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La ambición y avaricia que nos arrastra a la corrupción

Antonio Melgar
06 de mayo, 2021

Con los indicadores sociales debilitados por el paso de la pandemia y otros aspectos en el país, me permito decir que uno de los retos más grandes a superar es el que radica en la corrupción que impera y que hace que algunos, más bien, piensen en enriquecer sus bolsillos, lo que al final exacerba la ya difícil vida de los que menos tienen. 

En el contexto  de la COVID-19 he observado una condición que hemos dejado pasar por alto y eso tiene mucho que ver con el qué hacer tanto individual como colectivo y las decisiones que nos afectan a todos o la gran mayoría de guatemaltecos que luchamos día con día por salir adelante.

No es difícil encontrarnos con que existen distintas realidades para todos, y eso nos lleva a pensar en las grandes brechas de desigualdad e inequidad que existen en este territorio, y los estratos de la sociedad evidencian esas grandes desigualdades.

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Uno de esos grandes desafíos y que tiene que ver con el desarrollo integral de la sociedad, es precisamente el que radica en ese grupo de mezquindad que sólo busca enriquecerse a costa del beneficio de los demás. 

La corrupción en este país es un fenómeno enraizado y con muchos focos de indicios de por qué se da. Cuando la ambición aparece como primer plano para buscar un puesto público éste se convierte en el detonante para que la corrupción sea un estandarte que llevan los malos  funcionarios que ven con complacencia que la impunidad es un medio que deja una amplia posibilidad para enriquecerse.

Ahora la pregunta es la siguiente: ¿por qué afecta tanto la ambición de los funcionarios a los guatemaltecos? 

Diría que las respuestas son varias, porque cuando se piensa en la función pública se habla de responsabilidad, pero parece que la mayoría llega pensando en cómo hacer más dinero mientras tenga ese puesto. 

Así con lo anterior, también es necesario mencionar la inexistencia de la cultura de legalidad, misma que como ciudadanos, posiblemente nunca practicaron, pues les puede más la ambición que pensar en el bien común. 

Por eso, resulta vital que la avaricia y la ambición de dinero estando en el poder, no se normalicen sino al contrario, que estas en un puesto público sea un acto de servicio y para los demás. Sé que suena idílico y hasta tonto pensar que nuestros políticos actuales actúen pensando en el bien común y no el propio. 

Me niego pensar a que nuestro futuro sea corrupto y sin escrúpulos, pero sé que es un tanto imposible cuando la ambición, avaricia y el mal proceder van insertos en algunos funcionarios públicos que sólo piensan cómo hacer más dinero en su periodo de poder.

La corrupción no se mide en si es o no una cantidad pequeña, al final es eso un cáncer que consume sociedades y de lo que sabemos bien en los países del Norte de Centro América.

La ambición y avaricia que nos arrastra a la corrupción

Antonio Melgar
06 de mayo, 2021

Con los indicadores sociales debilitados por el paso de la pandemia y otros aspectos en el país, me permito decir que uno de los retos más grandes a superar es el que radica en la corrupción que impera y que hace que algunos, más bien, piensen en enriquecer sus bolsillos, lo que al final exacerba la ya difícil vida de los que menos tienen. 

En el contexto  de la COVID-19 he observado una condición que hemos dejado pasar por alto y eso tiene mucho que ver con el qué hacer tanto individual como colectivo y las decisiones que nos afectan a todos o la gran mayoría de guatemaltecos que luchamos día con día por salir adelante.

No es difícil encontrarnos con que existen distintas realidades para todos, y eso nos lleva a pensar en las grandes brechas de desigualdad e inequidad que existen en este territorio, y los estratos de la sociedad evidencian esas grandes desigualdades.

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Uno de esos grandes desafíos y que tiene que ver con el desarrollo integral de la sociedad, es precisamente el que radica en ese grupo de mezquindad que sólo busca enriquecerse a costa del beneficio de los demás. 

La corrupción en este país es un fenómeno enraizado y con muchos focos de indicios de por qué se da. Cuando la ambición aparece como primer plano para buscar un puesto público éste se convierte en el detonante para que la corrupción sea un estandarte que llevan los malos  funcionarios que ven con complacencia que la impunidad es un medio que deja una amplia posibilidad para enriquecerse.

Ahora la pregunta es la siguiente: ¿por qué afecta tanto la ambición de los funcionarios a los guatemaltecos? 

Diría que las respuestas son varias, porque cuando se piensa en la función pública se habla de responsabilidad, pero parece que la mayoría llega pensando en cómo hacer más dinero mientras tenga ese puesto. 

Así con lo anterior, también es necesario mencionar la inexistencia de la cultura de legalidad, misma que como ciudadanos, posiblemente nunca practicaron, pues les puede más la ambición que pensar en el bien común. 

Por eso, resulta vital que la avaricia y la ambición de dinero estando en el poder, no se normalicen sino al contrario, que estas en un puesto público sea un acto de servicio y para los demás. Sé que suena idílico y hasta tonto pensar que nuestros políticos actuales actúen pensando en el bien común y no el propio. 

Me niego pensar a que nuestro futuro sea corrupto y sin escrúpulos, pero sé que es un tanto imposible cuando la ambición, avaricia y el mal proceder van insertos en algunos funcionarios públicos que sólo piensan cómo hacer más dinero en su periodo de poder.

La corrupción no se mide en si es o no una cantidad pequeña, al final es eso un cáncer que consume sociedades y de lo que sabemos bien en los países del Norte de Centro América.