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El orden sensorial de Friedrich Hayek

Warren Orbaugh
20 de septiembre, 2021

Un gran número de personas están convencidas que cuando ven un rubí rojo, éste en realidad es de ese color. Esta teoría de percepción se conoce como “realismo ingenuo”. Entró en crisis cuando filósofos como John Locke la describió como un fenómeno en el cual el objeto percibido imprime en nuestra consciencia una imagen de ese objeto. El hecho de que algunas personas – los daltónicos – no lo percibieran “rojo” condujo a dudar del “realismo ingenuo”. ¿En realidad, de qué somos conscientes?, se preguntaron otros pensadores. René Descartes propuso la hipótesis que los sentidos nos engañan y que de lo que somos conscientes es sólo de la imagen en nuestra consciencia, pero no sabemos si ésta corresponde con la realidad o no. Muy bien podría ser el caso, argumentó Descartes, que la imagen de la que somos conscientes hubiera sido puesta en nuestra consciencia por un demonio cuyo propósito es divertirse a costa nuestra, y que la realidad fuera totalmente distinta. A pesar de descartar la teoría del demonio, David Hume estuvo de acuerdo con Descartes al pensar que lo que conocemos es una imagen en nuestra consciencia y que no podemos saber si corresponde o no a la del objeto en la realidad. A esta teoría se le conoce como “representacionalismo” o consciencia como autoconsciencia.

Immanuel Kant propuso otra explicación. Kant se hace la pregunta ¿qué puedo conocer? ¿Qué necesito yo para poder conocer el objeto? Su respuesta la presenta en La Crítica a la Razón Pura. Propone que la razón es activa en lugar de pasiva. Aporta algo a la experiencia y no solo recibe la experiencia. Afirma que la razón sólo descubre lo que ella ha producido según sus propios planes; debe marchar por delante con los principios de sus juicios determinados según leyes constantes, y obligar a la naturaleza a que responda a lo que la propone, en vez de ser ésta última quien la dirija y maneje. La razón podrá saber algo de la naturaleza, no a la manera de un escolar que deja al maestro decir cuánto le place, sino como verdadero juez que obliga a los testigos a responder a las preguntas que les dirige. Su respuesta es que sólo podemos conocer perceptualmente, lo que experimentamos, que son una combinación de las cosas que aportan sus reacciones naturales y de lo que necesitamos para conocerlas, que es una estructura perceptiva que aporta nuestra mente. De tal manera que lo que percibimos es una combinación de las cosas en sí mismas y una estructura a priori sintética aportada por nuestra mente. A priori aquí significa que la estructura no depende de la experiencia, sino que hace posible la experiencia. Así, el objeto percibido como lo experimentamos es lo que Kant llama «fenómeno». La cosa no percibida o «noúmeno», no podemos saber cómo es. 

Para ilustrar esto, supongamos que tenemos un seleccionador de naranjas que consiste en un plano inclinado con dos agujeros, uno de dos pulgadas de diámetro y el otro de tres. Debajo de este plano colocamos tres cubetas: la “A” debajo del agujero de 2’’, la “B” debajo del agujero de 3’’, y la “C” al final del plano. Al dejar rodar las naranjas de la cosecha por el plano sabré que en la cubeta “A” tendré naranjas de menos de 2’’ de diámetro; en la cubeta “B”, naranjas de menos de 3’’ de diámetro; y en la cubeta “C”, naranjas de más de 3’’ de diámetro. Se esto, porque yo establecí las condiciones del evento. Lo que no se es de que color son las naranjas que se encuentran en las cubetas. No se que tan naranjas, amarillas o verdosas son, porque el mecanismo no me permite averiguar eso.

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Kant afirma que nuestro orden sensorial, como el seleccionador de naranjas, aporta esa estructura que nos permite conocer del mundo aquello que la estructura misma determina. Pero él se interesó más en lo que consideró una estructura o forma de percepción objetiva, refiriéndose a aquella que todos poseemos. Consideró que la estructura que nos permite percibir colores o frío o calor, son subjetivas, es decir que varían con cada sujeto por razones circunstanciales, aunque no arbitrarias. Así que se enfocó en dos estructuras relacionadoras: el espacio y el tiempo.

Friedrich Hayek, siguiendo a Kant, se interesó en determinar cómo funciona esta estructura fisiológicamente y presentó su teoría sobre la percepción sensorial en 1952 en un libro intitulado El Orden Sensorial

Advierte Hayek que la contraposición que nos ocupa no es entre «apariencia» y «realidad», sino entre los diversos efectos que los acontecimientos producen unos sobre otros y los diversos efectos que producen sobre nosotros. Históricamente, el concepto de lo real se ha formado en contraposición a las meras «ilusiones» basadas en los engaños de los sentidos y sobre otras experiencias de origen puramente mental. No hay, dice, sin embargo, una diferencia fundamental entre las rectificaciones de una experiencia sensorial a través de otras – como aquellas de las que nos servimos, por ejemplo, para desenmascarar una ilusión óptica – y el procedimiento empleado por las ciencias físicas cuando constatan que dos objetos que a todos nuestros sentidos se muestran como semejantes no se comportan de la misma manera en relación con otros objetos.

Aceptar como criterio de «realidad» esta última prueba, dice, significaría llegar a considerar las diversas formulaciones de la física como más «reales» que las que podemos tocar y ver, o incluso reservar el término «realidad» a algo que, por definición, nunca podremos conocer totalmente. Tal uso del término «real» podría evidentemente desnaturalizar su significado originario.

Hayek afirma que el problema fundamental que plantean todos los acontecimientos mentales surge de la existencia de un orden de cualidades sensoriales más bien que de una reproducción de cualidades existentes fuera de la mente que percibe. Lo que llamamos mente es por lo tanto un orden particular de un conjunto de acontecimientos que tienen lugar en cierto organismo y que en cierto modo están relacionados con el orden físico de los acontecimientos del entorno, aunque no son idénticas al mismo.

Con el reconocimiento de que la mente misma y todos los atributos de los acontecimientos mentales son un complejo de relaciones, desaparece la necesidad de un tipo de cosa particular, que los atributos por sí mismos poseen y que les confiere una particular «sustancia». Todo el conjunto de las cualidades sensoriales es una interpretación basada en la experiencia del individuo o de la especie. Cada sensación contiene elementos de interpretación basados en el aprendizaje. En el curso de su desarrollo filogenético y ontogenético, dice Hayek, el organismo aprende a construir un sistema de diferenciaciones entre estímulos, en el que se da a cada estímulo un lugar concreto en un orden, un lugar que representa la significación que la aparición de ese estímulo, en combinaciones diversas con otros estímulos, tiene para el organismo. Mediante esta «clasificación» de los estímulos el organismo «reproduce» las relaciones «objetivas» entre estos estímulos en el mundo físico.

Cuando Hayek escribió su libro, no existía la tecnología digital que hoy nos permite ejemplificar lo que él describe. El sistema digital es un sistema de números binario. Estos dígitos se denominan «bits» – corto para «dígitos binarios» – y pueden ser impulsos eléctricos. Así el número 237 se convierte en una secuencia de ocho espacios de llenos y vacíos: encendido-encendido-encendido-apagado-encendido-encendido-apagado-encendido. 237 se convierte en 11101101. Y el sistema puede pasar la información a un reproductor que nos muestra una imagen o sonidos o ambos.

Por ejemplo, al pasar una onda sonora por el micrófono, causa que la presión del aire aumente o disminuya, lo que produce una señal eléctrica en donde el voltaje varía en el mismo rango, pasando a un convertidor digital análogo que convierte cada número de voltios a un número binario en la forma de impulsos eléctricos. Para la calidad de sonido de un CD, el convertidor hace 44,000 mediciones por segundo. Cada una se convierte un número de 16 bits, lo que da 65,536 niveles de voltaje y que mediante un reproductor nosotros percibimos como sonido.

Dev manera similar, una clasificación de los impulsos sensoriales que producen un orden estrictamente análogo al orden de las cualidades sensoriales puede producirse mediante un sistema de conexiones a través del cual el impulso puede transmitirse de una fibra a otra; y que se construirá un sistema tal de conexiones estructuralmente equivalente al orden de las cualidades sensoriales si, en el curso del  desarrollo de la especie o del individuo, se establecen conexiones entre las fibras en que los impulsos ocurren al mismo tiempo. 

La función del sistema sensorial no es producir una imagen interna que se “vea como” el objeto, sino detectar y hacer que nos demos cuenta de cosas, en una forma específica –visual, táctil, auditiva, olfativa, gustativa. De modo similar, el nivel de mercurio del termómetro nos indica, pero no se parece a la temperatura.

La percepción es un proceso activo de detectar y captar la identidad de objetos, un proceso de aprehensión automático e inerrable, pero la información de la percepción de un objeto no es su imagen. La información que especifica algo no tiene por qué ser una copia o siquiera parecerse. Nada se copia en la luz al ojo del observador (color) aunque todo esté especificado en luz.

Así, si el realista ingenuo afirma: “El rubí se ve rojo porque es rojo”, el representacionalista afirma: “El rubí se ve rojo pero tal vez es de otro color”, Hayek nos dice: “El rubí se ve rojo porque el sistema visual humano produce esa forma de respuesta al rubí bajo luz blanca.”

El orden sensorial de Friedrich Hayek

Warren Orbaugh
20 de septiembre, 2021

Un gran número de personas están convencidas que cuando ven un rubí rojo, éste en realidad es de ese color. Esta teoría de percepción se conoce como “realismo ingenuo”. Entró en crisis cuando filósofos como John Locke la describió como un fenómeno en el cual el objeto percibido imprime en nuestra consciencia una imagen de ese objeto. El hecho de que algunas personas – los daltónicos – no lo percibieran “rojo” condujo a dudar del “realismo ingenuo”. ¿En realidad, de qué somos conscientes?, se preguntaron otros pensadores. René Descartes propuso la hipótesis que los sentidos nos engañan y que de lo que somos conscientes es sólo de la imagen en nuestra consciencia, pero no sabemos si ésta corresponde con la realidad o no. Muy bien podría ser el caso, argumentó Descartes, que la imagen de la que somos conscientes hubiera sido puesta en nuestra consciencia por un demonio cuyo propósito es divertirse a costa nuestra, y que la realidad fuera totalmente distinta. A pesar de descartar la teoría del demonio, David Hume estuvo de acuerdo con Descartes al pensar que lo que conocemos es una imagen en nuestra consciencia y que no podemos saber si corresponde o no a la del objeto en la realidad. A esta teoría se le conoce como “representacionalismo” o consciencia como autoconsciencia.

Immanuel Kant propuso otra explicación. Kant se hace la pregunta ¿qué puedo conocer? ¿Qué necesito yo para poder conocer el objeto? Su respuesta la presenta en La Crítica a la Razón Pura. Propone que la razón es activa en lugar de pasiva. Aporta algo a la experiencia y no solo recibe la experiencia. Afirma que la razón sólo descubre lo que ella ha producido según sus propios planes; debe marchar por delante con los principios de sus juicios determinados según leyes constantes, y obligar a la naturaleza a que responda a lo que la propone, en vez de ser ésta última quien la dirija y maneje. La razón podrá saber algo de la naturaleza, no a la manera de un escolar que deja al maestro decir cuánto le place, sino como verdadero juez que obliga a los testigos a responder a las preguntas que les dirige. Su respuesta es que sólo podemos conocer perceptualmente, lo que experimentamos, que son una combinación de las cosas que aportan sus reacciones naturales y de lo que necesitamos para conocerlas, que es una estructura perceptiva que aporta nuestra mente. De tal manera que lo que percibimos es una combinación de las cosas en sí mismas y una estructura a priori sintética aportada por nuestra mente. A priori aquí significa que la estructura no depende de la experiencia, sino que hace posible la experiencia. Así, el objeto percibido como lo experimentamos es lo que Kant llama «fenómeno». La cosa no percibida o «noúmeno», no podemos saber cómo es. 

Para ilustrar esto, supongamos que tenemos un seleccionador de naranjas que consiste en un plano inclinado con dos agujeros, uno de dos pulgadas de diámetro y el otro de tres. Debajo de este plano colocamos tres cubetas: la “A” debajo del agujero de 2’’, la “B” debajo del agujero de 3’’, y la “C” al final del plano. Al dejar rodar las naranjas de la cosecha por el plano sabré que en la cubeta “A” tendré naranjas de menos de 2’’ de diámetro; en la cubeta “B”, naranjas de menos de 3’’ de diámetro; y en la cubeta “C”, naranjas de más de 3’’ de diámetro. Se esto, porque yo establecí las condiciones del evento. Lo que no se es de que color son las naranjas que se encuentran en las cubetas. No se que tan naranjas, amarillas o verdosas son, porque el mecanismo no me permite averiguar eso.

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Friedrich Hayek, siguiendo a Kant, se interesó en determinar cómo funciona esta estructura fisiológicamente y presentó su teoría sobre la percepción sensorial en 1952 en un libro intitulado El Orden Sensorial

Advierte Hayek que la contraposición que nos ocupa no es entre «apariencia» y «realidad», sino entre los diversos efectos que los acontecimientos producen unos sobre otros y los diversos efectos que producen sobre nosotros. Históricamente, el concepto de lo real se ha formado en contraposición a las meras «ilusiones» basadas en los engaños de los sentidos y sobre otras experiencias de origen puramente mental. No hay, dice, sin embargo, una diferencia fundamental entre las rectificaciones de una experiencia sensorial a través de otras – como aquellas de las que nos servimos, por ejemplo, para desenmascarar una ilusión óptica – y el procedimiento empleado por las ciencias físicas cuando constatan que dos objetos que a todos nuestros sentidos se muestran como semejantes no se comportan de la misma manera en relación con otros objetos.

Aceptar como criterio de «realidad» esta última prueba, dice, significaría llegar a considerar las diversas formulaciones de la física como más «reales» que las que podemos tocar y ver, o incluso reservar el término «realidad» a algo que, por definición, nunca podremos conocer totalmente. Tal uso del término «real» podría evidentemente desnaturalizar su significado originario.

Hayek afirma que el problema fundamental que plantean todos los acontecimientos mentales surge de la existencia de un orden de cualidades sensoriales más bien que de una reproducción de cualidades existentes fuera de la mente que percibe. Lo que llamamos mente es por lo tanto un orden particular de un conjunto de acontecimientos que tienen lugar en cierto organismo y que en cierto modo están relacionados con el orden físico de los acontecimientos del entorno, aunque no son idénticas al mismo.

Con el reconocimiento de que la mente misma y todos los atributos de los acontecimientos mentales son un complejo de relaciones, desaparece la necesidad de un tipo de cosa particular, que los atributos por sí mismos poseen y que les confiere una particular «sustancia». Todo el conjunto de las cualidades sensoriales es una interpretación basada en la experiencia del individuo o de la especie. Cada sensación contiene elementos de interpretación basados en el aprendizaje. En el curso de su desarrollo filogenético y ontogenético, dice Hayek, el organismo aprende a construir un sistema de diferenciaciones entre estímulos, en el que se da a cada estímulo un lugar concreto en un orden, un lugar que representa la significación que la aparición de ese estímulo, en combinaciones diversas con otros estímulos, tiene para el organismo. Mediante esta «clasificación» de los estímulos el organismo «reproduce» las relaciones «objetivas» entre estos estímulos en el mundo físico.

Cuando Hayek escribió su libro, no existía la tecnología digital que hoy nos permite ejemplificar lo que él describe. El sistema digital es un sistema de números binario. Estos dígitos se denominan «bits» – corto para «dígitos binarios» – y pueden ser impulsos eléctricos. Así el número 237 se convierte en una secuencia de ocho espacios de llenos y vacíos: encendido-encendido-encendido-apagado-encendido-encendido-apagado-encendido. 237 se convierte en 11101101. Y el sistema puede pasar la información a un reproductor que nos muestra una imagen o sonidos o ambos.

Por ejemplo, al pasar una onda sonora por el micrófono, causa que la presión del aire aumente o disminuya, lo que produce una señal eléctrica en donde el voltaje varía en el mismo rango, pasando a un convertidor digital análogo que convierte cada número de voltios a un número binario en la forma de impulsos eléctricos. Para la calidad de sonido de un CD, el convertidor hace 44,000 mediciones por segundo. Cada una se convierte un número de 16 bits, lo que da 65,536 niveles de voltaje y que mediante un reproductor nosotros percibimos como sonido.

Dev manera similar, una clasificación de los impulsos sensoriales que producen un orden estrictamente análogo al orden de las cualidades sensoriales puede producirse mediante un sistema de conexiones a través del cual el impulso puede transmitirse de una fibra a otra; y que se construirá un sistema tal de conexiones estructuralmente equivalente al orden de las cualidades sensoriales si, en el curso del  desarrollo de la especie o del individuo, se establecen conexiones entre las fibras en que los impulsos ocurren al mismo tiempo. 

La función del sistema sensorial no es producir una imagen interna que se “vea como” el objeto, sino detectar y hacer que nos demos cuenta de cosas, en una forma específica –visual, táctil, auditiva, olfativa, gustativa. De modo similar, el nivel de mercurio del termómetro nos indica, pero no se parece a la temperatura.

La percepción es un proceso activo de detectar y captar la identidad de objetos, un proceso de aprehensión automático e inerrable, pero la información de la percepción de un objeto no es su imagen. La información que especifica algo no tiene por qué ser una copia o siquiera parecerse. Nada se copia en la luz al ojo del observador (color) aunque todo esté especificado en luz.

Así, si el realista ingenuo afirma: “El rubí se ve rojo porque es rojo”, el representacionalista afirma: “El rubí se ve rojo pero tal vez es de otro color”, Hayek nos dice: “El rubí se ve rojo porque el sistema visual humano produce esa forma de respuesta al rubí bajo luz blanca.”