Netcenter, cuenta anónima, bot político, troll, desestabilizador digital, netcentero. Como quieran llamarle. La diversidad de nombres no altera su razón de ser: influir y manipular la opinión pública con métodos hostiles y basados en la cultura de la cancelación. Lo ocurrido hace unos días contra el gremio periodístico sirve para volver a hablar del tema.
Vamos a ello.
Los hechos. El lunes una periodista (Michelle Mendoza, corresponsal de CNN) denunció que durante la presentación del Informe de Labores del Ministerio Público, la magistrada de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), Vitalina Orellana, le había tomado fotografías que luego fueron utilizadas por una cuenta de netcenter en Twitter que se dedica a la intimidación de periodistas, funcionarios y activistas a través de redes sociales. La magistrada ha negado el hecho. Otros periodistas respaldan a la colega. El caso no se aclarará nunca y si bien las fotografías y la presunta implicación de la magistrada son temas importantes que merecen ser investigados, lo que salta al ojo —y me incomoda de sobremanera— es la aceptación de la existencia de cuentas anónimas en el universo digital que se dedican a la intimidación de otras personas, por el simple hecho de realizar su trabajo. ¡Esto tienen que parar!
El netcenter funciona como una especie de comunidad digital dedicada a la manipulación a través de estrategias de desinformación que se apoyan en la inmediatez de las redes y se refugian en la ausencia de normas claras en este universo digital. Tienen objetivos específicos, que suelen ser figuras públicas, y la mayoría de sus metas consisten en arruinar reputaciones y desprestigiar todo tipo de acciones haciendo uso magistral de falacias argumentativas y noticias falsas con carga emocional. Para profundizar en el tema, recomiendo la investigación del periodista Luis Assardo, “Negocio de Manipulación” o el informe “Bots y Netcenters y el combate a la impunidad” de la extinta Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG).
Lo más peligroso de esto es que es un negocio rentable. Se supo que para las elecciones generales pasadas, un grupo de netcenters cobró cerca de $250 mil mensuales por cambiar un tema, posicionar un hashtag y crear campañas de desprestigio contra los oponentes del cliente. Otros expertos aseguran que para otro tipo de favores más “personalizados”, suelen cobrar alrededor de $7 mil mensuales por la generación de una imagen pública, posicionamiento de marca y campaña negra teledirigida con servicio incluido de rumores, difamaciones y calumnias. Un netcenter junior, sin tanta experiencia, puede ganar hasta Q5 mil mensuales; el doble del salario mínimo actual.
Pero lo más indignante es que hay personas como usted y como yo —usuarios de redes sociales — que ya sea por cinismo o por ignorancia, siguen, interactúan y aplauden la labor de estos nichos de desinformación. La cuenta que denunció la periodista y que nos ha obligado a hablar de este caso, tiene más de 12 mil seguidores en Twitter. ¡Doce mil! Sépalo y anótelo donde no se le olvide: los netcenters no son individuos obesos y antisociales sentados detrás de un escritorio, en un sótano, conectados al internet a la espera de algo que pueda alterar las redes. No necesariamente. ¡Son sicarios digitales y altamente peligrosos! Nosotros, como usuarios de internet y ciudadanos que buscamos la Verdad y defendemos la integridad de todas las personas, hemos de denunciarlos a través de las herramientas habilitadas en las plataformas digitales y exigir a nuestras autoridades mecanismos efectivos, rápidos y potentes para evitar que este negocio siga perpetuándose en las entrañas de la sociedad digital; esa que ha encontrado en las redes un canal sano de discusión, expresión, formación y denuncia.
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