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El menor de los dos males 2

Es hora de darles a todos ellos la oportunidad de regresar a las aulas. Urge implementar estrategias remediales que nos permitan recuperar el tiempo perdido.

Salvador Paiz |
12 de enero, 2022

Esta semana fue publicada la nueva manera en que el semáforo va a funcionar para centros educativos públicos y privados. El cambio principal es que, en municipios en alerta anaranjada, los centros educativos podrán retomar las clases presenciales en un sistema híbrido o dual. Esto permitirá que más niños puedan asistir a clases, pero no es suficiente. 

Sin ser un epidemiólogo, me atrevería a afirmar que nuestro Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social debe reformular el semáforo. Cualquier semáforo está diseñado para prevenir accidentes, mientras se garantiza el mayor flujo de tránsito. En este caso el accidente que buscamos evitar es la sobresaturación de nuestro sistema de salud. En ese sentido, el semáforo es una herramienta válida y valiosa. Sin duda nos ayuda a modificar comportamientos para prevenir que se llegue a ese escenario catastrófico. Me parece que hay, por lo menos, dos hechos indisputables que, a mi parecer, exigen cambios en el tablero. Primero, la vacunación reduce la necesidad de hospitalización y por ende la probabilidad de saturar el sistema hospitalario. Segundo, la nueva cepa (Omicrón) pareciera tener un comportamiento más contagioso y menos letal, por lo que habrá que recalibrar las variables de positividad de pruebas y expectativas de carga hospitalaria. 

El prevenir accidentes no justifica bloquear el tránsito y prevenir que lleguemos a nuestro destino final. En este caso, debemos tener los cuidados para no sobrecargar nuestra red hospitalaria. No obstante, no podemos impedir que futuras generaciones alcancen su destino aspiracional de una mayor educación y mayores oportunidades.  

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El retroceso que ha tenido nuestra educación es catastrófico. Según el Banco Mundial, a nivel latinoamericano, debido al cierre de las escuelas por la pandemia, los años de escolaridad han pasado de 8 a 6. Guatemala enfrenta uno de los peores escenarios en este sentido, ya que nuestros años de escolaridad apenas llegarán a ¡cuatro! Por otro lado, si para la región el Banco Mundial estima una pérdida del 10 por ciento en los ingresos a lo largo de la vida de cada persona, podemos suponer que la caída para Guatemala será aún mayor. 

Pero eso no es todo. La pandemia ha ocasionado un fuerte daño en la brecha de género. Según un estudio en México, se estima que las horas en que niñas de 15 a 17 años le dedicaron al cuidado del hogar (limpieza, cocina, cuidado de niños pequeños y adultos mayores) durante la pandemia, incrementó 18 por ciento, mientras que en jóvenes solo un 2 por ciento. Seguramente en Guatemala la situación es similar, o peor. 

Si todo eso no pone nuestros pelos de punta, no sé qué lo hará. La catástrofe generacional es abrumadora e incosteable. No dudo que muchos maestros y padres de familia han hecho hasta lo imposible para que sus estudiantes e hijos no se queden atrás. Hemos visto heroicas historias de maestros dando clases por la radio, a domicilio, en triciclos, etcétera. Padres que han movido cielo y tierra para lograr que sus hijos tengan una conexión mínima a internet. Sin embargo, es hora de cambiar. Es hora de darles a todos ellos la oportunidad de regresar a las aulas. Urge implementar estrategias remediales que nos permitan recuperar el tiempo perdido. El primer paso ineludible es abrir las aulas de clase de todos los niños. Para ello, será fundamental respetar los protocolos y tener todos los cuidados necesarios para minimizar la tasa de contagios en la medida de lo posible: uso de mascarilla, ventilación de salones, estudiantes y docentes vacunados, burbujas de alumnos, estaciones de higiene e insumos de limpieza.  

Los maestros tienen en sus manos la titánica tarea de definir planes para recuperar habilidades perdidas. Países como Chile, Ecuador y Perú ya se encuentran implementando planes de este tipo. Guatemala no puede quedarse atrás. Insisto. Necesitamos que nuestros niños y jóvenes regresen a sus aulas de clase. Nuestro MSPAS debe reformular el semáforo para lograrlo. Esto no debería ser negociable. Tal y como mencioné la semana pasada, no es fácil escoger entre dos males, pero será mayor el mal que hacemos al privar a nuestros niños y jóvenes de su educación. El futuro de nuestra nación entera está en riesgo.

www.salvadorpaiz.com

  

 

El menor de los dos males 2

Es hora de darles a todos ellos la oportunidad de regresar a las aulas. Urge implementar estrategias remediales que nos permitan recuperar el tiempo perdido.

Salvador Paiz |
12 de enero, 2022

Esta semana fue publicada la nueva manera en que el semáforo va a funcionar para centros educativos públicos y privados. El cambio principal es que, en municipios en alerta anaranjada, los centros educativos podrán retomar las clases presenciales en un sistema híbrido o dual. Esto permitirá que más niños puedan asistir a clases, pero no es suficiente. 

Sin ser un epidemiólogo, me atrevería a afirmar que nuestro Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social debe reformular el semáforo. Cualquier semáforo está diseñado para prevenir accidentes, mientras se garantiza el mayor flujo de tránsito. En este caso el accidente que buscamos evitar es la sobresaturación de nuestro sistema de salud. En ese sentido, el semáforo es una herramienta válida y valiosa. Sin duda nos ayuda a modificar comportamientos para prevenir que se llegue a ese escenario catastrófico. Me parece que hay, por lo menos, dos hechos indisputables que, a mi parecer, exigen cambios en el tablero. Primero, la vacunación reduce la necesidad de hospitalización y por ende la probabilidad de saturar el sistema hospitalario. Segundo, la nueva cepa (Omicrón) pareciera tener un comportamiento más contagioso y menos letal, por lo que habrá que recalibrar las variables de positividad de pruebas y expectativas de carga hospitalaria. 

El prevenir accidentes no justifica bloquear el tránsito y prevenir que lleguemos a nuestro destino final. En este caso, debemos tener los cuidados para no sobrecargar nuestra red hospitalaria. No obstante, no podemos impedir que futuras generaciones alcancen su destino aspiracional de una mayor educación y mayores oportunidades.  

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El retroceso que ha tenido nuestra educación es catastrófico. Según el Banco Mundial, a nivel latinoamericano, debido al cierre de las escuelas por la pandemia, los años de escolaridad han pasado de 8 a 6. Guatemala enfrenta uno de los peores escenarios en este sentido, ya que nuestros años de escolaridad apenas llegarán a ¡cuatro! Por otro lado, si para la región el Banco Mundial estima una pérdida del 10 por ciento en los ingresos a lo largo de la vida de cada persona, podemos suponer que la caída para Guatemala será aún mayor. 

Pero eso no es todo. La pandemia ha ocasionado un fuerte daño en la brecha de género. Según un estudio en México, se estima que las horas en que niñas de 15 a 17 años le dedicaron al cuidado del hogar (limpieza, cocina, cuidado de niños pequeños y adultos mayores) durante la pandemia, incrementó 18 por ciento, mientras que en jóvenes solo un 2 por ciento. Seguramente en Guatemala la situación es similar, o peor. 

Si todo eso no pone nuestros pelos de punta, no sé qué lo hará. La catástrofe generacional es abrumadora e incosteable. No dudo que muchos maestros y padres de familia han hecho hasta lo imposible para que sus estudiantes e hijos no se queden atrás. Hemos visto heroicas historias de maestros dando clases por la radio, a domicilio, en triciclos, etcétera. Padres que han movido cielo y tierra para lograr que sus hijos tengan una conexión mínima a internet. Sin embargo, es hora de cambiar. Es hora de darles a todos ellos la oportunidad de regresar a las aulas. Urge implementar estrategias remediales que nos permitan recuperar el tiempo perdido. El primer paso ineludible es abrir las aulas de clase de todos los niños. Para ello, será fundamental respetar los protocolos y tener todos los cuidados necesarios para minimizar la tasa de contagios en la medida de lo posible: uso de mascarilla, ventilación de salones, estudiantes y docentes vacunados, burbujas de alumnos, estaciones de higiene e insumos de limpieza.  

Los maestros tienen en sus manos la titánica tarea de definir planes para recuperar habilidades perdidas. Países como Chile, Ecuador y Perú ya se encuentran implementando planes de este tipo. Guatemala no puede quedarse atrás. Insisto. Necesitamos que nuestros niños y jóvenes regresen a sus aulas de clase. Nuestro MSPAS debe reformular el semáforo para lograrlo. Esto no debería ser negociable. Tal y como mencioné la semana pasada, no es fácil escoger entre dos males, pero será mayor el mal que hacemos al privar a nuestros niños y jóvenes de su educación. El futuro de nuestra nación entera está en riesgo.

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