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El mes patrio

El problema está en los otros once meses, Allí se vale de todo. Nos quejamos “hasta el copete” de todo lo que pasa, pero son muy pocos los que realmente hacen o proponen algo para solventar más de algún problema de los tantos que se quejan.

independencia
Carolina Castellanos |
02 de septiembre, 2022

Iniciamos el mes patrio y, de un día para otro, un montón de chapines empiezan a “defender” a nuestro país, a sentirse guatemaltecos “de a de veras”, a poner banderitas en los carros y calcomanías azul y blanco por todos lados. Qué alegre ver este sentimiento que, aunque sea durante un mes, nos une como ciudadanos y nos hace sentirnos orgullosos de ser chapines.

El problema está en los otros once meses, Allí se vale de todo. Nos quejamos “hasta el copete” de todo lo que pasa, pero son muy pocos los que realmente hacen o proponen algo para solventar más de algún problema de los tantos que se quejan.

El mismo chapín que pondrá una bandera en su casa, tirará basura en la calle. Se quejará del tráfico, pero violará todas las leyes de tránsito que pueda porque ya va tarde a su destino, o ya se cansó del atolladero de carros y quiere llegar pronto a su casa.

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Se quejará de la corrupción en el gobierno, pero usará las influencias que tenga para lograr un favor, un contrato, un empujoncito por allí, una dispensa por allá o un jugoso contrato en alguna dependencia del gobierno.

La corrupción es el tema favorito. Acusará a todo funcionario, con o sin pruebas, desde el presidente hasta el conserje de alguna dependencia, pero a la vuelta de la esquina verá cómo logra algún favorcito. Buscará el “conecte” necesario para lograrlo, sin recordarse que en su última reunión familiar o de amigos, uno de los temas centrales de conversación fue la corrupción, la política sucia, la ineficiencia del gobierno, etc.  Al final de cuentas, a los chapines nos encanta hablar de política y quejarnos de todo lo que no nos parece.

Iremos a votar el próximo año y pondremos nuestra esperanza en las promesas vacías de tantos que están ansiosos por llegar “a la guayaba”. Los políticos de siempre se quejan de todo y prometen resolverlo. Su memoria es de muy corto plazo y sus palabras “se las lleva el viento”. El 15 de septiembre estarán presentes en las celebraciones de independencia, lanzando sus mensajes y promesas y sintiéndose “bien chapines”. Una vez sentados en “la silla”, se olvidarán de todo esto. Una parte del problema no es de ellos, es del sistema que los absorbe y los corrompe casi obligadamente, o no podrán gobernar. La otra parte, bueno, nada nuevo con los deseos de salir de pobres y sentirse infalibles.

El patriotismo, que debe ser inculcado desde niños, se traduce en organizar infinidad de marchas con antorchas. Esto genera un tráfico imposible, empeorando el usual. El rechazo es enorme, pero peor aún es el riesgo que corren tantos niños y jóvenes, especialmente aquellos que lo hacen en las carreteras. Al final, ninguno de los que corrieron con antorchas será más patriota. Seguirán tirando basura en las calles, además de toda la que generaron durante las marchas. El sistema educativo es pésimo y lo que menos hace es inculcar ese tan necesario sentimiento y compromiso.

No hay como salir de viaje para extrañar a la patria. Aunque gocemos de lugares espléndidos, estamos atados a nuestra tierra, esa “que nos vio nacer”. El cordón umbilical es imposible de romper. Esto lo vemos muy claramente en los migrantes, que añoran volver, aunque sea por unos días, y así poder disfrutar de eso que tanto extrañan: la cultura, el sabor, las montañas, los lagos y, por supuesto, todos nosotros, la gente.

El mes patrio

El problema está en los otros once meses, Allí se vale de todo. Nos quejamos “hasta el copete” de todo lo que pasa, pero son muy pocos los que realmente hacen o proponen algo para solventar más de algún problema de los tantos que se quejan.

Carolina Castellanos |
02 de septiembre, 2022
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Iniciamos el mes patrio y, de un día para otro, un montón de chapines empiezan a “defender” a nuestro país, a sentirse guatemaltecos “de a de veras”, a poner banderitas en los carros y calcomanías azul y blanco por todos lados. Qué alegre ver este sentimiento que, aunque sea durante un mes, nos une como ciudadanos y nos hace sentirnos orgullosos de ser chapines.

El problema está en los otros once meses, Allí se vale de todo. Nos quejamos “hasta el copete” de todo lo que pasa, pero son muy pocos los que realmente hacen o proponen algo para solventar más de algún problema de los tantos que se quejan.

El mismo chapín que pondrá una bandera en su casa, tirará basura en la calle. Se quejará del tráfico, pero violará todas las leyes de tránsito que pueda porque ya va tarde a su destino, o ya se cansó del atolladero de carros y quiere llegar pronto a su casa.

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Se quejará de la corrupción en el gobierno, pero usará las influencias que tenga para lograr un favor, un contrato, un empujoncito por allí, una dispensa por allá o un jugoso contrato en alguna dependencia del gobierno.

La corrupción es el tema favorito. Acusará a todo funcionario, con o sin pruebas, desde el presidente hasta el conserje de alguna dependencia, pero a la vuelta de la esquina verá cómo logra algún favorcito. Buscará el “conecte” necesario para lograrlo, sin recordarse que en su última reunión familiar o de amigos, uno de los temas centrales de conversación fue la corrupción, la política sucia, la ineficiencia del gobierno, etc.  Al final de cuentas, a los chapines nos encanta hablar de política y quejarnos de todo lo que no nos parece.

Iremos a votar el próximo año y pondremos nuestra esperanza en las promesas vacías de tantos que están ansiosos por llegar “a la guayaba”. Los políticos de siempre se quejan de todo y prometen resolverlo. Su memoria es de muy corto plazo y sus palabras “se las lleva el viento”. El 15 de septiembre estarán presentes en las celebraciones de independencia, lanzando sus mensajes y promesas y sintiéndose “bien chapines”. Una vez sentados en “la silla”, se olvidarán de todo esto. Una parte del problema no es de ellos, es del sistema que los absorbe y los corrompe casi obligadamente, o no podrán gobernar. La otra parte, bueno, nada nuevo con los deseos de salir de pobres y sentirse infalibles.

El patriotismo, que debe ser inculcado desde niños, se traduce en organizar infinidad de marchas con antorchas. Esto genera un tráfico imposible, empeorando el usual. El rechazo es enorme, pero peor aún es el riesgo que corren tantos niños y jóvenes, especialmente aquellos que lo hacen en las carreteras. Al final, ninguno de los que corrieron con antorchas será más patriota. Seguirán tirando basura en las calles, además de toda la que generaron durante las marchas. El sistema educativo es pésimo y lo que menos hace es inculcar ese tan necesario sentimiento y compromiso.

No hay como salir de viaje para extrañar a la patria. Aunque gocemos de lugares espléndidos, estamos atados a nuestra tierra, esa “que nos vio nacer”. El cordón umbilical es imposible de romper. Esto lo vemos muy claramente en los migrantes, que añoran volver, aunque sea por unos días, y así poder disfrutar de eso que tanto extrañan: la cultura, el sabor, las montañas, los lagos y, por supuesto, todos nosotros, la gente.