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Andrea Velásquez: Así me convertí en mi propia jefa

Allan Martinez
17 de abril, 2017

Andrea Velásquez estaba en el colegio cuando se le ocurrió la idea de vender palitos de chocolate a los vecinos y en el colegio. Todos se los compraban. Se dio cuenta que el comercio y las ventas eran lo suyo, tanto que se metió a la Universidad Rafael Landívar a estudiar Administración de Empresas.

Ya en la URL tuvo la idea de vender bisutería y con la ayuda de una amiga que les hacía los collares y demás productos, junto con su hermana empezaron a tener un negocio con cierta aceptación. El siguiente paso fue hacer una “fanpage” en la red social de Facebook y mostrar todos los productos.

Cuando terminó la carrera siempre, inevitablemente, la vida interviene y la cruel búsqueda de trabajo empieza. Andrea no encontraba nada que le gustara y para un profesional de hoy, la oferta laboral es pobre poco atractiva y nada innovadora. “Siempre he estado buscando ser mi propio jefe. No me veo en una oficina después de una gran jornada. Me gusta buscar cosas nuevas y ver qué hay. Visitar clientes”, explica.

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El negocio de la bisutería creció hasta el tope y el mercado se saturó. Andrea buscaba expandirse, crecer. Tenía nuevas ideas, quería ser más creatividad y detrás de un escritorio, sería muy difícil hacer realidad sus sueños. Entonces vino la idea.

Símbolo familiar

Sabía que podía dedicarse a vender. Lo llevaba en la sangre. Sus abuelos tuvieron una fábrica de suéteres y les fue muy bien. “Me ha ayudado bastante que tengo familiares que han venido desde abajo y han hecho sus grandes empresas y negocios”, comenta.

“Mi tío nos decía: ‘lean el rinoceronte y me decía que lo leyera’ y el año pasado por uno de esos momentos difíciles que pasa uno lo leí. El libro habla mucho de lo que uno tiene que hacer para luchar y salir adelante. De visualizar que uno es un rinoceronte y no una vaca. El rinoceronte tiene la piel más gruesa y cuesta cazarlos. Él dice: ‘Hoy me levanto, voy a limpiar mis cuernos y voy a ir a buscar mi comida no voy a ser una vaca que va a estar esperando a que pasen las cosas y a comer pasto y me voy a quedar así’.

Andrea habló con su tío y le comentó que le había encantado el libro y le dijo que iba a usar al rinoceronte como un símbolo de su negocio.

Ser guatemalteco

El país ha crecido en los últimos años en su identidad. Socialmente el guatemalteco es otro, es más orgulloso de sus raíces, de su presente y ve con esperanza su futuro. De este sentimiento Andrea pensó oportuno incluir en productos a una mujer que usa sus productos cotidianos con toques que identifican al guatemalteco.

Todo fue hace un año, recuerda. “Vi la oportunidad de importar productos de celulares los estuches y cargadores con figuras de emogis. Somos los únicos que los vendemos en Guatemala, algo que no se encontraba mucho. Los estuches de los celulares con diseño de mandalas que son muy femeninos. Nosotros nos dedicamos a vender productos  enfocados para mujeres”, afirma.

Así empezó el trabajo de hormiga de buscar proveedores y empresas que se dedicaran a concretar todas las ideas que se les ocurrían entre su mamá y su hermana. Las bolsas fue un experimento que encontraron a la gente correcta en Antigua y se las hicieron. Su mamá le hizo las agarraderas de cuero. Hicieron 9, regalaron 3. Colocaron las 6 restantes en la página y en una semana se vendieron.

Todo pasó en un año y  así nació La Vita Shop.

Los primeros frutos

Banco Industrial contactó a Andrea para proponerles la idea de incluirlos en su lista de proveedores y vender sus productos en línea. La llamada fue algo que jamás se esperaban. De pronto, los productos de Lavita Shop tendrían una audiencia más grande.  “Al principio fue vender online y el sueño fue tener un local y tener una tienda propia. Uno no está preparado. Cuando nos llamaron y tuvimos nuestra primera cita con BI fue muy emocionante que se interesaran por nuestro producto y nos dijeron que lo querían ver. A ellos les pareció así empezaron muchas vueltas y papelería y tantas cosas que pudieron salir mal y que al final salieron”.

Después otra llamada y un espacio dedicado al emprendimiento quería incluirlos. “Nos invitaron a ser parte de la Tiendita de la Piña (donde se encuentran actualmente en la zona 14) que es un espacio para los emprendedores con productos propios. Es un sentimiento satisfactorio y todo fue en un mes y medio”.

Andrea afirma que hasta un año después empezó a ver ganancias pero las reinvirtieron. “Al fin empezamos a ver algo de dinero pero queremos meter los cargadores en las tiendas como Max y tuvimos que reinvertir las ganancias. Queremos aumentar los puntos de distribución entonces las cantidades y pedidos aumentaron.

Lo aprendido

La mística de servicio es un valor añadido que Andrea Velásquez tiene muy claro. Así como quiere que la atiendan cuando sale a comer quiere brindar esa atención. “A mi me gusta mucho eso de tener un buen servicio. Les contestamos lo más amable posible. Los paquetes y los estuches de presentación están diseñados para que al momento que los clientes lo reciban sientan que acaban de adquirir un regalo para ellos. En eso nos gusta. Ese contacto con el cliente. Nosotros creemos que es un plus. A mí me gustaría irles a entregar los pedidos personalmente pero no puedo”, se lamenta. “Existen cientos de restaurantes con diversos productos sin embargo, uno regresa a donde mejor lo atienden”, afirma y tiene sentido.

Andrea también comenta que si tuviera que dar tres consejos daría estos: “El primero es ser constante. no como rutina, van a venir muchas cosas como el desánimo, muchas personas te van a decir que no. Pero uno tiene que confiar en uno mismo. Hacer su plan de negocios y decir que confíen en ti. Las ayudas vienen y uno nunca se las espera. Hay que fijarse objetivos. No hay que dejarse apagar por las cosas negativas de las malas personas y hacer oídos sordos. Ser como el Rinoceronte.

Un proyecto es como un bebé que no lo vas a descuidar. Nada es fácil, cuesta pero si en verdad lo querés, uno va a cuidarlo y va a darle lo mejor. Será difícil pero el recorrido es muy satisfactorio. Nunca darse por vencido y cuando uno se entrega da por todo. Cuando uno tiene fe en Dios las cosas se van a dar.

“Uno se tiene que tirar al agua. Tiene que aventarse y eso le abre a uno puertas. Si empiezan a pasar muchas cosas a favor es que uno está haciendo las cosas bien”, afirma Andrea.

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Andrea Velásquez: Así me convertí en mi propia jefa

Allan Martinez
17 de abril, 2017

Andrea Velásquez estaba en el colegio cuando se le ocurrió la idea de vender palitos de chocolate a los vecinos y en el colegio. Todos se los compraban. Se dio cuenta que el comercio y las ventas eran lo suyo, tanto que se metió a la Universidad Rafael Landívar a estudiar Administración de Empresas.

Ya en la URL tuvo la idea de vender bisutería y con la ayuda de una amiga que les hacía los collares y demás productos, junto con su hermana empezaron a tener un negocio con cierta aceptación. El siguiente paso fue hacer una “fanpage” en la red social de Facebook y mostrar todos los productos.

Cuando terminó la carrera siempre, inevitablemente, la vida interviene y la cruel búsqueda de trabajo empieza. Andrea no encontraba nada que le gustara y para un profesional de hoy, la oferta laboral es pobre poco atractiva y nada innovadora. “Siempre he estado buscando ser mi propio jefe. No me veo en una oficina después de una gran jornada. Me gusta buscar cosas nuevas y ver qué hay. Visitar clientes”, explica.

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El negocio de la bisutería creció hasta el tope y el mercado se saturó. Andrea buscaba expandirse, crecer. Tenía nuevas ideas, quería ser más creatividad y detrás de un escritorio, sería muy difícil hacer realidad sus sueños. Entonces vino la idea.

Símbolo familiar

Sabía que podía dedicarse a vender. Lo llevaba en la sangre. Sus abuelos tuvieron una fábrica de suéteres y les fue muy bien. “Me ha ayudado bastante que tengo familiares que han venido desde abajo y han hecho sus grandes empresas y negocios”, comenta.

“Mi tío nos decía: ‘lean el rinoceronte y me decía que lo leyera’ y el año pasado por uno de esos momentos difíciles que pasa uno lo leí. El libro habla mucho de lo que uno tiene que hacer para luchar y salir adelante. De visualizar que uno es un rinoceronte y no una vaca. El rinoceronte tiene la piel más gruesa y cuesta cazarlos. Él dice: ‘Hoy me levanto, voy a limpiar mis cuernos y voy a ir a buscar mi comida no voy a ser una vaca que va a estar esperando a que pasen las cosas y a comer pasto y me voy a quedar así’.

Andrea habló con su tío y le comentó que le había encantado el libro y le dijo que iba a usar al rinoceronte como un símbolo de su negocio.

Ser guatemalteco

El país ha crecido en los últimos años en su identidad. Socialmente el guatemalteco es otro, es más orgulloso de sus raíces, de su presente y ve con esperanza su futuro. De este sentimiento Andrea pensó oportuno incluir en productos a una mujer que usa sus productos cotidianos con toques que identifican al guatemalteco.

Todo fue hace un año, recuerda. “Vi la oportunidad de importar productos de celulares los estuches y cargadores con figuras de emogis. Somos los únicos que los vendemos en Guatemala, algo que no se encontraba mucho. Los estuches de los celulares con diseño de mandalas que son muy femeninos. Nosotros nos dedicamos a vender productos  enfocados para mujeres”, afirma.

Así empezó el trabajo de hormiga de buscar proveedores y empresas que se dedicaran a concretar todas las ideas que se les ocurrían entre su mamá y su hermana. Las bolsas fue un experimento que encontraron a la gente correcta en Antigua y se las hicieron. Su mamá le hizo las agarraderas de cuero. Hicieron 9, regalaron 3. Colocaron las 6 restantes en la página y en una semana se vendieron.

Todo pasó en un año y  así nació La Vita Shop.

Los primeros frutos

Banco Industrial contactó a Andrea para proponerles la idea de incluirlos en su lista de proveedores y vender sus productos en línea. La llamada fue algo que jamás se esperaban. De pronto, los productos de Lavita Shop tendrían una audiencia más grande.  “Al principio fue vender online y el sueño fue tener un local y tener una tienda propia. Uno no está preparado. Cuando nos llamaron y tuvimos nuestra primera cita con BI fue muy emocionante que se interesaran por nuestro producto y nos dijeron que lo querían ver. A ellos les pareció así empezaron muchas vueltas y papelería y tantas cosas que pudieron salir mal y que al final salieron”.

Después otra llamada y un espacio dedicado al emprendimiento quería incluirlos. “Nos invitaron a ser parte de la Tiendita de la Piña (donde se encuentran actualmente en la zona 14) que es un espacio para los emprendedores con productos propios. Es un sentimiento satisfactorio y todo fue en un mes y medio”.

Andrea afirma que hasta un año después empezó a ver ganancias pero las reinvirtieron. “Al fin empezamos a ver algo de dinero pero queremos meter los cargadores en las tiendas como Max y tuvimos que reinvertir las ganancias. Queremos aumentar los puntos de distribución entonces las cantidades y pedidos aumentaron.

Lo aprendido

La mística de servicio es un valor añadido que Andrea Velásquez tiene muy claro. Así como quiere que la atiendan cuando sale a comer quiere brindar esa atención. “A mi me gusta mucho eso de tener un buen servicio. Les contestamos lo más amable posible. Los paquetes y los estuches de presentación están diseñados para que al momento que los clientes lo reciban sientan que acaban de adquirir un regalo para ellos. En eso nos gusta. Ese contacto con el cliente. Nosotros creemos que es un plus. A mí me gustaría irles a entregar los pedidos personalmente pero no puedo”, se lamenta. “Existen cientos de restaurantes con diversos productos sin embargo, uno regresa a donde mejor lo atienden”, afirma y tiene sentido.

Andrea también comenta que si tuviera que dar tres consejos daría estos: “El primero es ser constante. no como rutina, van a venir muchas cosas como el desánimo, muchas personas te van a decir que no. Pero uno tiene que confiar en uno mismo. Hacer su plan de negocios y decir que confíen en ti. Las ayudas vienen y uno nunca se las espera. Hay que fijarse objetivos. No hay que dejarse apagar por las cosas negativas de las malas personas y hacer oídos sordos. Ser como el Rinoceronte.

Un proyecto es como un bebé que no lo vas a descuidar. Nada es fácil, cuesta pero si en verdad lo querés, uno va a cuidarlo y va a darle lo mejor. Será difícil pero el recorrido es muy satisfactorio. Nunca darse por vencido y cuando uno se entrega da por todo. Cuando uno tiene fe en Dios las cosas se van a dar.

“Uno se tiene que tirar al agua. Tiene que aventarse y eso le abre a uno puertas. Si empiezan a pasar muchas cosas a favor es que uno está haciendo las cosas bien”, afirma Andrea.