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El Pacto Verde Europeo, el reto que se avecina

La implementación del Pacto Verde Europeo y nuevos estándares, forzarán al productor a adoptar tecnologías a las que no está acostumbrado para asegurar aspectos como la trazabilidad y residuos mínimos.

La producción agrícola de Guatemala tiene que adecuarse a las nuevas reglas.Fotografía: Nick Fewings Unsplash
Diego Lechuga
01 de septiembre, 2022

Abstracto: El Pacto Verde Europeo no es un tema nuevo, estas medidas aprobadas en 2019 proponen una serie de acciones que tienen como fin el alcanzar una economía sostenible con una huella neutral. Sin embargo, conforme el comercio de Guatemala con la Unión Europea se fortalece, también aumentan las preguntas de cuál podría ser el impacto en el corto y mediano plazo del Pacto Verde en el comercio y en especial en productos agrícolas.

Desde que entró en vigor en 2013 el AdA, o Acuerdo de Asociación Económica entre la Unión Europa y Centro América, las exportaciones de Guatemala han pasado de ser poco más de €500 millones al año, a alcanzar €1.261,08 millones en 2021.

Entre los países de la Comunidad, son Alemania, España, Italia y los Países Bajos los que lideran las importaciones de productos guatemaltecos. Para poner en contexto, en el 2021 las exportaciones con destino a estos cuatro mercados significaron el 85.3% ó €1.075,8 millones de los €1.261,08 millones exportados a las 27 economías de la UE.

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Si el análisis acabara acá, se podría decir que el incremento de las exportaciones guatemaltecas a la Unión Europea es un reflejo de un sistema productivo que ha aumentado su grado de tecnificación y estándares de producción.

A lo que he de agregar que es correcto al ser el mercado europeo uno de los más exigentes tanto a nivel de consumidor como de requisitos tipo Medidas Sanitarias y Fitosanitarias (MSF). Sin embargo, tanto la economía como el mercado y sus consumidores son actores en perpetuo cambio y los Gobiernos deben de acoplarse a dichos cambios.

Con este considerando, en 2019 la Comisión Europea “adoptó un conjunto de propuestas para adaptar las políticas de la UE en materia de clima, energía, transporte y fiscalidad con el fin de reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero en al menos un 55 % de aquí a 2030, en comparación con los niveles de 1990”, a los que se le ha llegado a conocer como el Pacto Verde Europeo y que tiene como objetivo final el alcanzar la neutralidad climática para el año 2050. No obstante, ¿qué implica el Pacto Verde Europeo para las exportaciones agrícolas de Guatemala?

De forma general al conocer los siete (7) pilares del Pacto Verde, no se pueden identificar amenazas inmediatas al comercio guatemalteco. Aspectos como la reducción de misiones, generación de energía limpia, economía circular o biodiversidad y seguridad alimentaria, son elementos que ya se han discutido en gran diversidad de foros y que de una forma u otra ya se encuentran en la agenda local.

Sin embargo, es cuando se hace un análisis del “cómo” se podrían alcanzar los objetivos de los pilares mencionados, que saltan a la vista algunos elementos que podrían impactar en el comercio de Guatemala. El ejemplo más conocido puede ser la estrategia del “Campo a la Mesa” o F2F por sus siglas en inglés (Farm to Fork), que entre las acciones que busca implementar sobresale el reducir el grado de antibióticos y pesticidas usados en la producción agrícola de alimentos, así como establecer límites máximos para los residuos de pesticidas.

La estrategia F2F también busca acelerar la transición a un sistema de producción agrícola sostenible al promover que la cadena de producción, tanto dentro como fuera de la Unión Europea, cumplan con tener:

Una huella ambiental neutra o positiva, revertir la pérdida de biodiversidad, y preservar la asequibilidad de los alimentos al mismo tiempo que se busca generar rendimientos económicos más justos, fomentando la competitividad del sector de suministro de la UE y promover el comercio justo, entre otros.

Aunque el primer reto que se puede identificar es el establecer un sistema que permita medir parámetros de “rendimientos económicos más justos” o la “pérdida de biodiversidad” de forma objetiva dentro de una economía con grandes índices de informalidad como lo es la guatemalteca, centraremos nuestra atención en la “huella ambiental neutra o positiva”.

Esto porque es un indicador que ya se conoce y para el que existen diversas metodologías o certificaciones que permiten su medición. Por ello su reto no sería el establecer una metodología o parámetro para su medición, sino el costo asociado a medir la huella ambiental de la producción agrícola.

Esto porque a pesar de que existen agroexportadores con capacidad técnica y económica para emprender dicha tarea, la matriz productiva agrícola del país es en su mayoría es de MIPYME´s (Micro, Pequeña y Mediana empresa) con una capacidad de adaptación limitada.

En el “Informe de Situación y Evolución del sector MIPYME 2015-2017” elaborado por el Ministerio de Economía, se detalla que en el 2017 las MIPYMES exportaron poco más de Q35 mil millones y que el 43.8% de dichas exportaciones corresponde a café, mientras que las frutas representaron el segundo mayor rubro de producto con 37.7%. Si consideramos que en el 2017 según el Banco de Guatemala el país exportó US$ 10.98 millardos, el sector MIPYME representa un estimado del 40% de las exportaciones.

La carga económica extra que puede implicar el implementar un sistema de auditoría para la medición de la huella ambiental, se agrega a los rendimientos decrecientes que implica reducir el uso de pesticidas y antibióticos. Esto porque la reducción de uso de pesticidas en el agro puede significar una menor producción por hectárea de cultivo al ser estos más susceptibles a diversas plagas.

Y, aunque existen alternativas orgánicas, el costo de estas alternativas puede ser significativamente superior en los casos que se busca alcanzar el mismo grado de efectividad en el control de plagas que con productos no orgánicos.

En este punto he de aclarar que el cambio a una agricultura orgánica y sostenible sí es posible, pero implica una curva de aprendizaje que puede llegar a ser muy costosa para un pequeño productor. Por ello y al hacer un análisis más detallado de las exportaciones guatemaltecas hacia Europa, no solo se puede ver el peso del agro sino también el reto que implicará el adaptar la producción.

Por ejemplo, si tomamos como referencia las importaciones de los Países Bajos, uno de los cuatro principales importadores de productos guatemaltecos, podemos observar que de las 102 partidas que ese país importa de Guatemala, 42 corresponden a productos agrícolas. Si eliminamos del calculo los productos de los capítulos 22 y 15 (es decir, Bebidas Alcohólicas y Grasas y Aceites Comestibles), se puede dimensionar el papel que juegan las exportaciones agrícolas guatemaltecas a los Países Bajos.

Las legumbres, el café y cardamomo son productos que no solo se verían directamente asociados con los estándares asociadas al Pacto Verde Europeo, sino que también son productos cuya matriz de producción depende de un gran número de micro productores y sistema de cooperativas que funcionan como centros de acopio.

Por lo que adicional a los retos y costos mencionados antes, se debe de tomar en cuenta el organizar y estandarizar a un gran número de micro productores rurales con limitado acceso a información y ayuda técnica necesaria para realizar la transición.

Por su parte la Unión Europa ha mencionado que se desarrollarán “Alianzas Verdes” para facilitar la transición para los actores de la cadena agrícola. El cómo funcionarán dichas alianzas o lo que implica, aun está por verse.

En resumen, el Pacto Verde Europeo es una medida que se implementará de forma paulatina y que contempla un periodo de adaptación en el que se deberían de realizar acciones que permitan adecuar la producción a los nuevos estándares del mercado europeo. No obstante, el riesgo de no aplicarlas en tiempo es palpable y podría afectar de forma directa un sector tan sensible para el país como lo es el agro.

Y, aunque realizar la transición y alcanzar los nuevos estándares del mercado europeo es posible, implicará no solo afrontar los retos que las MIPYMES tienen hoy en día sino también el implementar una estrategia proactiva que permita afrontar nuevos retos.

Porque mientras que en la actualidad se tienen retos como el acceso a financiamiento para certificaciones o tecnificar la producción, capital de trabajo o acceso a bienes de capital, la implementación de esta política y nuevos estándares forzará al productor a también adoptar tecnologías a las que no está acostumbrado para así poder asegurar aspectos como la trazabilidad y residuos mínimos. Ya se saben los retos que se avecinan en el futuro, pero el cómo se afrontarán y si seremos capaces de estar a la altura del reto, dependerá de las acciones y políticas que se implementen en el presente.

Diego Lechuga

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El Pacto Verde Europeo, el reto que se avecina

La implementación del Pacto Verde Europeo y nuevos estándares, forzarán al productor a adoptar tecnologías a las que no está acostumbrado para asegurar aspectos como la trazabilidad y residuos mínimos.

La producción agrícola de Guatemala tiene que adecuarse a las nuevas reglas.Fotografía: Nick Fewings Unsplash
Diego Lechuga
01 de septiembre, 2022

Abstracto: El Pacto Verde Europeo no es un tema nuevo, estas medidas aprobadas en 2019 proponen una serie de acciones que tienen como fin el alcanzar una economía sostenible con una huella neutral. Sin embargo, conforme el comercio de Guatemala con la Unión Europea se fortalece, también aumentan las preguntas de cuál podría ser el impacto en el corto y mediano plazo del Pacto Verde en el comercio y en especial en productos agrícolas.

Desde que entró en vigor en 2013 el AdA, o Acuerdo de Asociación Económica entre la Unión Europa y Centro América, las exportaciones de Guatemala han pasado de ser poco más de €500 millones al año, a alcanzar €1.261,08 millones en 2021.

Entre los países de la Comunidad, son Alemania, España, Italia y los Países Bajos los que lideran las importaciones de productos guatemaltecos. Para poner en contexto, en el 2021 las exportaciones con destino a estos cuatro mercados significaron el 85.3% ó €1.075,8 millones de los €1.261,08 millones exportados a las 27 economías de la UE.

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Si el análisis acabara acá, se podría decir que el incremento de las exportaciones guatemaltecas a la Unión Europea es un reflejo de un sistema productivo que ha aumentado su grado de tecnificación y estándares de producción.

A lo que he de agregar que es correcto al ser el mercado europeo uno de los más exigentes tanto a nivel de consumidor como de requisitos tipo Medidas Sanitarias y Fitosanitarias (MSF). Sin embargo, tanto la economía como el mercado y sus consumidores son actores en perpetuo cambio y los Gobiernos deben de acoplarse a dichos cambios.

Con este considerando, en 2019 la Comisión Europea “adoptó un conjunto de propuestas para adaptar las políticas de la UE en materia de clima, energía, transporte y fiscalidad con el fin de reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero en al menos un 55 % de aquí a 2030, en comparación con los niveles de 1990”, a los que se le ha llegado a conocer como el Pacto Verde Europeo y que tiene como objetivo final el alcanzar la neutralidad climática para el año 2050. No obstante, ¿qué implica el Pacto Verde Europeo para las exportaciones agrícolas de Guatemala?

De forma general al conocer los siete (7) pilares del Pacto Verde, no se pueden identificar amenazas inmediatas al comercio guatemalteco. Aspectos como la reducción de misiones, generación de energía limpia, economía circular o biodiversidad y seguridad alimentaria, son elementos que ya se han discutido en gran diversidad de foros y que de una forma u otra ya se encuentran en la agenda local.

Sin embargo, es cuando se hace un análisis del “cómo” se podrían alcanzar los objetivos de los pilares mencionados, que saltan a la vista algunos elementos que podrían impactar en el comercio de Guatemala. El ejemplo más conocido puede ser la estrategia del “Campo a la Mesa” o F2F por sus siglas en inglés (Farm to Fork), que entre las acciones que busca implementar sobresale el reducir el grado de antibióticos y pesticidas usados en la producción agrícola de alimentos, así como establecer límites máximos para los residuos de pesticidas.

La estrategia F2F también busca acelerar la transición a un sistema de producción agrícola sostenible al promover que la cadena de producción, tanto dentro como fuera de la Unión Europea, cumplan con tener:

Una huella ambiental neutra o positiva, revertir la pérdida de biodiversidad, y preservar la asequibilidad de los alimentos al mismo tiempo que se busca generar rendimientos económicos más justos, fomentando la competitividad del sector de suministro de la UE y promover el comercio justo, entre otros.

Aunque el primer reto que se puede identificar es el establecer un sistema que permita medir parámetros de “rendimientos económicos más justos” o la “pérdida de biodiversidad” de forma objetiva dentro de una economía con grandes índices de informalidad como lo es la guatemalteca, centraremos nuestra atención en la “huella ambiental neutra o positiva”.

Esto porque es un indicador que ya se conoce y para el que existen diversas metodologías o certificaciones que permiten su medición. Por ello su reto no sería el establecer una metodología o parámetro para su medición, sino el costo asociado a medir la huella ambiental de la producción agrícola.

Esto porque a pesar de que existen agroexportadores con capacidad técnica y económica para emprender dicha tarea, la matriz productiva agrícola del país es en su mayoría es de MIPYME´s (Micro, Pequeña y Mediana empresa) con una capacidad de adaptación limitada.

En el “Informe de Situación y Evolución del sector MIPYME 2015-2017” elaborado por el Ministerio de Economía, se detalla que en el 2017 las MIPYMES exportaron poco más de Q35 mil millones y que el 43.8% de dichas exportaciones corresponde a café, mientras que las frutas representaron el segundo mayor rubro de producto con 37.7%. Si consideramos que en el 2017 según el Banco de Guatemala el país exportó US$ 10.98 millardos, el sector MIPYME representa un estimado del 40% de las exportaciones.

La carga económica extra que puede implicar el implementar un sistema de auditoría para la medición de la huella ambiental, se agrega a los rendimientos decrecientes que implica reducir el uso de pesticidas y antibióticos. Esto porque la reducción de uso de pesticidas en el agro puede significar una menor producción por hectárea de cultivo al ser estos más susceptibles a diversas plagas.

Y, aunque existen alternativas orgánicas, el costo de estas alternativas puede ser significativamente superior en los casos que se busca alcanzar el mismo grado de efectividad en el control de plagas que con productos no orgánicos.

En este punto he de aclarar que el cambio a una agricultura orgánica y sostenible sí es posible, pero implica una curva de aprendizaje que puede llegar a ser muy costosa para un pequeño productor. Por ello y al hacer un análisis más detallado de las exportaciones guatemaltecas hacia Europa, no solo se puede ver el peso del agro sino también el reto que implicará el adaptar la producción.

Por ejemplo, si tomamos como referencia las importaciones de los Países Bajos, uno de los cuatro principales importadores de productos guatemaltecos, podemos observar que de las 102 partidas que ese país importa de Guatemala, 42 corresponden a productos agrícolas. Si eliminamos del calculo los productos de los capítulos 22 y 15 (es decir, Bebidas Alcohólicas y Grasas y Aceites Comestibles), se puede dimensionar el papel que juegan las exportaciones agrícolas guatemaltecas a los Países Bajos.

Las legumbres, el café y cardamomo son productos que no solo se verían directamente asociados con los estándares asociadas al Pacto Verde Europeo, sino que también son productos cuya matriz de producción depende de un gran número de micro productores y sistema de cooperativas que funcionan como centros de acopio.

Por lo que adicional a los retos y costos mencionados antes, se debe de tomar en cuenta el organizar y estandarizar a un gran número de micro productores rurales con limitado acceso a información y ayuda técnica necesaria para realizar la transición.

Por su parte la Unión Europa ha mencionado que se desarrollarán “Alianzas Verdes” para facilitar la transición para los actores de la cadena agrícola. El cómo funcionarán dichas alianzas o lo que implica, aun está por verse.

En resumen, el Pacto Verde Europeo es una medida que se implementará de forma paulatina y que contempla un periodo de adaptación en el que se deberían de realizar acciones que permitan adecuar la producción a los nuevos estándares del mercado europeo. No obstante, el riesgo de no aplicarlas en tiempo es palpable y podría afectar de forma directa un sector tan sensible para el país como lo es el agro.

Y, aunque realizar la transición y alcanzar los nuevos estándares del mercado europeo es posible, implicará no solo afrontar los retos que las MIPYMES tienen hoy en día sino también el implementar una estrategia proactiva que permita afrontar nuevos retos.

Porque mientras que en la actualidad se tienen retos como el acceso a financiamiento para certificaciones o tecnificar la producción, capital de trabajo o acceso a bienes de capital, la implementación de esta política y nuevos estándares forzará al productor a también adoptar tecnologías a las que no está acostumbrado para así poder asegurar aspectos como la trazabilidad y residuos mínimos. Ya se saben los retos que se avecinan en el futuro, pero el cómo se afrontarán y si seremos capaces de estar a la altura del reto, dependerá de las acciones y políticas que se implementen en el presente.

Diego Lechuga