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Carritos locos

El problema está en que, una vez adentro de la pista, se está sujeto a choques (acusaciones, con o sin pruebas), se pierde el prestigio, la reputación y, con eso, el futuro personal y familiar. Hay demasiadas tachuelas en el piso.

.
Carolina Castellanos |
17 de febrero, 2023

Seguramente, la mayoría de nosotros se subió a estos carritos “chocones”. Lo divertido era chocarse unos contra otros. Dado que tenían bumper a todo alrededor, no había riesgo de lastimarse, así que íbamos a alta velocidad.

Este año que recién comienza se ha caracterizado por un tráfico muy parecido a los carritos locos. Definitivamente, los más “locos” son los motoristas. Tal parece que el reglamento de tránsito no les aplica. Se meten por todos lados, rebasan por la derecha, van en zig-zag entre los carros, se suben en las banquetas para evadir semáforos o para evitar dar la vuelta a la cuadra.

La Policía Municipal de Tránsito tiene la obligación de imponer multas a todo conductor que viole las normas, sea moto, carro, camión y ¡hasta a las carretas de fruta! Nuestras constantes quejas serían menos si hubiera consecuencias, como multas, suspensión temporal o definitiva de la licencia de conducir, unos días “en el bote”, entre otras.

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Lo mismo está sucediendo en el ambiente político. Una vez se empezaron a conocer quiénes se postularían, empezaron los carritos locos (partidos políticos o personas en lo individual) a dar choques, llamados impugnaciones, en contra de candidaturas a diferentes cargos. Unos contra otros, trataron de sacarlos del camino. Algunos tenían un buen bumper, otros no, y ahora están fuera de la contienda.

Resulta que, algunos de los que están en la pista dando vueltas y chocando a otros, tienen trayectoria de jugar sucio. Llevan navajas para cortar el bumper de los otros carros y sobornan al que controla la pista para que se haga “de la vista gorda”. Si la misma autoridad no hace cumplir las normas, ¿qué podemos esperar una vez estén en los cargos para los que fueron electos?

Muchos dicen que los buenos conductores no se meten a la pista de los carritos locos y por eso el gobierno es un desastre tras otro. Continúa la corrupción, los privilegios y los abusos. Más allá de pincharle el bumper al otro, le dan vuelta al carrito loco, lo sacan de la pista y, si pueden, lo destruyen para que no tenga oportunidad de volver a entrar. A esto se le llaman acusaciones mediáticas que conducen a destruir la imagen, la reputación y el prestigio del contrincante.

¿Y el sistema de justicia? Las reglas están escritas; se llaman leyes. A lo largo de los años, los diputados se han empeñado en crear más, limitando nuestra libertad. Es como si, dentro de la pista de los carritos locos, sumado al desorden que ya existe, ahora hay túmulos, topes y tachuelas.

¿Cómo “desenloquecer” a los carritos? Muchos dicen que las buenas personas, empresarios honrados, gente cabal, deben involucrarse. Definitivamente, eso ayudaría muchísimo. El problema está en que, una vez adentro de la pista, se está sujeto a choques (acusaciones, con o sin pruebas), se pierde el prestigio, la reputación y, con eso, el futuro personal y familiar. Hay demasiadas tachuelas en el piso.

El gran problema es ese, precisamente. No se logra tener un equipo firme, fuerte, enfocado, que entre a barrer tachuelas con escoba grande. Todos lo ofrecen, pero una vez adentro, el mismo sistema se los traga, cual dinosaurio comiendo una lagartija.

Es fundamental resolver de raíz. Hay que reducir drásticamente el tamaño del gobierno. Esto implica cerrar cientos de dependencias, incluyendo algunos ministerios. La descentralización tiene que ser una realidad. Es imposible que, quien llegue a la presidencia o a ocupar el cargo de ministro, logre resolver todo.

Simplicidad, pequeñez, normas claras y justicia pronta y cumplida, son las bases para todo. ¿Habrá alguien por allí que de verdad quiera enfocarse en esto, en vez de ofrecer imposibles?

Carritos locos

El problema está en que, una vez adentro de la pista, se está sujeto a choques (acusaciones, con o sin pruebas), se pierde el prestigio, la reputación y, con eso, el futuro personal y familiar. Hay demasiadas tachuelas en el piso.

Carolina Castellanos |
17 de febrero, 2023
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Seguramente, la mayoría de nosotros se subió a estos carritos “chocones”. Lo divertido era chocarse unos contra otros. Dado que tenían bumper a todo alrededor, no había riesgo de lastimarse, así que íbamos a alta velocidad.

Este año que recién comienza se ha caracterizado por un tráfico muy parecido a los carritos locos. Definitivamente, los más “locos” son los motoristas. Tal parece que el reglamento de tránsito no les aplica. Se meten por todos lados, rebasan por la derecha, van en zig-zag entre los carros, se suben en las banquetas para evadir semáforos o para evitar dar la vuelta a la cuadra.

La Policía Municipal de Tránsito tiene la obligación de imponer multas a todo conductor que viole las normas, sea moto, carro, camión y ¡hasta a las carretas de fruta! Nuestras constantes quejas serían menos si hubiera consecuencias, como multas, suspensión temporal o definitiva de la licencia de conducir, unos días “en el bote”, entre otras.

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Lo mismo está sucediendo en el ambiente político. Una vez se empezaron a conocer quiénes se postularían, empezaron los carritos locos (partidos políticos o personas en lo individual) a dar choques, llamados impugnaciones, en contra de candidaturas a diferentes cargos. Unos contra otros, trataron de sacarlos del camino. Algunos tenían un buen bumper, otros no, y ahora están fuera de la contienda.

Resulta que, algunos de los que están en la pista dando vueltas y chocando a otros, tienen trayectoria de jugar sucio. Llevan navajas para cortar el bumper de los otros carros y sobornan al que controla la pista para que se haga “de la vista gorda”. Si la misma autoridad no hace cumplir las normas, ¿qué podemos esperar una vez estén en los cargos para los que fueron electos?

Muchos dicen que los buenos conductores no se meten a la pista de los carritos locos y por eso el gobierno es un desastre tras otro. Continúa la corrupción, los privilegios y los abusos. Más allá de pincharle el bumper al otro, le dan vuelta al carrito loco, lo sacan de la pista y, si pueden, lo destruyen para que no tenga oportunidad de volver a entrar. A esto se le llaman acusaciones mediáticas que conducen a destruir la imagen, la reputación y el prestigio del contrincante.

¿Y el sistema de justicia? Las reglas están escritas; se llaman leyes. A lo largo de los años, los diputados se han empeñado en crear más, limitando nuestra libertad. Es como si, dentro de la pista de los carritos locos, sumado al desorden que ya existe, ahora hay túmulos, topes y tachuelas.

¿Cómo “desenloquecer” a los carritos? Muchos dicen que las buenas personas, empresarios honrados, gente cabal, deben involucrarse. Definitivamente, eso ayudaría muchísimo. El problema está en que, una vez adentro de la pista, se está sujeto a choques (acusaciones, con o sin pruebas), se pierde el prestigio, la reputación y, con eso, el futuro personal y familiar. Hay demasiadas tachuelas en el piso.

El gran problema es ese, precisamente. No se logra tener un equipo firme, fuerte, enfocado, que entre a barrer tachuelas con escoba grande. Todos lo ofrecen, pero una vez adentro, el mismo sistema se los traga, cual dinosaurio comiendo una lagartija.

Es fundamental resolver de raíz. Hay que reducir drásticamente el tamaño del gobierno. Esto implica cerrar cientos de dependencias, incluyendo algunos ministerios. La descentralización tiene que ser una realidad. Es imposible que, quien llegue a la presidencia o a ocupar el cargo de ministro, logre resolver todo.

Simplicidad, pequeñez, normas claras y justicia pronta y cumplida, son las bases para todo. ¿Habrá alguien por allí que de verdad quiera enfocarse en esto, en vez de ofrecer imposibles?