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Glenda Chávez: “Nuestros hijos son motores de vida”

Sandra Vi
07 de mayo, 2020

Glenda Chávez a sus 27 años perdió la visión debido a un desprendimiento de la retina. Esto le cambió la vida a ella, su esposo y primogénito, quién a penas tenía tres años.

Después de pasar por muchos procesos de cirugías oculares para recuperar la visión, Glenda aceptó que un bastón sería su guía en un mundo que ahora ya no tenía color, pero seguiría teniendo el amor y comprensión de su familia.

Glenda todavía no superaba la pérdida de la visión cuando en 2012 recibe la noticia de que sería madre por segunda ocasión.

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“Cuando quedé embarazada además de no ver, tenía problemas de tiroides. Fue muy frustrante para mí. Además no es lo mismo tener un hijo cuando puedes ver, a tenerlo sin poder ver. Ni me lo imaginaba y no estaba planificado”, reflexiona Chávez.

Al nacer el segundo hijo de Glenda, ella tenía mucho miedo de golpearlo y de no poderle dar una vida “normal”. Después de pasar por muchos procesos decide asistir al centro de rehabilitación del Comité Prociegos y Sordos de Guatemala.

A pesar de las adversidades y de mucho aprendizaje, Glenda está convencida que sus hijos son los motores de su vida.

“Mi ilusión era poder verlo”

Cuando nació el segundo hijo de Glenda ella le quería ver sus ojos, su sonrisa, el color de su cabello y de tez, pero eso no sucedió, se conformó con que en su tacto quedara impresa la imagen de su bebé.

Ella también quería tener una imagen del rostro de su segundo hijo, así como la tenía del primogenito.

Ahora me da risa, pero en su momento lloré mucho y me enojé porque no era capaz de tener la imagen de mi bebé”.

Glenda ha hecho todo lo posible por tener una vida “normal”, pero reconoce que la maternidad cambió demasiado al no tener visión. Pero que el recordar que ya tenía una experiencia como madre le ayudó a salir adelante.

Glenda ha superado muchos retos, pero asegura que con el jamor de la familia ha salido adelante.

En mi casa soy normal

Glenda se aferra a sus recuerdos y a lo aprendido para desenvolverse con “normalidad” en su hogar.

“Yo en la casa no uso bastón, lavo, plancho, cocino, barro y trapeo como siempre. Pero me ha tocado inventarme diferentes formas de hacer las cosas y de comunicarme con mi familia”.

Recuerda que le enseñó a leer y a escribir a su primer hijo, y con la suspensión de clases por el coronavirus ella también quería enseñarle al más pequeño lo mismo, así que se ingenió una forma de hacerlo.

Improvisé un pizarrón y compré un abecedario de madera. Yo escribo en el pizarrón y después le pido a mi hijo que con las letras de madera que repita lo que escribí, y para saber si lo hizo bien, toco las letras”, cuenta Glenda.

Glenda decidió que sería una persona activa como siempre, no tener visión ya no es un impedimento para hacer lo que se propone.

Madre emprendedora

Aunque tuvo el apoyo de su familia, ella quería ser autosuficiente y por eso decide participar activamente en el centro de rehabilitación del Comité Prociegos y Sordos.

Su rutina antes del confinamiento por el coronavirus era salir desde las 5 horas para ir a dejar a su segundo hijo con la cuñada, para que ella pudiera recibir cursos de inglés y emprendimiento en el centro de rehabilitación del Comité.

En la actualidad Glenda para obtener ingresos extra y contribuir con la economía de su hogar, como lo hacia antes de perder la vista, hace y vende paletas de chocolate.

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07 de mayo, 2020

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Después de pasar por muchos procesos de cirugías oculares para recuperar la visión, Glenda aceptó que un bastón sería su guía en un mundo que ahora ya no tenía color, pero seguiría teniendo el amor y comprensión de su familia.

Glenda todavía no superaba la pérdida de la visión cuando en 2012 recibe la noticia de que sería madre por segunda ocasión.

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“Cuando quedé embarazada además de no ver, tenía problemas de tiroides. Fue muy frustrante para mí. Además no es lo mismo tener un hijo cuando puedes ver, a tenerlo sin poder ver. Ni me lo imaginaba y no estaba planificado”, reflexiona Chávez.

Al nacer el segundo hijo de Glenda, ella tenía mucho miedo de golpearlo y de no poderle dar una vida “normal”. Después de pasar por muchos procesos decide asistir al centro de rehabilitación del Comité Prociegos y Sordos de Guatemala.

A pesar de las adversidades y de mucho aprendizaje, Glenda está convencida que sus hijos son los motores de su vida.

“Mi ilusión era poder verlo”

Cuando nació el segundo hijo de Glenda ella le quería ver sus ojos, su sonrisa, el color de su cabello y de tez, pero eso no sucedió, se conformó con que en su tacto quedara impresa la imagen de su bebé.

Ella también quería tener una imagen del rostro de su segundo hijo, así como la tenía del primogenito.

Ahora me da risa, pero en su momento lloré mucho y me enojé porque no era capaz de tener la imagen de mi bebé”.

Glenda ha hecho todo lo posible por tener una vida “normal”, pero reconoce que la maternidad cambió demasiado al no tener visión. Pero que el recordar que ya tenía una experiencia como madre le ayudó a salir adelante.

Glenda ha superado muchos retos, pero asegura que con el jamor de la familia ha salido adelante.

En mi casa soy normal

Glenda se aferra a sus recuerdos y a lo aprendido para desenvolverse con “normalidad” en su hogar.

“Yo en la casa no uso bastón, lavo, plancho, cocino, barro y trapeo como siempre. Pero me ha tocado inventarme diferentes formas de hacer las cosas y de comunicarme con mi familia”.

Recuerda que le enseñó a leer y a escribir a su primer hijo, y con la suspensión de clases por el coronavirus ella también quería enseñarle al más pequeño lo mismo, así que se ingenió una forma de hacerlo.

Improvisé un pizarrón y compré un abecedario de madera. Yo escribo en el pizarrón y después le pido a mi hijo que con las letras de madera que repita lo que escribí, y para saber si lo hizo bien, toco las letras”, cuenta Glenda.

Glenda decidió que sería una persona activa como siempre, no tener visión ya no es un impedimento para hacer lo que se propone.

Madre emprendedora

Aunque tuvo el apoyo de su familia, ella quería ser autosuficiente y por eso decide participar activamente en el centro de rehabilitación del Comité Prociegos y Sordos.

Su rutina antes del confinamiento por el coronavirus era salir desde las 5 horas para ir a dejar a su segundo hijo con la cuñada, para que ella pudiera recibir cursos de inglés y emprendimiento en el centro de rehabilitación del Comité.

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