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Una revolución en la mente del pueblo

Un gobierno extendido requiere una libertad disminuida. Cualquier función que solicitemos al gobierno requiere que cedamos una parte de nuestra libertad, y de nuestro tesoro.

Jose Azel |
10 de mayo, 2022

En una carta a Thomas Jefferson, en agosto de 1815, John Adams rememoraba la Revolución Americana: “¿Qué entendemos por revolución? ¿La guerra? No, ella no fue la revolución; solo fue su efecto y consecuencia. La revolución ocurrió en la mente del pueblo...”.

Adams continúa preguntándose sobre los “pasos que ilustraron e informaron a la opinión pública respecto a la Autoridad del Parlamento sobre las Colonias”. A menudo pienso en la necesaria revolución que tiene que producirse en las mentes del pueblo cubano para que se produzca un cambio sociopolítico y económico en Cuba tras más de seis décadas de gobierno totalitario. Ese cambio requiere una revolución en la mente pueblo sobre la teoría y práctica del gobierno.

Creemos que la libertad es una aspiración de todos los seres humanos. Sin embargo, la libertad ha sido históricamente rara y permanece escasa. La mayoría de las sociedades han sido incapaces de desarrollar Estados con la capacidad para hacer cumplir las leyes, resolver los conflictos y prestar servicios públicos, manteniendo a la sociedad en control y sin temor de expresar su opinión. Abundan los Estados poderosos, pero muchos utilizan su poder para reprimir y dominar en lugar de promover las libertades individuales.

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En las sociedades oprimidas existe una desconexión moral entre pensamiento y acción. Es decir, entre lo que la persona idea y lo que hace o deja de hacer. En su libro, America's Revolutionary Mind, C. Bradley Thompson, profesor de filosofía política en la Universidad de Clemson, señala que “...los individuos deben ser libres de actuar según su criterio, como valor necesario para mantener y hacer avanzar sus vidas”. Y añade: “Posiblemente, el mayor logro de la Revolución Americana fue liberar a los hombres para que siguieran los dictados de sus propias mentes, guiados por la razón”.

Para Thomas Paine, teórico político y revolucionario, autor de Common Sense (1776), uno de los panfletos más influyentes al inicio de la Revolución Americana, la Revolución fue algo más que la independencia. Fue una revolución intelectual y moral que reemplazó “la tiranía de costumbres decrépitas” que se había “establecido sobre la mente”.

Esa revolución intelectual y moral es la que tiene que ocurrir para que se produzca un cambio sociopolítico y económico en Cuba. Para que quede claro, no me refiero a un simple cambio de gobierno o incluso el fin del régimen castrista. Eso puede ocurrir sin que necesariamente se produzcan los profundos cambios sociopolíticos y económicos necesarios para una sociedad libre y próspera.

Un gobierno extendido requiere una libertad disminuida. Cualquier función que solicitemos al gobierno requiere que cedamos una parte de nuestra libertad, y de nuestro tesoro. Sin embargo, muchos pueblos están a favor de expandir el gobierno. Cuando hablo con personas recién llegadas de Cuba o América Latina, a menudo escucho declaraciones como: ¿Por qué el gobierno no hace esto o aquello? Parece que intuitivamente están a favor de aumentar el gobierno; es decir, a favor de la disminución de la libertad.

En esta creencia errónea sobre el papel del gobierno subyace un malentendido sobre la naturaleza de los derechos. Nuestros derechos naturales no son creados por el gobierno ni provienen de la historia, la cultura o la religión, como les gusta afirmar a los regímenes dictatoriales. Thomas Jefferson señaló: el hombre tiene derechos que “la naturaleza les ha dado a todos los hombres”. Se trata de derechos naturales que ningún gobierno puede quitar o restringir. Estos derechos son “derivados de las leyes de la naturaleza” y no son regalos de ningún gobierno.

Esta concepción de los derechos humanos debe ser adoptada por los pueblos oprimidos para iniciar el cambio sociopolítico de sus sociedades hacia la libertad. Es una doctrina de derechos humanos anclada en la libertad de pensar y actuar como condición necesaria para el florecimiento humano.

Durante la Revolución Americana el objetivo final, como dijo Jefferson, era eliminar “toda restricción arbitraria e innecesaria a la acción individual”, dejando así a los hombres “libres para hacer todo lo que no viole la igualdad de derechos de otros”.

Esta revolución en los principios, las opiniones, los sentimientos y los afectos del pueblo; esta revolución en las mentes de las personas es la estrella polar de la libertad.

Una revolución en la mente del pueblo

Un gobierno extendido requiere una libertad disminuida. Cualquier función que solicitemos al gobierno requiere que cedamos una parte de nuestra libertad, y de nuestro tesoro.

Jose Azel |
10 de mayo, 2022

En una carta a Thomas Jefferson, en agosto de 1815, John Adams rememoraba la Revolución Americana: “¿Qué entendemos por revolución? ¿La guerra? No, ella no fue la revolución; solo fue su efecto y consecuencia. La revolución ocurrió en la mente del pueblo...”.

Adams continúa preguntándose sobre los “pasos que ilustraron e informaron a la opinión pública respecto a la Autoridad del Parlamento sobre las Colonias”. A menudo pienso en la necesaria revolución que tiene que producirse en las mentes del pueblo cubano para que se produzca un cambio sociopolítico y económico en Cuba tras más de seis décadas de gobierno totalitario. Ese cambio requiere una revolución en la mente pueblo sobre la teoría y práctica del gobierno.

Creemos que la libertad es una aspiración de todos los seres humanos. Sin embargo, la libertad ha sido históricamente rara y permanece escasa. La mayoría de las sociedades han sido incapaces de desarrollar Estados con la capacidad para hacer cumplir las leyes, resolver los conflictos y prestar servicios públicos, manteniendo a la sociedad en control y sin temor de expresar su opinión. Abundan los Estados poderosos, pero muchos utilizan su poder para reprimir y dominar en lugar de promover las libertades individuales.

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En las sociedades oprimidas existe una desconexión moral entre pensamiento y acción. Es decir, entre lo que la persona idea y lo que hace o deja de hacer. En su libro, America's Revolutionary Mind, C. Bradley Thompson, profesor de filosofía política en la Universidad de Clemson, señala que “...los individuos deben ser libres de actuar según su criterio, como valor necesario para mantener y hacer avanzar sus vidas”. Y añade: “Posiblemente, el mayor logro de la Revolución Americana fue liberar a los hombres para que siguieran los dictados de sus propias mentes, guiados por la razón”.

Para Thomas Paine, teórico político y revolucionario, autor de Common Sense (1776), uno de los panfletos más influyentes al inicio de la Revolución Americana, la Revolución fue algo más que la independencia. Fue una revolución intelectual y moral que reemplazó “la tiranía de costumbres decrépitas” que se había “establecido sobre la mente”.

Esa revolución intelectual y moral es la que tiene que ocurrir para que se produzca un cambio sociopolítico y económico en Cuba. Para que quede claro, no me refiero a un simple cambio de gobierno o incluso el fin del régimen castrista. Eso puede ocurrir sin que necesariamente se produzcan los profundos cambios sociopolíticos y económicos necesarios para una sociedad libre y próspera.

Un gobierno extendido requiere una libertad disminuida. Cualquier función que solicitemos al gobierno requiere que cedamos una parte de nuestra libertad, y de nuestro tesoro. Sin embargo, muchos pueblos están a favor de expandir el gobierno. Cuando hablo con personas recién llegadas de Cuba o América Latina, a menudo escucho declaraciones como: ¿Por qué el gobierno no hace esto o aquello? Parece que intuitivamente están a favor de aumentar el gobierno; es decir, a favor de la disminución de la libertad.

En esta creencia errónea sobre el papel del gobierno subyace un malentendido sobre la naturaleza de los derechos. Nuestros derechos naturales no son creados por el gobierno ni provienen de la historia, la cultura o la religión, como les gusta afirmar a los regímenes dictatoriales. Thomas Jefferson señaló: el hombre tiene derechos que “la naturaleza les ha dado a todos los hombres”. Se trata de derechos naturales que ningún gobierno puede quitar o restringir. Estos derechos son “derivados de las leyes de la naturaleza” y no son regalos de ningún gobierno.

Esta concepción de los derechos humanos debe ser adoptada por los pueblos oprimidos para iniciar el cambio sociopolítico de sus sociedades hacia la libertad. Es una doctrina de derechos humanos anclada en la libertad de pensar y actuar como condición necesaria para el florecimiento humano.

Durante la Revolución Americana el objetivo final, como dijo Jefferson, era eliminar “toda restricción arbitraria e innecesaria a la acción individual”, dejando así a los hombres “libres para hacer todo lo que no viole la igualdad de derechos de otros”.

Esta revolución en los principios, las opiniones, los sentimientos y los afectos del pueblo; esta revolución en las mentes de las personas es la estrella polar de la libertad.