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La curiosidad innata de Bárbara Arroyo la llevó a descubrir el pasado

Sandra Vi
05 de marzo, 2020

Bárbara Arroyo desde pequeña fue curiosa. A los diez años descubre la arqueología a través de la Cultura Egipcia. Se fascinaba con lo que leía sobre la ciencias de las civilizaciones antiguas. En ese momento no sabía que Guatemala poseía un gran legado ancestral.

En quinto bachillerato un profesor le ayudó a descubrir que ella podía ser arqueóloga. Pero todo indicaba que ella sería fisioterapista.

“Me gradué a los 16 años de bachiller, y para estudiar fisioterapia tenía que tener 18, decidí esperar ese año. Por azares del destino ya no estudié esa carrera. Descubrí que sí quería estudiar arqueología”.

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Esa decisión sorprendió a sus padres, sabían que a Bárbara le gustaba la arqueología, pero nunca se imaginaron que se dedicaría a esa profesión.

En la actualidad la arqueóloga une el pasado, el presente y el futuro. Trabaja de arriba para abajo, y descubre la historia hacia atrás.

Mujer curiosa y tenaz

Barbara Arroyo se describe como una mujer curiosa, tenaz y directa, pero sobre todo comprometida con Guatemala.

Para la arqueóloga, desempeñarse profesionalmente en un campo poco común para las mujeres sigue siendo un reto y una lucha.

“Perseguí mi sueño de ser arqueóloga y soy feliz, seguí mi pasión. Si seguimos nuestra pasión podemos alcanzar nuestras metas. Vamos a encontrar tropiezos, pero hay que ser honestos e incorruptibles”, menciona Arroyo.

Cuando comenzó a estudiar en la universidad pocas mujeres se habían graduado de arqueólogas.

“Se graduaron cuatro o cinco mujeres antes que yo. Soy la arqueóloga número 19 y en la actualidad seguimos siendo pocas mujeres”, dice la profesional.

Pasión por la historia

Su fuerza interior y su inquebrantable determinación le sirvieron a Bárbara Arroyo para realizar labores exhaustivas en lugares aislados y solitarios de la Costa Sur.

La maternidad no le impidió dejar su pasión por la arqueología, al contrario, sus tres hijos disfrutaron los trabajos de campo junto a ella.

Trabajó en México y El Salvador. Ha publicado dos libros y colaborado con otras publicaciones a nivel internacional.

Los últimos diez años ha investigado, protegido y resguardado el parque arqueológico Kaminaljuyú. Es directora del proyecto de investigación del sitio.

Además, es miembro de organismos internacionales como el Comité de las Américas, y el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios más conocido como Icomos.

Fue organizadora del Simposio de Investigaciones arqueológicas en Guatemala. Y pertenece a la junta directiva del museo Popol Vuh de la Universidad Francisco Marroquín.

Su paso por la academia

Arroyo realizó sus práctica profesional y su trabajo de tesis a nivel universitario en el departamento de Escuintla. En 1987 se gradúa en la Universidad de San Carlos de Guatemala.

En 1988 ella tenía claro que quería seguir estudiando. Consigue una beca en la universidad de Vanderbilt, Nashville, Estados Unidos y años después obtiene un Doctorado en Filosofía y Antropología.

“Cuándo yo comencé a estudiar la arqueología se veía como un hobby. Éramos pocos los estudiantes de primera carrera”, concluye Arroyo.

La curiosidad innata de Bárbara Arroyo la llevó a descubrir el pasado

Sandra Vi
05 de marzo, 2020

Bárbara Arroyo desde pequeña fue curiosa. A los diez años descubre la arqueología a través de la Cultura Egipcia. Se fascinaba con lo que leía sobre la ciencias de las civilizaciones antiguas. En ese momento no sabía que Guatemala poseía un gran legado ancestral.

En quinto bachillerato un profesor le ayudó a descubrir que ella podía ser arqueóloga. Pero todo indicaba que ella sería fisioterapista.

“Me gradué a los 16 años de bachiller, y para estudiar fisioterapia tenía que tener 18, decidí esperar ese año. Por azares del destino ya no estudié esa carrera. Descubrí que sí quería estudiar arqueología”.

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Esa decisión sorprendió a sus padres, sabían que a Bárbara le gustaba la arqueología, pero nunca se imaginaron que se dedicaría a esa profesión.

En la actualidad la arqueóloga une el pasado, el presente y el futuro. Trabaja de arriba para abajo, y descubre la historia hacia atrás.

Mujer curiosa y tenaz

Barbara Arroyo se describe como una mujer curiosa, tenaz y directa, pero sobre todo comprometida con Guatemala.

Para la arqueóloga, desempeñarse profesionalmente en un campo poco común para las mujeres sigue siendo un reto y una lucha.

“Perseguí mi sueño de ser arqueóloga y soy feliz, seguí mi pasión. Si seguimos nuestra pasión podemos alcanzar nuestras metas. Vamos a encontrar tropiezos, pero hay que ser honestos e incorruptibles”, menciona Arroyo.

Cuando comenzó a estudiar en la universidad pocas mujeres se habían graduado de arqueólogas.

“Se graduaron cuatro o cinco mujeres antes que yo. Soy la arqueóloga número 19 y en la actualidad seguimos siendo pocas mujeres”, dice la profesional.

Pasión por la historia

Su fuerza interior y su inquebrantable determinación le sirvieron a Bárbara Arroyo para realizar labores exhaustivas en lugares aislados y solitarios de la Costa Sur.

La maternidad no le impidió dejar su pasión por la arqueología, al contrario, sus tres hijos disfrutaron los trabajos de campo junto a ella.

Trabajó en México y El Salvador. Ha publicado dos libros y colaborado con otras publicaciones a nivel internacional.

Los últimos diez años ha investigado, protegido y resguardado el parque arqueológico Kaminaljuyú. Es directora del proyecto de investigación del sitio.

Además, es miembro de organismos internacionales como el Comité de las Américas, y el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios más conocido como Icomos.

Fue organizadora del Simposio de Investigaciones arqueológicas en Guatemala. Y pertenece a la junta directiva del museo Popol Vuh de la Universidad Francisco Marroquín.

Su paso por la academia

Arroyo realizó sus práctica profesional y su trabajo de tesis a nivel universitario en el departamento de Escuintla. En 1987 se gradúa en la Universidad de San Carlos de Guatemala.

En 1988 ella tenía claro que quería seguir estudiando. Consigue una beca en la universidad de Vanderbilt, Nashville, Estados Unidos y años después obtiene un Doctorado en Filosofía y Antropología.

“Cuándo yo comencé a estudiar la arqueología se veía como un hobby. Éramos pocos los estudiantes de primera carrera”, concluye Arroyo.