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Sobornos a ritmo de samba

Redacción República
20 de diciembre, 2014

Mi abuela me contaba de la gente buena de Guatemala, del amor que le ponen a todo lo que hacen. También me comentaba de esa forma tan particular de sonreír aun entre lágrimas, de sacar fuerza de flaqueza y encima hacer chistes para animarse unos a otros. Me contaba que era tanta la honradez que en sus tiempos dejaban abiertas las puertas de las casas sin pena.

Siempre me he sentido orgullosa de esas raíces, cada vez que puedo le cuento a mis amigos de otros países acerca de esta tierra de hombres y mujeres de maíz, “arrechos” y nobles.

Hoy que vivo otra vez aquí, salgo a buscarlos, sé que están allí todavía, tras sus casas amuralladas y sus carros polarizados unos, otros menos afortunados apretujados en los buses, haciendo interminables colas en hospitales y otros servicios públicos que apenas se sostienen en pie. Ay mi Guatemala, gente tan distante y a la vez tan parecida. Si tan solo creyeran más en lo que pueden hacer, sobre todo si caminan juntos, si obvian las diferencias y se centran en lo que los unen.

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Uno de los convivios a los que fui (sigo con la racha, creo que me pelearé con la balanza una de estas mañanas), en un impresionante complejo de “chalets” (me encanta esa palabra tan de aquí) en la costa sur. Allí tuve la oportunidad de pensar mucho (y de usar algunos vaporosos vestidos D & G que tenía sin estrenar).

En ese bello lugar me encontré al cantante más famoso de Guatemala en el mundo, ese altísimo que viene de cuna trabajadora y ahora es millonario. Luego de picar piedra y tocar tantas puertas logró lo que quería a un nivel descomunal. Y pensar que cuando era joven e iba con su guitarra al hombro a tocar a los colegios más renombrados con toda la ilusión, lo que recibía eran monedas que le tiraban al escenario para que se bajara. ¿Se decepcionó y dejó de luchar? No. Siguió intentando, empezó de abajo con humildad, el esfuerzo rindió frutos y llegó a la cima.

Ahora en cada escenario que pisa en todos los países que lo adoran lo reciben con grandes ovaciones. Al igual que muchos, aunque aquí no recibió el apoyo que necesitó, siempre vuelve a buscar sus orígenes. Ahorita de seguro anda por acá para celebrar las fiestas con su respectivo tamal con ponche. Cuando me lo encontré haciendo jogging en los alrededores de su casa de playa, me dieron ganas de decirle que su historia es inspiradora, pero temí que su entourage me aventara por allá.

Y es que esas fortunas que se han ganado moneda a moneda hay que celebrarlas y disfrutarlas, son bien ganadas. Porque aquí hay todo tipo de gente “rica”, hay otros que no les ha costado nada o casi nada (a veces sólo firmar un papel o dar un voto) ese dinero sucio.

Ese tema es pestilente y nauseabundo, me revuelve el estómago. ¿Se acuerdan que les conté de los votos comprados de los 105 diputados para aprobar el presupuesto del otro año en el Congreso? Al parecer mis fuentes no estaban equivocadas, pues esta semana, mientras pujaba en una subasta benéfica, me enteré que estalló la bomba de los negocios en Sudamérica del presidente Tito y del que está fisiquín (según la Vice). Surgen más pruebas de que los congresistas se venden al mejor postor. Un escándalo más, como dicen los dicharacheros chapines, “una raya más al tigre”.

Desde Brasil vinieron los detalles. En el papelito escrito a mano que ha estado circulando en todos los medios, además de dejar bien claro cuánto se le debía dar al mandatario y su ungido, más abajo se puede ver que también hubo “105” pagos, al parecer de unos US$40 mil cada uno… Qué casualidad, esa es la cantidad de votos que se necesitan para aprobar algo en el Congreso de aquí. No hay que ser un genio para enlazar esto con el hecho de que este año se aprobaron negocios y préstamos con Brasil en el Pleno. Así se confirma que cuando tienen interés de apoyar alguna moción, es que atrás hay algo turbio. Igual el Presi, tratando de contratar a una empresa argentina para recaudar y ahora está envuelto en un escándalo en ese otro país…

Sin importarles lo que le ocurra al país, se dejan “bañar” en dinero. Así pueden darse la gran vida, como una diputada tránsfuga (antes era naranja y ahora es roja), que un familiar cercano tiene un centro turístico en su terruño allá por las Huistas. Se hace llamar la “diputada amiga”, lo cual no es del todo falso porque hace grandiosas fiestas de cumpleaños para sus más queridos allegados. Según me cuentan, hace poco en una celebración en su finca se comieron a una pobre vaquita entera y varios cerditos. Y a los que se quedaron hasta el final también les dieron su tamal. Viven una realidad diferente a la gente de a pie, derrochan seguros de que no se acabarán sus días de borrachera de poder.

Pero dicen que la diputada amiga por lo menos tenía algo de dinerito y tierritas antes, hay otros que empezaron desde muy abajo y con otros objetivos.

Hay un diputado que no tiene mucho tiempo de serlo. Antes era dirigente sindical pero le gustó eso de andar en la politiquería y se metió a probar suerte en las elecciones pasadas. No estaba en la primera casilla del Congreso, me explican, por lo que no llegó al Hemiciclo. Pero por intervención de un toro que mató al diputado que sí había llegado a la curul, de la noche a la mañana se vio investido y llevado al Pleno. Vaya, un giro en su historia.

Hace poco me lo encontré. Al regresar de la playa me dio la nostalgia y fui a la Plaza Barrios, y a la antigua estación de tren en la zona 1. Luego, me aventuré por la 18 calle. ¡Cuántos recuerdos! Allí hace 20 años o más había populares almacenes donde se iba de compras. Mis tías coquetas compraban en la Gran Muralla y en el Almacén el Cisne. De aquello, no queda casi nada. En esos pensamientos estaba cuando apareció en escena un Mercedes Benz blanco, reluciente que relumbraba bajo el sol, escoltado por dos grandes camionetas. Era el nuevo diputado, al que un toro llevó al Congreso, al parecer estaba haciendo sus compras. Tal vez también le entró nostalgia, tal vez buscaba los regalos de Navidad más económicos.  No sé.

Me di cuenta que era él porque luego de que agentes de Emetra le pidieron que se moviera, porque obstruía el paso, bajó a arreglarse con sus guardaespaldas que le acarreaban los numerosos paquetes. Pude ver que aunque la gente se vuelva rica de la noche a la mañana, hay cosas que el dinero no puede comprar. Puedes sacar al político del pueblo, pero no puedes sacar al pueblo del político. Su aspecto sigue siendo el mismo fachudo de siempre. ¿Cómo llegó a tener tanto dinero en tan poco tiempo? De seguro, bailó al ritmo de la samba que le tocaron en el Pleno…

¿Y si se medita un poco más acerca de quiénes nos representan en el Congreso? Como se vale soñar y pedir deseos, mientras admiraba el show de luces del pollo frito más famoso de Guatemala, cerré mis ojitos y pedí que a la próxima legislatura lleguen sólo profesionales honestos comprometidos con el bien común.

Sí, a veces son naive, porque al abrir los ojitos me enteré que en medio de tanto escándalo y porquería por doquier, los naranjas en pleno (con todo y funcionarios públicos, sí, también diputados) celebraron su convivio por las horas que dura un día laboral. No sólo comieron y bebieron en exceso, los numerosos asistentes (¿150? ¿200?) también recibieron al final una tv de 46” y una bici…

Lo que podrían hacer por los más necesitados con lo que se gastaron en un sólo día. Mon dieu.

Sobornos a ritmo de samba

Redacción República
20 de diciembre, 2014

Mi abuela me contaba de la gente buena de Guatemala, del amor que le ponen a todo lo que hacen. También me comentaba de esa forma tan particular de sonreír aun entre lágrimas, de sacar fuerza de flaqueza y encima hacer chistes para animarse unos a otros. Me contaba que era tanta la honradez que en sus tiempos dejaban abiertas las puertas de las casas sin pena.

Siempre me he sentido orgullosa de esas raíces, cada vez que puedo le cuento a mis amigos de otros países acerca de esta tierra de hombres y mujeres de maíz, “arrechos” y nobles.

Hoy que vivo otra vez aquí, salgo a buscarlos, sé que están allí todavía, tras sus casas amuralladas y sus carros polarizados unos, otros menos afortunados apretujados en los buses, haciendo interminables colas en hospitales y otros servicios públicos que apenas se sostienen en pie. Ay mi Guatemala, gente tan distante y a la vez tan parecida. Si tan solo creyeran más en lo que pueden hacer, sobre todo si caminan juntos, si obvian las diferencias y se centran en lo que los unen.

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Uno de los convivios a los que fui (sigo con la racha, creo que me pelearé con la balanza una de estas mañanas), en un impresionante complejo de “chalets” (me encanta esa palabra tan de aquí) en la costa sur. Allí tuve la oportunidad de pensar mucho (y de usar algunos vaporosos vestidos D & G que tenía sin estrenar).

En ese bello lugar me encontré al cantante más famoso de Guatemala en el mundo, ese altísimo que viene de cuna trabajadora y ahora es millonario. Luego de picar piedra y tocar tantas puertas logró lo que quería a un nivel descomunal. Y pensar que cuando era joven e iba con su guitarra al hombro a tocar a los colegios más renombrados con toda la ilusión, lo que recibía eran monedas que le tiraban al escenario para que se bajara. ¿Se decepcionó y dejó de luchar? No. Siguió intentando, empezó de abajo con humildad, el esfuerzo rindió frutos y llegó a la cima.

Ahora en cada escenario que pisa en todos los países que lo adoran lo reciben con grandes ovaciones. Al igual que muchos, aunque aquí no recibió el apoyo que necesitó, siempre vuelve a buscar sus orígenes. Ahorita de seguro anda por acá para celebrar las fiestas con su respectivo tamal con ponche. Cuando me lo encontré haciendo jogging en los alrededores de su casa de playa, me dieron ganas de decirle que su historia es inspiradora, pero temí que su entourage me aventara por allá.

Y es que esas fortunas que se han ganado moneda a moneda hay que celebrarlas y disfrutarlas, son bien ganadas. Porque aquí hay todo tipo de gente “rica”, hay otros que no les ha costado nada o casi nada (a veces sólo firmar un papel o dar un voto) ese dinero sucio.

Ese tema es pestilente y nauseabundo, me revuelve el estómago. ¿Se acuerdan que les conté de los votos comprados de los 105 diputados para aprobar el presupuesto del otro año en el Congreso? Al parecer mis fuentes no estaban equivocadas, pues esta semana, mientras pujaba en una subasta benéfica, me enteré que estalló la bomba de los negocios en Sudamérica del presidente Tito y del que está fisiquín (según la Vice). Surgen más pruebas de que los congresistas se venden al mejor postor. Un escándalo más, como dicen los dicharacheros chapines, “una raya más al tigre”.

Desde Brasil vinieron los detalles. En el papelito escrito a mano que ha estado circulando en todos los medios, además de dejar bien claro cuánto se le debía dar al mandatario y su ungido, más abajo se puede ver que también hubo “105” pagos, al parecer de unos US$40 mil cada uno… Qué casualidad, esa es la cantidad de votos que se necesitan para aprobar algo en el Congreso de aquí. No hay que ser un genio para enlazar esto con el hecho de que este año se aprobaron negocios y préstamos con Brasil en el Pleno. Así se confirma que cuando tienen interés de apoyar alguna moción, es que atrás hay algo turbio. Igual el Presi, tratando de contratar a una empresa argentina para recaudar y ahora está envuelto en un escándalo en ese otro país…

Sin importarles lo que le ocurra al país, se dejan “bañar” en dinero. Así pueden darse la gran vida, como una diputada tránsfuga (antes era naranja y ahora es roja), que un familiar cercano tiene un centro turístico en su terruño allá por las Huistas. Se hace llamar la “diputada amiga”, lo cual no es del todo falso porque hace grandiosas fiestas de cumpleaños para sus más queridos allegados. Según me cuentan, hace poco en una celebración en su finca se comieron a una pobre vaquita entera y varios cerditos. Y a los que se quedaron hasta el final también les dieron su tamal. Viven una realidad diferente a la gente de a pie, derrochan seguros de que no se acabarán sus días de borrachera de poder.

Pero dicen que la diputada amiga por lo menos tenía algo de dinerito y tierritas antes, hay otros que empezaron desde muy abajo y con otros objetivos.

Hay un diputado que no tiene mucho tiempo de serlo. Antes era dirigente sindical pero le gustó eso de andar en la politiquería y se metió a probar suerte en las elecciones pasadas. No estaba en la primera casilla del Congreso, me explican, por lo que no llegó al Hemiciclo. Pero por intervención de un toro que mató al diputado que sí había llegado a la curul, de la noche a la mañana se vio investido y llevado al Pleno. Vaya, un giro en su historia.

Hace poco me lo encontré. Al regresar de la playa me dio la nostalgia y fui a la Plaza Barrios, y a la antigua estación de tren en la zona 1. Luego, me aventuré por la 18 calle. ¡Cuántos recuerdos! Allí hace 20 años o más había populares almacenes donde se iba de compras. Mis tías coquetas compraban en la Gran Muralla y en el Almacén el Cisne. De aquello, no queda casi nada. En esos pensamientos estaba cuando apareció en escena un Mercedes Benz blanco, reluciente que relumbraba bajo el sol, escoltado por dos grandes camionetas. Era el nuevo diputado, al que un toro llevó al Congreso, al parecer estaba haciendo sus compras. Tal vez también le entró nostalgia, tal vez buscaba los regalos de Navidad más económicos.  No sé.

Me di cuenta que era él porque luego de que agentes de Emetra le pidieron que se moviera, porque obstruía el paso, bajó a arreglarse con sus guardaespaldas que le acarreaban los numerosos paquetes. Pude ver que aunque la gente se vuelva rica de la noche a la mañana, hay cosas que el dinero no puede comprar. Puedes sacar al político del pueblo, pero no puedes sacar al pueblo del político. Su aspecto sigue siendo el mismo fachudo de siempre. ¿Cómo llegó a tener tanto dinero en tan poco tiempo? De seguro, bailó al ritmo de la samba que le tocaron en el Pleno…

¿Y si se medita un poco más acerca de quiénes nos representan en el Congreso? Como se vale soñar y pedir deseos, mientras admiraba el show de luces del pollo frito más famoso de Guatemala, cerré mis ojitos y pedí que a la próxima legislatura lleguen sólo profesionales honestos comprometidos con el bien común.

Sí, a veces son naive, porque al abrir los ojitos me enteré que en medio de tanto escándalo y porquería por doquier, los naranjas en pleno (con todo y funcionarios públicos, sí, también diputados) celebraron su convivio por las horas que dura un día laboral. No sólo comieron y bebieron en exceso, los numerosos asistentes (¿150? ¿200?) también recibieron al final una tv de 46” y una bici…

Lo que podrían hacer por los más necesitados con lo que se gastaron en un sólo día. Mon dieu.