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La insaciable dependencia

Carolina Castellanos
27 de agosto, 2021

En las últmas semanas hemos visto escenas desgarradoras de afganos, estadounidenses y de otras nacionalidades, salir huyendo de Afganistán ahora que Estados Unidos decidió abandonar ese país, de un día para el otro. Llegó en la búsqueda de Osama Bin Laden, lo encontró y lo mató. Veinte años después, su presencia es notable y hasta imprescindible pues se instalaron, civiles y militares, y ejercieron su dominio e influencia en todos los ámbitos de aquel lejano país.

Como todo en la vida, hay dos lados en esto. Por uno, establecieron una sociedad más libre, particularmente importante para las mujeres. Se generaron negocios, desarrollo y crecimiento económico. La sola presencia de extranjeros promomvió la creación de productos y servicios que de pronto no eran tan importantes anteriormente.

Pero, la insaciable dependencia mostró sus garras. Pocas horas después de la orden de abandono girada por el Presidente Biden, los talibanes habían retomado el control de Afganistán.  Sin la fuerza y el poderío estadounidense, los afganos no tuvieron capacidad de defenderse de los talibanes, que seguramente pasaron esos veinte años esperando esta oportunidad.

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En Guatemala sucede lo mismo. Estamos acostumbrados a recibir “ayuda extranjera”, no solo de Estados Unidos sino también de países europeos, Tawán, Korea, entre otros. Las buenas intenciones vienen atadas a una fuerte influencia para desarrollar los programas y proyectos de acuerdo a las instrucciones en idiomas extranjeros. En muy pocos casos vemos la construcción de capacidades para las poblaciones beneficiadas. Sí los hay, y con mucho éxito, pero me temo que no son muchos. Una vez se acaba el dinero, todo vuelve como antes.

Esto se aplica particularmente en la ayuda que llega al gobierno. En los últimos años, se ha incrementado esta insaciable dependencia. Tal parece que Guatemala no puede funcionar sin los millones de euros y dólares que nos llegan para financiar programas, oficinas, proyectos y cuanta cosa. Hace pocas semanas vimos cómo el gobierno entró en crisis emocional cuando Estados Unidos diijo que congelaría el apoyo económico al MP como consecuencia de la destitución del nefasto fiscal Sandoval. ¿Insaciable dependencia justificada? Definitivamente no lo es.

En alguna época de la  historia esa ayuda habrá venido sin tantas ataduras. Pero la lucha por la hegemonía mundial ha llevado a las grandes potencias a meterse en todos los rincones del mundo. Los países pequeños como el nuestro, cuya posición geográfica lo hace importante, terminan recibiendo ofertas de apoyo, las que aceptamos sin titubear aún y cuando vengan con ataduras que se traducen en injerencia e imposición.

Una vez alineados a los designios de otros, se crea esa dependencia económica y de “capacidades” para ejercer funciones de diferente índole. Tal parece que a los gobernantes de turno, así como a los diputados, les es imposible armar un presupuesto y ejercer sus funciones sin aceptar compromisos que nos harán aún más dependientes.

¿Qué pasaría si, para 2,022, el gobierno de Guatemala dijera que y no quiere “apoyo” de ningún país? Además de convertirnos en el “hazmerreír” mundial, no llegaríamos ni al abrazo de Año Nuevo. Al final, no se trata de cerrarnos a la ayuda sino de convertirla en algo productivo de forma que, cada año, podamos dar un pequeño paso hacia la independencia de tanta atadura y aprendamos, de una vez por todas, que somos dueños de nuestro propio destino, con valentía y dignidad.

La insaciable dependencia

Carolina Castellanos
27 de agosto, 2021

En las últmas semanas hemos visto escenas desgarradoras de afganos, estadounidenses y de otras nacionalidades, salir huyendo de Afganistán ahora que Estados Unidos decidió abandonar ese país, de un día para el otro. Llegó en la búsqueda de Osama Bin Laden, lo encontró y lo mató. Veinte años después, su presencia es notable y hasta imprescindible pues se instalaron, civiles y militares, y ejercieron su dominio e influencia en todos los ámbitos de aquel lejano país.

Como todo en la vida, hay dos lados en esto. Por uno, establecieron una sociedad más libre, particularmente importante para las mujeres. Se generaron negocios, desarrollo y crecimiento económico. La sola presencia de extranjeros promomvió la creación de productos y servicios que de pronto no eran tan importantes anteriormente.

Pero, la insaciable dependencia mostró sus garras. Pocas horas después de la orden de abandono girada por el Presidente Biden, los talibanes habían retomado el control de Afganistán.  Sin la fuerza y el poderío estadounidense, los afganos no tuvieron capacidad de defenderse de los talibanes, que seguramente pasaron esos veinte años esperando esta oportunidad.

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En Guatemala sucede lo mismo. Estamos acostumbrados a recibir “ayuda extranjera”, no solo de Estados Unidos sino también de países europeos, Tawán, Korea, entre otros. Las buenas intenciones vienen atadas a una fuerte influencia para desarrollar los programas y proyectos de acuerdo a las instrucciones en idiomas extranjeros. En muy pocos casos vemos la construcción de capacidades para las poblaciones beneficiadas. Sí los hay, y con mucho éxito, pero me temo que no son muchos. Una vez se acaba el dinero, todo vuelve como antes.

Esto se aplica particularmente en la ayuda que llega al gobierno. En los últimos años, se ha incrementado esta insaciable dependencia. Tal parece que Guatemala no puede funcionar sin los millones de euros y dólares que nos llegan para financiar programas, oficinas, proyectos y cuanta cosa. Hace pocas semanas vimos cómo el gobierno entró en crisis emocional cuando Estados Unidos diijo que congelaría el apoyo económico al MP como consecuencia de la destitución del nefasto fiscal Sandoval. ¿Insaciable dependencia justificada? Definitivamente no lo es.

En alguna época de la  historia esa ayuda habrá venido sin tantas ataduras. Pero la lucha por la hegemonía mundial ha llevado a las grandes potencias a meterse en todos los rincones del mundo. Los países pequeños como el nuestro, cuya posición geográfica lo hace importante, terminan recibiendo ofertas de apoyo, las que aceptamos sin titubear aún y cuando vengan con ataduras que se traducen en injerencia e imposición.

Una vez alineados a los designios de otros, se crea esa dependencia económica y de “capacidades” para ejercer funciones de diferente índole. Tal parece que a los gobernantes de turno, así como a los diputados, les es imposible armar un presupuesto y ejercer sus funciones sin aceptar compromisos que nos harán aún más dependientes.

¿Qué pasaría si, para 2,022, el gobierno de Guatemala dijera que y no quiere “apoyo” de ningún país? Además de convertirnos en el “hazmerreír” mundial, no llegaríamos ni al abrazo de Año Nuevo. Al final, no se trata de cerrarnos a la ayuda sino de convertirla en algo productivo de forma que, cada año, podamos dar un pequeño paso hacia la independencia de tanta atadura y aprendamos, de una vez por todas, que somos dueños de nuestro propio destino, con valentía y dignidad.