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Armando De la Torre
27 de mayo, 2021

Ahora que nuestro gran amigo anglosajón del Norte parece encaminarse sin titubeos hacia una hecatombe “democrática”, bien vale la pena que todos los demás nos ayudemos recíprocamente a retener ciertos principios. 

Veo con mucha preocupación que el Ejecutivo de este país, Guatemala, continúa con la aprobación de déficit presupuestario año tras año que un día seguramente no muy lejano habremos de pagar entre todos con creces. 

La estabilidad monetaria nos ha sido por unos treinta años el gran incentivo nacional para la inversión y la consiguiente creación de empleos, o sea de más riqueza dispersa entre otras ventajas relativas. Sin embargo, ya parece que no lo podrá ser. 

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Por eso, me permito aquí sugerir cinco áreas en las que se podría legislar con visión de largo plazo por el Congreso de la República de Guatemala: 

La primera podría ser la disminución progresiva de los déficits fiscales anuales para anticiparnos al creciente endeudamiento externo del país. O sea, la no aprobación de cualquier presupuesto nacional que incluya la erogación de fondos públicos sin respaldo monetario de largo plazo.

La segunda podría referirse a un mal de mucho más fondo: Tengo entendido que la gran mayoría de las propiedades privadas, sobre todo en las zonas rurales, no tienen la documentación apropiada que brinde seguridad legal a sus legítimos propietarios. De estar yo en lo correcto, entonces éste sería nuestro problema de mayor urgencia fiscal. Porque en la medida en que el registro legítimo y al día sobre el estado actual de cada propiedad se torne inseguro o, peor aún improbable, la mesa queda servida para toda clase de exacciones, chantajes, robos, traspasos ilegales de los derechos de propiedad  y de otras múltiples formas de apropiación de lo ajeno, como tristemente acaece sobre todo en las áreas mayormente habitadas por indígenas.

El tercero sería la disminución numérica del aparato burocrático estatal que, a mis ojos, en primer lugar podría incluir la abolición del entero Ministerio de Desarrollo Social tal como está estructurado hoy y de muchas otras intendencias gubernamentales superfluas y corruptas de todos bien conocidas.

Un cuarto reglón no menos importante, o quizá el más importante de todos, sería el saneamiento efectivo del entero Poder Judicial, tan carcomido por la impericia profesional de muchos años, la escasez de fondos prioritarios y los vaivenes de índole política, sobre todo de esos infiltrados ideológicamente en la Corte de Constitucionalidad. Aunque reconozco que la labor de la actual Fiscal General Consuelo Porras merece ser aplaudida por todos nosotros. 

A propósito de todo eso, me resulta oportuno referirme a aquella reflexión hecha por Agustín de Hipona en su obra “La Ciudad de Dios” hace ya la friolera de mil seiscientos años: Sine iustitia, quid sunt regna, nisi magna latrocinia, o sea que “Sin la justicia ¿qué serían los reinos en realidad sino bandas de ladrones?…”

En quinto lugar, creo, nos urge revisar nuestro entero mundo educativo. Por supuesto, yo tengo al respecto opiniones que mucho difieren de las que oficialmente parecen mayoritarias.

Para mí, por ejemplo, los primeros en velar por la educación de los niños y de los jóvenes han de ser siempre sus padres, no los burócratas del Ministerio de Educación. Y la escuela pública no debería ser gratuita para todos sino subsidiada por todos. Lo cual implicaría una renovación del entero sistema educativo nacional.

Porque siempre he creído que la República lo somos todos, aunque no por igual: los funcionarios públicos, por ejemplo, habrían de estar siempre sujetos a la supervisión de los padres de los escolares en cuanto a la administración de costos y también de los contenidos programáticos de la literatura educacional al servicio del docente. Esto daría pie a interminables discusiones de fondo y de forma, pero nadie jamás nos ha asegurado que la buena crianza de nuestros hijos habría de ser un empeño fácil. 

Por supuesto que aquí no pretendo en absoluto dar soluciones definitivas a puntos de legislación tan complejos. Es más, he mencionado estos tópicos a manera de estimular nuevas ulteriores discusiones al respecto. Pero lo que quiero aquí y ahora subrayar es que el tema perentorio y muy complejo de la educación de nuestra juventud nos debería ser a todos una encomienda permanente y sin pausas.

Hay muchísimos otros puntos dignos de mención aquí como los de la ética de las fuerzas armadas nacionales o la ilustración que sería la más apropiada de nuestros legisladores. Pero aquí solo quiero recordar que mucho más allá de nuestras responsabilidades de padres de familia está las de ciudadanos interesados por el bien común que se deriva de las experiencias de hombres y mujeres libres y bien formados. 

Para colmo de males se añade que en este momento nos ha venido a fiscalizar la muy desquiciada y muy ignorante Vicepresidente del gobierno demócrata en los Estados Unidos, Kamala Harris. Cuando menos, tal supuesta “asesoría” mejor la podríamos ofrecer nosotros desde Guatemala a los gobernantes de los Estados Unidos que a la viceversa.

Lástima que el Presidente Giammattei parece carecer de las motivaciones necesarias para haber declarado a tal señora “persona non grata”. Encima eso le ahorraría a nuestro pueblo gastos y pérdida de tiempo que en la actual crisis mundial de la pandemia nos resultan injustificadamente muy onerosos. 

Y por lógica elemental esto no debe ser interpretado como un mensaje privado de advertencia solo para la señora Harris sino también para todo el Establishment cultural de nuestro influyente vecino. 

Bien podríamos hacer nuestra esa varonil advertencia del Presidente Bukele de nuestro colindante país hermano, la República de El Salvador, para que cesen del todo esos reclamos imperiales del Partido Demócrata de los Estados Unidos  

Por lo tanto, no nos es lícito esperar que la felicidad de nuestros hombres y mujeres libres no depende del tamaño del territorio entre en el que nos movemos sino del tamaño de nuestras hormonas al momento de decidir. 

Porque nadie nos puede iluminar la senda de nuestros destinos sino nosotros mismos. Cualquier otra alternativa colectiva dejémosla a los débiles de carácter y a los indefinidos genéticamente. 

Pues todavía somos mayoritariamente hombres y mujeres maduros y plenamente autónomos, y también lo habríamos de ser con respecto a nuestras cuentas y obligaciones monetarias.     

Sugerencias

Armando De la Torre
27 de mayo, 2021

Ahora que nuestro gran amigo anglosajón del Norte parece encaminarse sin titubeos hacia una hecatombe “democrática”, bien vale la pena que todos los demás nos ayudemos recíprocamente a retener ciertos principios. 

Veo con mucha preocupación que el Ejecutivo de este país, Guatemala, continúa con la aprobación de déficit presupuestario año tras año que un día seguramente no muy lejano habremos de pagar entre todos con creces. 

La estabilidad monetaria nos ha sido por unos treinta años el gran incentivo nacional para la inversión y la consiguiente creación de empleos, o sea de más riqueza dispersa entre otras ventajas relativas. Sin embargo, ya parece que no lo podrá ser. 

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Por eso, me permito aquí sugerir cinco áreas en las que se podría legislar con visión de largo plazo por el Congreso de la República de Guatemala: 

La primera podría ser la disminución progresiva de los déficits fiscales anuales para anticiparnos al creciente endeudamiento externo del país. O sea, la no aprobación de cualquier presupuesto nacional que incluya la erogación de fondos públicos sin respaldo monetario de largo plazo.

La segunda podría referirse a un mal de mucho más fondo: Tengo entendido que la gran mayoría de las propiedades privadas, sobre todo en las zonas rurales, no tienen la documentación apropiada que brinde seguridad legal a sus legítimos propietarios. De estar yo en lo correcto, entonces éste sería nuestro problema de mayor urgencia fiscal. Porque en la medida en que el registro legítimo y al día sobre el estado actual de cada propiedad se torne inseguro o, peor aún improbable, la mesa queda servida para toda clase de exacciones, chantajes, robos, traspasos ilegales de los derechos de propiedad  y de otras múltiples formas de apropiación de lo ajeno, como tristemente acaece sobre todo en las áreas mayormente habitadas por indígenas.

El tercero sería la disminución numérica del aparato burocrático estatal que, a mis ojos, en primer lugar podría incluir la abolición del entero Ministerio de Desarrollo Social tal como está estructurado hoy y de muchas otras intendencias gubernamentales superfluas y corruptas de todos bien conocidas.

Un cuarto reglón no menos importante, o quizá el más importante de todos, sería el saneamiento efectivo del entero Poder Judicial, tan carcomido por la impericia profesional de muchos años, la escasez de fondos prioritarios y los vaivenes de índole política, sobre todo de esos infiltrados ideológicamente en la Corte de Constitucionalidad. Aunque reconozco que la labor de la actual Fiscal General Consuelo Porras merece ser aplaudida por todos nosotros. 

A propósito de todo eso, me resulta oportuno referirme a aquella reflexión hecha por Agustín de Hipona en su obra “La Ciudad de Dios” hace ya la friolera de mil seiscientos años: Sine iustitia, quid sunt regna, nisi magna latrocinia, o sea que “Sin la justicia ¿qué serían los reinos en realidad sino bandas de ladrones?…”

En quinto lugar, creo, nos urge revisar nuestro entero mundo educativo. Por supuesto, yo tengo al respecto opiniones que mucho difieren de las que oficialmente parecen mayoritarias.

Para mí, por ejemplo, los primeros en velar por la educación de los niños y de los jóvenes han de ser siempre sus padres, no los burócratas del Ministerio de Educación. Y la escuela pública no debería ser gratuita para todos sino subsidiada por todos. Lo cual implicaría una renovación del entero sistema educativo nacional.

Porque siempre he creído que la República lo somos todos, aunque no por igual: los funcionarios públicos, por ejemplo, habrían de estar siempre sujetos a la supervisión de los padres de los escolares en cuanto a la administración de costos y también de los contenidos programáticos de la literatura educacional al servicio del docente. Esto daría pie a interminables discusiones de fondo y de forma, pero nadie jamás nos ha asegurado que la buena crianza de nuestros hijos habría de ser un empeño fácil. 

Por supuesto que aquí no pretendo en absoluto dar soluciones definitivas a puntos de legislación tan complejos. Es más, he mencionado estos tópicos a manera de estimular nuevas ulteriores discusiones al respecto. Pero lo que quiero aquí y ahora subrayar es que el tema perentorio y muy complejo de la educación de nuestra juventud nos debería ser a todos una encomienda permanente y sin pausas.

Hay muchísimos otros puntos dignos de mención aquí como los de la ética de las fuerzas armadas nacionales o la ilustración que sería la más apropiada de nuestros legisladores. Pero aquí solo quiero recordar que mucho más allá de nuestras responsabilidades de padres de familia está las de ciudadanos interesados por el bien común que se deriva de las experiencias de hombres y mujeres libres y bien formados. 

Para colmo de males se añade que en este momento nos ha venido a fiscalizar la muy desquiciada y muy ignorante Vicepresidente del gobierno demócrata en los Estados Unidos, Kamala Harris. Cuando menos, tal supuesta “asesoría” mejor la podríamos ofrecer nosotros desde Guatemala a los gobernantes de los Estados Unidos que a la viceversa.

Lástima que el Presidente Giammattei parece carecer de las motivaciones necesarias para haber declarado a tal señora “persona non grata”. Encima eso le ahorraría a nuestro pueblo gastos y pérdida de tiempo que en la actual crisis mundial de la pandemia nos resultan injustificadamente muy onerosos. 

Y por lógica elemental esto no debe ser interpretado como un mensaje privado de advertencia solo para la señora Harris sino también para todo el Establishment cultural de nuestro influyente vecino. 

Bien podríamos hacer nuestra esa varonil advertencia del Presidente Bukele de nuestro colindante país hermano, la República de El Salvador, para que cesen del todo esos reclamos imperiales del Partido Demócrata de los Estados Unidos  

Por lo tanto, no nos es lícito esperar que la felicidad de nuestros hombres y mujeres libres no depende del tamaño del territorio entre en el que nos movemos sino del tamaño de nuestras hormonas al momento de decidir. 

Porque nadie nos puede iluminar la senda de nuestros destinos sino nosotros mismos. Cualquier otra alternativa colectiva dejémosla a los débiles de carácter y a los indefinidos genéticamente. 

Pues todavía somos mayoritariamente hombres y mujeres maduros y plenamente autónomos, y también lo habríamos de ser con respecto a nuestras cuentas y obligaciones monetarias.