Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

Lo que verdaderamente dice Ayn Rand

El autor dice algo que el lector no lee, y el lector supone que el autor dice algo que en realidad éste no dice. Por eso decidí tratar de tender un puente semiótico entre los lectores poco familiarizados con Rand y ella.

Ayn
Warren Orbaugh |
22 de enero, 2023

Recientemente he leído algunas interpretaciones equivocadas de lo que dice Ayn Rand. Esto sucede a menudo cuando un lector sustituye los términos del autor por los propios. Esta práctica es muy común, pero desvirtúa lo que el autor pretende comunicar. Así, en lugar de entablar un diálogo con el autor,  lo que se tiene es dos monólogos, cada uno por su lado. El autor dice algo que el lector no lee, y el lector supone que el autor dice algo que en realidad éste no dice. Por eso decidí tratar de tender un puente semiótico entre los lectores poco familiarizados con Rand y ella.

Rand empieza afirmando la primacía de la existencia, con el enunciado axiomático: “la existencia existe”, lo que es una manera de traducir a la forma de una proposición el hecho primario que es  la existencia. El comprender esta afirmación implica dos axiomas corolarios: que ‘algo’ existe y que uno lo percibe; y que uno existe poseyendo consciencia, siendo ésta última la facultad de percibir aquello que existe.

 Rand contribuye con la idea de que la base del conocimiento humano, de todo concepto, de todo axioma, proposición y noción, es el  «concepto axiomático».  Éste es la identificación de un hecho primario de la realidad, que no puede ser analizado o reducido a otros hechos o partes componentes. Se encuentra implícito en todo hecho y en todo conocimiento. Se percibe o experimenta directamente, por lo que no requiere de explicación  o prueba. Por el contrario, toda explicación o prueba se basa en él.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Los primeros «conceptos axiomáticos», nos dice, son: “existencia”, “identidad”- que es un corolario de “existencia”, y “consciencia”.  Éstos se perciben directamente pero sólo se comprenden conceptualmente, de ahí que sean conceptos. Por existencia, Rand, se refiere a todo ente físico, ente mental, acción, atributo, emoción, reacción, ilusión, hecho y relación. Cada uno de estos, una vez se da, o sea que existe, es lo que es, y se da en sí y de por sí ahí,  independientemente de que sea  percibido o pensado por nosotros.

Por identidad, Rand se refiere a que todo ente que existe es ‘algo específico’, con atributos  específicos que lo hacen ser lo que es. Por consciencia, repito que Rand entiende la facultad de percibir lo que existe. El percatarse de lo que existe no es un estado pasivo, nos dice, sino que un proceso activo que consiste en dos acciones esenciales: diferenciación e integración. Identificamos lo que algo es al compararlo con otros entes y  advertir similitudes  y diferencias. Resulta interesante ver dicho proceso en un niño: este toca la cosa en cuestión, la observa, la hace sonar, la huele, la saborea, en fin, usa todos sus sentidos para conocer al ente. Luego lo clasifica como uno de otros similares y lo diferencia de otros entes que conoce.  Al ponerle nombre lo etiqueta para poderlo referir. La cosa que percibe no es ya solamente un ente, sino que una identidad. Es algo específico, distinto de lo demás que percibe.

Este es el proceso por el que el hombre entra al conocimiento conceptual del mundo, que inicia cuando es capaz de ver  a la identidad como una ‘unidad’, es decir, un  existente considerado como un miembro separado de  un grupo de dos o más miembros similares. Rand explica esto con una analogía que podemos traducir a nuestro tiempo. Supongamos queremos clasificar en nuestra computadora algunas imágenes. Primero creamos un archivo, ponemos allí las imágenes y le ponemos una etiqueta para referirlo: ‘fotos’. Luego podemos crear otros archivos, como sub-archivos del primero, para diferenciar las distintas fotos que tenemos. Así creamos uno donde ponemos las fotos de nuestros familiares; otro donde ponemos las fotos de deportistas; otro donde ponemos las fotos de modelos; otros donde ponemos las fotos de automóviles. Para identificarlos le ponemos a cada uno una etiqueta, indicando a qué grupo pertenece – su género- y en cómo se diferencia de los demás- su diferencia. Uno será: ‘fotos de familia’, otro: ‘fotos de deportistas’, otro: ‘fotos de modelos’, y el último: ‘fotos de automóviles’.

Aquí Rand hizo una observación de lo más importante: la esencia de los conceptos es epistemológica y no metafísica. Esto quiere decir que la esencia, que Rand llama Denominador Conceptual Común, nos sirve para formar el concepto, a partir del atributo que elegimos para la clasificación; pero ésta, la esencia, no hace al referente ser lo que es. Por ejemplo, al clasificar al hombre como ‘animal racional’, destacamos un atributo, su ‘racionalidad’ como diferencia esencial, diferencia que cambiaría en el planeta de los simios de Pierre Boulle, o en el país de los Houyhnhms de Jonathan Swift, donde los simios del primero y los caballos del segundo  también son ‘animales racionales’.  Ahora tendríamos que encontrar otra diferencia esencial para clasificarlos.

Regresando a los ‘conceptos axiomáticos’, éstos no se pueden negar, pues en el proceso de negarlos hay que aceptarlos. Así quien pretenda negar la existencia debe fundamentarse en el hecho de que él existe y su que su interlocutor existe, con lo cual ya aceptó la existencia. Y quien pretende negar que es consciente, igual. Por eso Rand rechaza, por equivocadas, la teoría de percepción de Hume y Descartes, que son formas sofisticadas de intentar negar el concepto axiomático de la consciencia. Ambas teorías de percepción son ‘representacionalistas’, que separan un contenido interno de consciencia y su objeto externo, el primero como el contenido de nuestras experiencias o creencias, considerados como estados subjetivos. 

Hume, el escéptico, afirma que lo que conocemos son  los estados sensoriales de nuestra consciencia, pero que no podemos saber si éstos corresponden o no con la realidad.

La teoría de la percepción de Rand es «consecuencialista» y afirma que lo que percibimos no es una ‘imagen’ que corresponde a la cosa exterior, sino que es la ‘forma’ en que conocemos la cosa.  Así, por ejemplo, el rojo de la blusa no está en la blusa  y en el ojo del observador, o en alguno de los dos, como discuten los representacionalistas, sino que es la forma en que el observador percibe la radiación electromagnética que rebota de dicha blusa. No hay color sin fuente de luz, sin blusa que absorbe parte y refleja parte del espectro electromagnético que la baña, y sin ojo con fotorreceptores. Y esa es la realidad. Realidad que así considerada, no nos excluye de ella, como algo ‘afuera’, sino que nos incluye en todo el proceso causal. De tal forma nuestras percepciones son parte de la realidad, y por lo tanto de lo que tenemos consciencia es de la realidad.

Y por último, al hombre Rand lo concibe como ser racional, y la razón como la facultad de éste para identificar e integrar la información que le proveen los sentidos.

Lo que verdaderamente dice Ayn Rand

El autor dice algo que el lector no lee, y el lector supone que el autor dice algo que en realidad éste no dice. Por eso decidí tratar de tender un puente semiótico entre los lectores poco familiarizados con Rand y ella.

Warren Orbaugh |
22 de enero, 2023
Ayn

Recientemente he leído algunas interpretaciones equivocadas de lo que dice Ayn Rand. Esto sucede a menudo cuando un lector sustituye los términos del autor por los propios. Esta práctica es muy común, pero desvirtúa lo que el autor pretende comunicar. Así, en lugar de entablar un diálogo con el autor,  lo que se tiene es dos monólogos, cada uno por su lado. El autor dice algo que el lector no lee, y el lector supone que el autor dice algo que en realidad éste no dice. Por eso decidí tratar de tender un puente semiótico entre los lectores poco familiarizados con Rand y ella.

Rand empieza afirmando la primacía de la existencia, con el enunciado axiomático: “la existencia existe”, lo que es una manera de traducir a la forma de una proposición el hecho primario que es  la existencia. El comprender esta afirmación implica dos axiomas corolarios: que ‘algo’ existe y que uno lo percibe; y que uno existe poseyendo consciencia, siendo ésta última la facultad de percibir aquello que existe.

 Rand contribuye con la idea de que la base del conocimiento humano, de todo concepto, de todo axioma, proposición y noción, es el  «concepto axiomático».  Éste es la identificación de un hecho primario de la realidad, que no puede ser analizado o reducido a otros hechos o partes componentes. Se encuentra implícito en todo hecho y en todo conocimiento. Se percibe o experimenta directamente, por lo que no requiere de explicación  o prueba. Por el contrario, toda explicación o prueba se basa en él.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Los primeros «conceptos axiomáticos», nos dice, son: “existencia”, “identidad”- que es un corolario de “existencia”, y “consciencia”.  Éstos se perciben directamente pero sólo se comprenden conceptualmente, de ahí que sean conceptos. Por existencia, Rand, se refiere a todo ente físico, ente mental, acción, atributo, emoción, reacción, ilusión, hecho y relación. Cada uno de estos, una vez se da, o sea que existe, es lo que es, y se da en sí y de por sí ahí,  independientemente de que sea  percibido o pensado por nosotros.

Por identidad, Rand se refiere a que todo ente que existe es ‘algo específico’, con atributos  específicos que lo hacen ser lo que es. Por consciencia, repito que Rand entiende la facultad de percibir lo que existe. El percatarse de lo que existe no es un estado pasivo, nos dice, sino que un proceso activo que consiste en dos acciones esenciales: diferenciación e integración. Identificamos lo que algo es al compararlo con otros entes y  advertir similitudes  y diferencias. Resulta interesante ver dicho proceso en un niño: este toca la cosa en cuestión, la observa, la hace sonar, la huele, la saborea, en fin, usa todos sus sentidos para conocer al ente. Luego lo clasifica como uno de otros similares y lo diferencia de otros entes que conoce.  Al ponerle nombre lo etiqueta para poderlo referir. La cosa que percibe no es ya solamente un ente, sino que una identidad. Es algo específico, distinto de lo demás que percibe.

Este es el proceso por el que el hombre entra al conocimiento conceptual del mundo, que inicia cuando es capaz de ver  a la identidad como una ‘unidad’, es decir, un  existente considerado como un miembro separado de  un grupo de dos o más miembros similares. Rand explica esto con una analogía que podemos traducir a nuestro tiempo. Supongamos queremos clasificar en nuestra computadora algunas imágenes. Primero creamos un archivo, ponemos allí las imágenes y le ponemos una etiqueta para referirlo: ‘fotos’. Luego podemos crear otros archivos, como sub-archivos del primero, para diferenciar las distintas fotos que tenemos. Así creamos uno donde ponemos las fotos de nuestros familiares; otro donde ponemos las fotos de deportistas; otro donde ponemos las fotos de modelos; otros donde ponemos las fotos de automóviles. Para identificarlos le ponemos a cada uno una etiqueta, indicando a qué grupo pertenece – su género- y en cómo se diferencia de los demás- su diferencia. Uno será: ‘fotos de familia’, otro: ‘fotos de deportistas’, otro: ‘fotos de modelos’, y el último: ‘fotos de automóviles’.

Aquí Rand hizo una observación de lo más importante: la esencia de los conceptos es epistemológica y no metafísica. Esto quiere decir que la esencia, que Rand llama Denominador Conceptual Común, nos sirve para formar el concepto, a partir del atributo que elegimos para la clasificación; pero ésta, la esencia, no hace al referente ser lo que es. Por ejemplo, al clasificar al hombre como ‘animal racional’, destacamos un atributo, su ‘racionalidad’ como diferencia esencial, diferencia que cambiaría en el planeta de los simios de Pierre Boulle, o en el país de los Houyhnhms de Jonathan Swift, donde los simios del primero y los caballos del segundo  también son ‘animales racionales’.  Ahora tendríamos que encontrar otra diferencia esencial para clasificarlos.

Regresando a los ‘conceptos axiomáticos’, éstos no se pueden negar, pues en el proceso de negarlos hay que aceptarlos. Así quien pretenda negar la existencia debe fundamentarse en el hecho de que él existe y su que su interlocutor existe, con lo cual ya aceptó la existencia. Y quien pretende negar que es consciente, igual. Por eso Rand rechaza, por equivocadas, la teoría de percepción de Hume y Descartes, que son formas sofisticadas de intentar negar el concepto axiomático de la consciencia. Ambas teorías de percepción son ‘representacionalistas’, que separan un contenido interno de consciencia y su objeto externo, el primero como el contenido de nuestras experiencias o creencias, considerados como estados subjetivos. 

Hume, el escéptico, afirma que lo que conocemos son  los estados sensoriales de nuestra consciencia, pero que no podemos saber si éstos corresponden o no con la realidad.

La teoría de la percepción de Rand es «consecuencialista» y afirma que lo que percibimos no es una ‘imagen’ que corresponde a la cosa exterior, sino que es la ‘forma’ en que conocemos la cosa.  Así, por ejemplo, el rojo de la blusa no está en la blusa  y en el ojo del observador, o en alguno de los dos, como discuten los representacionalistas, sino que es la forma en que el observador percibe la radiación electromagnética que rebota de dicha blusa. No hay color sin fuente de luz, sin blusa que absorbe parte y refleja parte del espectro electromagnético que la baña, y sin ojo con fotorreceptores. Y esa es la realidad. Realidad que así considerada, no nos excluye de ella, como algo ‘afuera’, sino que nos incluye en todo el proceso causal. De tal forma nuestras percepciones son parte de la realidad, y por lo tanto de lo que tenemos consciencia es de la realidad.

Y por último, al hombre Rand lo concibe como ser racional, y la razón como la facultad de éste para identificar e integrar la información que le proveen los sentidos.