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Dignidad, necesidad y pobreza

Carolina Castellanos
07 de mayo, 2021

Esta semana nos ha sorprendido positivamente la actitud que tomó el Presidente Naib Bukele de nuestro vecino El Salvador, frente a la “comunidad internacional”. Hay infinidad de mensajes en redes sociales aclamando su postura y exigiendo que el nuestro, Alejandro Giammattei, asuma una similar, especialmente ahora que se ha confirmado la visita de la señora Vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris.

Sin duda alguna, la postura del Presidente Bukele, un “millenial”, es un reclamo a la dignidad del país, a su independencia y a su soberanía. Todo se da en el marco de la celebración de los 200 años de independencia de este pequeño istmo llamado Centro América. Como él mismo les dijo, “nos independizamos hace doscientos años y entendí que somos una república, no una colonia” (palabras más, palabras menos).

Simultáneamente en nuestra Guate se han incrementado las demandas y exigencias hacia la fiscalización de las oenegés, siendo esto ultra necesario y urgente. Estas entidades reciben cantidades importantes de euros o dólares cada año, utilizando como causas la pobreza, la desnutrición, la discriminación hacia los indígenas y, más recientemente, hacia la comunidad LGBTIQ. Es más que obvio que el uso de esos recursos no ha sido para lograr esos loables objetivos. De ser así, ya no habría discriminación, pobreza ni nada pues son ya demasiados años de recibir esos cuantiosos recursos.

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De esa cuenta, demasiadas oenegés utilizan fondos extranjeros para causar desestabilización, desorden, generar interminables discusiones y opiniones y para influir en los gobernantes de turno para lograr sus espurios objetivos. Así las cosas, los recursos internacionales causan muchísimo más daño que beneficio. Lamentablemente, es con el conocimiento y la venia de los donantes, en una buena parte.

La pobreza y el subdesarrollo son el marco dentro del cual Guatemala extiende la mano y recibe esos fondos. Nada es gratis en este mundo, mucho menos cuando se trata de dinero. Fuera de los préstamos hechos a entidades financieras internacionales, las no tan amables donaciones, sean al gobierno (una menor parte) y a la infinidad de oenegés, viene con una agenda a cumplir. La peor de todas es la implementación de un sistema totalitario, destructivo y causante de las peores pobrezas de la historia en el mundo. Sí, estoy hablando del socialismo, progresismo, izquierda, de los ahora llamados chairos o como usted quiera llamarlo.

Los niveles de pobreza en Guatemala son extremos. Si necesidad de ir a los lugares más recónditos y alejados de las urbes, vemos cantidad de niños, muchos explotados por adultos y otros con sus progenitores, viviendo en condiciones realmente malas. Esto es real, pero la receta que quieren imponer los extranjeros está muy lejos de ser la solución. Repartir dinero solo resuelve el corto plazo, sea a personas individuales o a los oenegeros, que son los únicos que sí realmente salen de pobres.

El tema migratorio vuelve a tomar la palestra en la discusión internacional en este lado del mundo. Resulta que hasta la explotación de los afroamericanos y los ataques a miembros de la comunidad LGBTIQ son la causa del éxodo de esas mareas humanas que buscan una mejor vida. Usted y yo sabemos que eso no es real; es parte de la retórica “progresista” que está queriendo regir al mundo, y con muchísima fuerza desde enero de este año.

Las causas de la migración son diversas. Algunas de ellas son la pobreza generada por la falta de oportunidades, una educación deficiente, un sistema de salud colapsado, corrupto e inservible, un abandono sistemático del Estado hacia las comunidades más lejanas del país, y las no tan alejadas también. Esto, sumado a la conflictividad que aún se vive en muchísimas comunidades y al narcotráfico que, por la vía terrestre, tiene que pasar por nuestro país para llegar al norte, su destino final, donde están los millones de consumidores.

En este caldo de cultivo donde todo es posible, la inversión no encuentra asidero. Claro que la hay, pero muy poco e insuficiente para generar la cantidad de empleos que se requieren para reducir la migración, la pobreza y el subdesarrollo.

Necesitamos generar trabajo a través de la inversión privada, cambiar el sistema educativo y traerlo al siglo XXI en metodología y contenido, reestructurar el sistema de salud para que esté al alcance de todos, en calidad y cantidad. No es ciencia oculta; educación, salud, trabajo digno, en el orden que usted quiera.

Mientras eso pasa, si es que algún día se da, luchemos por mantener nuestra dignidad como país, sin aceptar dádivas a cambio de instrucciones en diversos idiomas. Somos un país pobre, pero eso no significa que aceptemos los despojos de otros que nos empujan hacia cambiar nuestra forma de vida en libertad.

Dignidad, necesidad y pobreza

Carolina Castellanos
07 de mayo, 2021

Esta semana nos ha sorprendido positivamente la actitud que tomó el Presidente Naib Bukele de nuestro vecino El Salvador, frente a la “comunidad internacional”. Hay infinidad de mensajes en redes sociales aclamando su postura y exigiendo que el nuestro, Alejandro Giammattei, asuma una similar, especialmente ahora que se ha confirmado la visita de la señora Vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris.

Sin duda alguna, la postura del Presidente Bukele, un “millenial”, es un reclamo a la dignidad del país, a su independencia y a su soberanía. Todo se da en el marco de la celebración de los 200 años de independencia de este pequeño istmo llamado Centro América. Como él mismo les dijo, “nos independizamos hace doscientos años y entendí que somos una república, no una colonia” (palabras más, palabras menos).

Simultáneamente en nuestra Guate se han incrementado las demandas y exigencias hacia la fiscalización de las oenegés, siendo esto ultra necesario y urgente. Estas entidades reciben cantidades importantes de euros o dólares cada año, utilizando como causas la pobreza, la desnutrición, la discriminación hacia los indígenas y, más recientemente, hacia la comunidad LGBTIQ. Es más que obvio que el uso de esos recursos no ha sido para lograr esos loables objetivos. De ser así, ya no habría discriminación, pobreza ni nada pues son ya demasiados años de recibir esos cuantiosos recursos.

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De esa cuenta, demasiadas oenegés utilizan fondos extranjeros para causar desestabilización, desorden, generar interminables discusiones y opiniones y para influir en los gobernantes de turno para lograr sus espurios objetivos. Así las cosas, los recursos internacionales causan muchísimo más daño que beneficio. Lamentablemente, es con el conocimiento y la venia de los donantes, en una buena parte.

La pobreza y el subdesarrollo son el marco dentro del cual Guatemala extiende la mano y recibe esos fondos. Nada es gratis en este mundo, mucho menos cuando se trata de dinero. Fuera de los préstamos hechos a entidades financieras internacionales, las no tan amables donaciones, sean al gobierno (una menor parte) y a la infinidad de oenegés, viene con una agenda a cumplir. La peor de todas es la implementación de un sistema totalitario, destructivo y causante de las peores pobrezas de la historia en el mundo. Sí, estoy hablando del socialismo, progresismo, izquierda, de los ahora llamados chairos o como usted quiera llamarlo.

Los niveles de pobreza en Guatemala son extremos. Si necesidad de ir a los lugares más recónditos y alejados de las urbes, vemos cantidad de niños, muchos explotados por adultos y otros con sus progenitores, viviendo en condiciones realmente malas. Esto es real, pero la receta que quieren imponer los extranjeros está muy lejos de ser la solución. Repartir dinero solo resuelve el corto plazo, sea a personas individuales o a los oenegeros, que son los únicos que sí realmente salen de pobres.

El tema migratorio vuelve a tomar la palestra en la discusión internacional en este lado del mundo. Resulta que hasta la explotación de los afroamericanos y los ataques a miembros de la comunidad LGBTIQ son la causa del éxodo de esas mareas humanas que buscan una mejor vida. Usted y yo sabemos que eso no es real; es parte de la retórica “progresista” que está queriendo regir al mundo, y con muchísima fuerza desde enero de este año.

Las causas de la migración son diversas. Algunas de ellas son la pobreza generada por la falta de oportunidades, una educación deficiente, un sistema de salud colapsado, corrupto e inservible, un abandono sistemático del Estado hacia las comunidades más lejanas del país, y las no tan alejadas también. Esto, sumado a la conflictividad que aún se vive en muchísimas comunidades y al narcotráfico que, por la vía terrestre, tiene que pasar por nuestro país para llegar al norte, su destino final, donde están los millones de consumidores.

En este caldo de cultivo donde todo es posible, la inversión no encuentra asidero. Claro que la hay, pero muy poco e insuficiente para generar la cantidad de empleos que se requieren para reducir la migración, la pobreza y el subdesarrollo.

Necesitamos generar trabajo a través de la inversión privada, cambiar el sistema educativo y traerlo al siglo XXI en metodología y contenido, reestructurar el sistema de salud para que esté al alcance de todos, en calidad y cantidad. No es ciencia oculta; educación, salud, trabajo digno, en el orden que usted quiera.

Mientras eso pasa, si es que algún día se da, luchemos por mantener nuestra dignidad como país, sin aceptar dádivas a cambio de instrucciones en diversos idiomas. Somos un país pobre, pero eso no significa que aceptemos los despojos de otros que nos empujan hacia cambiar nuestra forma de vida en libertad.