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Pordioseros

Es momento de dejar de ser pordioseros. Tenemos que asumir nuestro propio destino, bajo nuestros propios términos.

Destino
Carolina Castellanos |
28 de octubre, 2022

Guatemala ha sido, me atrevo a decir que desde sus inicios, un país pobre. No es por falta de recursos naturales ni de personas trabajadoras. Muy por el contrario. A pesar de tener una gran riqueza, no hemos “encontrado” las vías del desarrollo.

Debo reconocer que, a lo largo del tiempo, sí ha habido avances significativos en infraestructura, por ejemplo. Esto, si bien contribuye a tener más acceso a lugares lejanos por contar con carreteres y puentes, y de tener edificios modernos que cuentan con cientos de negocios y otros albergan familias, son las metrópolis las que se han beneficiado. El área rural sigue muy por debajo de ese mejor nivel de vida. No cuentan con acceso a servicios de salud de calidad, con educación enfocada hacia el primer mundo, tecnología básica como computadoras e internet, entre muchas otras carencias.

De esa cuenta, cuando las organizaciones internacionales hacen sus números para calificarnos en temas como índice de pobreza, salimos bien por debajo en cualquier listado. Pareciera que fuera a propósito pues, gobierno tras gobierno, los funcionarios de alto y medio nivel viajan al exterior con la mano extendida a pedir ayuda. Usan la empatía para conmover corazones y bolsillos.

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Pasan los años y, dar pena ajena no ha resuelto nada. La solidaridad internacional tiene límites, excepto cuando hay intereses poderosos detrás de esa ayuda para nuestra población “pobre”. La mejor demostración del fracaso de esta política es el flujo migratorio hacia el norte. Si dar pena, extender la mano y recibir recursos funcionara, no habría necesidad de buscar mejores horizontes en países desarrollados, principalmente Estados Unidos.

Estamos acostumbrados a ser pobres, a pedir dinero que nunca será gratis pues, además de tener que pagar los intereses correspondientes, los financistas se meten “hasta la cocina” pues, como reza el viejo refrán, “quien paga la música, escoge la canción”. Luego nos quejamos de la injerencia extranjera.  ¿Los gobernantes y su equipo son tan inocentes de creer que, quienes nos dan dinero, nos dejarán hacer lo que queramos, sin “supervisión”?

Con la actitud de pobreza y subdesarrollo, somos los “pobrecitos chapines”. Lejos de ganarnos el respeto, damos lástima. Así las cosas, estamos ya eternamente endeudados.

Quienes más atraen esos “apoyos”, principalmente dinero con derechos, es la mal llamada sociedad civil. Victimizarse, marchar en las calles, llevar pancartas y exigir de todo, es lo que hacen para atraer esa cooperación pues, obviamente, cada acto será publicado en todos los medios de comunicación. Esto les generará más ingresos.  El nombre del juego siempre es dinero.

Tristemente, muchas de esas oenegés son dirigidas por vividores y aprovechados. Con la retórica de siempre de ser indígenas, pobres y abandonados por el gobierno, la “cooperación internacional” corre a su rescate porque “pobrecitos”.

¡Ya basta! Nos toca asumir nuestra propia responsabilidad y nuestro propio destino. Ningún gobierno resolverá y tampoco la comunidad internacional. Es momento de dejar de ser pordioseros. Tenemos que asumir nuestro propio destino, bajo nuestros propios términos.

Demostremos de qué estamos hechos. Somos hombres de maíz.

Pordioseros

Es momento de dejar de ser pordioseros. Tenemos que asumir nuestro propio destino, bajo nuestros propios términos.

Carolina Castellanos |
28 de octubre, 2022
Destino

Guatemala ha sido, me atrevo a decir que desde sus inicios, un país pobre. No es por falta de recursos naturales ni de personas trabajadoras. Muy por el contrario. A pesar de tener una gran riqueza, no hemos “encontrado” las vías del desarrollo.

Debo reconocer que, a lo largo del tiempo, sí ha habido avances significativos en infraestructura, por ejemplo. Esto, si bien contribuye a tener más acceso a lugares lejanos por contar con carreteres y puentes, y de tener edificios modernos que cuentan con cientos de negocios y otros albergan familias, son las metrópolis las que se han beneficiado. El área rural sigue muy por debajo de ese mejor nivel de vida. No cuentan con acceso a servicios de salud de calidad, con educación enfocada hacia el primer mundo, tecnología básica como computadoras e internet, entre muchas otras carencias.

De esa cuenta, cuando las organizaciones internacionales hacen sus números para calificarnos en temas como índice de pobreza, salimos bien por debajo en cualquier listado. Pareciera que fuera a propósito pues, gobierno tras gobierno, los funcionarios de alto y medio nivel viajan al exterior con la mano extendida a pedir ayuda. Usan la empatía para conmover corazones y bolsillos.

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Pasan los años y, dar pena ajena no ha resuelto nada. La solidaridad internacional tiene límites, excepto cuando hay intereses poderosos detrás de esa ayuda para nuestra población “pobre”. La mejor demostración del fracaso de esta política es el flujo migratorio hacia el norte. Si dar pena, extender la mano y recibir recursos funcionara, no habría necesidad de buscar mejores horizontes en países desarrollados, principalmente Estados Unidos.

Estamos acostumbrados a ser pobres, a pedir dinero que nunca será gratis pues, además de tener que pagar los intereses correspondientes, los financistas se meten “hasta la cocina” pues, como reza el viejo refrán, “quien paga la música, escoge la canción”. Luego nos quejamos de la injerencia extranjera.  ¿Los gobernantes y su equipo son tan inocentes de creer que, quienes nos dan dinero, nos dejarán hacer lo que queramos, sin “supervisión”?

Con la actitud de pobreza y subdesarrollo, somos los “pobrecitos chapines”. Lejos de ganarnos el respeto, damos lástima. Así las cosas, estamos ya eternamente endeudados.

Quienes más atraen esos “apoyos”, principalmente dinero con derechos, es la mal llamada sociedad civil. Victimizarse, marchar en las calles, llevar pancartas y exigir de todo, es lo que hacen para atraer esa cooperación pues, obviamente, cada acto será publicado en todos los medios de comunicación. Esto les generará más ingresos.  El nombre del juego siempre es dinero.

Tristemente, muchas de esas oenegés son dirigidas por vividores y aprovechados. Con la retórica de siempre de ser indígenas, pobres y abandonados por el gobierno, la “cooperación internacional” corre a su rescate porque “pobrecitos”.

¡Ya basta! Nos toca asumir nuestra propia responsabilidad y nuestro propio destino. Ningún gobierno resolverá y tampoco la comunidad internacional. Es momento de dejar de ser pordioseros. Tenemos que asumir nuestro propio destino, bajo nuestros propios términos.

Demostremos de qué estamos hechos. Somos hombres de maíz.