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Amigos en la infancia, amigos en la cárcel

Eder Juarez
05 de noviembre, 2016

Si hace 35 años alguien les hubiera dicho que estarían juntos hasta en la cárcel, estos dos amigos soltarían una carcajada porque lejos de verse envueltos en acusaciones penales, soñaban con una carrera militar.

[quote_center]

Sus planes de adolescentes se empezaban a conformar y también su carácter. Uno era disciplinado y dedicado al estudio, mientras que el otro empezaba a mostrar sus malas costumbres que luego lo convirtieron en una persona sin escrúpulos.

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[/quote_center]Pasaron los años y Salvador Estuardo González Álvarez cambió de rumbo. Dejó las armas por los números y se graduó de economista, especializándose en el tema bursátil y las telecomunicaciones, muy lejos de la profesión de su padre, el general retirado Luis Joaquín González Amézquita

En cambio Juan Carlos Monzón Rojas no se detuvo. Ingresó en la Escuela Politécnica y todo apuntaba a que se graduaría de oficial; sin embargo, fue expulsado. Entonces viajó a Honduras a una escuela militar y cuando retornó, pudo ingresar en el Ejército de Guatemala, obteniendo el grado de subteniente, aunque este episodio de su vida duró unos pocos años porque de nuevo fue “dado de baja”.

La ambición los marcó

Como todo ser humano, Gonzalez y Monzón seguían con nuevas aspiraciones materiales y aunque sus caminos se distanciaron durante algún tiempo, la amistad los volvió a unir. Era 1998 y el país experimentaba una serie de cambios que marcaron la economía nacional.

[quote_box_center]Importantes servicios públicos como la energía eléctrica y las telecomunicaciones se privatizaron. González siempre se diferenció de su amigo en que era proclive al estudio y mantenía la disciplina heredada de su padre, en tanto que Monzón seguía dado al desorden, pero portaba el germen del emprendedor: soñaba con fundar su empresa.[/quote_box_center]

Esta última circunstancia los acercó de nuevo. Monzón buscó la asesoría de su amigo para establecer una distribuidora de teléfonos, aprovechando el boom del sector de telecomunicaciones, y que González laboraba para una multinacional europea que empezaba su expansión en la región centroamericana.

Así empezó a materializar sus sueños quien en 2012 se convirtió en el secretario privado de la vicepresidenta Roxana Baldetti. Luego de la venta de celulares, fundó otra empresa, esta vez dedicada a instalar grama sintética, también aprovechando el auge del futbol sala y los nexos que empezó a establecer con funcionarios municipales y del Gobierno.

[quote_center]

La fortuna le sonreía. Suscribió contratos millonarios, pero después del dinero se dio cuenta que le faltaba algo más: poder. Entonces la política tocó a su puerta o él tocó la puerta y quien le abrió fue Baldetti. La exVicepresidenta, acostumbrada a mandar, pronto vio en Monzón al ejecutivo necesario para los negocios que ya había previsto y no dudó de su elección, pues observó que le gustaban los “business” y era de fiar.

[/quote_center]Monzón también se sintió realizado. Tendría la posibilidad de expandir sus negocios y acrecentar su riqueza, pero además, era la mano derecha de la Vicepresidenta, la mujer más poderosa, en ese entonces, del mundo político que, contrario a Monzón, ya sabía qué era el poder, pero iba tras más dinero.

Aquí otra vez juntos

El 14 de enero de 2012 tomó posesión el Gobierno presidido por el Partido Patriota. El primer año fue determinante pues se veían venir cambios drásticos para Guatemala. Se aprobó una reforma fiscal y el Presidente insistía en aumentar los ingresos tributarios y combatir la corrupción, último punto este que centró la agenda de los patriotas en el Congreso de la República, siempre encabezados por la diputada Roxana Baldetti.

[quote_center]La imagen de incorruptibles se intentó mantener, pero hasta ahora todo apunta a que era una fachada. Unos años antes de llegar al Ejecutivo, Baldetti habría creado empresas de cartón y cuando lo consideró oportuno, quiso darles vida para “sus negocios” con el Estado.[/quote_center]

Monzón era el empresario, pero carecía de conocimientos contables para cumplir con la disposición de su jefa. Pronto recordó al amigo de infancia, al profesional de los números que daría aparente legalidad a las operaciones de Baldetti.

Así, González y Monzón se reencontraron. Inició el trabajo ordenado del economista y pronto se ganó la confianza de Baldetti, lo que también le permitió asesorar al expresidente Otto Pérez Molina. El dinero se empezó a mover en cantidades millonarias, pero la ambición los delató.

El 16 de abril de 2015, el Ministerio Público y la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), cortaron de tajo una supuesta red criminal de defraudación y dieron a conocer que los cabecillas eran González y Monzón.

Sus hechos los vuelven a unir

A partir de este hecho, Estuardo Salvador González Álvarez pasó a ser conocido como “Eco”. Él fue capturado en su vivienda, pero Juan Carlos Monzón Rojas, “el Negro”, escapó de la justicia. Hasta aquí, todo parecía el fin de una amistad mantenida durante más de 40 años.

González se presentó ante el juez y habló con sencillez y tanta seguridad, que pocos dudaron de su testimonio. Dio detalles implicando en los ilícitos a los exgobernantes y también responsabilizó a su amigo de las operaciones fraudulentas.

Cinco meses después Monzón se entregó a la justicia y lejos de desacreditar a González, dijo :

[quote_center]“Escuché las declaraciones de Salvador Estuardo González Álvarez. Reconozco que Estuardo dijo la verdad en su declaración, señor juez, pero la dijo a medias, no porque no la quiso decir completa, sino porque hasta ahí sabe, porque hasta ahí se le permitió llegar. Y la otra parte la tengo yo, señor juez”.[/quote_center]

Y la vida los volvió a unir, o mejor dicho, sus presuntas acciones al margen de la ley los enlazaron y convirtieron en colaboradores eficaces (soplones) y de nuevo están juntos, ahora en un proceso penal compartiendo abogado, la misma celda y sin duda, añorando sus años de adolescentes en la zona 13, cuando solo soñaban, sin imaginar que en realidad nunca se separarían, ni siquiera en la cárcel.

Amigos en la infancia, amigos en la cárcel

Eder Juarez
05 de noviembre, 2016

Si hace 35 años alguien les hubiera dicho que estarían juntos hasta en la cárcel, estos dos amigos soltarían una carcajada porque lejos de verse envueltos en acusaciones penales, soñaban con una carrera militar.

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Sus planes de adolescentes se empezaban a conformar y también su carácter. Uno era disciplinado y dedicado al estudio, mientras que el otro empezaba a mostrar sus malas costumbres que luego lo convirtieron en una persona sin escrúpulos.

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[/quote_center]Pasaron los años y Salvador Estuardo González Álvarez cambió de rumbo. Dejó las armas por los números y se graduó de economista, especializándose en el tema bursátil y las telecomunicaciones, muy lejos de la profesión de su padre, el general retirado Luis Joaquín González Amézquita

En cambio Juan Carlos Monzón Rojas no se detuvo. Ingresó en la Escuela Politécnica y todo apuntaba a que se graduaría de oficial; sin embargo, fue expulsado. Entonces viajó a Honduras a una escuela militar y cuando retornó, pudo ingresar en el Ejército de Guatemala, obteniendo el grado de subteniente, aunque este episodio de su vida duró unos pocos años porque de nuevo fue “dado de baja”.

La ambición los marcó

Como todo ser humano, Gonzalez y Monzón seguían con nuevas aspiraciones materiales y aunque sus caminos se distanciaron durante algún tiempo, la amistad los volvió a unir. Era 1998 y el país experimentaba una serie de cambios que marcaron la economía nacional.

[quote_box_center]Importantes servicios públicos como la energía eléctrica y las telecomunicaciones se privatizaron. González siempre se diferenció de su amigo en que era proclive al estudio y mantenía la disciplina heredada de su padre, en tanto que Monzón seguía dado al desorden, pero portaba el germen del emprendedor: soñaba con fundar su empresa.[/quote_box_center]

Esta última circunstancia los acercó de nuevo. Monzón buscó la asesoría de su amigo para establecer una distribuidora de teléfonos, aprovechando el boom del sector de telecomunicaciones, y que González laboraba para una multinacional europea que empezaba su expansión en la región centroamericana.

Así empezó a materializar sus sueños quien en 2012 se convirtió en el secretario privado de la vicepresidenta Roxana Baldetti. Luego de la venta de celulares, fundó otra empresa, esta vez dedicada a instalar grama sintética, también aprovechando el auge del futbol sala y los nexos que empezó a establecer con funcionarios municipales y del Gobierno.

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La fortuna le sonreía. Suscribió contratos millonarios, pero después del dinero se dio cuenta que le faltaba algo más: poder. Entonces la política tocó a su puerta o él tocó la puerta y quien le abrió fue Baldetti. La exVicepresidenta, acostumbrada a mandar, pronto vio en Monzón al ejecutivo necesario para los negocios que ya había previsto y no dudó de su elección, pues observó que le gustaban los “business” y era de fiar.

[/quote_center]Monzón también se sintió realizado. Tendría la posibilidad de expandir sus negocios y acrecentar su riqueza, pero además, era la mano derecha de la Vicepresidenta, la mujer más poderosa, en ese entonces, del mundo político que, contrario a Monzón, ya sabía qué era el poder, pero iba tras más dinero.

Aquí otra vez juntos

El 14 de enero de 2012 tomó posesión el Gobierno presidido por el Partido Patriota. El primer año fue determinante pues se veían venir cambios drásticos para Guatemala. Se aprobó una reforma fiscal y el Presidente insistía en aumentar los ingresos tributarios y combatir la corrupción, último punto este que centró la agenda de los patriotas en el Congreso de la República, siempre encabezados por la diputada Roxana Baldetti.

[quote_center]La imagen de incorruptibles se intentó mantener, pero hasta ahora todo apunta a que era una fachada. Unos años antes de llegar al Ejecutivo, Baldetti habría creado empresas de cartón y cuando lo consideró oportuno, quiso darles vida para “sus negocios” con el Estado.[/quote_center]

Monzón era el empresario, pero carecía de conocimientos contables para cumplir con la disposición de su jefa. Pronto recordó al amigo de infancia, al profesional de los números que daría aparente legalidad a las operaciones de Baldetti.

Así, González y Monzón se reencontraron. Inició el trabajo ordenado del economista y pronto se ganó la confianza de Baldetti, lo que también le permitió asesorar al expresidente Otto Pérez Molina. El dinero se empezó a mover en cantidades millonarias, pero la ambición los delató.

El 16 de abril de 2015, el Ministerio Público y la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), cortaron de tajo una supuesta red criminal de defraudación y dieron a conocer que los cabecillas eran González y Monzón.

Sus hechos los vuelven a unir

A partir de este hecho, Estuardo Salvador González Álvarez pasó a ser conocido como “Eco”. Él fue capturado en su vivienda, pero Juan Carlos Monzón Rojas, “el Negro”, escapó de la justicia. Hasta aquí, todo parecía el fin de una amistad mantenida durante más de 40 años.

González se presentó ante el juez y habló con sencillez y tanta seguridad, que pocos dudaron de su testimonio. Dio detalles implicando en los ilícitos a los exgobernantes y también responsabilizó a su amigo de las operaciones fraudulentas.

Cinco meses después Monzón se entregó a la justicia y lejos de desacreditar a González, dijo :

[quote_center]“Escuché las declaraciones de Salvador Estuardo González Álvarez. Reconozco que Estuardo dijo la verdad en su declaración, señor juez, pero la dijo a medias, no porque no la quiso decir completa, sino porque hasta ahí sabe, porque hasta ahí se le permitió llegar. Y la otra parte la tengo yo, señor juez”.[/quote_center]

Y la vida los volvió a unir, o mejor dicho, sus presuntas acciones al margen de la ley los enlazaron y convirtieron en colaboradores eficaces (soplones) y de nuevo están juntos, ahora en un proceso penal compartiendo abogado, la misma celda y sin duda, añorando sus años de adolescentes en la zona 13, cuando solo soñaban, sin imaginar que en realidad nunca se separarían, ni siquiera en la cárcel.