘desvelaba’ su desnudez al mundo. «¡Existen sobrados motivos para temer la desnudez! ¡Sí, si fueseis dioses podríais avergonzaros de vuestros ropajes!» Dijo Nietzsche. 

La liberación que ofrecía la ‘Nacktkultur’ dependía, no solo del nudismo, sol y aire libre, sino de una disciplina propia en el entrenamiento gimnástico y sana nutrición. El humano ideal aparecía solo y desnudo, como la imagen última de individualidad y auto disciplina, no vulnerable en su desnudez, pero tampoco cercano a través de ésta al hombre vulgar. «La belleza no es un mero accidente», dijo Nietzsche, «una mera disciplina de los sentidos y de los pensamientos sólo conduce a casi nada. Allí reside el gran error de la enseñanza alemana, que es enteramente ilusoria. Uno debe primero disciplinar el cuerpo … Es importante para el destino de las naciones y de la humanidad, el que uno deba empezar la cultura a partir del punto correcto – no del alma, como fue la fatal superstición de sacerdotes y medio sacerdotes, sino que del cuerpo.»

Y los artistas abrazaron este concepto creando un nuevo arte, una nueva danza, un nuevo teatro, un nuevo cine, una nueva pintura, una nueva escultura, y una nueva arquitectura: el expresionismo.

Continuará.