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El “y-que-pasa-con-ismo” en nuestra política

La democracia siempre ha sido ruidosa y estridente, pero si seguimos las reglas, el consenso democrático finalmente emerge. Al sustituir el debate por el whataboutism desaparece algo esencial para nuestra democracia.

Jose Azel |
15 de febrero, 2022

El Diccionario de Oxford define el whataboutism (se pudiera traducir al español como ¿y que pasa con?)  como la técnica de responder a una acusación o pregunta difícil con una contraacusación o exponiendo una cuestión diferente. De forma similar a la “falacia de la prueba irrelevante”, que busca responder a una pregunta respondiendo otra, el whataboutism busca responder a una pregunta haciendo otra pregunta. Aquí me centro en el uso del whataboutism para subvertir el debate democrático.

Estos trucos retóricos no son nada nuevo. Recordemos, por ejemplo, que el emperador Ming, ante la peligrosa situación de que un río se desbordara, no pensó en represarlo, sino en una solución semántica, cambió el nombre del río, de “El Salvaje” a “El Pacífico”.

La estrategia detrás del whataboutism es de larga data, y los retóricos consideran que es una variante de la falacia lógica del tu quoque (tú también) donde se intenta desacreditar la posición del oponente acusándolo de hipocresía en lugar de refutar la acusación. El whataboutism va más allá del tu quoque estableciendo una equivalencia entre dos o más acciones no relacionadas, difamando así al oponente como engañoso.

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El origen del whataboutism se asocia con la propaganda soviética. Durante la Guerra Fría, cuando se criticaba a la Unión Soviética, la respuesta soviética a menudo era en forma de “¿Y qué pasa con...?” alegando atrocidades de las que el mundo occidental era culpable. Según el ajedrecista y activista político ruso Garry Kasparov, el término “whataboutism” se acuñó para describir el uso frecuente de una desviación retórica por parte de los apologistas y dictadores soviéticos que contrarrestaban las acusaciones de su opresión, invocando la esclavitud, el racismo, etc. de los Estados Unidos. La técnica también fue asimilada por el gobierno cubano que, por ejemplo, a menudo responde a las críticas con alguna forma de “¿Y qué pasa con el bloqueo de los Estados Unidos?”.

Los críticos del Presidente Trump señalan el frecuente uso del whataboutism por parte del Presidente como una forma de desviar las críticas; de ahí el renovado interés por este dispositivo retórico. El renacimiento del whataboutism en los Estados Unidos es desafortunado porque la defensa con el “what about” está asociada a un relativismo moral típico de los regímenes antiliberales. Aún más desafortunado es el uso de whataboutism por parte de periodistas que aparentemente no son conscientes de que este dispositivo retórico compromete su objetividad periodística.

El whataboutism degrada el nivel del discurso de crítica racional a querella. Es natural encontrar formas de whataboutism en muchos argumentos. Pero noten cómo Vladimir Putin, Raúl Castro, Nicolás Maduro y otros jefes de regímenes antiliberales usan el whataboutism como respuesta a cualquier crítica.

Nuestra sociedad enfrenta el desafío de que nuestras instituciones democráticas se construyeron con tecnologías de información muy diferentes y limitadas. Entonces, como hoy, las opiniones diferían, pero la mayoría de las discusiones eran auténticos debates realizados dentro de parámetros retóricos acordados. Hoy en día no existen tales parámetros. Y, el whataboutism se utiliza como una táctica para subvertir la deliberación genuina. Parece que estamos comprometidos en una práctica misológica (desprecio a los razonamientos) nacional, en la que se ha abandonado la búsqueda de la verdad.

A diferencia de los pueblos de otras naciones, los estadounidenses, y los fundadores de nuestro país, eran hábiles en el debate reflexivo y el compromiso. Otros países, que no han aprendido a gobernar de forma representativa, no han tenido una experiencia democrática para informar y guiar a su clase política. Tuve esto en mente cuando intenté reunir ochenta ensayos sobre mi comprensión de lo que significa ser libre en mi libro Libertad para novatos.

Como americanos, parece que estamos desaprendiendo el toma y daca de la democracia representativa y perdiendo nuestra apreciación del pluralismo. Para mí, el verdadero problema de la prevalencia del whataboutism en nuestro discurso nacional es que distrae de la conversación nacional e impide un verdadero debate democrático. La democracia siempre ha sido ruidosa y estridente, pero si seguimos las reglas, el consenso democrático finalmente emerge. Al sustituir el debate por el whataboutism desaparece algo esencial para nuestra democracia.

El último libro del Dr. Azel es Libertad para novatos

 

El “y-que-pasa-con-ismo” en nuestra política

La democracia siempre ha sido ruidosa y estridente, pero si seguimos las reglas, el consenso democrático finalmente emerge. Al sustituir el debate por el whataboutism desaparece algo esencial para nuestra democracia.

Jose Azel |
15 de febrero, 2022

El Diccionario de Oxford define el whataboutism (se pudiera traducir al español como ¿y que pasa con?)  como la técnica de responder a una acusación o pregunta difícil con una contraacusación o exponiendo una cuestión diferente. De forma similar a la “falacia de la prueba irrelevante”, que busca responder a una pregunta respondiendo otra, el whataboutism busca responder a una pregunta haciendo otra pregunta. Aquí me centro en el uso del whataboutism para subvertir el debate democrático.

Estos trucos retóricos no son nada nuevo. Recordemos, por ejemplo, que el emperador Ming, ante la peligrosa situación de que un río se desbordara, no pensó en represarlo, sino en una solución semántica, cambió el nombre del río, de “El Salvaje” a “El Pacífico”.

La estrategia detrás del whataboutism es de larga data, y los retóricos consideran que es una variante de la falacia lógica del tu quoque (tú también) donde se intenta desacreditar la posición del oponente acusándolo de hipocresía en lugar de refutar la acusación. El whataboutism va más allá del tu quoque estableciendo una equivalencia entre dos o más acciones no relacionadas, difamando así al oponente como engañoso.

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El origen del whataboutism se asocia con la propaganda soviética. Durante la Guerra Fría, cuando se criticaba a la Unión Soviética, la respuesta soviética a menudo era en forma de “¿Y qué pasa con...?” alegando atrocidades de las que el mundo occidental era culpable. Según el ajedrecista y activista político ruso Garry Kasparov, el término “whataboutism” se acuñó para describir el uso frecuente de una desviación retórica por parte de los apologistas y dictadores soviéticos que contrarrestaban las acusaciones de su opresión, invocando la esclavitud, el racismo, etc. de los Estados Unidos. La técnica también fue asimilada por el gobierno cubano que, por ejemplo, a menudo responde a las críticas con alguna forma de “¿Y qué pasa con el bloqueo de los Estados Unidos?”.

Los críticos del Presidente Trump señalan el frecuente uso del whataboutism por parte del Presidente como una forma de desviar las críticas; de ahí el renovado interés por este dispositivo retórico. El renacimiento del whataboutism en los Estados Unidos es desafortunado porque la defensa con el “what about” está asociada a un relativismo moral típico de los regímenes antiliberales. Aún más desafortunado es el uso de whataboutism por parte de periodistas que aparentemente no son conscientes de que este dispositivo retórico compromete su objetividad periodística.

El whataboutism degrada el nivel del discurso de crítica racional a querella. Es natural encontrar formas de whataboutism en muchos argumentos. Pero noten cómo Vladimir Putin, Raúl Castro, Nicolás Maduro y otros jefes de regímenes antiliberales usan el whataboutism como respuesta a cualquier crítica.

Nuestra sociedad enfrenta el desafío de que nuestras instituciones democráticas se construyeron con tecnologías de información muy diferentes y limitadas. Entonces, como hoy, las opiniones diferían, pero la mayoría de las discusiones eran auténticos debates realizados dentro de parámetros retóricos acordados. Hoy en día no existen tales parámetros. Y, el whataboutism se utiliza como una táctica para subvertir la deliberación genuina. Parece que estamos comprometidos en una práctica misológica (desprecio a los razonamientos) nacional, en la que se ha abandonado la búsqueda de la verdad.

A diferencia de los pueblos de otras naciones, los estadounidenses, y los fundadores de nuestro país, eran hábiles en el debate reflexivo y el compromiso. Otros países, que no han aprendido a gobernar de forma representativa, no han tenido una experiencia democrática para informar y guiar a su clase política. Tuve esto en mente cuando intenté reunir ochenta ensayos sobre mi comprensión de lo que significa ser libre en mi libro Libertad para novatos.

Como americanos, parece que estamos desaprendiendo el toma y daca de la democracia representativa y perdiendo nuestra apreciación del pluralismo. Para mí, el verdadero problema de la prevalencia del whataboutism en nuestro discurso nacional es que distrae de la conversación nacional e impide un verdadero debate democrático. La democracia siempre ha sido ruidosa y estridente, pero si seguimos las reglas, el consenso democrático finalmente emerge. Al sustituir el debate por el whataboutism desaparece algo esencial para nuestra democracia.

El último libro del Dr. Azel es Libertad para novatos