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La democracia en Guatemala: por qué los guatemaltecos no tenemos una cultura democrática

Tal vez así aprenderíamos qué es una democracia a través de acciones y no solo repitiendo frases en las escuelas.

Pablo Rosal |
31 de marzo, 2022

Hay un tema que ha permanecido en mi mente en las últimas semanas: cómo promover en Guatemala una cultura afín y fértil para la democracia. Lcos sistemas democráticos se asocian, principalmente, a una serie de derechos que se deben cumplir y garantizar para el florecimiento de la sociedad. Poco se habla sobre lo mucho que un sistema democrático exige de sus ciudadanos y costumbres.

Hace aproximadamente 200 años, el gran autor francés Alexis de Tocqueville emprendió un viaje hacia Estados Unidos. Este país joven le llamó grandemente la atención, pues era la primera democracia moderna de su tiempo. A raíz de su viaje, decidió escribir su célebre obra La democracia en América, publicada en dos volúmenes.

Últimamente, he tenido la oportunidad de explorarlo. A simple vista, La democracia en América suena a un libro enfocado principalmente en el sistema político estadounidense. Sin embargo, al profundizar en los temas que Tocqueville abarca, uno se percata que el autor se refiere a «democracia» no tanto como el derecho al voto, la separación de poderes y la representación. Aunque estos aspectos claramente son importantes, Tocqueville se enfocó más en las costumbres, sentimientos y espíritu de los estadounidenses como la expresión de esa democracia.

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Los habitantes en los pueblos acostumbraban a asistir a los juicios, ya sea como espectadores o el jurado. Los asuntos del pueblo eran de gran importancia para todos. Hasta el campesino más aledaño se mantenía al tanto de las noticias. Tal vez la observación más impactante para mí fue que los estadounidenses no necesitaban aprender sobre democracia en las escuelas porque ellos la vivían en su día a día.

La descripción de esas costumbres me pareció un gran contraste a las nuestras. Para empezar, creemos que los valores democráticos se promueven en la escuela. Por ejemplo, recuerdo que en el colegio veíamos año tras año cuáles son los tres poderes del Estado; la la importancia de conceptos como pluralidad, respeto y tolerancia; y recalcaban la importancia del voto y tener representantes honestos. Pero ahí terminaba el asunto. Yo, hasta el día de hoy, si tuviera un problema en mi comunidad no sabría cómo acercarme a la municipalidad. No sé si, para empezar, mi municipalidad tendría la autoridad para resolverlo.

En Guatemala no existe una cultura de participación comparable a la estadounidense por el simple hecho de que la mayoría de nuestros problemas solo pueden tratarse a nivel nacional. ¿Para qué participar localmente si eso difícilmente traerá resultados? Es cierto que ha habido proyectos de descentralización. Sin embargo, la descentralización ha sido principalmente en el aspecto más desagradable del Estado: la administración pública. Por otra parte, están los COCODE, los cuales, desde mi punto de vista, parecen tener un rol más importante tratando con empresas y oenegés, no con el sistema político.

Si Tocqueville viajara a Guatemala en pleno siglo XXI, comentaría que tenemos una cultura política de la indiferencia porque el sistema está políticamente centralizado. La mayoría de los ciudadanos no tienen el tiempo suficiente para formar un partido político nacional. Por dicha razón, prevalece un sentimiento de impotencia. Entonces lo único que nos queda son las «protestas terapéuticas»: salimos a manifestar un fin de semana (sin lluvia) para desquitarnos y luego seguimos con nuestras vidas.

¿Qué pasaría si pudiéramos incidir en nuestras comunidades? A lo mejor habría más gente dispuesta a participar en su política local. Tal vez así aprenderíamos qué es una democracia a través de acciones y no solo repitiendo frases en las escuelas.

Una cultura del diálogo y el consenso se construye resolviendo problemas pequeños, negociando con el vecino y viendo los resultados en casa. Si no podemos con eso, entonces con razón nuestro sistema nacional continúa fracasando.

La democracia en Guatemala: por qué los guatemaltecos no tenemos una cultura democrática

Tal vez así aprenderíamos qué es una democracia a través de acciones y no solo repitiendo frases en las escuelas.

Pablo Rosal |
31 de marzo, 2022

Hay un tema que ha permanecido en mi mente en las últimas semanas: cómo promover en Guatemala una cultura afín y fértil para la democracia. Lcos sistemas democráticos se asocian, principalmente, a una serie de derechos que se deben cumplir y garantizar para el florecimiento de la sociedad. Poco se habla sobre lo mucho que un sistema democrático exige de sus ciudadanos y costumbres.

Hace aproximadamente 200 años, el gran autor francés Alexis de Tocqueville emprendió un viaje hacia Estados Unidos. Este país joven le llamó grandemente la atención, pues era la primera democracia moderna de su tiempo. A raíz de su viaje, decidió escribir su célebre obra La democracia en América, publicada en dos volúmenes.

Últimamente, he tenido la oportunidad de explorarlo. A simple vista, La democracia en América suena a un libro enfocado principalmente en el sistema político estadounidense. Sin embargo, al profundizar en los temas que Tocqueville abarca, uno se percata que el autor se refiere a «democracia» no tanto como el derecho al voto, la separación de poderes y la representación. Aunque estos aspectos claramente son importantes, Tocqueville se enfocó más en las costumbres, sentimientos y espíritu de los estadounidenses como la expresión de esa democracia.

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Los habitantes en los pueblos acostumbraban a asistir a los juicios, ya sea como espectadores o el jurado. Los asuntos del pueblo eran de gran importancia para todos. Hasta el campesino más aledaño se mantenía al tanto de las noticias. Tal vez la observación más impactante para mí fue que los estadounidenses no necesitaban aprender sobre democracia en las escuelas porque ellos la vivían en su día a día.

La descripción de esas costumbres me pareció un gran contraste a las nuestras. Para empezar, creemos que los valores democráticos se promueven en la escuela. Por ejemplo, recuerdo que en el colegio veíamos año tras año cuáles son los tres poderes del Estado; la la importancia de conceptos como pluralidad, respeto y tolerancia; y recalcaban la importancia del voto y tener representantes honestos. Pero ahí terminaba el asunto. Yo, hasta el día de hoy, si tuviera un problema en mi comunidad no sabría cómo acercarme a la municipalidad. No sé si, para empezar, mi municipalidad tendría la autoridad para resolverlo.

En Guatemala no existe una cultura de participación comparable a la estadounidense por el simple hecho de que la mayoría de nuestros problemas solo pueden tratarse a nivel nacional. ¿Para qué participar localmente si eso difícilmente traerá resultados? Es cierto que ha habido proyectos de descentralización. Sin embargo, la descentralización ha sido principalmente en el aspecto más desagradable del Estado: la administración pública. Por otra parte, están los COCODE, los cuales, desde mi punto de vista, parecen tener un rol más importante tratando con empresas y oenegés, no con el sistema político.

Si Tocqueville viajara a Guatemala en pleno siglo XXI, comentaría que tenemos una cultura política de la indiferencia porque el sistema está políticamente centralizado. La mayoría de los ciudadanos no tienen el tiempo suficiente para formar un partido político nacional. Por dicha razón, prevalece un sentimiento de impotencia. Entonces lo único que nos queda son las «protestas terapéuticas»: salimos a manifestar un fin de semana (sin lluvia) para desquitarnos y luego seguimos con nuestras vidas.

¿Qué pasaría si pudiéramos incidir en nuestras comunidades? A lo mejor habría más gente dispuesta a participar en su política local. Tal vez así aprenderíamos qué es una democracia a través de acciones y no solo repitiendo frases en las escuelas.

Una cultura del diálogo y el consenso se construye resolviendo problemas pequeños, negociando con el vecino y viendo los resultados en casa. Si no podemos con eso, entonces con razón nuestro sistema nacional continúa fracasando.