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El Superhombre y el arte 6a parte

Warren Orbaugh
17 de mayo, 2021

En mi entrega anterior describí la influencia de Friedrich Nietzsche en el pensamiento y obra de Ayn Rand. Los héroes de Rand, al igual que el superhombre nietzscheano, aman la vida, el cuerpo saludable, la habilidad y eficiencia y sus valores son de la tierra –quieren dominar la naturaleza.  Los villanos son los que odian la vida, desprecian el cuerpo, la habilidad y la eficiencia –quieren dominar al hombre.

Dagny Taggart, protagonista de La Rebelión de Atlas, es la Directora Ejecutiva de la empresa ferroviaria más grande de la nación a sus treinta y tantos años, y junto con los otros héroes de la novela, es la encarnación de la virtud de la eficiencia.  Es inteligente, independiente, creativa, decidida, competente, objetiva, con auto estima.  Es la persona que sabe lo que hay que hacer y cuándo. 

Rand, al caracterizar a Dagny, usa nuevamente como técnica literaria la paradoja.  Por un lado, parece masculina, como Atenea: es agresiva y dedicada en su profesión.  Lilian Rearden la describe como una máquina de sumar en traje sastre.  Cuando Cherryl Taggart le dice que ella tomará el lugar de la mujer en la familia Taggart, Dagny responde: “«Eso está muy bien. Yo soy el hombre.»”

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Por otro lado, Dagny es totalmente femenina, usa vestido, medias y zapatos de tacones, aun cuando explora una fábrica abandonada.  Le atraen los hombres fuertes y dominantes, y desea jugar un papel sumiso en sus relaciones sexuales.

Como hizo en El Manantial, para que no quedara duda alguna que Roark es el superhombre al ser nombrado así, por su enemigo Ellsworth Toohey, Rand se encarga de que no quede duda de que Dagny es la supermujer randiana al describirla por medio de la despreciadora de la vida, su envidiosa enemiga, Lilian Rearden:

“«La señorita Dagny Taggart…» dijo ella soltando una risita. «La supermujer de quien las esposas corrientes no sospecharían nada. La mujer que no se interesa más que por los negocios y trata con los hombres como hombre. ¡La mujer de gran espíritu que te admira platónicamente sólo por tu genio, tus fundiciones y tu Metal!» Rio entre dientes. «Debí saber que era tan sólo una puta que te deseaba de la misma manera que cualquier puta te desearía –porque eres tan completamente experto en la cama como en el escritorio, si es que soy juez de tales asuntos. Pero ella lo apreciaría mejor que yo, ya que adora la pericia en todo aspecto y probablemente, ¡se acostó con todo empleado de su ferrocarril!»”

[Ayn Rand. Atlas Shrugged. (New York: Signet, 1992), 492].

El héroe randiano corresponde en muchos aspectos al superhombre maduro nietzscheano, ejemplificado en Goethe, según declara y describe el propio Nietzsche en El Crepúsculo de los Ídolos:

“Goethe concebía un hombre fuerte, de cultura elevada, diestro en todas las actividades del cuerpo, con un perfecto dominio de sí mismo; un hombre dotado de auto respeto que se atreviera a concederse todo el ámbito y toda la riqueza de la naturaleza, que fuera suficientemente fuerte para esa libertad; un hombre tolerante, no por debilidad, sino por fortaleza, porque supiera utilizar en beneficio propio incluso aquello que haría perecer a una naturaleza mediocre; un hombre para el que no hubiera nada prohibido, a excepción de la debilidad, ya se le dé a ésta el nombre de vicio o de virtud.”

[Friedrich Nietzsche. Götzen-Dämmerung. (Berlin: Nikol Classics), 74].

El superhombre randiano tiene a sus ejemplos reales en los padres fundadores de los Estados Unidos de Norteamérica, Thomas Jeferson y Benjamin Franklin.  Jefferson, el principal autor de la Declaración de Independencia, era abogado y arquitecto, filólogo –hablaba varios idiomas– y escritor, agricultor e inventor, político y filósofo –fue presidente de La Sociedad Americana de Filosofía (American Philosophical Society).  Dominaba magistralmente varias disciplinas, desde la topografía, la agrimensura y matemáticas hasta la horticultura y mecánica.  Fundó la Universidad de Virginia.  Era un hombre deportista que recomendaba hacer dos horas de ejercicio diarias y caminar, de pensamiento independiente y un gran epicúreo, como se llamaba sí mismo.

Benjamín Franklin era un erudito empresario, escritor, impresor, músico, filósofo, teórico en política, científico, inventor, administrador de correos, atleta y humorista.  Organizó y fue el primer secretario de La Sociedad Americana de Filosofía, de la cual fue presidente en 1769.  Como científico contribuyó con sus descubrimientos, teorías y vocabulario sobre electricidad.  Como inventor, es conocido por haber inventado el pararrayos, los lentes bifocales, la silla mecedora, las sillas con paleta para escribir que usan los estudiantes, el odómetro, la armónica de cristal y la Estufa Franklin.  Como atleta recomendaba levantar pesas, nadar, trotar, dormir en ambientes fríos y tomar mucha agua.  Es miembro del Salón de la Fama de Natación Internacional.  Fundó la primer Compañía de Bomberos de Filadelfia y la Universidad de Pennsylvania.

Cuando Rand se refiere a ellos en El Nuevo Intelectual los describe así:

“Los Padres Fundadores no eran ni pasivos, místicos adoradores de la muerte ni insensatos, saqueadores, buscando poder; como grupo político, eran un fenómeno sin precedente en la historia: eran pensadores que también eran hombres de acción. Habían rechazado la dicotomía alma mente, con sus dos corolarios: la impotencia de la mente humana y la condena de esta tierra; habían rechazado la doctrina del sufrimiento como destino metafísico del hombre, proclamaron el derecho del hombre a buscar su felicidad y estuvieron determinados a establecer en la tierra las condiciones requeridas para la existencia apropiada del hombre, por medio de “sólo” el poder de su mente.”

[Ayn Rand. For the New Intellectual. (New York: Random Hou-se, 1961), 23].

Los tres superhombres de La Rebelión de Atlas fueron construidos a la imagen de Jefferson y Franklin, pensadores y hombres de acción. Francisco Domingo Carlos Andrés Sebastián d´Anconia –el personaje favorito de muchos lectores de La Rebelión de Atlas– es, al igual que Jefferson, un terrateniente.  Como Dagny, personifica una paradoja.  Es al mismo tiempo un hombre de un gusto por la vida extraordinario –joie de vivre– alegre elegante, sofisticado, y un hombre trágico, frío, insensible e implacable.  Su lado alegre encarna el sentido de vida que Rand pregona, donde el hombre puede alcanzar la felicidad sin obstáculos en un universo benevolente.  De joven, Francisco, puede hacer cualquier cosa, y hacerlo perfecta y excepcionalmente. No teme a nada ni odia a nadie. Representa una figura del hombre superior extraordinariamente atractiva.

Su lado oscuro presenta a un hombre torturado pero que sabe controlarse y por tanto no permite que el sufrimiento ni los sentimientos le afecten ni desvíen de su misión.  Su afán incansable para lograr su propósito despierta asombro y admiración.  Representa una figura del hombre superior notablemente magnánimo.

Al igual que Galt, Danneskjold y Dagny, Francisco es un individuo de “gran espíritu”.  Leonard Peikoff, en su libro The Ominous Parallels (Los Paralelos Ominosos) indica que Rand usa este calificativo Aristotélico para designar a sus héroes:

 “Aristóteles y el Objetivismo concuerdan en los fundamentos y, como resultado, en este último punto, también. Ambos sostienen que el hombre puede lidiar con la realidad, puede alcanzar valores, puede vivir no-trágicamente. Ninguno de los dos cree en el hombre gusano o el hombre monstruo; cada uno sostiene el hombre pensador y por tanto el hombre héroe. Aristóteles lo llama “el hombre de gran espíritu”. Ayn Rand lo llama Howard Roark, o John Galt.”

[Leonard Peikoff. The Ominous Parallels. (New York: STEIN AND DAY Scarborough House, 1982), 337.]

Aristóteles nos dice que la grandeza de espíritu o magnanimidad (megalopsychia en griego: grandeza y elevación del ánimo) es la corona de las virtudes, pues no se puede ser magnánimo sin poseerlas todas.  Es la disposición del ánimo a ser moralmente excelente.  El magnánimo es un hombre de honor.  Tiene por objeto de su ejercicio las cosas grandes realizadas conforme a la recta razón:

“…La magnanimidad implica grandeza, justamente como la belleza implica un cuerpo bien desarrollado: es decir, la gente delgada puede ser pulcra y bien proporcionada, pero no bella. [Aquí Aristóteles habla de la belleza de los atletas.]

…Así la magnanimidad parece ser un tipo de corona de las virtudes, porque les da realce y nunca se da sin ellas. Esto hace que sea difícil ser verdaderamente magnánimo, porque es imposible sin excelencia total.” [Aristóteles se refiere a ‘nobleza’, en griego ‘kalokagathia’, ‘belleza y excelencia’, excelencia física y moral.]

 [Aristotle. Ethics. (Great Britain: Penguin Classics, 1985), 153-157.]

Esta cualidad de magnanimidad, de excelencia física, mental y moral de Francisco la describe Rand en el siguiente pasaje:

“Francisco podía hacer cualquier cosa que se propusiera, podía hacerlo mejor que cualquiera, y lo hacía sin esfuerzo alguno. No había jactancia alguna en su conducta y consciencia, ningún pensamiento de compararse. Su actitud no era: «Puedo hacerlo mejor que tú,» sino simplemente: «puedo hacerlo.» Lo que quería decir por hacer era hacerlo superlativamente.

…Francisco podía ganar cualquier juego en cualquier competencia local. Nunca entraba a una competencia. Podía haber dominado el club campestre juvenil. Ni siquiera se acercó al rango visual de la casa club, ignorando los ansiosos intentos de reclutar al más famoso heredero del mundo.”

[Ayn Rand. Atlas Shrugged. (New York: Signet, 1992), 92].

Continuará.

El Superhombre y el arte 6a parte

Warren Orbaugh
17 de mayo, 2021

En mi entrega anterior describí la influencia de Friedrich Nietzsche en el pensamiento y obra de Ayn Rand. Los héroes de Rand, al igual que el superhombre nietzscheano, aman la vida, el cuerpo saludable, la habilidad y eficiencia y sus valores son de la tierra –quieren dominar la naturaleza.  Los villanos son los que odian la vida, desprecian el cuerpo, la habilidad y la eficiencia –quieren dominar al hombre.

Dagny Taggart, protagonista de La Rebelión de Atlas, es la Directora Ejecutiva de la empresa ferroviaria más grande de la nación a sus treinta y tantos años, y junto con los otros héroes de la novela, es la encarnación de la virtud de la eficiencia.  Es inteligente, independiente, creativa, decidida, competente, objetiva, con auto estima.  Es la persona que sabe lo que hay que hacer y cuándo. 

Rand, al caracterizar a Dagny, usa nuevamente como técnica literaria la paradoja.  Por un lado, parece masculina, como Atenea: es agresiva y dedicada en su profesión.  Lilian Rearden la describe como una máquina de sumar en traje sastre.  Cuando Cherryl Taggart le dice que ella tomará el lugar de la mujer en la familia Taggart, Dagny responde: “«Eso está muy bien. Yo soy el hombre.»”

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Por otro lado, Dagny es totalmente femenina, usa vestido, medias y zapatos de tacones, aun cuando explora una fábrica abandonada.  Le atraen los hombres fuertes y dominantes, y desea jugar un papel sumiso en sus relaciones sexuales.

Como hizo en El Manantial, para que no quedara duda alguna que Roark es el superhombre al ser nombrado así, por su enemigo Ellsworth Toohey, Rand se encarga de que no quede duda de que Dagny es la supermujer randiana al describirla por medio de la despreciadora de la vida, su envidiosa enemiga, Lilian Rearden:

“«La señorita Dagny Taggart…» dijo ella soltando una risita. «La supermujer de quien las esposas corrientes no sospecharían nada. La mujer que no se interesa más que por los negocios y trata con los hombres como hombre. ¡La mujer de gran espíritu que te admira platónicamente sólo por tu genio, tus fundiciones y tu Metal!» Rio entre dientes. «Debí saber que era tan sólo una puta que te deseaba de la misma manera que cualquier puta te desearía –porque eres tan completamente experto en la cama como en el escritorio, si es que soy juez de tales asuntos. Pero ella lo apreciaría mejor que yo, ya que adora la pericia en todo aspecto y probablemente, ¡se acostó con todo empleado de su ferrocarril!»”

[Ayn Rand. Atlas Shrugged. (New York: Signet, 1992), 492].

El héroe randiano corresponde en muchos aspectos al superhombre maduro nietzscheano, ejemplificado en Goethe, según declara y describe el propio Nietzsche en El Crepúsculo de los Ídolos:

“Goethe concebía un hombre fuerte, de cultura elevada, diestro en todas las actividades del cuerpo, con un perfecto dominio de sí mismo; un hombre dotado de auto respeto que se atreviera a concederse todo el ámbito y toda la riqueza de la naturaleza, que fuera suficientemente fuerte para esa libertad; un hombre tolerante, no por debilidad, sino por fortaleza, porque supiera utilizar en beneficio propio incluso aquello que haría perecer a una naturaleza mediocre; un hombre para el que no hubiera nada prohibido, a excepción de la debilidad, ya se le dé a ésta el nombre de vicio o de virtud.”

[Friedrich Nietzsche. Götzen-Dämmerung. (Berlin: Nikol Classics), 74].

El superhombre randiano tiene a sus ejemplos reales en los padres fundadores de los Estados Unidos de Norteamérica, Thomas Jeferson y Benjamin Franklin.  Jefferson, el principal autor de la Declaración de Independencia, era abogado y arquitecto, filólogo –hablaba varios idiomas– y escritor, agricultor e inventor, político y filósofo –fue presidente de La Sociedad Americana de Filosofía (American Philosophical Society).  Dominaba magistralmente varias disciplinas, desde la topografía, la agrimensura y matemáticas hasta la horticultura y mecánica.  Fundó la Universidad de Virginia.  Era un hombre deportista que recomendaba hacer dos horas de ejercicio diarias y caminar, de pensamiento independiente y un gran epicúreo, como se llamaba sí mismo.

Benjamín Franklin era un erudito empresario, escritor, impresor, músico, filósofo, teórico en política, científico, inventor, administrador de correos, atleta y humorista.  Organizó y fue el primer secretario de La Sociedad Americana de Filosofía, de la cual fue presidente en 1769.  Como científico contribuyó con sus descubrimientos, teorías y vocabulario sobre electricidad.  Como inventor, es conocido por haber inventado el pararrayos, los lentes bifocales, la silla mecedora, las sillas con paleta para escribir que usan los estudiantes, el odómetro, la armónica de cristal y la Estufa Franklin.  Como atleta recomendaba levantar pesas, nadar, trotar, dormir en ambientes fríos y tomar mucha agua.  Es miembro del Salón de la Fama de Natación Internacional.  Fundó la primer Compañía de Bomberos de Filadelfia y la Universidad de Pennsylvania.

Cuando Rand se refiere a ellos en El Nuevo Intelectual los describe así:

“Los Padres Fundadores no eran ni pasivos, místicos adoradores de la muerte ni insensatos, saqueadores, buscando poder; como grupo político, eran un fenómeno sin precedente en la historia: eran pensadores que también eran hombres de acción. Habían rechazado la dicotomía alma mente, con sus dos corolarios: la impotencia de la mente humana y la condena de esta tierra; habían rechazado la doctrina del sufrimiento como destino metafísico del hombre, proclamaron el derecho del hombre a buscar su felicidad y estuvieron determinados a establecer en la tierra las condiciones requeridas para la existencia apropiada del hombre, por medio de “sólo” el poder de su mente.”

[Ayn Rand. For the New Intellectual. (New York: Random Hou-se, 1961), 23].

Los tres superhombres de La Rebelión de Atlas fueron construidos a la imagen de Jefferson y Franklin, pensadores y hombres de acción. Francisco Domingo Carlos Andrés Sebastián d´Anconia –el personaje favorito de muchos lectores de La Rebelión de Atlas– es, al igual que Jefferson, un terrateniente.  Como Dagny, personifica una paradoja.  Es al mismo tiempo un hombre de un gusto por la vida extraordinario –joie de vivre– alegre elegante, sofisticado, y un hombre trágico, frío, insensible e implacable.  Su lado alegre encarna el sentido de vida que Rand pregona, donde el hombre puede alcanzar la felicidad sin obstáculos en un universo benevolente.  De joven, Francisco, puede hacer cualquier cosa, y hacerlo perfecta y excepcionalmente. No teme a nada ni odia a nadie. Representa una figura del hombre superior extraordinariamente atractiva.

Su lado oscuro presenta a un hombre torturado pero que sabe controlarse y por tanto no permite que el sufrimiento ni los sentimientos le afecten ni desvíen de su misión.  Su afán incansable para lograr su propósito despierta asombro y admiración.  Representa una figura del hombre superior notablemente magnánimo.

Al igual que Galt, Danneskjold y Dagny, Francisco es un individuo de “gran espíritu”.  Leonard Peikoff, en su libro The Ominous Parallels (Los Paralelos Ominosos) indica que Rand usa este calificativo Aristotélico para designar a sus héroes:

 “Aristóteles y el Objetivismo concuerdan en los fundamentos y, como resultado, en este último punto, también. Ambos sostienen que el hombre puede lidiar con la realidad, puede alcanzar valores, puede vivir no-trágicamente. Ninguno de los dos cree en el hombre gusano o el hombre monstruo; cada uno sostiene el hombre pensador y por tanto el hombre héroe. Aristóteles lo llama “el hombre de gran espíritu”. Ayn Rand lo llama Howard Roark, o John Galt.”

[Leonard Peikoff. The Ominous Parallels. (New York: STEIN AND DAY Scarborough House, 1982), 337.]

Aristóteles nos dice que la grandeza de espíritu o magnanimidad (megalopsychia en griego: grandeza y elevación del ánimo) es la corona de las virtudes, pues no se puede ser magnánimo sin poseerlas todas.  Es la disposición del ánimo a ser moralmente excelente.  El magnánimo es un hombre de honor.  Tiene por objeto de su ejercicio las cosas grandes realizadas conforme a la recta razón:

“…La magnanimidad implica grandeza, justamente como la belleza implica un cuerpo bien desarrollado: es decir, la gente delgada puede ser pulcra y bien proporcionada, pero no bella. [Aquí Aristóteles habla de la belleza de los atletas.]

…Así la magnanimidad parece ser un tipo de corona de las virtudes, porque les da realce y nunca se da sin ellas. Esto hace que sea difícil ser verdaderamente magnánimo, porque es imposible sin excelencia total.” [Aristóteles se refiere a ‘nobleza’, en griego ‘kalokagathia’, ‘belleza y excelencia’, excelencia física y moral.]

 [Aristotle. Ethics. (Great Britain: Penguin Classics, 1985), 153-157.]

Esta cualidad de magnanimidad, de excelencia física, mental y moral de Francisco la describe Rand en el siguiente pasaje:

“Francisco podía hacer cualquier cosa que se propusiera, podía hacerlo mejor que cualquiera, y lo hacía sin esfuerzo alguno. No había jactancia alguna en su conducta y consciencia, ningún pensamiento de compararse. Su actitud no era: «Puedo hacerlo mejor que tú,» sino simplemente: «puedo hacerlo.» Lo que quería decir por hacer era hacerlo superlativamente.

…Francisco podía ganar cualquier juego en cualquier competencia local. Nunca entraba a una competencia. Podía haber dominado el club campestre juvenil. Ni siquiera se acercó al rango visual de la casa club, ignorando los ansiosos intentos de reclutar al más famoso heredero del mundo.”

[Ayn Rand. Atlas Shrugged. (New York: Signet, 1992), 92].

Continuará.