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El infantilismo poítico

Por eso entiendo que los débiles de carácter deleguen su poder a los colectivos de quienes les parecen iguales, mientras que los fuertes de carácter, por muy indigentes que sean, luchan por su supervivencia con el sudor exclusivo de sus frentes individuales.

izquierda
Armando De la Torre |
05 de julio, 2022

De nuevo, otra moda mundializada, sobre todo en nuestra América, ahora tanto la del Norte como la del Sur.

Y, ¿qué entiendo por tal moda?

La tendencia mayoritaria a esperarlo todo al muy corto plazo y sin aporte alguno de nuestra parte. Es decir, la de la irresponsabilidad natural de un niño frente a sus padres.

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Es muy de deplorar esa tendencia decadente a querer volver a la niñez una vez llegado a la vida adulta, porque tal regresión entraña inevitablemente una carga insoportable para los demás.

Y a eso lo califico de pura decadencia generacional.

Y así, por ejemplo, se evidencia crecientemente tal fenómeno entre nuestros vecinos del Norte incluidas en las personas de su Presidente, Joe Biden y de su Vicepresidente Kamala Harris (y no menos en los asesores que les son más cercanos). Igualmente entre las masas de empleados federales y de sus afiliados a los sindicatos.

“Para mí lo ancho, para los demás lo estrecho”, parece ser el lema de sus actitudes predominantes.

En nuestra Ibérica región las cosas parecen aún peor, entre esas exigencias infantiles de “niños” de treinta o cuarenta años, como Gabriel Boric, y las posibilidades de satisfacerlas para los otros todavía algo mayores y teóricamente al servicio del “bien común”.

Y de esa manera, ahora resultamos con un Presidente infrahumano en Chile, con un semianalfabeta en Perú, con un filibustero raquítico en Cuba, con una pareja de psicópatas en Nicaragua, con un comediante improvisado en Venezuela, hasta con la amenaza por segunda vez de un supuesto bonachón en Brasil y ahora, para colmo, con el espectáculo de un asesino y capo de narcotraficantes a la cabeza en Colombia…

¿Qué nos pasa? Para todo ello vuelvo a recurrir a las enseñanzas del Evangelio:

Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus servidores y les entregó sus bienes.  A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos servidores, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen servidor y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.  Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen servidor y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.  Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;  por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Servidor malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí.  Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aún de lo que tiene le será quitado.  Y al servidor inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes. Mateo 25:14-20

           Puro buen capitalismo diría uno de los Chicago Boys de Chile o pura injusticia social le responderían los hijos del bienestar utópico al estilo de la izquierda socialistoide.

Yo me quedo con el capitalismo para quienes creo ser los más adultos entre nosotros. Aunque mis adversarios ideológicos me responderían: “preferimos la instauración de un mismo nivel social para todos entre las clases productivas y las no productivas”.

Resumo: me quedo entonces con los adultos que compiten individualmente entre sí y no con esos sindicalizados que prefieren recostarse a perpetuidad a la espera de ser amamantados por los demás.

Es obvio que todo niño ha de esperar protección, alimento, cuidados de otros, o sea, de sus padres u otros adultos o carecería de todo ello por completo.

El adulto, en cambio, de ningún otro lo ha de esperar si no de su propio esfuerzo según el instructivo bíblico “Ganarás el pan con el sudor de tu frente” (Génesis 3:19).

Así entreveo nuestra disyuntiva de hoy: pues muchos parecen rehusarse a entrar en la adultez, pues prefieren una dependencia infantil de sus mismos contemporáneos.

Dicho de otra manera, los así llamados “hombres-masas” quieren evitarse para siempre las molestias y los riesgos de ser autónomos.

O sea, porque temen el frío de competir y prefieren el calor del pecho de una madre a la que llaman “Estado benefactor”.

  Así comprendo por qué en Guatemala se den huelgas casi únicamente en el sector público (como en la Universidad de San Carlos), mientras que al mismo tiempo se multiplican los adultos emprendedores en ese otro sector que llamamos “privado”.

Por eso entiendo que los débiles de carácter deleguen su poder a los colectivos de quienes les parecen iguales, mientras que los fuertes de carácter, por muy indigentes que sean, luchan por su supervivencia con el sudor exclusivo de sus frentes individuales.

De ahí tanta violencia entre grupos caprichosamente infantiles, ya sea en la Argentina americana o en la Francia europea. Al igual que en Bolivia o en la Guinea Ecuatorial. Otro tanto digamos del Ecuador o de la Grecia de un pretérito que ya han olvidado.

Aparentemente ya hemos dejado atrás todo sentido de “responsabilidad personal” o de aquel otro llamado que implicó la tal parábola de los talentos.

Y así comparto el grito de quien lamentó:

“¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!” (Mateo 23:37).

Y lo digo calmadamente, aunque yo también he sido con mi comportamiento individual uno de esos asesinos de profetas.

Ahora no me resta más que esperar un juicio final, donde niños y adultos habremos de responder del uso que hicimos de tanto bueno que nos ha sido gratuitamente dado.

Por eso tengo no menos tan por muy oportuno sudar hoy para un mañana más promisorio.

La típica mentalidad, por cierto, también de un capitalista… 

El infantilismo poítico

Por eso entiendo que los débiles de carácter deleguen su poder a los colectivos de quienes les parecen iguales, mientras que los fuertes de carácter, por muy indigentes que sean, luchan por su supervivencia con el sudor exclusivo de sus frentes individuales.

Armando De la Torre |
05 de julio, 2022
izquierda

De nuevo, otra moda mundializada, sobre todo en nuestra América, ahora tanto la del Norte como la del Sur.

Y, ¿qué entiendo por tal moda?

La tendencia mayoritaria a esperarlo todo al muy corto plazo y sin aporte alguno de nuestra parte. Es decir, la de la irresponsabilidad natural de un niño frente a sus padres.

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Es muy de deplorar esa tendencia decadente a querer volver a la niñez una vez llegado a la vida adulta, porque tal regresión entraña inevitablemente una carga insoportable para los demás.

Y a eso lo califico de pura decadencia generacional.

Y así, por ejemplo, se evidencia crecientemente tal fenómeno entre nuestros vecinos del Norte incluidas en las personas de su Presidente, Joe Biden y de su Vicepresidente Kamala Harris (y no menos en los asesores que les son más cercanos). Igualmente entre las masas de empleados federales y de sus afiliados a los sindicatos.

“Para mí lo ancho, para los demás lo estrecho”, parece ser el lema de sus actitudes predominantes.

En nuestra Ibérica región las cosas parecen aún peor, entre esas exigencias infantiles de “niños” de treinta o cuarenta años, como Gabriel Boric, y las posibilidades de satisfacerlas para los otros todavía algo mayores y teóricamente al servicio del “bien común”.

Y de esa manera, ahora resultamos con un Presidente infrahumano en Chile, con un semianalfabeta en Perú, con un filibustero raquítico en Cuba, con una pareja de psicópatas en Nicaragua, con un comediante improvisado en Venezuela, hasta con la amenaza por segunda vez de un supuesto bonachón en Brasil y ahora, para colmo, con el espectáculo de un asesino y capo de narcotraficantes a la cabeza en Colombia…

¿Qué nos pasa? Para todo ello vuelvo a recurrir a las enseñanzas del Evangelio:

Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus servidores y les entregó sus bienes.  A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos servidores, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen servidor y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.  Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen servidor y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.  Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;  por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Servidor malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí.  Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aún de lo que tiene le será quitado.  Y al servidor inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes. Mateo 25:14-20

           Puro buen capitalismo diría uno de los Chicago Boys de Chile o pura injusticia social le responderían los hijos del bienestar utópico al estilo de la izquierda socialistoide.

Yo me quedo con el capitalismo para quienes creo ser los más adultos entre nosotros. Aunque mis adversarios ideológicos me responderían: “preferimos la instauración de un mismo nivel social para todos entre las clases productivas y las no productivas”.

Resumo: me quedo entonces con los adultos que compiten individualmente entre sí y no con esos sindicalizados que prefieren recostarse a perpetuidad a la espera de ser amamantados por los demás.

Es obvio que todo niño ha de esperar protección, alimento, cuidados de otros, o sea, de sus padres u otros adultos o carecería de todo ello por completo.

El adulto, en cambio, de ningún otro lo ha de esperar si no de su propio esfuerzo según el instructivo bíblico “Ganarás el pan con el sudor de tu frente” (Génesis 3:19).

Así entreveo nuestra disyuntiva de hoy: pues muchos parecen rehusarse a entrar en la adultez, pues prefieren una dependencia infantil de sus mismos contemporáneos.

Dicho de otra manera, los así llamados “hombres-masas” quieren evitarse para siempre las molestias y los riesgos de ser autónomos.

O sea, porque temen el frío de competir y prefieren el calor del pecho de una madre a la que llaman “Estado benefactor”.

  Así comprendo por qué en Guatemala se den huelgas casi únicamente en el sector público (como en la Universidad de San Carlos), mientras que al mismo tiempo se multiplican los adultos emprendedores en ese otro sector que llamamos “privado”.

Por eso entiendo que los débiles de carácter deleguen su poder a los colectivos de quienes les parecen iguales, mientras que los fuertes de carácter, por muy indigentes que sean, luchan por su supervivencia con el sudor exclusivo de sus frentes individuales.

De ahí tanta violencia entre grupos caprichosamente infantiles, ya sea en la Argentina americana o en la Francia europea. Al igual que en Bolivia o en la Guinea Ecuatorial. Otro tanto digamos del Ecuador o de la Grecia de un pretérito que ya han olvidado.

Aparentemente ya hemos dejado atrás todo sentido de “responsabilidad personal” o de aquel otro llamado que implicó la tal parábola de los talentos.

Y así comparto el grito de quien lamentó:

“¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!” (Mateo 23:37).

Y lo digo calmadamente, aunque yo también he sido con mi comportamiento individual uno de esos asesinos de profetas.

Ahora no me resta más que esperar un juicio final, donde niños y adultos habremos de responder del uso que hicimos de tanto bueno que nos ha sido gratuitamente dado.

Por eso tengo no menos tan por muy oportuno sudar hoy para un mañana más promisorio.

La típica mentalidad, por cierto, también de un capitalista…