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La dependencia de China en el futuro energético

Un entorno político dominado por activistas parece ignorar o querer ocultar el cuello de botella en minería y materias primas y la dependencia de China que supone este proceso.

Dependencia energética
Daniel Lacalle |
12 de diciembre, 2022

Ustedes escucharán cada día que somos líderes en renovables, pero la realidad es que un gobierno que se vanagloria de ser el más verde es a la vez el que mantiene el mayor atasco visto en años en las licencias de instalación de nueva capacidad. El 25 de enero caducan centenares de proyectos de eólica y solar sin que todavía se hayan resuelto sus informes ambientales, llevando a más de 100 gigavatios a desaparecer y a muchas empresas a tener graves dificultades financieras, con riesgo de ejecutarse garantías por el incumplimiento de los plazos.

En energía la burocracia no solo no garantiza el futuro, sino que lo entorpece. Se puede entender que un político no tenga toda la información y tenga que consultar, pero cuando se dedican a entorpecer e impedir la inversión que nos puede dar seguridad de suministro, a pesar de contar con centenares de asesores y consultores, se puede concluir que el poder político un freno claro.

Si queremos liderar la transición energética debemos ser conscientes de la necesidad de invertir en todas las tecnologías, eliminar trabas y tener respaldo sólido en periodos de bajo factor de carga solar o eólico, que son muchos.

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Europa debe entender que no existe la transición energética sin competitividad y garantía de suministro. Desafortunadamente, se está imponiendo un modelo dirigista que atenta contra ambas variables y nos lleva a una dependencia de China casi total sin eliminar la dependencia de Rusia.

Vamos por partes.

Poner un “tope” al petróleo ruso de $60 el barril es un ejemplo de esa burocracia que se justifica a sí misma. Primero, ese precio es mayor al que cotiza el petróleo ruso (Ural), que se sitúa en $57 el barril. Además, todos los contratos a largo plazo de Rusia son a un precio inferior. De hecho, $60 el barril es un precio que es mayor a la media a la que ha cotizado el petróleo ruso en los últimos cinco años. Para colmo, a $60 el barril la petrolera nacional rusa, Rosneft, es una de las energéticas más rentables del mundo, con un ROACE (rentabilidad sobre el capital empleado) superior al 17%.

El mismo error se comete con el mal llamado “tope del gas” que no deja de ser una enorme subvención al gas natural, que perpetúa e incentiva su uso y además aumenta el coste para el 80% de los consumidores. Es increíble que estemos subvencionando el consumo de gas y retrasando la instalación de renovables.

Si queremos reducir los precios y tener menor dependencia de otros suministradores, debemos desarrollar nuestras propias reservas de materias primas y minería. Nadie ha reducido jamás la dependencia de un suministrador poniendo barreras a la diversificación de suministro y límites a la producción propia.

Los datos son espectaculares y a la vez preocupantes: Para cumplir los objetivos de emisiones, renovables e implementación del vehículo eléctrico necesitaremos minar ocho veces más cobre, seis veces más cobalto, diez veces más tierras raras y además contar con el respaldo del gas natural, la energía nuclear y la hidráulica.

Para la implementación del vehículo eléctrico y la masiva implementación de renovables requerida para los objetivos de descarbonización necesitaremos cuatro millones de toneladas de litio en 2035, 74 minas más de las existentes, 5.000 toneladas más de cobalto, 61 minas más de las existentes, 42.000 toneladas de níquel, 72 minas más que las actuales, 56.000 toneladas más de grafito natural, ochenta minas más, y 57.000 toneladas del sintético, según Benchmark Mineral Intelligence. Incluso en la estimación más optimista de eficiencia y avance tecnológico, necesitaríamos decenas de minas adicionales.

¿Dónde están los incentivos para invertir en minería clave para la seguridad de suministro? En ningún país desarrollado.

Si no entendemos la importancia de tener la cadena de valor desde la minería hasta la producción bien diversificada, vamos a depender aún más de países extranjeros.

Un entorno político dominado por activistas parece ignorar o querer ocultar el cuello de botella en minería y materias primas y la dependencia de China que supone este proceso.

Efectivamente, si la dependencia de productores de energías fósiles se ha solucionado parcialmente con diversificación y competencia, sobre todo de EEUU y el Mar del Norte, estamos olvidando esa lección con la renovables.

La dependencia de China para el desarrollo de renovables es enorme. En refino y procesamiento de metales, China es el 40% del cobre mundial y del níquel, el 50% del litio, más del 60% del cobalto y más del 80% de las tierras raras.

En energía solar, China controla el 80% del proceso de fabricación en la cadena de valor solar, es el 66% de la producción de poli silicio y el 72% de la producción de módulos solares, según la IEA.

En eólica, China produce el 50% de las turbinas del mundo, pero controla hasta el 65% del proceso de fabricación de componentes en muchos países.

Debemos recordar que si seguimos con la burocracia y el intervencionismo pasaremos de depender de Rusia a depender de Rusia y de China.

Ningún suministrador se ha visto amenazado cuando los consumidores se disparan en el pie limitando sus opciones de diversificación.

China es la gran beneficiada de esta miopía energética de los países desarrollados. Y lo vamos a pagar caro.

Para llevar a cabo la transición energética sin entrar en un problema de dependencia mayor debemos abordar la necesidad de aumentar opciones internas y externas y diversificar en toda la cadena, desde minería hasta fabricación de producto final.

Solo con competencia y libre mercado, invirtiendo en todas las tecnologías, conseguiremos una transición energética competitiva.

La dependencia de China en el futuro energético

Un entorno político dominado por activistas parece ignorar o querer ocultar el cuello de botella en minería y materias primas y la dependencia de China que supone este proceso.

Daniel Lacalle |
12 de diciembre, 2022
Dependencia energética

Ustedes escucharán cada día que somos líderes en renovables, pero la realidad es que un gobierno que se vanagloria de ser el más verde es a la vez el que mantiene el mayor atasco visto en años en las licencias de instalación de nueva capacidad. El 25 de enero caducan centenares de proyectos de eólica y solar sin que todavía se hayan resuelto sus informes ambientales, llevando a más de 100 gigavatios a desaparecer y a muchas empresas a tener graves dificultades financieras, con riesgo de ejecutarse garantías por el incumplimiento de los plazos.

En energía la burocracia no solo no garantiza el futuro, sino que lo entorpece. Se puede entender que un político no tenga toda la información y tenga que consultar, pero cuando se dedican a entorpecer e impedir la inversión que nos puede dar seguridad de suministro, a pesar de contar con centenares de asesores y consultores, se puede concluir que el poder político un freno claro.

Si queremos liderar la transición energética debemos ser conscientes de la necesidad de invertir en todas las tecnologías, eliminar trabas y tener respaldo sólido en periodos de bajo factor de carga solar o eólico, que son muchos.

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Europa debe entender que no existe la transición energética sin competitividad y garantía de suministro. Desafortunadamente, se está imponiendo un modelo dirigista que atenta contra ambas variables y nos lleva a una dependencia de China casi total sin eliminar la dependencia de Rusia.

Vamos por partes.

Poner un “tope” al petróleo ruso de $60 el barril es un ejemplo de esa burocracia que se justifica a sí misma. Primero, ese precio es mayor al que cotiza el petróleo ruso (Ural), que se sitúa en $57 el barril. Además, todos los contratos a largo plazo de Rusia son a un precio inferior. De hecho, $60 el barril es un precio que es mayor a la media a la que ha cotizado el petróleo ruso en los últimos cinco años. Para colmo, a $60 el barril la petrolera nacional rusa, Rosneft, es una de las energéticas más rentables del mundo, con un ROACE (rentabilidad sobre el capital empleado) superior al 17%.

El mismo error se comete con el mal llamado “tope del gas” que no deja de ser una enorme subvención al gas natural, que perpetúa e incentiva su uso y además aumenta el coste para el 80% de los consumidores. Es increíble que estemos subvencionando el consumo de gas y retrasando la instalación de renovables.

Si queremos reducir los precios y tener menor dependencia de otros suministradores, debemos desarrollar nuestras propias reservas de materias primas y minería. Nadie ha reducido jamás la dependencia de un suministrador poniendo barreras a la diversificación de suministro y límites a la producción propia.

Los datos son espectaculares y a la vez preocupantes: Para cumplir los objetivos de emisiones, renovables e implementación del vehículo eléctrico necesitaremos minar ocho veces más cobre, seis veces más cobalto, diez veces más tierras raras y además contar con el respaldo del gas natural, la energía nuclear y la hidráulica.

Para la implementación del vehículo eléctrico y la masiva implementación de renovables requerida para los objetivos de descarbonización necesitaremos cuatro millones de toneladas de litio en 2035, 74 minas más de las existentes, 5.000 toneladas más de cobalto, 61 minas más de las existentes, 42.000 toneladas de níquel, 72 minas más que las actuales, 56.000 toneladas más de grafito natural, ochenta minas más, y 57.000 toneladas del sintético, según Benchmark Mineral Intelligence. Incluso en la estimación más optimista de eficiencia y avance tecnológico, necesitaríamos decenas de minas adicionales.

¿Dónde están los incentivos para invertir en minería clave para la seguridad de suministro? En ningún país desarrollado.

Si no entendemos la importancia de tener la cadena de valor desde la minería hasta la producción bien diversificada, vamos a depender aún más de países extranjeros.

Un entorno político dominado por activistas parece ignorar o querer ocultar el cuello de botella en minería y materias primas y la dependencia de China que supone este proceso.

Efectivamente, si la dependencia de productores de energías fósiles se ha solucionado parcialmente con diversificación y competencia, sobre todo de EEUU y el Mar del Norte, estamos olvidando esa lección con la renovables.

La dependencia de China para el desarrollo de renovables es enorme. En refino y procesamiento de metales, China es el 40% del cobre mundial y del níquel, el 50% del litio, más del 60% del cobalto y más del 80% de las tierras raras.

En energía solar, China controla el 80% del proceso de fabricación en la cadena de valor solar, es el 66% de la producción de poli silicio y el 72% de la producción de módulos solares, según la IEA.

En eólica, China produce el 50% de las turbinas del mundo, pero controla hasta el 65% del proceso de fabricación de componentes en muchos países.

Debemos recordar que si seguimos con la burocracia y el intervencionismo pasaremos de depender de Rusia a depender de Rusia y de China.

Ningún suministrador se ha visto amenazado cuando los consumidores se disparan en el pie limitando sus opciones de diversificación.

China es la gran beneficiada de esta miopía energética de los países desarrollados. Y lo vamos a pagar caro.

Para llevar a cabo la transición energética sin entrar en un problema de dependencia mayor debemos abordar la necesidad de aumentar opciones internas y externas y diversificar en toda la cadena, desde minería hasta fabricación de producto final.

Solo con competencia y libre mercado, invirtiendo en todas las tecnologías, conseguiremos una transición energética competitiva.