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El Trumpismo frente al Radicalismo

Nicholas Virzi
14 de mayo, 2021

Ahora es la izquierda la que se asocia felizmente con las grandes corporaciones mercantilistas, las intervenciones Americanas y mueven sin cuestionamiento alguno la propaganda emitida por la comunidad de defensa e inteligencia de Estados Unidos.

En Estados Unidos hay una pugna interna dentro del partido Republicano. Por un lado, están los Republicanos de antaño, antes tan odiados por la izquierda, sobretodo la latinoamericana, por su afinidad con las grandes corporaciones y la globalización, las intervenciones bélicas Americanas en regiones distantes, y su asociación con el aparato de seguridad e inteligencia del Estado Americano. La apariencia política de Trump causó cambios dentro del partido Republicano. Curiosamente, la llegada de Trump generó cambios importantes dentro de la izquierda a nivel global, incluyendo la latinoamericana. Ahora es la izquierda la que se asocia felizmente con las grandes corporaciones mercantilistas, las intervenciones Americanas y mueven sin cuestionamiento alguno la propaganda emitida por la comunidad de defensa e inteligencia de Estados Unidos.   

Tomando el caso del partido Republicano, se debe decir que la derecha Americana está en proceso de transición. Contrario a la falsa narrativa de los medios, no fue la extrema derecha que llevó a Trump a la Casa Blanca. Muchos de sus votantes votaron por Bill Clinton y Barack Obama, dos veces en ambos casos. La base de Trump fue y es la clase obrera Americana. Eso explica su inclinación a medidas proteccionistas, ya que es su base votante el segmento de la población que se percibe menos beneficiada por los procesos de globalización económica que vio la manufactura Americana desaparecer por su falta de competitividad.  

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En vez de comprender y atender las necesidades de estos segmentos de la población, muchos ubicados en los estados bisagra claves para la victoria electoral de los candidatos presidenciales de ambos partidos en Estados Unidos, la clase política Americana, y lás élites intelectuales en general, abiertamente desprecian a la clase trabajadora. Es palpable la hostilidad elitista en contra de los obreros. No cansan de burlarse e insultar a los segmentos de la población que, en su estimación, se aferran a ideas retrógradas como amor a la patria, el servicio militar, respeto por la ley y los policías que la aplican, y la creencia medieval que hombres no pueden menstruar y dar luz y no deben de competir contra mujeres en deportes. No cabe duda que muchos expertos que lean esta nota tomarán con gracia que tan solo se mencione estos temas. Muchos elitistas olvidan que la cultura frecuentemente es determinante para la política, lo cual es curioso porque son ellos mismos que por esta razón quieren forzosamente cambiar la cultura por medio de la política.

El odio entre elitistas y la clase trabajadora es mutuo. Eso explica el nivel de polarización que existe en Estados Unidos, del cual Trump fue producto, no causa. Por su parte, Trump ha cambiado el partido Republicano de manera trascendente. Rompiendo la tendencia histórica en la cual el Presidente pierde votos en su campaña de reelección, Trump aumentó enormemente sus votos, por 11 millones de votos. Trump creció, diversificó y pacificó el partido Republicano. Trump ganó el 20% de los votos emitidos por hombres negros, un record Republicano en la era política moderna. Asimismo, Trump acabó con el apoyo reflexivo de Republicanos por las guerras interminables de Estados Unidos, que no es poca cosa, dado que las fuerzas armadas estadounidenses dependen precisamente de la base Trumpista para llenar sus filas de tropas.  

La prueba de que Trump sigue siendo influyente en el partido Republicano se dio recientemente, con la remoción de la congresista Liz Cheney del liderazgo del partido. Liz Cheney es la hija del ex vicepresidente Dick Cheney, arquitecto de las guerras Americanas en Medio Oriente.  Más evidencia de la influencia de Trump entre los Republicanos es como los potenciales candidatos Republicanos a la presidencia adoptan posturas y el discurso Trumpista. El gobernador de Florida, Ron DeSantis, ha sido más efectivo que el mismo Trump tomando posturas y aplicando medidas que la base Trumpista ve como prioritarias. DeSantis fue el primer gobernador en levantar las restricciones radicales impuestas en respuesta a la pandemia. Prohibió la enseñanza de la corriente marxista Teoría Crítica de Raza en las escuelas e instancias gubernamentales de Florida. Su postura ante los medios que tratan de descalificar su excelente gestión con narrativas falsas ha sido firme y agresiva. Los Americanos de a pie no confían en los medios, y las demás instituciones claves de Estados Unidos, que han sido a todas luces extremadamente politizadas por la izquierda, con la inacción permisiva de las élites Republicanas. 

Los Demócratas con Biden en la presidencia tienen el control del Congreso y el Ejecutivo por las márgenes más estrechas posibles. A pesar que Biden no tiene mandato alguno para impulsar medidas radicales para transformar el país, que no necesita tal transformación, los Demócratas gobiernan con una admirable agresividad, abandonando cualquier pretensión de gobernar con base al consenso. Esto lo hacen por temor que van a perder el control del Congreso en las próximas elecciones de 2022. Su ventaja en la Cámara Baja es de tan solo 5 diputaciones, y la tendencia histórica es que el partido en el poder pierde más que eso en las primeras elecciones del Congreso de una nueva presidencia.  El Senado está exactamente dividido, con 50 senadores Republicanos y 50 senadores Demócratas, y los Demócratas están en peligro de perder control del Senado también. Con la pérdida de control de cualquiera de las dos instancias legislativas, la agenda radical de Biden se estanca. Por eso, los Demócratas van con todo mientras controlan el poder. Es esa agresividad que quiere ver la base republicana de sus líderes.

El Trumpismo frente al Radicalismo

Nicholas Virzi
14 de mayo, 2021

Ahora es la izquierda la que se asocia felizmente con las grandes corporaciones mercantilistas, las intervenciones Americanas y mueven sin cuestionamiento alguno la propaganda emitida por la comunidad de defensa e inteligencia de Estados Unidos.

En Estados Unidos hay una pugna interna dentro del partido Republicano. Por un lado, están los Republicanos de antaño, antes tan odiados por la izquierda, sobretodo la latinoamericana, por su afinidad con las grandes corporaciones y la globalización, las intervenciones bélicas Americanas en regiones distantes, y su asociación con el aparato de seguridad e inteligencia del Estado Americano. La apariencia política de Trump causó cambios dentro del partido Republicano. Curiosamente, la llegada de Trump generó cambios importantes dentro de la izquierda a nivel global, incluyendo la latinoamericana. Ahora es la izquierda la que se asocia felizmente con las grandes corporaciones mercantilistas, las intervenciones Americanas y mueven sin cuestionamiento alguno la propaganda emitida por la comunidad de defensa e inteligencia de Estados Unidos.   

Tomando el caso del partido Republicano, se debe decir que la derecha Americana está en proceso de transición. Contrario a la falsa narrativa de los medios, no fue la extrema derecha que llevó a Trump a la Casa Blanca. Muchos de sus votantes votaron por Bill Clinton y Barack Obama, dos veces en ambos casos. La base de Trump fue y es la clase obrera Americana. Eso explica su inclinación a medidas proteccionistas, ya que es su base votante el segmento de la población que se percibe menos beneficiada por los procesos de globalización económica que vio la manufactura Americana desaparecer por su falta de competitividad.  

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En vez de comprender y atender las necesidades de estos segmentos de la población, muchos ubicados en los estados bisagra claves para la victoria electoral de los candidatos presidenciales de ambos partidos en Estados Unidos, la clase política Americana, y lás élites intelectuales en general, abiertamente desprecian a la clase trabajadora. Es palpable la hostilidad elitista en contra de los obreros. No cansan de burlarse e insultar a los segmentos de la población que, en su estimación, se aferran a ideas retrógradas como amor a la patria, el servicio militar, respeto por la ley y los policías que la aplican, y la creencia medieval que hombres no pueden menstruar y dar luz y no deben de competir contra mujeres en deportes. No cabe duda que muchos expertos que lean esta nota tomarán con gracia que tan solo se mencione estos temas. Muchos elitistas olvidan que la cultura frecuentemente es determinante para la política, lo cual es curioso porque son ellos mismos que por esta razón quieren forzosamente cambiar la cultura por medio de la política.

El odio entre elitistas y la clase trabajadora es mutuo. Eso explica el nivel de polarización que existe en Estados Unidos, del cual Trump fue producto, no causa. Por su parte, Trump ha cambiado el partido Republicano de manera trascendente. Rompiendo la tendencia histórica en la cual el Presidente pierde votos en su campaña de reelección, Trump aumentó enormemente sus votos, por 11 millones de votos. Trump creció, diversificó y pacificó el partido Republicano. Trump ganó el 20% de los votos emitidos por hombres negros, un record Republicano en la era política moderna. Asimismo, Trump acabó con el apoyo reflexivo de Republicanos por las guerras interminables de Estados Unidos, que no es poca cosa, dado que las fuerzas armadas estadounidenses dependen precisamente de la base Trumpista para llenar sus filas de tropas.  

La prueba de que Trump sigue siendo influyente en el partido Republicano se dio recientemente, con la remoción de la congresista Liz Cheney del liderazgo del partido. Liz Cheney es la hija del ex vicepresidente Dick Cheney, arquitecto de las guerras Americanas en Medio Oriente.  Más evidencia de la influencia de Trump entre los Republicanos es como los potenciales candidatos Republicanos a la presidencia adoptan posturas y el discurso Trumpista. El gobernador de Florida, Ron DeSantis, ha sido más efectivo que el mismo Trump tomando posturas y aplicando medidas que la base Trumpista ve como prioritarias. DeSantis fue el primer gobernador en levantar las restricciones radicales impuestas en respuesta a la pandemia. Prohibió la enseñanza de la corriente marxista Teoría Crítica de Raza en las escuelas e instancias gubernamentales de Florida. Su postura ante los medios que tratan de descalificar su excelente gestión con narrativas falsas ha sido firme y agresiva. Los Americanos de a pie no confían en los medios, y las demás instituciones claves de Estados Unidos, que han sido a todas luces extremadamente politizadas por la izquierda, con la inacción permisiva de las élites Republicanas. 

Los Demócratas con Biden en la presidencia tienen el control del Congreso y el Ejecutivo por las márgenes más estrechas posibles. A pesar que Biden no tiene mandato alguno para impulsar medidas radicales para transformar el país, que no necesita tal transformación, los Demócratas gobiernan con una admirable agresividad, abandonando cualquier pretensión de gobernar con base al consenso. Esto lo hacen por temor que van a perder el control del Congreso en las próximas elecciones de 2022. Su ventaja en la Cámara Baja es de tan solo 5 diputaciones, y la tendencia histórica es que el partido en el poder pierde más que eso en las primeras elecciones del Congreso de una nueva presidencia.  El Senado está exactamente dividido, con 50 senadores Republicanos y 50 senadores Demócratas, y los Demócratas están en peligro de perder control del Senado también. Con la pérdida de control de cualquiera de las dos instancias legislativas, la agenda radical de Biden se estanca. Por eso, los Demócratas van con todo mientras controlan el poder. Es esa agresividad que quiere ver la base republicana de sus líderes.