Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

Rescatando a niños y jóvenes extraordinarios

Redacción República
23 de mayo, 2014
Recorrer calles y avenidas de un sector desconocido parece ser una odisea por la incógnita de no saber lo que puede encontrarse. La sorpresa es descubrir que hay escenas que ignoramos y es el diario vivir de mucha gente: barrios descuidados, bolsas con grandes cantidades de basura, niños abandonados, jóvenes en alto riesgo, quienes no exploran otros rumbos por el temor al rechazo de la sociedad debido al entorno en el que se encuentran.
Esta realidad se ve en la ciudad capital, específicamente en la zona 3 capitalina, en los alrededores del relleno sanitario (basurero). Un lugar que para algunos, es poner una alerta en la mente por catalogarse como ‘zona roja’, un término que en automático pone una barrera por representar peligro.
Precisamente en ese escenario, dentro de un estacionamiento de buses extraurbanos se encuentran cuatro paredes que alberga a un grupo de personas poco comunes, quienes al estrecharles la mano y verlos a los ojos transmiten una vibra especial, esa que no tan fácil se encuentra en alguien, y que cuando hablan puede descubrirse lo que llevan por dentro: un amor sincero e incondicional por los demás. 
Esas personas son extraordinarias, ya que a diario invierten lo más valioso que tienen: su tiempo. Esas horas, minutos y segundos los dedican para velar por niños y niñas que han sido abandonados, otros rescatados del basurero de la zona 3. Asimismo para auxiliar a jóvenes que se encuentran en lugares de alto riesgo y están a punto de caer en la delincuencia, otros ya pertenecen a alguna pandilla. 
Todos ellos tienen algo en común: heridas profundas en su corazón por maltrato, abuso, abandono, entre otras cosas que los han hecho vulnerables a hechos delictivos. 
Esos antecedentes provoca que la sociedad los rechace, pero para los integrantes de la asociación Guatemaltecos Extraordinarios, son seres humanos que necesitan un cambio interno, el cual sólo puede lograrse espiritualmente, afirma Juan Carlos Molina, director de la asociación. 
‘Mucho de lo que se hace en la asociación es trabajar con las heridas del corazón, eso hace que uno comprenda lo que está adentro para saber qué tratar, si yo no conozco qué hay adentro, no sé cómo medicarlo’, expresa el psicólogo profesional, creador de Guatemaltecos Extraordinarios, asociación sin fines de lucros fundada en septiembre de 2011 con la visión de rescatar a niños y jóvenes que se encuentran en zona rojas y está propensos a caer en actos delictivos. 
El programa surge de la necesidad de hacer algo que verdadermente transforme al ser humano, de no conformarse sino dar un resultado asombroso a la vista humana. 

Con gran emoción, Juan Carlos Molina, relata que él siempre ha tenido un acercamiento con pandilleros, ya que durante tres años fue director de rehabilitación del Sistema Penitenciario, además trabajó en un programa de reinserción social para expandilleros con la Agencia Estadounidense de Ayuda al Desarrollo (USAID, por sus siglas en inglés). Además durante mucho tiempo estuvo en la zona 18 capitalina tratando con mareros de ese sector. 
Durante ese tiempo, cuenta Juan Carlos Molina descubrió el potencial de los pandilleros y a través de mensajes espirituales se dio cuenta que ellos fueron sanados de sus heridas, y de esa forma fueron restaurados para incorporarse de nuevo a la sociedad. Esa misma restauración ha sido funcional para los niños. 
El entrevistado enfatiza que su visión de ayudar a los niños y jóvenes vulnerables en las zonas rojas, ha sido posible gracias a su equipo de trabajo, entre ellos Guillermo Cameros, director de jóvenes, Sofía Galindo, quien se dedica de lleno al cuidado de los niños, así como Lizardo Cabrera, director de la escuela donde estudian los niños que ayudan. Todos ellos también han vivido de cerca la realidad de los niños y jóvenes en riesgo. 
 La herramienta de oro 
‘Cuando alguien encuentra su propósito de vida no anhela hacer el mal’, afirma Juan Carlos Molina, ya que ha descubierto que los niños y jóvenes que han rescatado, al descubrir quiénes son se valoran a sí mismos y por consiguiente a quienes están a su alrededor, y de esa forma su mentalidad cambia y su objetivo es de ser ayuda en la sociedad. 
Molina reconoce que ese cambio no se obtiene de la noche a la mañana, ya que es un proceso que requiere de tiempo y dedicación, pero sobre todo de voluntad, pero a pesar de ello se logra el propósito de restaurar las vidas de ellos. 
El plan de superación y sanación que emplea Guatemaltecos Extraordinarios, Juan Carlos Molina lo califica como ‘la herramienta de oro’. 
Consiste en dedicar un mes a identificar a los niños y jóvenes propensos a la delincuencia, otro mes en evaluar si ellos tienen la voluntad de hacer un cambio en sus vidas, después, en 30 días hacer evaluaciones para su crecimiento personal, luego el proceso de sanación, que es el más largo, pero también el más importante, y la última etapa es la de superación. 
Durante todo ese proceso, los infantes y jóvenes son atendidos de forma individual, por medio de charlas y talleres.
Además, los niños reciben clases en el centro extraordinario El Recreo, ubicado a los alrededores del basurero de la zona 3, la mayoría de ellos viven en ese sector.
Al entrar al establecimiento puede verse el esfuerzo que realiza la asociación para el bienestar de los niños, ya que en el rostro de los pequeños hay alegría al sentirse amados y cuidados por personas que sin tener un vínculo familiar, les demuestran un inmenso amor. 
Además, el equipo de Guatemaltecos Extraordinarios dedica tiempo para tratar a los familiares, principalmente a las madres de los niños.    
Se necesita guatemaltecos que quieran invertir en su país 
El reto más grande de Guatemaltecos Extraordinarios es lograr que los mismos chapines se interesen en contribuir en proyectos que se dedican a rescatar a personas para que no sean una carga en la sociedad, sino al contrario, de ayuda y bienestar para el país. 
El profesional indica que para contar con el equipo ideal, entre el recurso humano y material, requieren de un presupuesto de US$12 mil mensuales. Actualmente cuentan cada mes con US$4 mil, lo que ‘sólo Dios sabe cómo hemos podido salir adelante’, expresa agradecido. 
‘¿Por qué siempre son los extranjeros quienes dan dinero cuando debería ser el mismo guatemalteco el que quiera invertir en su país?’, se pregunta Juan Carlos Molina, y lamenta que algunas personas no crean que puede lograrse grandes resultados en la sociedad por medio del trabajo que se hace al ayudar a niños y jóvenes quienes por sus condiciones son excluidos. 
‘Quisiera que el guatemalteco comprendiera que esto de verdad genera un movimiento de paz para el país, porque se trabaja de fondo con las personas más dañadas, no sólo las que están propensas a la delincuencia. La metodología es descubrir quiénes son ellos’, recalca el entrevistado. 
Concluye en que el sueño de la asociación es construir un lugar que sea el Centro Modelo de Prevención del Delito, para desarrollar una estructura que sea replicable a otras zonas rojas del país, y de esa forma ayudar a que Guatemala sea una mejor nación.

Rescatando a niños y jóvenes extraordinarios

Redacción República
23 de mayo, 2014
Recorrer calles y avenidas de un sector desconocido parece ser una odisea por la incógnita de no saber lo que puede encontrarse. La sorpresa es descubrir que hay escenas que ignoramos y es el diario vivir de mucha gente: barrios descuidados, bolsas con grandes cantidades de basura, niños abandonados, jóvenes en alto riesgo, quienes no exploran otros rumbos por el temor al rechazo de la sociedad debido al entorno en el que se encuentran.
Esta realidad se ve en la ciudad capital, específicamente en la zona 3 capitalina, en los alrededores del relleno sanitario (basurero). Un lugar que para algunos, es poner una alerta en la mente por catalogarse como ‘zona roja’, un término que en automático pone una barrera por representar peligro.
Precisamente en ese escenario, dentro de un estacionamiento de buses extraurbanos se encuentran cuatro paredes que alberga a un grupo de personas poco comunes, quienes al estrecharles la mano y verlos a los ojos transmiten una vibra especial, esa que no tan fácil se encuentra en alguien, y que cuando hablan puede descubrirse lo que llevan por dentro: un amor sincero e incondicional por los demás. 
Esas personas son extraordinarias, ya que a diario invierten lo más valioso que tienen: su tiempo. Esas horas, minutos y segundos los dedican para velar por niños y niñas que han sido abandonados, otros rescatados del basurero de la zona 3. Asimismo para auxiliar a jóvenes que se encuentran en lugares de alto riesgo y están a punto de caer en la delincuencia, otros ya pertenecen a alguna pandilla. 
Todos ellos tienen algo en común: heridas profundas en su corazón por maltrato, abuso, abandono, entre otras cosas que los han hecho vulnerables a hechos delictivos. 
Esos antecedentes provoca que la sociedad los rechace, pero para los integrantes de la asociación Guatemaltecos Extraordinarios, son seres humanos que necesitan un cambio interno, el cual sólo puede lograrse espiritualmente, afirma Juan Carlos Molina, director de la asociación. 
‘Mucho de lo que se hace en la asociación es trabajar con las heridas del corazón, eso hace que uno comprenda lo que está adentro para saber qué tratar, si yo no conozco qué hay adentro, no sé cómo medicarlo’, expresa el psicólogo profesional, creador de Guatemaltecos Extraordinarios, asociación sin fines de lucros fundada en septiembre de 2011 con la visión de rescatar a niños y jóvenes que se encuentran en zona rojas y está propensos a caer en actos delictivos. 
El programa surge de la necesidad de hacer algo que verdadermente transforme al ser humano, de no conformarse sino dar un resultado asombroso a la vista humana. 

Con gran emoción, Juan Carlos Molina, relata que él siempre ha tenido un acercamiento con pandilleros, ya que durante tres años fue director de rehabilitación del Sistema Penitenciario, además trabajó en un programa de reinserción social para expandilleros con la Agencia Estadounidense de Ayuda al Desarrollo (USAID, por sus siglas en inglés). Además durante mucho tiempo estuvo en la zona 18 capitalina tratando con mareros de ese sector. 
Durante ese tiempo, cuenta Juan Carlos Molina descubrió el potencial de los pandilleros y a través de mensajes espirituales se dio cuenta que ellos fueron sanados de sus heridas, y de esa forma fueron restaurados para incorporarse de nuevo a la sociedad. Esa misma restauración ha sido funcional para los niños. 
El entrevistado enfatiza que su visión de ayudar a los niños y jóvenes vulnerables en las zonas rojas, ha sido posible gracias a su equipo de trabajo, entre ellos Guillermo Cameros, director de jóvenes, Sofía Galindo, quien se dedica de lleno al cuidado de los niños, así como Lizardo Cabrera, director de la escuela donde estudian los niños que ayudan. Todos ellos también han vivido de cerca la realidad de los niños y jóvenes en riesgo. 
 La herramienta de oro 
‘Cuando alguien encuentra su propósito de vida no anhela hacer el mal’, afirma Juan Carlos Molina, ya que ha descubierto que los niños y jóvenes que han rescatado, al descubrir quiénes son se valoran a sí mismos y por consiguiente a quienes están a su alrededor, y de esa forma su mentalidad cambia y su objetivo es de ser ayuda en la sociedad. 
Molina reconoce que ese cambio no se obtiene de la noche a la mañana, ya que es un proceso que requiere de tiempo y dedicación, pero sobre todo de voluntad, pero a pesar de ello se logra el propósito de restaurar las vidas de ellos. 
El plan de superación y sanación que emplea Guatemaltecos Extraordinarios, Juan Carlos Molina lo califica como ‘la herramienta de oro’. 
Consiste en dedicar un mes a identificar a los niños y jóvenes propensos a la delincuencia, otro mes en evaluar si ellos tienen la voluntad de hacer un cambio en sus vidas, después, en 30 días hacer evaluaciones para su crecimiento personal, luego el proceso de sanación, que es el más largo, pero también el más importante, y la última etapa es la de superación. 
Durante todo ese proceso, los infantes y jóvenes son atendidos de forma individual, por medio de charlas y talleres.
Además, los niños reciben clases en el centro extraordinario El Recreo, ubicado a los alrededores del basurero de la zona 3, la mayoría de ellos viven en ese sector.
Al entrar al establecimiento puede verse el esfuerzo que realiza la asociación para el bienestar de los niños, ya que en el rostro de los pequeños hay alegría al sentirse amados y cuidados por personas que sin tener un vínculo familiar, les demuestran un inmenso amor. 
Además, el equipo de Guatemaltecos Extraordinarios dedica tiempo para tratar a los familiares, principalmente a las madres de los niños.    
Se necesita guatemaltecos que quieran invertir en su país 
El reto más grande de Guatemaltecos Extraordinarios es lograr que los mismos chapines se interesen en contribuir en proyectos que se dedican a rescatar a personas para que no sean una carga en la sociedad, sino al contrario, de ayuda y bienestar para el país. 
El profesional indica que para contar con el equipo ideal, entre el recurso humano y material, requieren de un presupuesto de US$12 mil mensuales. Actualmente cuentan cada mes con US$4 mil, lo que ‘sólo Dios sabe cómo hemos podido salir adelante’, expresa agradecido. 
‘¿Por qué siempre son los extranjeros quienes dan dinero cuando debería ser el mismo guatemalteco el que quiera invertir en su país?’, se pregunta Juan Carlos Molina, y lamenta que algunas personas no crean que puede lograrse grandes resultados en la sociedad por medio del trabajo que se hace al ayudar a niños y jóvenes quienes por sus condiciones son excluidos. 
‘Quisiera que el guatemalteco comprendiera que esto de verdad genera un movimiento de paz para el país, porque se trabaja de fondo con las personas más dañadas, no sólo las que están propensas a la delincuencia. La metodología es descubrir quiénes son ellos’, recalca el entrevistado. 
Concluye en que el sueño de la asociación es construir un lugar que sea el Centro Modelo de Prevención del Delito, para desarrollar una estructura que sea replicable a otras zonas rojas del país, y de esa forma ayudar a que Guatemala sea una mejor nación.